La historia parecía arrancar con estruendo: una pelea, una retirada, un regreso armado y una pierna perforada por una bala. Pero terminó en silencio, como esas madrugadas donde el eco de lo que no se dijo pesa más que el ruido del disparo. Joaquín Andrés Garay fue absuelto este jueves en La Plata, luego de que el fiscal de juicio oral, Mariano Sibuet, decidiera retirar la acusación por falta de pruebas.
En una sala sobria del Tribunal Oral Criminal IV, donde la niebla del recuerdo empañó cada testimonio y la prueba clave nunca llegó, la jueza Carolina Crispiani dictó la absolución tras escuchar que el propio fiscal daba un paso atrás. No había sustancia suficiente para sostener la imputación por "abuso de arma en concurso real con lesiones graves agravadas por el uso de arma de fuego".
No había verdad firme, ni siquiera verdad a medias. Solo sospechas sueltas, relatos trémulos y una causa que pareció desmoronarse con la misma facilidad con la que empezó.
Boliche 49 entre 6 y 7 (3).JPG
Un hecho de violencia nocturna en el bar de 49 entre 6 y 7 llegó a juicio oral pero todo volvió a foja cero en La Plata
AGLP
La defensa, pieza por pieza
A lo largo del debate, el abogado penalista Ricardo Callaba -con más experiencia en causas complejas que palabras de más- desarmó una a una las débiles piezas que sostenían la acusación. Lo acompañó en la tarea la joven abogada Brenda Haile, quien reforzó la estrategia técnica con precisión quirúrgica. Entre ambos, lograron dejar en evidencia que la única bala firme en el expediente fue la del prejuicio.
Desde el primer día, Callaba señaló que no había prueba directa ni reconocimiento fehaciente. Durante la instrucción, Garay había llegado al juicio con falta de mérito y en libertad, lo que ya daba cuenta de que el expediente se sostenía más en la intuición que en las evidencias.
Abogado Ricardo Callaba (4).jpeg
La defensa estuvo a cargo de la abogacía conformada por Brenda Haile y Ricardo Callaba
Ignacio Amiconi | AGLP
Los testigos no pudieron identificar al tirador con claridad. La víctima, Hugo Fernández Gatti, dudó frente al estrado. "No sé quién tiró", dijo primero. "Yo creo que fue él", afirmó después, y finalmente se sinceró: "No estoy seguro". Entre esas tres frases se desmoronó la hipótesis acusatoria. No había certeza. No había justicia posible sin verdad.
El fiscal, ante la ley y la Justicia
En tiempos donde se suele acusar hasta agotar el último recurso, la decisión del fiscal Mariano Sibuet no pasó desapercibida. Con objetividad y sentido de la función pública, el representante del Ministerio Público Fiscal hizo lo que corresponde: desistió de acusar a un hombre cuando no había pruebas firmes para sostener su responsabilidad.
El retiro de la acusación fue, en este juicio, el momento más claro de toda la causa. La anemia probatoria era evidente. El celular de Garay, secuestrado durante la instrucción y del que se extrajo un audio donde supuestamente un tercero reconocía haber disparado, nunca llegó a la etapa de debate. Nadie supo explicar por qué. Nadie se hizo cargo de su ausencia. Ese silencio -esa omisión institucional- terminó beneficiando a un acusado que quizás nunca debió estar sentado en ese banquillo.
Carolina Crispiani.jpeg
La jueza Carolina Crispiani dictó la absolución del acusado.
0221
La fiscalía lo entendió y actuó en consecuencia. Sibuet sostuvo su rol con la integridad que se espera del cargo. Supo decir "no" cuando la prueba no alcanzó para sostener un "sí".
Una bala, muchos interrogantes
Retro Bar -hoy con otro nombre- siguió abriendo sus puertas. Pero la madrugada del 10 de octubre de 2022 no se olvida. Esa noche hubo disparos. Hubo una pelea en la vereda, presuntos agresores que se retiraron y regresaron con un arma. Una bala impactó en la pierna de Hugo Fernández Gatti. Esa parte está clara. Pero todo lo demás se difuminó.
Nadie pudo afirmar de qué parte del auto salieron los disparos. Algunos testigos dijeron que fue desde la parte delantera; otros, que desde atrás. Ninguno fue contundente. Ninguno sostuvo haber visto a Garay disparar. Ninguno, siquiera, lo ubicó con el arma en la mano.
El expediente se desdobló. Mientras Garay enfrentaba el juicio, otro sospechoso quedó flotando en un expediente paralelo que desde 2023 está virtualmente dormido. Las fotos de su casa están ahí, en una causa paralizada, con pocas fojas y sin impulso. Esa parte del relato -la que podría haber aportado claridad- jamás llegó a ventilarse.
Justicia Tribunales (2).jpg
Otra causa que se cierra en el fuero Penal de La Plata pero la víctima necesita saber quién le disparó.
AGLP
Final abierto
La jueza Crispiani escuchó, evaluó y dictó la absolución. No hubo condena. No hubo responsables. Solo un expediente sin pruebas, una víctima con heridas físicas y otra víctima judicial: un acusado cuya inocencia fue reconocida solo después de atravesar el calvario de un juicio penal.
Ricardo Callaba y Brenda Haile lograron algo que, en estos tiempos, no es habitual: que la falta de pruebas fuera reconocida como tal, sin dobles intenciones ni especulaciones mediáticas. Lo hicieron con herramientas jurídicas y temple profesional. La fiscalía, por su parte, cumplió su rol con dignidad institucional, algo que merece destacarse tanto como la sentencia misma.
El juicio terminó. El expediente se cierra. Pero en la puerta del bar, en la memoria de quienes estaban allí esa noche y en la carpeta judicial aún inconclusa del otro sospechoso, el eco del disparo sigue flotando. La justicia, a veces, es apenas eso: un silencio que absuelve, una bala que no encuentra dueño, y una verdad que se escapa por las rendijas de un expediente mal armado.