viernes 09 de mayo de 2025

García Márquez, Los Pimpinella y los espejos: la historia del “otro” Macondo

La historia del boliche que nació luego de que su dueño leyera “Cien años de Soledad” y marcó un hito en la década del ’80. Cuna de grandes artistas y de los mejores bailes de La Plata. La historia detrás de un clásico de la ciudad que aún muchos añoran.

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Por Martín Arrua

Macondo es el pueblo ficticio donde se desarrolla una de las historias literarias más increíbles y fantásticas de “Cien año de soledad”, el mítico libro escrito por Gabriel García Márquez, quien utilizó todo tipo de recursos literarios para crear un universo que despertó todo tipo de emociones y sensaciones en cada uno de sus lectores. Lejos estaba, sin embargo, de imaginar que aquella creación suya se volvería una parte clave en la noche platense.

“José Arcadio Buendía soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. Preguntó qué ciudad era aquella y le contestaron con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo”. Ese fue el párrafo que inspiró al a un empresario platense para crear uno de los boliches más recordados de la ciudad. Fanático del escritor colombiano, el Negro Morales no lo dudó un segundo y le dio directivas claras a su arquitecto: primero le pidió que leyera aquella obra maestra y luego que la trajera a la vida en un amplio salón de 45 entre 8 y 9.

Macondo abrió sus puertas en mayo de 1975. Como en el libro, los espejos colmaban las paredes y divertían a los platenses que no paraban de verse reflejados en cada centímetro del lugar, todo mientras la música deleitaba sus oídos y los convocaba a bailar los temas del momento. Sin lugar a dudas, la novedosa disco generó que la zona estuviera repleta de jóvenes durante muchos fines de semana. En aquel entonces, películas como “Fama” o “Fiebre de sábado por la noche” marcaban el ritmo de los bailes y el boliche platense era lugar de referencia en la materia.

Hace 43 años, el otro Macondo abría sus puertas para escribir cientos de historias de los platenses que se acercaban a degustar un "margarita" o un “siete colores”. Amores, desencuentros amorosos y todo tipo de situaciones tuvieron lugar en uno de los boliches más icónicos de la ciudad. Tal es así que la disco supo recibir la visita de artistas nacionales de renombre tales como Susana Giménez, Moria Casán, Jorge Corona, Oscar Aleman, el Mono Villegas, Sergio Dennis y Ante Garmás, entre muchos otros.

EL NACIMIENTO

En aquel lugar, años antes, había funcionado otro boliche conocido como “Caramba”, que debió cerrar tras sufrir un incendio en 1972. Sobre los escombros se levantó una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. La epifanía de Morales se cumplió y, una noche de mayo de 1975, Macondo tuvo su debut a toda orquesta.

“Para la época fue toda una novedad. Fue el primer espacio donde se construyó una confitería bailable”, contó a 0221.com.ar Jorge Morales, hijo del Negro. En ese sentido resaltó que “todo estaba pensado, desde la acústica hasta los jardines, hasta ese momento no era habitual que un boliche tenga un sector así”. Ese mayo marcó el inicio de miles de fiestas y dio paso a algunos de los eventos más convocantes que tuvo la noche platense. Además de las llamativas paredes de espejos, los jóvenes se quedaban sorprendidos al ver la pista, similar a una pileta, con bordes a los lados y un centro profundo en el que cientos de parejas bailaban al ritmo de los hits de la época.

Desde muy temprano, los vecinos de la ciudad podían ver cómo los jóvenes se acercaban hasta las puertas del lugar que abrían, rigurosamente, a las 22. A la medianoche comenzaba la denominada “largada”, momento en el que el DJ comenzaba a pasar la pista que marcaba el puntapié inicial para las noches del sábado. “Era impresionante la cantidad de gente que se acercaba. Me acuerdo que había un mozo de un bar de la esquina que compraba las entradas para revenderlas para los que llegaban tarde”, contó en tono risueño Jorge.

Un viernes o sábado en la época de oro de Mancondo, implicaba que 1.200 personas dieran el presente para bailar al ritmo de los Bee Gees o la Electric Light Orchestra. Vestirse de acuerdo a la moda de aquellos años era la única exigencia de la casa: las mujeres lucían largos vestidos y llevaban producidos peinados y los hombres vestían de traje. “No era algo para discriminar”, aclaró Morales y explicó: “El look era elegante sport, era una moda a nivel nacional y para que los hombres estén a la altura de la producción de las mujeres”.

Los tragos también fueron una revolución en aquel boliche y llamaron la atención de las secas gargantas de los jóvenes que buscaban una bocanada de aire, en medio de tantos bajos y luces de colores. La coctelería le ganaba por goleada a cualquier bebida tradicional y Macondo ofreció los mejores licores para degustar. “Siempre fuimos innovando el tema de los tragos, eran muy elaborados y cada uno tenía su particularidad. Por ejemplo, había uno que se llamaba ‘7 colores’, eran siete licores de diferente color y ninguno se mezclaba. Además del sabor, habla de la calidad de la bebida que servíamos”, explicó Jorge.

"ESTO NO ES MACONDO, ESTO ES UN QUILOMBO"

La música internacional y de vanguardia fue una marca de Macondo. Un mes antes, el lugar tenía las canciones que causaban furor en el país. El secreto tenía que ver con el vínculo entre un exempleado y los dueños del local nocturno. “Uno de los chicos que hizo la iluminación de la confitería se fue a vivir a Australia pero la relación quedó y él nos adelantaba los éxitos norteamericanos. Estábamos un mes más adelantados que el resto”, reveló Morales.

Por aquel entonces, los movimientos de John Travolta en “Fiebre de sábado por la noche” marcaban tendencia en la pista. Con los Bee Gees de fondo, los platenses trataban de imitar esos eclécticos pasos. En esa línea, Jorge destacó que la música que se escuchaba era acompañada por un show de luces y sonidos “psicodélicos” que ayudaban a los platenses a dar rienda suelta a sus cuerpos. Sin embargo, la gran debilidad en la ciudad eran dos clásicos temas: “Last Train to London” y “Da Ya Think I'm Sexy” de Rod Stewart. “Cuando sonaban esas dos explotaba el boliche. Mi viejo no quería que pasen la de Stewart porque los muchachos comenzaban a cantar ‘esto no es Macondo, esto es un quilombo’”, recordó Morales con un dejo de melancolía.

EL DEBUT DE LOS PIMPINELLA

Una noche de 1980 un duo compuesto por dos hermanos, Lucía y Joaquín Galán, hizo su debut musical en el escenario de Macondo. El grupo que marcó un éxito rotundo con sus grandes temas y videoclips, comenzó su larga carrera en La Plata. En su primera presentación, sin embargo, las cosas no salieron como se esperaban. Morales hace memoria y ríe: “Hay una anécdota muy graciosa de esa noche. La verdad que Lucía gritaba, en vez de cantar, y mi viejo pensó en sacarla del escenario. La madre fue la que lo impidió”, contó a carcajadas a 0221.com.ar. Años más tarde, ese dúo realizó un histórico show en el Madison Square Garden de los Estados Unidos.

Macondo también recibió grandes artistas como “Los Abuelos de la Nada”, “Virus” y Ante Garmás. Aquella ciudad "ruidosa" poco tuvo de eso y mucho de algunos de los mejores sonidos que pudieron ser escuchados en la capital provincial.

EL AMARGO FINAL

Luego de la década de los ‘80, Macondo debió innovar ante el nuevo panorama de la noche platense. La aparición de los pubs y los centros de estudiantes eran la nueva oferta que llamaba la atención de los jóvenes y la confitería de calle 45 comenzó a transformarse. Durante los ’90, Macondo ideó junto al Municipio los bailes integradores para personas con discapacidad. El lugar abría las puertas, una vez por mes, los viernes de 18 a 22 para que tengan la posibilidad de disfrutar de una fiesta en un boliche.

A pesar de los cambios, Macondo no pudo adaptarse con suficiente velocidad. La sideral suba del alquiler acabó por desencadenar el peor de los resultados: el boliche cerró sus puertas y hoy, donde cientos de jóvenes supieron vibrar con en pocos lugares de la ciudad, funciona una feria de manteros y artesanos que fue desplazada de las puertas del Rectorado.

Tres generaciones de platenses tuvieron la oportunidad de vivir la propuesta que nació del libro de García Márquez. Sus paredes todavía guardan algunos vestigios de los años de oro de Macondo, de las canciones que hicieron furor, de sus luces y sus tragos. Su final, en definitiva, fue como aquel de la obra que le dio vida: “…que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra”.

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