La noche del 15 de diciembre de 2020 quedó marcada en la memoria de La Plata. Santiago Ignacio Stirtz, un joven de 34 años, músico, estudiante de Arquitectura y trabajador en el Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), pedaleaba por la calle 47 entre 20 y 21 y fue víctima de un crimen atroz.
El proyectil lo hizo caer desplomado sobre el asfalto. Un ciclista que pasaba por allí se detuvo a auxiliarlo y dio aviso inmediato a la policía y a los servicios médicos. Fue trasladado al Hospital San Martín, donde los profesionales intentaron salvarlo durante largas horas. Sin embargo, en la noche del 16 de diciembre su cuerpo no resistió más. El trauma craneoencefálico había sido irreversible.
La conmoción social fue inmediata. Ese mismo día distintos grupos de cicloturismo habían convocado a una “pedaleada por seguridad”, que recorrió las comisarías de la ciudad exigiendo mayor protección para quienes circulaban en bicicleta. El reclamo adquirió un dramatismo ineludible: mientras los vecinos pedían más seguridad, Santiago moría por la violencia urbana que ya había golpeado a tantos platenses.
El camino de la investigación
La pesquisa comenzó con el primer robo cometido esa noche: minutos antes del ataque a Stirtz, los mismos delincuentes habían entrado al kiosco “Súper Kiosco 48”, en calle 48 entre 9 y 10. Allí, el encargado Milton Patricio Sobrino fue golpeado en la cabeza con la culata de un arma y obligado a tirarse al piso. Los asaltantes se llevaron el dinero de la caja y un teléfono celular.
El testimonio de Sobrino, sumado a las cámaras de seguridad de la zona y al relato de vecinos que vieron escapar a los sospechosos en una moto Honda Tornado blanca con asiento rojo, fueron claves para trazar el recorrido de los delincuentes. A las pocas cuadras, ya en 47 entre 20 y 21, interceptaron a Stirtz. Su negativa a entregar la bicicleta fue respondida con el disparo mortal.
La Policía bonaerense montó un operativo cerrojo. El 17 de diciembre de 2020, apenas 48 horas después del asesinato, detuvieron a Facundo Tadeo Uriel Guevara, alias “El Rata”, en San Carlos. En su casa encontraron infladores y cubiertas de bicicletas de alta gama, además de un revólver calibre 22 cargado. Semanas después, el 27 de enero de 2021, fue detenido Pablo Ezequiel Manavella en el Barrio Nuevo de La Plata, identificado como quien disparó contra Santiago.
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Pablo Ezequiel Manavella uno de los autores del crimen, cayó un mes después del hecho.
Foto policial
Los acusados frente a la Justicia
La causa llegó al Tribunal Oral en lo Criminal II de La Plata, a cargo de la jueza Silvia Hoerr. El fiscal de juicio, Martín Chiorazzi, presentó un acuerdo de juicio abreviado que fue aceptado por las defensoras oficiales y los acusados. La familia de la víctima, representada por el abogado Diego Dousdebes, acompañó el proceso.
El fallo dejó en claro la calificación legal:
- Robo agravado por el uso de arma impropia por el hecho en el kiosco.
- Robo agravado por el empleo de arma de fuego en grado de tentativa en concurso ideal con homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego por el crimen de Stirtz.
La pena impuesta fue de 10 años y 8 meses de prisión de efectivo cumplimiento para ambos imputados. Además, la Justicia ordenó el decomiso del revólver secuestrado durante los allanamientos.
La jueza Hoerr señaló como agravante la pluralidad de sujetos intervinientes y el enorme daño causado, no solo a la víctima directa, sino también a su familia y al conjunto de la sociedad, golpeada por un hecho de violencia gratuita y despiadada.
Santiago Stirz El Rata
Facundo Tadeo Uriel Guvera, alias "El Rata", fue capturado a las pocas horas del feroz ataque mortal.
Foto policial
Pruebas, testimonios y certezas
El expediente judicial fue abundante en pruebas. La víctima del kiosco, Milton Sobrino, reconoció a los agresores y detalló cómo fue atacado y despojado de sus pertenencias. Vecinos de la zona describieron la moto utilizada en ambos hechos y la vincularon con Guevara y Manavella.
Una pieza clave fue la declaración de la suegra de Guevara, Marta Susana Álvarez. Reconoció la moto que se veía en los videos como la que usaba su yerno, alias “El Rata”. Contó que esa misma noche el rodado había sido guardado en su casa y que la vestimenta del imputado coincidía con la que aparecía en las filmaciones. Sus dichos fueron ratificados en sede judicial y se convirtieron en un testimonio de alto valor para la acusación.
También hubo policías que lo identificaron en los videos recolectados. Uno de ellos, Mauro Nocetti, reconoció a Guevara de inmediato por su contextura física y por la moto que había investigado en hechos similares de robo. Otros testigos aseguraron haber visto a Manavella en la misma motocicleta días antes del crimen, trasladando bicicletas robadas junto a cómplices.
El conjunto de testimonios, sumado a pericias balísticas, informes médicos y la autopsia que confirmó la muerte por traumatismo de cráneo causado por proyectil de arma de fuego, consolidó la imputación y permitió cerrar la causa con la condena.
Santiago Stirz
La familia Stirtz fue representada por el abogado Diego Dousdebes.
AGLP
El recuerdo imborrable de Santiago
Santiago Stirtz no era un desconocido en La Plata. Amante de la música, compartía escenarios con amigos y proyectos culturales, al tiempo que avanzaba en sus estudios de Arquitectura. En el Rectorado de la UNLP tenía un trabajo administrativo que le permitía sostenerse. Vivía solo, pero estaba rodeado de una familia presente: sus hermanas, sus padres, primos y amigos lo acompañaban en cada paso de su vida.
El día que lo asesinaron, Santiago volvía a su hogar en bicicleta, un hábito que repetía a diario. Su muerte provocó un profundo vacío entre quienes lo conocían. Los mensajes de despedida en redes sociales y las marchas en reclamo de justicia mostraron el impacto colectivo del crimen. “Era un pibe bueno, lleno de proyectos y sueños”, dijeron allegados.
El recuerdo de Santiago también quedó marcado en la comunidad ciclista de la ciudad, que desde entonces redobló sus reclamos por mayor seguridad y controles en las calles. Para ellos, el asesinato fue un antes y un después: un símbolo de la vulnerabilidad de quienes se mueven en bicicleta en una ciudad golpeada por la inseguridad.
Un cierre con sabor amargo
La sentencia de diez años y ocho meses de prisión fue recibida con alivio por la familia, aunque nadie en la sala de audiencias dejó de sentir que el castigo nunca alcanza a reparar la pérdida. Para el círculo de Santiago, ninguna condena puede devolverles la vida de aquel joven músico que soñaba con terminar la carrera, viajar y seguir tocando con su banda.
La jueza Hoerr destacó en su fallo que el crimen dejó “huellas indelebles” no solo en el círculo íntimo de la víctima, sino también en el tejido social de la ciudad. El abogado Dousdebes, representante de la familia, subrayó la importancia de haber llegado a una condena firme, aunque reconoció que “nada compensa el dolor”.
Hoy, con la causa cerrada y los culpables tras las rejas, la ciudad de La Plata recuerda a Santiago Stirtz como símbolo de una vida arrebatada en segundos por la violencia de dos motochorros. Su historia, marcada por la música y los afectos, quedó trunca en una esquina de 47 entre 20 y 21, pero su memoria sigue viva en quienes lo conocieron y lo lloran cada día.