domingo 17 de agosto de 2025
Tapa Begum H.jpg?x=21&y=8&width=1456&height=728&rotate=0&scaleX=1&scaleY=1&ow=1500&oh=742&&cw=1920&ch=950
A OCHO AÑOS DE SU MUERTE

Hija de La Plata y mujer del futuro: Aurora Venturini, prima punk de la literatura

Se hizo famosa a los 85 años, cuando ganó un premio por su novela Las primas. En realidad, ya llevaba una extensa trayectoria como artista de la ciudad.

--:--

“Yo estuve en el infierno. Usted me dice que sí, que puede ser”, le dice Aurora Venturini a su amigo, el padre Carlos Alberto Mancuso, conocido como el cura exorcista de La Plata. Están sentados en la casa de la escritora y los capta la cámara de Manuel Abramovich para el documental “Beatriz Portinari”.

Ella tiene 89 años y relata el episodio que también se puede leer en Los rieles: está internada después de una caída, sedada y en coma. Los médicos dicen que no hay nada más que hacer, que está muerta. Sin embargo vuelve, como Víctor Sueiro. La diferencia es que mientras está muerta, ella nunca ve la luz al final del túnel. Aurora ve las llamas del averno.

Gran parte de la obra de Venturini puede encontrarse en la Biblioteca Central de la Provincia de Buenos Aires

El relato de Venturini sobre esta experiencia en su versión novelada y audiovisual es cautivante, tiene el don de contar y lo sabe. En el documental que dirigen Fernando Krapp y Agustina Massa le dice al cura Mancuso:

-Yo estaba muerta y lo vi al Fulano ¡Y como agredía! (…) Yo estaba en una parrilla.

-Como San Lorenzo -acota el párroco y ella asiente.

-Sí, como San Lorenzo. Y usted Padre entra por una puertecita y pone una escalera. Empieza a subir. Y el Otro sube del otro lado. Y ahora usted discute fuerte, muy fuerte, y el Otro se cae, se cae como una hoja”-dice Aurora con cuidado de no nombrar nunca al innombrable-. Y yo aparezco en Plaza Moreno. En eso me despierto (internada en el sanatorio) y veo a mi cuñado sentado ahí y al doctor Adala. Ninguno entendía nada.

En una entrevista que se puede rastrear en You Tube se ve su figura escuálida y detrás, su nutrida biblioteca. Habla y mira a cámara, en ningún momento sonríe. Con gesto resignado larga: “Y sí, yo escribo bien, no hay duda. Y tengo que escribir todos los días sino estoy robando tiempo ¿Para qué estoy? Si no sé hacer nada más que eso. Antes hacía poesía… el que viene de la poesía puede hacer cualquier cosa”.

No es un momento cualquiera: es su momento de gloria. Corre el año 2007 y, paradojas de la existencia, después de publicar 40 libros que no salieron de los confines de La Plata, se hace famosa por ganar un concurso de Página/12 que se llama “Nueva Novela”. Venturini tiene 85 años.

La primera persona que lee esa novela consagratoria es la periodista Liliana Viola, organizadora del concurso y miembro del jurado de preselección. Está cansada porque llegaron 700 trabajos que tiene que leer a conciencia. Y éste, encima, es un esperpento que espanta, como todos los personajes que encontrará en sus páginas. En ese momento, Viola ni se imagina que ella será quien “descubra” a una escritora anciana que usa como seudónimo el nombre de Beatriz Portinari, la musa del Dante, y mucho menos sabe que, tres años más tarde, esa mujer de escritura corrosiva y compulsiva le dejará todo. Absolutamente toda su obra: la nombrará, en señal de gratitud y testamento mediante, su albacea y única heredera.

El jurado que le dio el premio por Las primas quedó estupefacto cuando se enteró que tenía 85 años

Hoy, a casi ocho años de la muerte de Aurora Venturini (falleció en 2015 a los 92 años), Viola ultima los detalles de una biografía sobre la escritora platense que publicará en agosto y que no se llamará El enigma Venturini, como pensó en un primer momento. “Conozco a Aurora sin conocer a Aurora”, recuerda en la Biblioteca Central de la Provincia de Buenos Aires (47 entre 5 y 6), donde recientemente dio una charla sobre la autora. En rigor, la conoce a través del original que envió al concurso, un manuscrito al que describe como “catastrófico”, no sólo porque estaba escrito a máquina en tiempos de computadora “sino porque  estaba muy desprolijo, pero me llamó mucho la atención, tenía un buen título: ‘Las primas’, sintético, no pretencioso y a la vez intrigante, que lo iba a comprobar en la lectura de su novela, una novela donde las relaciones familiares son fundamentales”.

En palabras del escritor Juan José Becerra, en Las primas “el elenco familiar se presenta como una comedia negra de enredos protagonizada por los peores monstruos de la realidad: los monstruos parientes”.

El jurado del concurso era una suerte de scaloneta literaria de entonces: Juan Forn, Rodrigo Fresán, Alan Pauls, Guillermo Saccomanno, Juan Sasturain, Juan Ignacio Boido y Sandra Russo.

La periodista y albacea de Venturini, Liliana Viola

Becerra, que tiempo después presentó junto a la escritora otro libro de Venturini en el Palacio López Merino (El marido de mi madrastra, Mondadori, 2012) describe a ese original de Las primas como “una pintura o escultura literaria, llena de marcas hundidas en el tiempo real de la composición (y en el de la lectura correctiva del escritor)”. El autor de “Amor” y “El espectáculo del tiempo” recuerda que Alan Pauls, uno de los jurados, le contó que cuando vio el original creyó que se trataba de “un acontecimiento paraliterario, cosa que de algún modo era, en el que quien concursaba no era una escritora sino una artista conceptual”.

“Podemos pensar que tiene que ver con la edad de Aurora, que compuso ese original a lo vieja, como una vieja, pero también como una artista, que me parece que es lo más importante”, reflexiona Becerra.

LA PLATA, SU LUGAR EN EL MUNDO

A León Tolstoi se le atribuye la frase “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. Y tanto en su vida como en su ficción -dos instancias de fronteras difusas en la obra de Venturini-, la ciudad de La Plata aparece como escenario excluyente. En Las primas, por ejemplo, la protagonista, Yuna Riglos, una adolescente de mirada filosa que se reconoce “minúsválida” pero se sabe talentosa para la pintura, habla de sus clases en Bellas Artes, de una maestra particular que trabaja en la escuela Miss Mary O’ Graham (el Normal 1), cuenta que se compra ropa en la tienda Gat&Chavez de 7 y 50, que pasea por Parque Saavedra frente al hospital de Niños o que espera en el bar del Pasaje Dardo Rocha a Petra, su prima enana, prostituta y asesina del abusador de su hermana.

Para Liliana Viola la relación de Venturini con la ciudad de La Plata es única, “si bien todo escritor escribe sobre su aldea, en este caso La Plata es un personaje directamente, no hay ninguna novela suya que no transcurra en La Plata y no es simplemente que dice ‘acá en La Plata’, sino que los personajes transitan por la Plaza Moreno, la Catedral y otros lugares de la ciudad que tienen una influencia importante en lo que sucede”.

El grupo de escritores que en la década de 1940 creó el sello Ediciones del Bosque

En Los rieles (Mondadori, 2013), una de sus novelas más autobiográficas, Venturini cuenta que el primer poema que leyó en público se lo dedicó a su madre: “Y aunque parezca mentira, teniendo en cuenta mi naturaleza desarraigada del grupo familiero, mi primera poesía escrita a los siete años, la dediqué a mi mamá, recitándola en las escuela. Ella me preguntó quién me la había enseñado y yo me ofendí. Fue un desaliño espiritual muy grande”. Unas líneas más adelante, en esa misma novela, agrega que cuando su maestra elogió su manera de escribir, su madre “dio un respingo neurótico, el de siempre cuando algo la sorprendía”, y dijo: “Seguramente la mocosa copia del suplemento semanal las poesías que aparecen los sábados”. En Aurora, al parecer, el rechazo materno en lugar de alejarla de la escritura la aferró al oficio con desesperación, y la desafió a escribir como una posesa cientos de poemas, cuentos, novelas, ensayos y traducciones hasta el final de su larga vida.

Eso sí, en Los rieles deja en claro qué piensa de esa madre y la describe como “delatora, mentirosa, sin meta que no fuera el acto sexual, enemiga del agua y jabón en invierno y en verano”. Al final, sintetiza: “Ella sentía repulsión hacia mi persona. Confieso que no nos soportábamos, presión que presionó desde mi infancia y la joven edad de ella. Cuando murió no fui al velatorio”. Para su padre, que por lo que se sabe fue un gran ausente, tampoco ahorra epítetos. Lo trata de payaso, cobarde, adulón del mandamás de turno y hasta de matón de nenas chicas. 

“Más allá de sus padres, Aurora es también una hija de La Plata. Es poco decir que le gustaba esta ciudad, se considera hija y constructora de La Plata, entonces, toda su literatura es también una mitología sobre la ciudad”, opina Viola.

¿Pero quién fue antes de su consagración esta mujer que se definía como escritora por fatalidad, que necesitaba escribir más que comer y que ponía dinero de su bolsillo para publicar en pequeñas editoriales o imprentas?

Para Viola, y esto es algo que contará en la biografía, hay un nexo ineludible entre Venturini y cada hito arquitectónico y cultural de La Plata. La imponente Catedral roja se condice con su condición de ultracatólica, la impronta universitaria linkea con sus diez años de estudio en la Facultad de Humanidades de la UNLP (donde se recibió de profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación, en una época en la que el acceso a esos ámbitos era una rareza para las mujeres).

Su albacea, entonces, se pregunta “cómo no va a ser poeta si aquí se ha suicidado Francisco López Merino y es la ciudad de los poetas trágicos; cómo no va a ser bruja, si en la fundación de la ciudad está el famoso hechizo que impide al gobernador llegar a la presidencia; cómo no va a ser peronista si, según Cipriano Reyes, el 17 de octubre empezó en Plaza San Martín. En síntesis, es una mujer que vive completamente atravesada por La Plata”.

JUVENTUD, DIVINO TESORO 

En la década de 1940 La Plata es una ciudad pujante, joven y prometedora al igual que Aurora Venturini. En el ‘48, a sus 27 años, recibe el premio "Iniciación de manos" de Jorge Luis Borges por su poemario El Solitario.  “No era tan raro en ese momento recibir una mención por un libro de poemas y se la entrega Borges porque él era el director de la Sociedad Argentina de Escritores. Los libros de poemas de Aurora tuvieron reconocimientos y premios, pero esos premios no lograron que ella saltara a la fama”, cuenta Viola.

Uno de los cuadernos de Aurora Venturini

Por ese entonces forma parte del grupo de poetas platenses que creó el sello Ediciones del Bosque. Motorizado por los escritores Raúl Amaral y Josefina Passadori, también publicaron allí María Elena Walsh, Alberto y Horacio Ponce de León y Roberto Themis Speroni.

En su voraz curiosidad, Venturini se convierte en discípula predilecta del doctor Alfredo Calcagno, profesor de Humanidades de la UNLP. Su cátedra es un faro para la psicología experimental y la aplicación de test psicológicos en todo el país. En Nanina, Justina y el Doctor Rorschach (Dunken, 2003), Aurora narra, en modo novela, su propia experiencia con la aplicación del famoso test de Rorschach a dos adolescentes internadas en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde conoció y se hizo amiga íntima de Eva Perón.

En el tercer capítulo Venturini escribe: “Mi vida universitaria, teñida de ‘calcagnismo’ significó la mejor temporada en el país de Dardo Rocha - La Plata – y en el de la Universidad Joaquín V. González”. Uno de los casos que relata es el de Justina, una adolescente maltratada que ingresa al Instituto a los 12  años. La autora/protagonista se muestra muy conmovida porque, a los 16, la chica se suicida. En uno de los tantos comentarios de corte feminista que aparecen en su obra (porque es católica pero también es feminista), habla del padre de Justina como “hediondo y abominable macho”. Le niega el cuerpo de su hija y hasta lo increpa: “Justina vino sola hace cuatro años, vino lastimada y en el peor estado de ánimo diciendo: ‘No fue el perro el que me volteó’”.

AMORES ESQUIVOS 

Hay un lado oficial y otro blue en la vida amorosa de Aurora Venturini. No hace falta más que entrar a Wikipedia para enterarse que estuvo casada y enviudó dos veces. “Me decía: ‘yo los maté nena’, y se reía, tenía humor, pero siempre humor negro”, cuenta la escritora platense María Laura Fernández Berro, quien fue su copista en la vejez pero también su amiga y confidente.

La primera vez que pasó por el registro civil se casó con un juez “conservador”, según sus propias palabras, Eduardo Varela.  Y la segunda, con el historiador entrerriano y escritor Fermín Chávez. Con él sí compartían ideología y filiación política. Juntos publicaron 45 poemas paleoperonistas (Pueblo Entero, 1997), una compilación que incluye textos de ambos pero también de otros autores como Homero Manzi, Leonardo Favio y Claudia Martínez Payva. Allí, Venturini le dedica un poema a Evita, a quien consideraba su amiga: “Había una mujer, era una hermana./ Todavía está aquí, la presentimos./Eva Perón cuya presencia emana/ donde debimos ir, adonde fuimos”.

La escritora en su casa durante el rodaje del documental sobre su vida (Gentileza Fernando Krapp)

Fernández Berro dice que durante los años que estuvo casada “ella se escapaba (de sus maridos), se iba de viaje, los dejaba plantados, era de otra época, incluso en cuanto a la maternidad era distinta: nunca quiso ser madre. Eso también es algo de avanzada para una mujer de su época”.

Con ella coincide Juan José Becerra. Para el escritor, Venturini fue “una mujer del futuro, del futuro permanente, constante, como que vivía en el futuro, esa sensación tengo por los movimientos vitales que hizo, por su sistema de relaciones, su feminismo vamos a decir, su peronismo, todo indica que no estaba parada sobre una actualidad, en todo caso no sobre una actualidad de la mujer. La imagino en cuestión de género muy presionada, ella parece que se fuga de la época hacia ciertos espacios de libertad que le sirven para vivir y, sobre todo, le sirven para escribir”.

En más de una entrevista cuando le preguntan por sus maridos, Venturini contesta: “Soy difícil. Mis matrimonios fueron Vilcapugio y Ayohuma. Un error y un horror, además no sé hacer nada: no cocino, no limpio, no quiero hijos”.

No podía vivir sin escribir y era tan esotérica como católica, tan feminista como defensora de la libertad artística 

El lado blue del amor de Aurora, blue por extraoficial y por triste, también se enlaza profundamente con la ciudad. Su amiga, Fernández Berro, asegura que a quien Venturini realmente amó fue a uno de los fundadores, jugador y presidente del Club Estudiantes de La Plata, el mismo que le da nombre al Estadio UNO: Jorge Luis Hirschi. “Se conocieron en el Museo de Ciencias Naturales adonde los dos iban seguido por estudio y trabajo y se reenamoraron, tuvieron un romance y ese fue el amor trunco de ella. Eso me lo contó y le escribió también, varias veces le escribió. Él estaba casado y, además, era mucho más grande que ella. La familia no quiso que se vieran más, fue un escándalo y una gran decepción, su amor imposible. A tal punto que antes de morir, ella le pide a sus sobrinos que sus cenizas fueran esparcidas en los alrededores del Museo”.

Quienes la conocieron dan cuenta de que fue apasionada, zarpada y libre para escribir y también para seducir y cosechar amantes: “Por supuesto que no era seductora con cualquiera, tenía que ser algún principal”, aclara Fernández Berro. Becerra también cuenta que su primera impresión de Aurora fue la de una mujer muy “coqueta”: “La primera vez que la veo (se conocieron para la presentación de El marido de mi madrastra), cuando me acerco a saludarla, ella instala entre nosotros como un plan de seducción femenino, de mina, de mujer a la que le gustan los hombres, eso me encantó”.

En 2013 acepta ser la protagonista de un documental sobre su vida que dirigen Fernando Krapp y Agustina Massa. Sin embargo, tras varias jornadas de rodaje, lo interrumpe abruptamente. De un día para el otro se harta y no les abre más la puerta.

“No tardé mucho en comprender lo que le había pasado”, dice ahora Krapp, a poco más de diez años de aquella experiencia. “Aurora era una mujer de mucho carácter, muy intempestiva y muy segura de sí en relación a quién habilitaba para entrar a su casa, para contarle sus cosas, y también estaba en su derecho de enojarse y que de pronto te cerrara la puerta. Yo también me voy poniendo más viejo y más parecido a Aurora”. Rápidamente el cineasta comprendió que ese portazo “abría una posibilidad para la película”.

María Laura Fernández Berro, copista y amiga íntima de Aurora

El filme se titula “Beatriz Portinari” y está disponible en la plataforma Vimeo. En un pasaje del documental, a sus 89 años y cuando habla de amor,  Aurora dice: “A mí me gustan todos los animales: perro, gato, oveja, tuve de todo, una araña, la araña Rebecca y su hija Ariadna. Ése fue mi último animal. He hablado bastante con ella. Cuando se me murieron me dejaron tanta tristeza. Los perros fueron, tal vez, los mejores compañeros que tuve”. 

EXILIO Y EXISTENCIALISTAS 

“Yo fui amiga de Evita, trabajé en la Fundación y eso lo tuve que pagar muy caro. Persecuciones…todo eso”, cuenta Venturini en una entrevista. El “todo eso” que Aurora no detalla incluye una sesión de torturas por parte de una patota de la autodenominada “Revolución Libertadora”. Su amiga, Fernández Berro, agrega un dato escalofriante: “Tal fue el susto que cuando fue el golpe del ‘76 ella se va a entregar a una comisaría para que no la torturen”.

La prohibición del peronismo por parte de la “Libertadora” es el motivo del tan mentado exilio de Aurora Venturini en París, en 1955. Allí, estudia psicología en La Sorbona y cosecha más amistades célebres, entre ellos los filósofos existencialistas Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, el escritor Albert Camus y la escritora Violette Leduc. En el documental, la autora habla de aquellos años bohemios y de esos amigos, pero se ocupa de aclarar que ella no profesaba el existencialismo “porque yo era católica, pero los aceptaba porque eran ellos y era la época”.

ADICTA A LA ESCRITURA 

A los 85,  tras ganar el premio “Nueva Novela”, Venturini se vuelve yonqui de la escritura y le manda decenas de textos a Liliana Viola. La periodista se hace cargo de ella, logra que escriba columnas para Página/12 (en Las 12 y Radar) y le consigue un agente literario.

“A esa edad Aurora se pone a escribir como loca, cosa que hizo siempre, pero ahora más loca porque ella quiere publicar sí o sí y se da cuenta que puede hacerlo. Entre 2007 y 2015, año en que muere, empieza a escribir, aproximadamente, dos libros por año”, cuenta su albacea.

Eso sí, todo lo que escribe lo hace en un cuaderno. Y luego se lo dicta a su copista y amiga, la escritora María Laura Fernández Berro, quien tendrá la misión de tomar nota en otro cuaderno y, recién después, pasarlo a una computadora en su casa, nunca en la de Aurora, porque para ella los ordenadores estaban embrujados.

Fernández Berro conoció a la escritora porque ganó un concurso de novela y ensayo que organizaba y costeaba Venturini con la única intención de promover la escritura entre los platenses. Con todo derecho, el concurso se llamaba “Aurora Venturini” y la única jurado era Aurora Venturini. Fernández Berro ganó con una novela titulada “La sangre derramada”.

Durante cinco años, todos los sábados a las 3 de la tarde, María Laura llegaba al PH de Aurora Venturini en calle 37 entre 11 y 12: “Me dictaba durante cuatro horas, hasta las 7 de la tarde. Charlábamos sí, pero poco. Era muy metódica. La rutina era llegar, comenzar a escribir, a la mitad tomar un tecito con galletitas de agua y, al final, charlar un ratito”.

Evita, Borges, Sartre y Simone de Beauvoir pasaron cercanamente por su vida 

Uno de los trabajos que hacen juntas es la biografía del padre Carlos Alberto Mancuso. Aurora oficia de ghostwriter por pedido del exorcista. Ella acepta porque le estaba muy agradecida. Aseguraba que la bendición de Mancuso fue tan poderosa que le había quitado el vicio del cigarrillo, “y eso que yo era una fumadora de tres atados al día”.

Carlos Alberto Mancuso, conocido como el cura exorcista de La Plata (Gentileza Fernando Krapp)

La cosa se puso esotérica, recuerda Fernández Berro: “Cuando yo copiaba y ella me dictaba sobre la vida del Padre pasaban cosas raras. Por ejemplo, un día dejé una pila de hojas impresas en una mesa del living, no había ninguna puerta ni ventana abiertas y de la nada, de repente, se volaron todas las páginas”. Encima, en medio de ese trabajo, Aurora ya anciana, se cayó. “Ahí fue que me dijo ‘apurate nena, que acá el diablo está metiendo la cola’.  Así que me apuré, me apuré como loca porque me dio miedo”. 

Más allá de las brujerías, lo real es que el legado literario de Venturini es enorme. Becerra lo resume así: “Me parece que en la literatura hay una especie de problema inherente a la actividad de escribir que tiene que ver con cómo se ejerce la libertad de hacerlo, y me parece que ese ejercicio está lleno de inhibiciones por muchas causas, cada cual tiene las suyas. Y lo que vi en  ella cuando leí Las primas es que no tiene ningún tipo de inhibición, que tiene una relación muy franca con su propia libertad y que eso la convierte en una artista única sin ningún tipo de reserva, sin reservas formales, sin reservas morales, sin reservas sobre una especie de conservación de la individualidad. Ella rompe todos esos cercos y se toma la literatura como modo extremo de vivir”.

En una entrevista con Página/12, Aurora Venturini habló de su muerte: “Se va lo que se pudre, por eso ya hice el trámite. Me anoté en el crematorio, con cajón y todo. No quiero que me muerdan los gusanos, que ya en vida me han mordido bastante. El señor que me atendió me preguntó: ‘¿Trae el cuerpo para cremar?’ ‘Sí, el mío, pero vas a tener que esperar’. Llené la planilla, entonces escribí mi necrológica, lo único que no puse es la fecha porque no sé cuándo me voy a morir. Pero escribí: ‘Sus restos fueron cremados y sus cenizas, esparcidas en el bosque de La Plata, ciudad a la que amó tanto’”.

Aurora ya no está en este plano. Su muerte ahora tiene fecha: 24 de noviembre de 2015. No sabemos cuál fue su más allá. Si tiene cielo, infierno o la nada existencialista. Lo que sabemos es que persiguió su deseo hasta el último aliento y que dejó una obra incomparable, enorme. Y una vida de novela.

¿Qué es 0221.com.ar| Logo Begum?

Begum es un segmento periodístico de calidad de 0221 que busca recuperar historias, mitos y personajes de La Plata y toda la región. El nombre se desprende de la novela de Julio Verne “Los quinientos millones de la Begum”. Según la historia, la Begum era una princesa hindú cuya fortuna sirvió a uno de sus herederos para diseñar una ciudad ideal. La leyenda indica que parte de los rasgos de esa urbe de ficción sirvieron para concebir la traza de La Plata.

Dejá tu comentario

Leer más de BEGUM