Una puerta desvencijada, un escritorio vencido por la humedad, un pasillo bloqueado por pilas de muebles rotos, un baño clausurado. No es el decorado de una película distópica, sino el escenario cotidiano en el que trabajan los fiscales de juicio del fuero penal de La Plata.
A la histórica precariedad edilicia de las dependencias judiciales, que desde hace años constituye una amenaza concreta para la integridad de trabajadores, funcionarios y justiciables, ahora se sumó otro obstáculo estructural: el mal funcionamiento del sistema informático SIMP, una herramienta digital que, lejos de agilizar, entorpece los procesos cuando las causas ingresan a la etapa de debate oral.
“Todo se vuelve más lento y pastoso”, graficó uno de los fiscales consultados por este medio, con bronca contenida y resignación acumulada. Las críticas al Servicio Informático del Ministerio Público (SIMP), que fue diseñado para gestionar el ciclo judicial de los procesos penales, giran en torno a su escasa adaptabilidad a la dinámica propia de los tribunales orales. Lo que para la instrucción representa una herramienta útil, en los juicios orales se convierte en un obstáculo: los expedientes se frenan, la información no circula y las conexiones se cortan en las salas de debate, que carecen hasta del servicio de wifi.
Un sistema que colapsa en juicio
El SIMP fue creado para digitalizar el proceso penal y permitir el acceso remoto a expedientes. Desde una computadora con internet, jueces, fiscales y defensores pueden consultar causas y realizar presentaciones. Sin embargo, esa promesa de eficiencia y modernidad se desvanece cuando los casos atraviesan el umbral de la instrucción y avanzan hacia la etapa de juicio oral.
“No está pensado para el juicio”, advierten con claridad desde varias fiscalías. Y explican por qué: el sistema no está sincronizado con los accesos de los tribunales orales, lo que implica que el expediente digital se fracciona, se desdobla, y muchas veces se transforma en papel nuevamente. A eso se suma una limitación técnica y logística elemental: en muchas salas de audiencia directamente no hay servicio de internet. Ni siquiera wifi básico.
“¿Cómo pretendés que proyectemos una declaración, una prueba, un video, si no podemos ni abrir el archivo porque no hay conexión?”, plantea otro funcionario judicial.
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La Justicia de La Plata en problemas por un sistema informátivo que no funciona como corresponde.
Y el problema no se agota ahí. Las fiscalías de juicio también tienen el acceso restringido a internet en sus propios despachos, lo que dificulta incluso tareas básicas como la localización de testigos. “Es muy normal que los testigos cambien de domicilio, y cuando hay que citarlos para el debate, es difícil ubicarlos. Hoy por hoy, una de las herramientas más útiles es buscarlos por redes sociales, pero tenemos bloqueado el acceso a Facebook e Instagram desde nuestras computadoras”, agrega otro magistrado consultado.
El resultado es una paradoja: en plena era digital, el aparato de justicia penal de la capital bonaerense funciona casi como hace 30 años. Con la particularidad de que, ahora, las fallas son más sofisticadas, y por tanto más difíciles de reparar.
En plena era digital, el aparato de justicia penal de la capital bonaerense funciona casi como hace 30 años
Cuatro canales, cero coordinación en la Justicia de La Plata
Los fiscales de juicio operan hoy con un sistema de comunicación fragmentado en al menos cuatro vías diferentes: el portal de notificaciones electrónicas, la Mesa de Entradas Virtual (MEV) de la Suprema Corte bonaerense, el propio SIMP, y el correo oficial. Ninguna de ellas se comunica entre sí, lo que obliga a los funcionarios a revisar a diario cada uno de esos canales, uno por uno, en busca de novedades, citaciones, oficios o presentaciones de las partes.
“Es como si te obligaran a revisar cuatro mails distintos todos los días, en lugar de tener una bandeja unificada. Y en todos esos correos te mandan cosas urgentes”, ilustra otra funcionaria con ironía. Pero lejos de ser un detalle técnico menor, esta dispersión de información se traduce en demoras, errores y pérdida de tiempo.
A esta altura, el diagnóstico es compartido por todos: el expediente digital fue un paso adelante, pero quedó a mitad de camino. “No se puede implementar tecnología sin infraestructura, sin conectividad y sin recursos humanos capacitados”, afirma una funcionaria judicial con más de 20 años en el fuero.
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El juicio oral es el gran acto procesal por excelencia en cada causa, un momento muy esperado por víctimas y justiciables.
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Y hay más: ni siquiera existe un acceso directo a la base de datos de reincidentes, un insumo clave para dictaminar en los juicios. La consulta debe hacerse mediante oficio. “Todo es engorroso, anacrónico. Estamos trabajando con tecnología del siglo XXI en edificios del siglo XIX”, sintetiza, con crudeza.
Un edificio de Justicia que se cae a pedazos
El desfasaje entre la digitalización de los expedientes y la situación física de las fiscalías de juicio e instrucción pone en evidencia el deterioro general del sistema judicial en la capital bonaerense. Como se detalló en notas anteriores de 0221.com.ar —“Cayó parte del techo en las fiscalías de La Plata” (2023), “Las impactantes fotos del abandono en las fiscalías” (2024), y “Se profundiza la crisis edilicia en las fiscalías de La Plata” (2024)—, la precariedad de los edificios donde funcionan las fiscalías es alarmante y sostenida en el tiempo.
En el inmueble de 7 entre 56 y 57, donde se concentran gran parte de las fiscalías penales de instrucción y juicio, el estado de abandono es tal que el año pasado cayó parte del techo de un pasillo interno. Las imágenes, difundidas por este portal, mostraban paredes electrificadas, techos con filtraciones, pasillos bloqueados por muebles rotos, baños clausurados y una proliferación de roedores y alacranes.
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Un alacrán hallado en una fiscalía de juicio.
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Nada cambió desde entonces. O sí: empeoró.
“Hace semanas que los baños del tercer piso están clausurados. No se puede ni tomar un café porque la cocina tiene filtraciones y cucarachas”, revela una empleada judicial que pidió reserva de identidad. “Ni hablar de la limpieza. Acá viene alguien a pasar un trapo por arriba de los escritorios, y con suerte”.
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Los baños clausurados del edificio de Fiscalías
El edificio de calle 8 tampoco resiste
El panorama en el edificio de calle 8, donde funcionan los juzgados y tribunales orales, no es muy diferente. Allí, las paredes lucen despintadas, con manchas de humedad crónica. Hay pérdidas de gas frecuentes que obligan a evacuar oficinas y cortar servicios. Los ascensores presentan fallas constantes. Y los baños, otra vez, son motivo de denuncia: desde inodoros sin funcionar, carencia de elementos de higiene para las manos, hasta canillas oxidadas.
En un sistema que se precia de tener juicios orales ágiles y transparentes, la realidad es que muchas veces no hay ni siquiera una sala disponible en condiciones mínimas para llevar adelante las audiencias. “Nos mandan a hacer debates en salas sin ventilación, con paredes rotas y sin acceso a internet. No podés proyectar una prueba ni convocar a un testigo por Zoom. Todo se frena”, relatan desde tribunales.
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En el edificio de calle 8 se realizan todos los juicios orales del Departamento Judicial de La Plata
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El mal servicio de justicia se siente
La conjunción de precariedad edilicia, deficiencia informática y recursos humanos mal distribuidos tiene consecuencias visibles y concretas: causas que se demoran, audiencias suspendidas, testigos que no se presentan, debates que se posponen indefinidamente. El malestar en el fuero penal crece y amenaza con transformarse en una crisis institucional de fondo.
“Este no es un problema de los fiscales. Es un problema de toda la ciudadanía. Porque cuando el sistema colapsa, las víctimas esperan, los imputados esperan y el servicio de justicia pierde credibilidad”, concluye un experimentado magistrado que transita todos los días entre techos con filtraciones, humedad y expedientes desincronizados.
Mientras tanto, en las fiscalías y tribunales penales de La Plata, los funcionarios siguen esperando una solución. Con la paciencia desgastada. Y la esperanza, cada vez más delgada, como la de gran parte de la sociedad.