Veinte horas después del inicio del incendio en el Frigorífico Gorina, todavía flota en el aire un potente olor a quemado que produce un leve ardor en los ojos. A varias cuadras de distancia se ve una enorme columna de humo que sube en cámara lenta hasta perderse en el infinito. Y hay un silencio ensordecedor que envuelve un escenario catastrófico.
Uno de los guardias de seguridad de esta fábrica que exporta carne al mundo observa petrificado el trabajo de los bomberos que todavía continúan desarrollando diversas tareas en el playón. Son las 11 y media de la mañana del día después y este sector sigue siendo una chimenea gigante que asombra a esta persona, testigo del inicio de las llamas. "Yo me voy a las 7 de la tarde y ayer nos quedamos hasta las 12 de la noche", le dice a 0221.com.ar el encargado de controlar quién entra y quién sale.
A su lado descansa un perro, tal vez descolocado porque el panorama no es el de siempre. Y según dicen todos los empleados que están del otro lado de la fábrica, así va a seguir durante mucho tiempo. "Dicen que esto va a durar dos meses, pero no sé... si fuera dos meses sería un golazo; para mí va a ser mucho más", se lamenta uno de los más experimentados. Y a su lado, otro que lleva trabajando hace 12 años, comparte la misma preocupación: "Nosotros por lo menos estamos respaldados... ¿pero qué va a pasar con todos los contratados?".
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Una gran parte del Frigorífico Gorina quedó destruida por el incendio.
Foto: Ignacio Amiconi | AGLP
En el frigorífico trabajan alrededor de mil empleados. La mitad, aproximadamente, son contratados.
Frente al ingreso por calle 501, a 12 kilómetros de Plaza Moreno, unos cien trabajadores están reunidos en distintos grupos y miran absortos una escena apocalíptica. "Cómo son las cosas... ayer estábamos acá trabajando y mirá cómo está ahora, es increíble", dice uno de los más jóvenes. "Cuando estás acá adentro te querés ir y ahora querés entrar a trabajar", agrega un compañero, consciente de lo que significa esta catástrofe y evidenciando el sentido de pertenencia que los une en estos momentos, tal vez como nunca antes.
Hace tan solo algunas semanas, este lugar fue noticia también por otra desgracia: un grupo de al menos ocho delincuentes irrumpió para robar y escapó con más de 30 millones de pesos. Ahora, el fuego.
Nadie sabe cómo iniciaron las llamas y en realidad no es lo que les preocupa. Todos miran los restos negros del sector de la despostada, que encima era nuevo. Toda la zona que más destruida se ve es la que menos antigüedad tiene. En la otra punta, en donde todavía hay humo, había máquinas que hacía muy poco se habían estrenado.
"Allá atrás no quedó nada, es toda la parte nueva que ni siquiera estaba habilitada y la estaban usando para ver si había desperfectos, estaban probando los robots que trajeron y no la pudieron ni estrenar, no quedó nada", dice con sorpresa otro trabajador que saluda a un compañero que anoche fue testigo directo del desastre.
Él es empleado en la sala de despostada -y uno de los cientos de contratados- y recuerda que todo sucedió de golpe: "Ya estábamos por empezar a subir la carne arriba cuando apareció un encargado gritando 'salgan todos afuera'; miramos para allá y ya era mucho fuego que se venía todo para acá". "Arriba éramos como 300 personas, después están todos los que están abajo, los que estaban en la parte en donde empezó el fuego, una banda de personas; estaban todos los congelados, todos los insumos, los cartones; los tanques están destruidos", describe subido a una moto y con su pequeña hija detrás, que lo abraza sin entender qué es lo que pasa.
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El día después de la catástrofe sigue saliendo humo de un sector.
Foto: Ignacio Amiconi | AGLP
Y por esas fatalidades del destino, hubo un factor que agravó la situación: el viento. El Servicio Meteorológico Nacional había establecido un alerta amarillo por vientos para las últimas horas del lunes, y esta vez misteriosamente acertó. Eso complicó el trabajo de los bomberos porque las llamas se propagaron violentamente. Hasta que las pudieron apagar.
Pero las secuelas se respiran en el aire y nadie sabe hasta cuándo.
"Ni las autoridades ni Recursos Humanos nos dicen algo", repiten los trabajadores. "Supuestamente nos dijeron que teníamos que venir para sacar todo, estamos acá esperando", dice un empleado. "Dicen que mañana nos van a mandar un mensaje para ver qué hacemos", agrega otro, que está al lado de un compañero al que directamente esta mañana le dijeron que se fuera. "Dentro de 48 horas nos van a dar una respuesta", aportan al lado. Todos comparten idéntica incertidumbre. Incluso los del sector de faena, que quedó intacto: "A nosotros nos dijeron que vamos a limpiar todo; seguro van a repartir gente de todos los sectores".
Una camioneta de EDELAP avanza a paso de hombre siguiendo la huella de los cables de alta tensión que hasta el lunes a la tarde bordeaban todo el paredón y hoy ya no existen. En la esquina de 155 hay un patrullero de la Policía Bonaerense y algunos más de la Municipalidad, también repartidos en los restantes accesos. A los costados, algunos vecinos están sentados en las veredas. Muchos pasaron la noche lejos del barrio porque tuvieron que ser evacuados.
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Los bomberos pasaron toda la noche en la planta del frigorífico, en las afueras de La Plata.
Foto: Ignacio Amiconi | AGLP
Las autoridades por ahora no emitieron comunicado alguno. Y ese hermetismo es el que inquieta a los empleados. "Espero que no me manden a cualquier lado", pronostica un joven en bicicleta que es vecino y no sabe qué va a ser de su futuro.
"Te da angustia por toda la gente que queda sin laburo en la despostada, que es una banda. Nosotros tenemos el respaldo de que la empresa no nos va a dejar tirados, alguna garantía vamos a tener, algo nos van a dar, pero estos locos que están contratados...", repite uno de los más experimentados, con un espíritu solidario que es motivo de orgullo para todos, que lo miran y asienten.
"Sabés la gente que va a sufrir ahora... somos más de mil personas, amigo", insisten.
Después de un rato largo de recorrida, el olor a humo y el ardor en los ojos empieza a molestar. Casi tanto como los comentarios de la gente en las redes sociales que desde la noche del lunes se replican y enfurecen a esta gente: "Tenés que leer cada pelotudez... que uno prendió un pucho a propósito; que ahora vamos a dejar de faenar caballos; que ahora tenemos que repartir para hacer asadito...".
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Los vecinos de los alrededores tuvieron que ser evacuados y afortunadamente no se registraron heridos.
Foto: Ignacio Amiconi | AGLP
A lo lejos, otro de los encargados de seguridad le repite que se vaya a un hombre con el torso desnudo y un sombrero. Se ve que está desde hace rato dando vueltas, revisando los escombros. "Andá porque llamo a la policía", lo amenazan. Se aleja unos metros.
—Hola, maestro —lo saludé.
Me miró. Se acercó, me extendió su mano y balbuceó.
—Acá trabaja mi hijo. Ayer estaba. Cuando vi el humo desde mi casa vine corriendo y por suerte lo pude ver y salió.
No supe qué decirle y me quedé mirándolo unos segundos.
—Mirá cómo quedó todo ¿Viste cómo es? De golpe... pum. Pero hay que seguir.
—Sí, hay que seguir.