sábado 18 de octubre de 2025
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Incendio en el Argentino

Incendio del Teatro Argentino: la misteriosa historia de la Virgen de las Cenizas que sobrevivió a las llamas

La imagen religiosa fue rescatada intacta tras el incendio del Teatro Argentino del 18 de octubre que 1977 que derivó en su demolición.

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La ciudad transcurría ese momento de calma que se impone en la hora de la siesta. Aquel martes 18 de octubre de 1977, los integrantes del ballet estable del Teatro Argentino de La Plata se preparaban para un ensayo en la sala principal. Algunos ya estaban sobre el escenario, estirando músculos y afinando movimientos; otros, terminaban de llegar con el cuerpo todavía tibio del descanso.

Todo fue muy rápido e inesperado. Se cree que el incendio comenzó con una chispa provocada por alguno de los focos del sistema de iluminación que alcanzó el telón de voile. Pero nunca se confirmó el origen. Las versiones quedaron flotando, incompletas, como el humo negro que aquella tarde cubrió el teatro.

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Las llamas se propagaron con rapidez alcanzando elementos sumamente combustibles: decorados, telas, maderas. Mientras el incendio devoraba el escenario y la sala principal, comenzaron a llegar trabajadores, técnicos y artistas alertados por lo que ocurría. Muchos no dudaron en entrar, arriesgando todo en procura de rescatar lo que se pudiera: instrumentos, trajes, partituras, objetos que guardaban el peso de los años y del arte. Pero muy pronto la situación se volvió insostenible. El Argentino, uno de los coliseos más importantes del país, se convirtió en una hoguera.

Hasta el anochecer no pocos empleados permanecieron en los jardines del Teatro, siguiendo atentamente el desarrollo del siniestro. Al amanecer, con el corazón en la garganta, algunos se aventuraron nuevamente al interior. Querían ver, con sus propios ojos, qué había quedado en pie.

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Los bomberos trabajan en pleno incendio del Teatro Argentino

Los bomberos trabajan en pleno incendio del Teatro Argentino

Considerado uno de los palacios más emblemáticos de La Plata, el Teatro Argentino comenzó a construirse en 1885, impulsado por un grupo de particulares y diseñado por el arquitecto italiano Leopoldo Rocchi. La obra, de estilo renacentista y casi 4.000 metros cuadrados, debió ser hipotecada para ser finalizada. Fue inaugurado en 1890, casi dos décadas antes que el Teatro Colón.

Por su escenario pasaron figuras como Richard Strauss, Anna Pavlova y la Orquesta Sinfónica de Viena. Sin embargo, las dificultades económicas lo llevaron a cerrar a fines de los años 20. En 1937, bajo la gobernación de Manuel Fresco, reabrió como teatro provincial.

El hallazgo de la virgen

Una vez sofocado el incendio, entre cenizas, escombros y hierros retorcidos, algo inesperado detuvo a todos: la imagen de una virgen, hecha de papel maché, había quedado milagrosamente intacta. La historia comenzó a correr como un susurro. No era cualquier figura: era una escultura de la Inmaculada Concepción, creada en 1973 por Dino Orlandini, jefe de Utilería, para la escenografía del primer acto de Tosca, la ópera de Puccini.

Orlandini, escultor formado en Florencia, la había hecho con la técnica artesanal de cartapesta, combinando papel, engrudo y yeso. Medía 1,63 metros, tenía brazos de madera y un manto de liencillo engomado. Antes del incendio, muchos la conocían como la “Virgen Azul” o la “Virgen de los Artistas”. Era habitual que algunos se persignaran frente a ella antes de salir a escena. Desde entonces pasó a ser la Virgen de las Cenizas.

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El escultor Dino Orlandini, trabajando sobre la Virgen de la Inmaculada Concepción

El escultor Dino Orlandini, trabajando sobre la Virgen de la Inmaculada Concepción

Fue Dora Bergés, por entonces encargada del área de Peluquería, quien aseguró haberla visto primero. Horas después del incendio, volvió al edificio, cruzó paredes ennegrecidas, avanzó entre el polvo. En la zona de la capilla, un rincón junto al escenario donde se preparaban escenografías y los artistas esperaban su entrada, algo brilló. Fue como un destello en medio del gris. Se acercó y no pudo creer lo que estaba viendo: la virgen estaba allí intacta, rodeada de escombros calcinados.

Dora llamó a sus compañeros. Todos quedaron perplejos. No era una ilusión; la misma figura que había sido parte de un montaje operístico y que había acompañado años de funciones y estrenos, había resistido al infierno del fuego. Su testimonio, con los detalles del hallazgo fue publicado por el corresponsal del diario La Nación, Víctor Gil, el 4 de noviembre de 1977. Ese artículo fue titulado "La Virgen de las Cenizas", la forma como, en adelante, se llamó a la figura.

Entonces, el mito echó raíces. Sin embargo, nadie —ni Dora ni otros— volvió a hablar del tema en público. Con el tiempo, el hallazgo se volvió una leyenda que sobrevivía en murmullos, en conversaciones entre empleados y allegados. Como si todos supieran que algo extraordinario había pasado, pero prefirieran no nombrarlo demasiado. Como si el fuego hubiera sellado también un pacto de silencio.

El hallazgo de la Virgen se volvió una leyenda que sobrevivía en murmullos, en conversaciones entre empleados y allegados

El recuperación que no fue y la demolición

Un grupo de artistas y técnicos y vecinos ligados al Teatro Argentino conformaron la Comisión Pro Recuperación, que logró reunir apoyos de más de medio centenar de entidades. En una audiencia con el subsecretario de Cultura, Francisco Ángel Carcavallo, las autoridades adelantaron la idea de demoler el edificio: “La Plata merece algo moderno y funcional”, sostuvo Carcavallo.

Dadas las circunstancias, los pequeños focos de resistencia al proyecto fueron neutralizados con rapidez. La policía disolvió reuniones, se prohibieron colectas, llovieron advertencias públicas y crecieron las presiones sobre las entidades firmantes. El movimiento, cada vez más asediado, terminó replegándose a encuentros discretos en casas particulares. Incluso hubo amenazas de muerte.

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Apenas dos semanas después del incendio, el gobierno de facto anunció oficialmente la demolición. Un amparo judicial fue rechazado y, pese a informes técnicos que afirmaban que gran parte del edificio podía salvarse, el 13 de diciembre el gobernador, general Iberico Saint Jean firmó el decreto. Se cerró así toda posibilidad de investigar lo ocurrido: nadie fue citado a declarar, no se reconstruyó el hecho y el archivo fue cerrado. La versión oficial habló de “un desperfecto eléctrico” y de “riesgo de derrumbe”.

Con la orden de demoler el edificio desapareció cualquier posibilidad de investigar las causas del incendio

Procesión hacia la Catedral

Pasó poco más de un mes desde aquella catástrofe cuando la ciudad volvió a reunirse en torno al teatro. Esta vez no fue para ver una función, sino para despedirse de lo que había quedado en pie. El gobierno militar se aprestaba a demoler por completo el teatro. El Arzobispado de La Plata organizó una procesión: la Virgen de las Cenizas sería trasladada desde el viejo edificio en ruinas hasta la Catedral.

Según las crónicas de la época, unas dos mil personas participaron de la ceremonia. El sacerdote Roberto Lodigiani, quien días antes publicó en el diario El Día un artículo titulado “La Virgen que no se quemó”, planteó que fue “hallada entre las cenizas, silenciosamente escondida entre la destrucción, pero llena de gracia en su manifestación”. Luego, con la prudencia típica de la Iglesia ante lo inexplicable, planteó: “La gente se ha de preguntar: ‘¿Fue un milagro?’ La Iglesia… no ha de responder. La respuesta la tiene el pueblo. Pero todo hecho extraordinario que suspende las leyes de la naturaleza, ciertamente es un signo… Un llamado a la fe. Una lección que se oculta detrás del gesto”.

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Los intérpretes de la ópera Tosca con la virgen de fondo, en diciembre de 1974

Los intérpretes de la ópera Tosca con la virgen de fondo, en diciembre de 1974

Durante la misa de entronización en la Catedral, el arzobispo Antonio José Plaza fue aún más directo, al sostener que, “Dios libró a la Inmaculada del fuego del pecado y ha querido que esta imagen suya se vea también librada del fuego del Argentino, para que desde aquí bendiga todos los esfuerzos para que la ciudad tenga nuevamente su teatro, y su pueblo la anhelada paz”.

La Virgen fue colocada en el altar del Santísimo Sacramento, sobre el lateral izquierdo de la nave principal de la Catedral. Allí permaneció varios años, en un rincón de silencio y flores. Más tarde, fue trasladada al museo del templo, protegida en un camarín de vidrio. Desde ese instante, ya no fue solo una pieza escenográfica. Había pasado al terreno del símbolo. Para muchos, incluso al del milagro.

Voces que narran el fuego

A medida que el tiempo pasó, los relatos del hallazgo comenzaron a dispersarse como brasas que el viento mueve sin rumbo. Algunas versiones hablaban de un grupo de empleados que, en medio del incendio, entraron al depósito de utilería y rescataron lo que pudieron antes de que todo se viniera abajo. Uno de ellos fue Héctor Almerares, por entonces regente de escenario. Décadas después, en 2016, su voz reapareció en una entrevista publicada por el diario digital Contexto. Allí relató cómo, junto a otros dos compañeros, encontraron la virgen mientras rescataban objetos del depósito que había sobrevivido al fuego gracias a sus pisos de mosaico y paredes sólidas. “La agarramos con dos compañeros más y la pusimos en el piso mirando hacia lo que había sido el escenario”, rememoró.

También estaba allí su esposa, la bailarina Leonor Baldassari, una de las primeras en advertir las llamas aquel mediodía. Sin embargo, ninguno de los dos fue convocado oficialmente para dar testimonio. Almerares se preguntaba, con cierta resignación, cómo fue que esa figura se convirtió en la “virgen milagrosa” si, según él, alguien la había movido.

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Dora Bergés, sentada al centro, junto a empleados de Utilería y Maquillaje

Dora Bergés, sentada al centro, junto a empleados de Utilería y Maquillaje

Su relato, sin embargo, abría nuevas preguntas más que cerrar las anteriores. Porque según esa misma entrevista, la virgen no era la de Tosca, sino la creada por Orlandini para otra ópera: Sor Angélica. Si eso era cierto, entonces… ¿de cuál imagen estaba hablando la historia?

Recién pasadas casi cuatro décadas del incendio, a lo dicho en su momento por Dora Bergés se sumó otro relato que da cuenta de un capítulo previo, que ofrecería una versión sobre cómo habrían ocurrido las cosas. Según esta versión en medio del caos varios empleados del Teatro entre los que estaba el regente de escenario, Juan Domingo Garzo, encontraron la virgen mientras buscaban retirar elementos del depósito de Utilería que estaba ubicado al costado del escenario. Según Garzo, ese lugar "no se prendió fuego porque tenía pisos de mosaico y las paredes que lo protegían". "Por una ventana sacábamos las cosas”, narró; para luego agregar: “la agarramos (a la virgen) con dos compañeros más y la pusimos en el piso mirando hacia lo que había sido el escenario”, para entonces destruido por el fuego.

“Como a la semana salió una nota sobre una mujer del teatro que había visto la virgen en el pozo del escenario y quedó como la virgen milagrosa que se salvó del incendio” remató Garzo, reconocido maestro en iluminación teatral fallecido en junio de 2017. Sus palabras fueron publicadas en octubre de 2016, en el citado artículo de Contexto con la firma de Marcos Núñez. En esas declaraciones, sobre la imagen salvada Garzo dijo que se trataba “una virgen que un artesano había hecho para la ópera Sor Angélica. El testimonio de Garzo pone en escena otra virgen, también hecha por Orlandini y agiganta el enigma sobre lo que realmente pasó.

Versiones cruzadas

A lo largo del tiempo, distintas voces se sumaron a este coro de memorias imprecisas y contradicciones. Rubén Scianda, empleado de Utilería, fallecido en 2014, era mencionado como otro de los que podrían haber participado en el rescate. Pero su versión, contada a su hijo Leonardo, era distinta. Según él, sacó la virgen por la ventana del teatro y, sin saber qué hacer con ella, decidió llevarla en el asiento trasero de su Ford Falcón… directamente a la Catedral. “Cuando íbamos entrando me mostró la virgen y me dijo: ‘a esta la salvé yo’”, recuerda hoy Leonardo.

Mariana Pace, nieta del escultor Orlandini, duda de que alguien haya podido mover la figura desde el lugar donde fue hallada. “Los escalones para acceder se habían quemado. Era imposible llegar hasta ahí”, asegura. Mariana tenía apenas ocho años en 1977, pero recuerda con claridad los días del incendio, el taller de su abuelo como un refugio lleno de magia, y los esfuerzos de tantos por salvar lo que podían.

El ex director del coliseo, José “Pino” Melía, que ese día estaba en el cuarto piso en la oficina de Sastrería y Vestuario, también asegura que al evacuar, pasó por la zona donde luego se dijo que apareció la virgen. Y afirma, tajante: “Ahí no pudo estar. El humo, las llamas, era imposible que algo quedara entero”.

Para Marcos Nápoli, responsable del Archivo Histórico Artístico del teatro, todo lo ocurrido sigue envuelto en una bruma de dudas: “Hay pocas cosas claras y mucha leyenda. Nunca se supo con certeza dónde estaba esa figura cuando empezó el incendio, ni cómo llegó al lugar donde fue hallada”.

Las versiones cruzadas y contradictorias sobre el lugar dónde estaba la Virgen y la forma cómo fue rescatada agigantan el mito y la incertidumbre

De regreso al teatro

Como sea, tras la demolición del teatro se dio inicio a la obra. A partir de un llamado a concurso de anteproyectos y tras un proceso de selección para edificar un nuevo teatro se otorgó el primer premio a un grupo de arquitectos platenses integrado por Enrique Bares, Tomás García, Roberto Germani, Inés Rubio, Carlos Ucar y Alberto Sbarra.

Cuando a fines de la década de 1990 se logró concluir la obra como para inaugurarla del nuevo Centro de las Artes y el Espectáculo, desde el gobierno provincial se solicitó a la Iglesia la restitución de la Virgen de las Cenizas. El traslado fue poco cuidadoso y la imagen resultó dañada. Entonces, se recurrió a Raquel “Kelito” Orlandini, hija del escultor, quien asumió la tarea de restaurarla con las mismas técnicas que había utilizado su padre.

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Luego de su segunda restauración la Virgen volvió a estar exhibida y recibió una bendición del entonces arzobispo Héctor Aguer

Luego de su segunda restauración la Virgen volvió a estar exhibida y recibió una bendición del entonces arzobispo Héctor Aguer

Así, el 12 de octubre de 1999, la estatuilla volvió al teatro y fue ubicada en el foyer del primer piso. Pero las gestiones posteriores no lograron establecer un destino claro: la Virgen pasó por distintas oficinas, fue parte efímera de un museo impulsado por Daniel Suárez Marzal y terminó relegada a un depósito en el subsuelo. Allí permanecía cuando, el 2 de abril de 2013, una inundación anegó los niveles bajos del edificio. Fue rescatada en medio del desastre por representantes de la curia, la Fundación Teatro Argentino y la familia Orlandini. Pero su deterioro era evidente, y una nueva restauración se volvió inevitable. La puesta en valor quedó, esta vez, en manos del escenógrafo Zacarías Gianni, hijo del histórico vestuarista Carlos Gianni. Lo acompañaron figuras de renombre como el director de arte Eugenio Zanetti —ganador de un Oscar por Restauración— y la restauradora Sandra Altinier. La pieza fue presentada con una ceremonia encabezada por el arzobispo Héctor Aguer y declarada patrimonio provincial.

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La Virgen está ubicada en el hall central del primer piso del Teatro Argentino mientras sigue el misterio sobre cómo se salvó de las llamas

La Virgen está ubicada en el hall central del primer piso del Teatro Argentino mientras sigue el misterio sobre cómo se salvó de las llamas

Desde entonces, la Virgen de las Cenizas ocupa un lugar visible en el hall del primer piso, junto a una maqueta del antiguo teatro creada por el propio Gianni. Su historia, sin embargo, sigue siendo desconocida para muchos. Para Mariana Pace, “más allá de lo que representa para los que tenemos fe, la obra es una pieza histórica con el valor particular de integrar el patrimonio que se salvó del fuego”.

Y es quizás esa condición —la de haber quedado en pie cuando todo alrededor se desplomaba— la que convierte a esta figura, para creyentes y no creyentes por igual, en un símbolo poderoso de una parte esencial del teatro que aún pervive.

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