—Qué alegría hablar con usted, ya le comento por qué lo estoy buscando —le dije a Alberto Mego.
La tarde del 18 de octubre de 1977, Alberto Mego vio desde un octavo piso una enorme columna de humo sin saber todo lo que pasaría minutos más tarde.
—Qué alegría hablar con usted, ya le comento por qué lo estoy buscando —le dije a Alberto Mego.
Llegué a él tras varios intentos fallidos, con números incorrectos, direcciones viejas y mensajes truncos que se perdieron vaya a saber dónde. Me presenté y le expliqué el motivo de mi llamado.

La imagen religiosa fue rescatada intacta tras el incendio del Teatro Argentino del 18 de octubre que 1977 que derivó en su demolición.
Se inauguró en 1912 y se enterró en 1942, tras la ejecución de varios proyectos que perseguían el progreso y la grandeza de la capital bonaerense.
—Te voy a contar cómo fue, lo recuerdo muy bien— me respondió, 48 años después de esa historia.
La tarde del martes 18 de octubre de 1977, Alberto estaba tomando mates con unos amigos en el octavo piso de un edificio de 2 y 49. De pronto vio por la ventana, a lo lejos, una columna de humo que provenía del centro de La Plata. Él supuso que era Plaza Moreno. Como llevaba encima de casualidad su cámara de fotos, bajó corriendo y así fue cruzando calles en dirección a una escena que minutos más tarde lo impactaría para toda la vida: el incendio del Teatro Argentino. Sin que nadie lo llamara, fue el primero en llegar. Y cuando la noticia todavía no se había propagado, él ya estaba sacando varias fotos que casi medio siglo después permanecen conservadas en el Archivo Histórico Artístico del Teatro y este sábado de 2025 se publican por primera vez.
Desde que se jubiló en 2017, Alberto vive feliz y tranquilo en las afueras de la ciudad que lo cobijó hace varias décadas, cuando vino desde su Villaguay natal, en la provincia de Entre Ríos. En las diagonales construyó un vínculo estrecho con la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) al comandar durante muchos años la materia Técnicas de Registro e Impresión en la vieja Escuela de Periodismo de la avenida 44 y al desempeñarse como director operativo en la Facultad de Ciencias Exactas. También trabajó los fines de semana en una revista de automovilismo, en la que cubrió las categorías nacionales con crónicas y fotografías, su gran pasión.
El destino quiso que aquella tarde de octubre de 1977 él tuviese su cámara preparada para registrar uno de los momentos más trágicos en la historia de esta ciudad.
"El fuego destruyó el Teatro Argentino", titularía El Día 24 horas después. "El siniestro se debió a un hecho accidental. Solo la estructura exterior quedó en pie de lo que fue un orgullo para la ciudad. Gran conmoción", escribirían. Con el paso del tiempo, las dudas sobre el inicio de las llamas se acrecentaron. Hay trabajadores históricos del teatro que hasta el día de hoy aseguran sin vueltas que el siniestro fue intencional, responsabilizando a los militares de llevar a cabo un plan premeditado para demolerlo, cosa que finalmente ocurrió 3 años después.
Alberto estuvo en la esquina de 9 y 51 antes que todos. Él vio cómo fueron llegando los curiosos, la Policía, los bomberos y los funcionarios que gobernaban la ciudad y la provincia en plena dictadura militar: el comisionado Oscar Macellari, el gobernador Ibérico Saint-Jean y el jefe de la Policía Bonaerense, Ramón Camps, entre otros.
"Troté por las calles siguiendo la columna de humo, que era grande, y cuando llegué, no podía creer que el fuego era en el Teatro Argentino", recuerda Mego en diálogo con 0221.com.ar, con el mismo asombro que lo invadió aquella tarde cuando era un joven estudiante universitario. Y gracias a su apariencia de muchacho inocente —cuenta— pudo moverse con libertad por los alrededores y sacar decenas de fotos sin que nadie lo frenara. Es más, hasta se las ingenió para ingresar al teatro junto con los primeros funcionarios que arribaron, sin levantar sospechas: "Con la cara de adolescente que tenía en ese momento no me daba el look de periodista".
Las imágenes son conmovedoras, con colores tan vivos que parecen transmitir el ardor de las primeras llamas. En las tomas se ve el fuego a través de las ventanas y saliendo del techo y a los bomberos intentando accionar una manguera desde afuera, además de un Dodge 1500 de la Policía estacionado en la esquina, el Jardín de la Paz hasta ese momento resplandeciente y un grupo de oficiales de seguridad con sus boinas.
"Para mí fue una experiencia increíble; sin saberlo tuve la posibilidad de registrar este hecho histórico que nos tocó vivir en la ciudad y que incluso pude prolongar después, porque también hice fotos de la etapa de la demolición, otro momento bastante doloroso. Estuve presente cuando le pegaban con una bocha enorme de acero a las paredes para derrumbarlas", recuerda Alberto.
Todas las imágenes originales son diapositivas. "Ese es un detalle técnico que me gusta remarcar, porque permitió que las fotos estén así. Yo era estudiante universitario, no tenía un mango, me gustaba la fotografía pero no podía hacer copias analógicas en papel, entonces yo fotografiaba con diapositivas", explica.
Una década después, recibió otro guiño del destino. Mego se enteró por casualidad que uno de sus alumnos estaba trabajando en el Teatro Argentino y entonces decidió entregarle todo el material para que se conservara en un lugar seguro y para siempre.
Marcos Nápoli está a cargo desde hace más de 20 años del Archivo Histórico Artístico del Teatro Argentino y eso parece ser un premio merecido por su labor y recorrido en este gigante del centro de la ciudad, desde que ingresó en 1987, exactamente una década después del incendio. Comenzó como cadete, fue empleado administrativo, integró la oficina de prensa y a finales de los '90 empezó a ordenar la enorme cantidad de recortes de diario y programas de mano que estaban escondidos y descuidados en un pequeño despacho del Teatro del Lago. De esa manera, casi sin saberlo, decretaba el nacimiento del Archivo.
"Cada vez que me preguntan qué hacemos acá, respondo que resguardamos el patrimonio artístico de la institución; somos la memoria activa de los 135 años del teatro", define. Desde 1999, cuando se inauguró el nuevo edificio —que sigue sin terminarse, según remarcan varios de sus trabajadores—, se ordenó todo el material encontrado, se lo encuadernó y clasificó y se lo resguardó de la luz y de las temperaturas desfavorables. Se le proporcionó un orden dentro de una línea de tiempo y hoy, más de 25 años después, se proyecta una ambiciosa etapa a futuro: digitalizar el archivo completo para crear un centro de documentación y museo dentro del teatro.
"Nos planteamos el objetivo de que el Teatro Argentino llegue a sus 150 años con todo su archivo histórico artístico digitalizado", adelanta el jefe de esta área que funciona en una oficina del segundo piso frente a la calle 53.
Y es Nápoli quien tira la primera línea sobre la historia de cómo llegaron las fotos del comienzo del incendio al archivo. Una mañana de 1988, en una clase de Técnicas de Registro e Impresión del viejo edificio de 44 entre 8 y 9 comentó que estaba trabajando en el Teatro y eso llamó la atención de Mego, el profesor. Ahí fue que comenzaron a hablar de estas fotos que nunca se habían publicado y que permanecían como diapositivas. Lo que ocurrió después, Nápoli lo cuenta hoy con la misma intensidad de alguien que fue testigo de un momento conmovedor, de esos que quedan guardados para siempre en la memoria.
"Alberto me dijo que tenía un material guardado en diapositivas que me iba a interesar y que me lo quería regalar para que quedara conservado en el teatro. Lo primero que hicimos fue organizar una clase con un proyector para ver todas las imágenes, y eso fue impactante", recuerda con emoción.
"Tengo muy presente el impacto que nos causó ver algo que no se había visto jamás en la ciudad, con un grado de detalle tremendo. Era un documento impresionante sobre un hecho desafortunado en la historia de La Plata, con un valor periodístico enorme: eran las primeras fotos de algo que nadie sabía de qué se trataba, en un contexto de dictadura, con lo difícil que era todo; y Alberto tuvo el coraje de estar con su cámara y sus rollos para hacer un registro fabuloso", agrega. Al término de esa clase, Mego le entregó las diapositivas: "Tomá Marcos, estas diapositivas son para que queden en el Teatro Argentino; van a tener un valor documental de acá a unos años".
—Cuánta razón tenía Alberto —dice Nápoli mientras disfruta de un mate. Recién después de tomar dos, tres y hasta cuatro, me convida uno. Pero está bien, no puedo decirle nada: está maravillado viendo una vez más las fotos en su monitor.
Horas más tarde, Alberto se pondría feliz por enterarse de que sus imágenes permanecen intactas casi 50 años después, digitalizadas en una computadora del lugar del incendio. "Mandale un abrazo grande al Mono (Nápoli)", me dijo por teléfono. Es que hace mucho tiempo que Marcos y Alberto no se ven y ninguno de los dos sabe en qué anda el otro. Muchas cosas pasaron entre aquella mañana de 1988 y este nuevo aniversario de la tragedia, así que la reaparición de las imágenes que los unió en aquel momento son una buena oportunidad para el reencuentro.
—Ah, y por supuesto que tienen toda mi autorización para poder mostrar las fotos —se despide Alberto.
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