sábado 18 de noviembre de 2023
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1976

La historia de Jorge Arfuch, secuestrado a plena luz del día de Astillero Río Santiago

Su historia es reflejo de cómo el terror azotó a los trabajadores navales, previo al golpe militar. Uno de los once desaparecidos de Ayacucho.
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El viernes 28 de mayo de 1976, Jorge Arfuch intuyó algo malo en el cielo ribereño y apretó el paso por las calles frías de Ensenada. Finalmente llegó al Astillero Río Santiago, donde trabajaba hacía ya tres años como empleado administrativo. Cuando pasó por el puesto de seguridad, se dirigió a su oficina, pero en el camino advirtió algunas miradas inquietas.

Desde hacía varios meses, la fábrica era motivo de control permanente por parte de las fuerzas represivas. Primero había estado en la mira del gobierno constitucional de María Estela de Perón y posteriormente su presencia se recrudeció con la llegada del golpe militar.

Minutos después de su arribo a la fábrica, un comando de operaciones ingresó intempestivamente al lugar y avanzó sin dudarlo hacia la pequeña sala donde se encontraba Jorge. En un acto reflejo, el joven de 23 años tomó las llaves y se enBegumcerró. Pero después de algunos intentos, la patota integrada por la Marina y otras fuerzas, pudo romper la puerta y arrastrar de los pelos al muchacho nacido en la localidad de Ayacucho.

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Jorge había desarrollado una activa militancia gremial en la fábrica y estaba marcado.

Le faltaban sólo dos días para cumplir 24 años y tan sólo días atrás, su hermano lo había visitado por última vez para preguntarle qué quería que le regalara.

Desde entonces se encuentra desaparecido.

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A PLENA LUZ DEL DÍA

A partir de las averiguaciones que realizaron sus familiares y que más tarde cotejaron algunas organizaciones de Derechos Humanos, Arfuch pudo haber sido llevado al Batallón de Infantería de Marina (BIM) Nº 3, ubicado en el límite entre la ciudad de La Plata y Berisso, hoy la sede de las facultades de Humanidades y Psicología de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

De hecho, ese fue un lugar común de detención para el gran número de desaparecidos y asesinados que trabajaron en el Astillero Río Santiago.

Pero a las pocas horas de que Jorge sea detenido ilegalmente, otro operativo militar irrumpió en el centro de la capital provincial. Esta vez para buscar a su pareja: María del Rosario Portela, estudiante de Psicología.

Según la información que brindó más tarde Adela Portela -la hermana de María del Rosario-, un operativo que estaba comandado por personal del Ejército argentino arribó al departamento de calle 44 Nº 512, entre las calles 5 y 6, cerca de las tres y media de la tarde. Se trataba del domicilio en donde vivían Jorge, María del Rosario y su pequeña hija de un año y medio, “Rosarito”.

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Jorge y Rosario eran activos militantes sociales

Jorge y Rosario eran activos militantes sociales

Cuando Adela llegó desesperada al lugar, luego de haber sido alertada por una amiga, se encontró con una decena de uniformados que custodiaban el ingreso del edificio. Algunos iban y volvían del departamento “A”, de la Planta Baja, donde alquilaba la pareja.

Tal como contó su hermana al llegar al lugar, allí vio “cómo revolvían la casa, tiraban libros y revisaban los muebles”. Después de mucho preguntar y ante la indiferencia de los militares, finalmente supo que su hermana -María del Rosario- se encontraba detenida en una camioneta blanca, estacionada a pocos metros del operativo.

Pero cuando supo que la niña también se hallaba junto a su madre, el suplicio de Adela fue todavía mayor. Les rogó, una y otra vez, que le entregaran a la beba.

Jorge estaba por cumplir 24 años cuando fue secuestrado. Hasta hoy continúa desaparecido y su caso no ha sido llevado a la justicia.

Todavía se desconocen los motivos para comprender por qué los militares accedieron. Quizás el ruego de la mujer terminó entibiando alguno de los corazones castrenses. Pero lo cierto es que Adela pudo retirarse del lugar con la niña en brazos. El destino de su madre, María del Rosario, era otro.

–Ese 28 de mayo yo estaba trabajando en un negocio que tenía en la calle 46 y diagonal 74. Cerca de las tres y media, vino una amiga mía en taxi. Me avisó desesperada que habían ido a buscar a mi hermana a la Dirección de Cultura de la Municipalidad de La Plata, que era donde ella trabajaba –contó Adela, durante los juicios por la Verdad.

En aquel testimonio, la mujer dio detalles sobre el comportamiento de algunos militares:

–Entonces yo les preguntaba por qué hacían esto. Uno me dijo que “no me preocupara” porque podía ser que la “devolvieran en unos pocos días” – describió en su momento, Adela, respecto a la detención de su hermana.

Fue tal el desprecio de parte de los uniformados, que Adela estalló en un llanto de impotencia. En ese momento, uno de ellos le convidó un cigarrillo en un extraño acto de piedad.

Otra postal de Jorge en una reunion politica.jpeg
Otra postal de Jorge en plena reunión política

Otra postal de Jorge en plena reunión política

En esa declaración, la hermana de la víctima agregó un dato importante: cuando respondió que su cuñado, Jorge Arfuch, trabajaba en Astillero Río Santiago, uno de los uniformados le respondió tajante: “Ah, bueno… sacá tus conclusiones”. Dando a entender el destino que le preparaban los dueños del terror, quienes hacían lo que querían desde marzo de ese mismo año.

Durante su testimonio, la mujer también confirmó que podía identificar a uno de los integrantes del operativo que terminó secuestrando a su hermana, María del Rosario. Pero la investigación sobre los secuestros de Arfuch y Portela, no ha tenido mayores avances hasta entonces.

Por su parte, Luis -hermano de Jorge- se enteró gracias al aviso de Enrique Cabalito, un amigo que había sido enviado por su padre: Fernando Cabalito. En ese momento, este era uno de los responsables militares del Astillero Río Santiago, ya que se desempeñaba como Capitán de la Marina. También, había sido el contacto que tuvo Jorge para ingresar al Astillero.

Es muy posible entonces que Fernando haya sido testigo de la detención y desaparición de Jorge Arfuch.

Pese a ser militar, Cabalito se mostraba en desacuerdo con el plan de exterminio que se estaba desatando en todo el territorio nacional, por lo que intentó ayudar, avisándole a la familia de Arfuch.

–Yo en ese momento me encontraba haciendo deportes en el Club de Estudiantes de La Plata y entonces un amigo nuestro, muy amigo, Enrique Cabalito, nos viene a buscar al Club por la noche para avisarme que a mi hermano lo habían detenido en los Astilleros – testimoneó Luis, durante los primeros juicios sobre los crímenes de Estado ocurridos en Ensenada.

El hermano del desaparecido consideró que el capitán de Marina “siempre se portó muy bien” con la familia, porque intentó en varias oportunidades lograr tener información de Jorge. De todas formas, al tiempo de insistir, el amenazado pasó a ser el propio Cabalito, a quien buscaron intimidar poniéndole una bomba en su casa. “Dejá de joder si no querés desaparecer vos también”, le advirtieron al militar díscolo.

A su vez, otra de las hermanas de María del Rosario -Carmen-, se encontraba casada con una persona de apellido López Gastesi, que tenía contactos con otro marino, muy cercano al propio Almirante Massera. Uno de los representantes de la muerte durante la dictadura. Pero ni siquiera así se pudo saber a ciencia cierta el paradero de Jorge.

Tampoco a partir de la cercanía con el doctor Jorge Vera Tapia, identificado como un testigo clave al momento del secuestro de Jorge Arfuch. Tapia era cercano a la madre de María del Rosario. Su silencio permitió que las fuerzas armadas continuaran con la detención de la joven, luego de haber secuestrado a Jorge en el Astillero.

Vale aclarar que Rosarito, la pequeña que logró escapar del secuestro junto a su madre, terminó siendo adoptada por la familia de Carmen Portela y su pareja, López Gastesi. Sin saberlo, la por entonces recién nacida se salvó así de haber sido apropiada por alguna familia militar o tener que recuperar su identidad más tarde, como ocurre con tantos otros nietos y nietas.

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María del Rosario Portela, compañera de Jorge

María del Rosario Portela, compañera de Jorge

"A ESTOS LES DAN UN PASEO POR EL RÍO"

Pese a que ese 28 de mayo del 76´ casi nadie dentro del Astillero pudo obviar el secuestro de uno de sus trabajadores, la empresa por entonces intervenida por el gobierno de facto determinó su baja, luego de que se venciera los “plazos legales vigentes” y de esta forma, Jorge fue considerado un despedido “con justa causa por abandono de servicio”. La fecha rigió desde el 17 de junio de ese mismo año.

Pero es su hermano, Luis, quien recuerda un encuentro por demás escabroso en la Casa Rosada. Fue con un miembro del gobierno militar. Quizás las palabras de ese hombre generaron un ´click´ en Luis y sus padres. Una penetrante y dolorosa revelación para comprender el destino de Jorge y -por qué no- su propio destino, si seguían preguntando.

Poco después de la detención ilegal de Arfuch, los militares fueron a buscar a María Portela, su pareja, a su domicilio. Vivían junto a su bebé.

–Mire, yo fui una vez a Buenos Aires, a la Casa Rosada, a averiguar precisamente sobre eso. Un funcionario de allí, de una manera descarnada dijo que los militares, lo que hacían con este tipo de personas era ´darles un paseo por el río´ – relata Luis, durante su testimonio en la Cámara Federal de Apelaciones, fechada el 6 de junio de 2007.

El hermano de Jorge considera que ese encuentro en la casa de gobierno debió ser entre julio y agosto del 76´, porque ocurrió semanas antes de que él decidiera marcharse del país, en noviembre de ese año.

En peligro, el rumbo de Luis fue España. Lugar donde viviría más de 30 años y donde sus padres, José Luis y Nélida Castillo Gigena, también pasarían sus últimos días. El hermano del detenido dice que esa decisión se terminó de firmar cuando días después de visitar la Casa Rosada, el domicilio de José Luis y Nélida fue violentamente allanado en La Plata.

–Para mis padres fue devastador. Mi mamá no se repuso nunca – se abre, Luis, que debió “escapar” del país en barco.

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Jorge, junto a sus amigos

Jorge, junto a sus amigos

ANTESALA DEL HORROR

La desaparición de Jorge Arfuch es quizás una de los últimos golpes mortíferos que la última dictadura cívico militar dio en el Astillero Río Santiago, una fábrica por muchos motivos claves de controlar: desde hacía tiempo atrás, allí se organizaba uno de los polos de organización obrera más grande del país.

Un año antes de que Arfuch fuera arrancado de su oficina y jamás se lo volviera a ver, los trabajadores de Astillero habían conformado la denominada “Coordinadora”, que reunía a varios delegados, comisiones y gremios que resistían a las medidas de ajuste que se habían aplicado en democracia, desde el recordado “Rodrigazo”.

En efecto, la Coordinadora terminó siendo el núcleo de trabajadores organizados más grande de La Plata, Berisso y Ensenada, incorporando a los trabajadores de fábricas como la Petroquímica Sudamericana, Indeco, Ofa, Ipako y choferes de colectivos de varias líneas de La Plata.

Poco tiempo después, lo que nació como una articulación para sumar fuerzas frente a los embates de los programas de achique del Estado, concluyó en algo más grande, sumando a delegados del frigorífico Swift de la ciudad de Berisso, de la Petroquímica General Mosconi pertenecientes a la Uocra, la comisión interna del Hospital de Gonnet, metalúrgicos de Siap y Kaiser Aluminio, obreros de la madera de Corchoflex y los trabajadores no docentes agremiados en la Asociación de Trabajadores de la Universidad de La Plata (ATULP).

De hecho, esto logró que entre junio y julio de 1975 se pudiera sostener una gran huelga general en toda la región, en donde participaron más de 3 mil obreros.

Pero, si bien el terrorismo de Estado se extendió y amplificó en su totalidad desde marzo del 76, un año antes el gobierno por entonces en mano de Estela de Perón, fue cómplice de algunos operativos de tinte facista. En muchos sectores del país, organizaciones de extrema derecha se abrían paso sin mucho escándalo y en algunas ocasiones, las mismas contaron con las herramientas del Estado, como sucedió con la CNU, más tarde devenida en la Triple A.

Marcha de obreros de Astilleros en los 70.jpg
Una marcha de obreros de Astilleros en los 70

Una marcha de obreros de Astilleros en los 70

En Astillero, la burocracia sindical -que se encontraba completamente desesperada por el control total del movimiento obrero organizado- desplegó las primeras formas de terror.

El 4 de noviembre del 75, la fábrica se encontraba cerrada y militarizada. Sin embargo, los trabajadores presionaban para ingresar apostados en las inmediaciones del lugar. Ese día fueron secuestrados tres trabajadores de sus casas: Silvio Marotte, Ángel De Charras y Alcides Méndez, este último brutalmente torturado y asesinado, luego de tres meses de encontrarse desaparecido.

Pese a que días después Astillero abrió sus puertas, la persecución se agudizó y otros asesinatos ocurrieron en la zona, como ocurrió con trabajadores de la fábrica Swift, Propulsora, Ofa, Siap y a militantes de la corriente trotskista PST.

El último episodio previo al golpe militar fue el secuestro de “Carajito” Peláez, otro reconocido trabajador de Astillero. El hecho despiertó una resistencia total y una huelga generalizada. Debido a la contundencia de la movilización, Peláez apareció con vida, días después.

Sin embargo, la situación laboral seguía siendo la misma y el conflicto no se solucionaba. Tan sólo seis días previos al golpe de 76, la fábrica seguía tomada y en huelga. Por aquellas largas tardes de incertidumbre y resistencia, son secuestrados de sus casas y asesinados Fortunato Andreucci, José Luís Lucero y Jorge Guztos.

ATA Y EL CHE

Jorge Arfuch nació el 31 de mayo de 1952 en una casa sencilla de Ayacucho, más precisamente ubicada en la calle A. Del Valle, cerca del ahora CEF Nº 32. De su infancia se sabe poco, pero existe un dato destacado: durante sus primeros años en la escuela, sus notas no bajaban de 9. Excepto por Educación Física.

El padre de Jorge pudo averiguar que había sido secuestrado por la Marina y que podía estar en el Batallón de Infantería de Marina N° 3. No supo nada más.

Debido a que José Luis -su padre- trabajaba como tesorero en el Banco Nación, cerca de sus cinco años la familia entera se trasladó a la ciudad de La Plata, localidad que terminaría siendo el escenario durante su adolescencia y en donde conocería a María del Rosario, su pareja.

Tampoco se conoce mayor información sobre si Jorge tenía nostalgia de su “pago” y lo volvía a visitar a veces. Lo cierto es que en Ayacucho todavía viven muchos de sus familiares, más precisamente primos, hoy dueños de una reconocida perfumería.

A los 15 y 16 años, hizo Rugby en el Club Universitario de La Plata y más tarde -con el calor de un contexto revolucionario- empezó a inclinarse hacia la lectura de izquierda, que le haría re preguntarse absolutamente todo sobre su vida.

Quizás por esa razón, decidió estudiar Medicina en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), la profesión que había elegido antes Ernesto “Che” Guevara. Sin embargo, existe otro hito que pudo haberle contagiado un pensamiento crítico y antisistema: su madre, Nélida, era música y amiga de nada más ni nada menos que de Atahualpa Yupanqui.

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La cercanía con el reconocido folklorista era tal, que la madre de Jorge y Luis lo invitaban en varias oportunidades para que se quedara a comer y dormir en su casa platense. Las anécdotas de “Don Ata” despertaron una sensibilidad distintiva en Jorge, capaz de comprender las penurias del campesino y la explotación de los más humildes.

Al principio, el impacto que le generó Yupanqui logró que Jorge se convirtiera en un gran bombista: “Tocaba el bombo muy bien y con buen ritmo”, admite Luis.

Pero, posiblemente, las melodías y versos de Atahualpa lo hayan animado aún más: querer cambiar esa injusta estructura histórica, en donde las “penas y las vaquitas” siempre se iban por la misma senda.

NO MÁS DESAPARECIDO

El Astillero Río Santiago es la fábrica con el mayor número de trabajadores desaparecidos y asesinados del país. No es casual: desde su fundación en 1953, la fábrica que llegó a ser una de las joyas de la soberanía naval argentina y un ícono del peronismo, se transformó en un símbolo de la resistencia de los trabajadores. Incluso después de la dictadura, la lucha de los astilleros logró que muchos gobiernos retrocedieran ante su sed de privatizarla.

En ese contexto se encontraba “el negro” -como lo apodaban-, quien pese a sus cortos 23 años llevaba una activa militancia gremial dentro de la fábrica.

Desde el golpe de Estado, la fábrica se encontraba militarizada a cargo del capitán de navío César Cepeda, perteneciente a la estructura de la Fuerza de Tareas Nº 5. Los hostigamientos, secuestros y asesinatos se empezaron a dar a fines de abril y mayo, dejando un total de 44 víctimas durante el terrorismo de Estado.

Además, la fábrica registra 11 asesinados, 134 despedidos por la Ley de Prescindibilidad y 299 despedidos por la Ley de Bajas de Personal por Seguridad Nacional. También se tiene en cuenta la misteriosa “renuncia” masiva de 1016 trabajadores en los dos primeros años de la dictadura.

–Tanto yo como mi hermano teníamos una mentalidad muy libre… Ambos teníamos pensamiento de izquierda y comenzamos una militancia muy mal aconsejada – opina Luis, quien actualmente se encuentra enormemente distanciado de lo que alguna vez fueron sus ideales.

Sobre el último encuentro con Jorge, su hermano relata que fue en el domicilio que terminó siendo allanado y en donde detuvieron a María del Rosario. “Los vi dos veces antes de que desaparecieran. Él me invitó a su casa y me mostró el armamento que habían conseguido”, cuenta Luis.

El Astillero Río Santiago de Ensenada es la fábrica con el mayor número de trabajadores desaparecidos y asesinados del país.

-Le había ido a preguntar qué quería que le regalara para su cumpleaños – agrega, a pocos días de su detención, el 28 de mayo.

Pese a todo, Luis -que nunca se quiebra al hablar de su hermano- ventila un dato conmovedor: “Yo no lo recuerdo con el llanto, pero a mi hijo le puse ´Jorge´”.

El caso de Jorge Arfuch integra la actual cifra de 11 víctimas del terrorismo de Estado nacidas en la localidad bonaerense de Ayacucho. Una ciudad que cuenta con poco más de 20 mil habitantes y que sin embargo, fue marcada a fuego también por la última dictadura militar.

Otro hijo de un pueblo que vivió en las calles de La Plata y sus alrededores, al igual que muchos de sus coterráneos desaparecidos. Una muestra simbólica que permite evidenciar el verdadero rostro del genocidio.

-Esta historia forma parte del libro "Detrás de las vías, el lugar que parió militantes" escrito por Julián Pilatti.

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