La Iglesia platense de Lourdes está justo al lado del colegio. Parece sacada de un cuento infantil: es un templo blanco y sencillo, con techo a dos aguas y dos pequeños domos a los costados. Tiene detalles en azul, el color del lazo que lleva la virgen en la cintura. En el patio de la parroquia montaron una gruta. Inserta en ella, a unos dos metros del piso, instalaron una imagen de María. Abajo, en el suelo, se ubica la de santa Bernardita arrodillada, la niña francesa a la que la virgen se le habría presentado por primera vez en la gruta de Massabielle, Francia. Según la Iglesia Católica, la virgen le indicó a Bernardita que debajo de ese suelo había agua de manantial. La chica excavó y el milagro, de acuerdo al relato, se hizo realidad.
Los comentarios alrededor de una supuesta aparición de la virgen en La Plata circularon de boca en boca hasta llegar a la prensa. La noticia sorteó rápidamente las fronteras platenses y generó impacto en todo el país. Todo el mundo hablaba de eso. Hasta el periodista estrella de Nuevediario, José De Zer, experto en episodios sobrenaturales, llegó a La Plata para dar cuenta de lo ocurrido.
Cientos de testigos
Los testimonios de quienes aseguran haber visto la imagen en el vidrio se cuentan por centenares: exalumnos, docentes, autoridades, vecinos y periodistas. Sin embargo, hay un detalle llamativo: casi nadie recuerda quién fue la primera niña que la vio. Y quienes dicen recordarla no ofrecen datos concretos, ni siquiera su nombre. Algunos afirman que vivía en el barrio, que sufrió bullying y que, finalmente, terminó yéndose de la ciudad.
“La Virgen estaba en la ventana del aula de séptimo grado. Nuestra aula. Yo egresé ese año. Se veía perfecta. Creer o reventar”, comenta Fernando Doglio. quien ahora tiene 44 años y tampoco se acuerda quién era esa niña, pero sí que justo ese día había reunión de padres por un episodio de mala conducta. Entre risas cuenta: “Mi viejo jodía con que la virgen se quería tirar de ahí arriba por lo mal que nos portábamos”. Y sí, Doglio afirma que la veía clarito, “era la virgen rezando, con las manos juntas, incluso sé que la mandaron a analizar y no se borraba ni podía haberla dibujado alguien a propósito”.
Aunque admite no ser una católica devota, Ana Videla, que por entonces era vecina de la parroquia, le pidió a su marido que la acompañara al templo para ver qué pasaba. A empujones, lograron ubicarse entre la multitud y, al alzar la vista, Ana afirma haberla visto claramente: “Casi me muero, se veía el manto, me acuerdo la sensación, era indudable, pero mi marido no la veía”. Como ella, muchos comentaban experiencias similares: algunos dijeron ver la figura de inmediato y sin dificultad, mientras que otros no percibían nada en absoluto.
En un primer momento, el párroco Agustín Espritú Luchino dijo que, pese a los comentarios de fieles y alumnos del colegio, él no había logrado ver la imagen. Junto con la directora del colegio parroquial, María Cecilia Dellepiane, mandaron limpiar el vidrio para descartar que se tratara de un dibujo o una mancha superficial pero, al parecer, se mantuvo inalterable.
Mientras tanto, y a medida que la historia ganaba notoriedad, comenzaron a congregarse numerosas personas frente a la parroquia, con la esperanza de presenciar la supuesta aparición. La cobertura periodística se extendió durante varias semanas. Los artículos en los diarios incluían testimonios de alumnos, docentes, el sacerdote, parapsicólogos, fabricantes de vidrios e incluso llego a ser consultado el vidriero que había instalado el cristal.
A esta altura, surgieron teorías de todo tipo: desde interpretaciones místicas que hablaban de una impregnación milagrosa en la ventana, hasta explicaciones más racionales basadas en la humedad ambiental o defectos del material. Las opiniones estaban —y siguen estando— divididas: algunos aseguraban ver con claridad una imagen, como si fuera un vitral o una fotografía; otros distinguían apenas una silueta o una mancha tornasolada, “como de aceite” o “detergente”; y muchos, simplemente, no veían nada.
El asunto de la idolatría
Para la Iglesia Católica la idolatría es un pecado grave, por eso se cree que Moisés se enoja con el pueblo de Israel cuando baja del Monte Sinaí y encuentra a todos arrodillados ante un ternero de oro. Las máximas autoridades del Arzobispado de La Plata, por entonces a cargo de Carlos Galán, temieron que con el revuelo de Lourdes se estuviera promoviendo la idolatría de un simple vidrio, y decidieron tomar cartas en el asunto. Delegaron la misión en el entonces vicario general, Rodolfo O’ Neill, segundo en el esquema de jerarquía del gobierno de la diócesis.
El prelado llamó al párroco y le preguntó qué era lo que había pasado. “Nada, vos sabés cómo es la gente. Es un vidrio”, minimizó Luchino.
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Es que, si bien alumnos, maestras y vecinos aseguraban ver la figura de la virgen, el cura insistía en que él no notaba nada extraño. Sin embargo, justo el día que el vicario O’ Neill desmintió las versiones sobre una posible aparición ante la prensa, a Luchino le pasó algo inesperado. Luego de oficiar una misa ante un templo colmado como nunca antes, se quedó solo, en silencio. Salió al patio con la intención de despejar sus propias dudas. Tomó los binoculares que le había pedido a un feligrés y apuntó hacia el vidrio. Quedó perplejo. Finalmente, lo admitió: ahí estaba la virgen. También él la había visto y así lo comentó entre sus allegados.
En el diario El Día del 30 de mayo de 1992 la contradicción entre el vicario y el cura quedó en evidencia: “El párroco de la Iglesia de Lourdes que funciona pegada a la escuela reconoció la existencia del hecho, en tanto que las autoridades eclesiásticas locales señalaron que lo único comprobable es la sola afirmación de unos pocos que dicen haber visto dibujarse una imagen”.
Consultado hoy, O’Neill se ríe al recordar el episodio, aunque reconoce que en su momento tuvo ganas de matar a Luchino: “Casi cometo curicidio. Yo salí a desmentir todos los rumores y ese mismo día el padre Luchino me llama y me dice:
–O'Neill ¿Sabés que la vi?
–¿Qué vio padre?
–A la Virgen vi, vos sabés que soy viejo, tuve que pedir unos binoculares, pero la vi.
Con la intención de poner fin a todas las controversias, O’Neill decidió intervenir personalmente. Se dirigió a la parroquia decidido a tomar el control de la situación y pidió que bajaran el vidrio. Quería observarlo de cerca, tocarlo, inspeccionarlo con sus propios ojos y, finalmente, despejar cualquier duda.
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Decenas de vecinos y curiosos se acercaron al Colegio para intentar ver a la Virgen del vidrio, incluso munidos de binoculares (foto del archivo del diario El Día)
Hoy, a sus 85 años, el exvicario O'Neill vive en la sede platense de la orden religiosa “Total dedicación”. Es una mañana de otoño de 2025 y, mientras toma mate en un comedor que da a la esquina de calle 11 y 46, se dedica como cada mañana a leer la edición de papel del diario La Nación, que tiene en su tapa al nuevo Papa, León XIV. Por primera vez, accede a contar cuál fue su rol y todo lo que sucedió puertas adentro durante aquellos días de 1992, cuando el vidrio del supuesto milagro atraía como un imán a cientos de curiosos.
“Yo hice sacar el vidrio para examinarlo. Era realmente complicado el tema porque si uno ponía el vidrio verticalmente no se veía nada, si lo invertía, no se veía nada, pero si lo ponía medio en diagonal, de tal manera que le diera la luz, ahí se notaba una silueta azul, que les daba pie a los que querían ver para imaginar”, afirma.
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La tumba del padre Luchino en el patio de la parroquia.
Durante un tiempo el vidrio fue exhibido dentro del templo. Hasta que O'Neill notó que la gente le rezaba y le ponía flores: “Era rendirle culto, así que dije: ¡No! Quiten el vidrio de ahí y no le pongan más flores”. Entonces se decidió ubicarlo en la gruta del patio parroquial, un lugar que les pareció más adecuado. Orgulloso el ex vicario ratifica: “Yo frené el entusiasmo y para que se dieran el gusto hice sacar el vidrio y que lo pusieran en la gruta”. Su conclusión se ubica lejos de toda mística: “Se ve que ese vidrio tenía un defecto de fábrica”.
“Yo también la vi”
Alejandro Salamone es periodista y cubrió la historia de la aparición desde el comienzo. Cuando sonó el teléfono por enésima vez en la sección locales del diario El Día lo sorprendió la voz exaltada de una mujer: “Soy vecina de La Loma y quiero avisarles que acá, en el Colegio de Lourdes, apareció la Virgen”.
Anotador en mano, motivado por la novedad, Salamone fue al lugar de los hechos. Como si hubiera ocurrido ayer recuerda la conmoción que encontró al llegar al colegio. “Había una agitación descomunal, encontré padres, madres, gente del barrio que entraba a mirar, las maestras que se abrazaban emocionadas”, rememora. Y asegura: “Yo veía una imagen de la Virgen parecida a un vitral, en colores, con el lazo celeste y todo, como si la hubiesen dibujado. En estas cosas la subjetividad manda, pero vi a la Virgen como en una estampita”.
En 2005, el mismo periodista que cubrió esa historia para El Día, volvió a entrevistar al padre Luchino. La excusa eran sus 50 años de sacerdocio, pero lo que a él más le interesaba era volver sobre el tema de la imagen en el vidrio. Cuando Salamone le volvió a preguntar, el sacerdote respondió molesto: “No me gusta hablar mucho de eso”. Sin embargo habló y, según Salamone, “hasta pareció un desahogo”.
Luchino ratificó que al cuarto día desde que se conoció la noticia, pudo ver la imagen con nitidez. Y aportó un detalle sorprendente: “Estaba con las manos extendidas. Después la volví a ver una y mil veces, pero con las manos juntas e inclinadas”. Para el párroco, la imagen de la Virgen no sólo se veía en la ventana sino que, además, se había movido.
El periodista dice que, en aquel encuentro, Luchino, ya anciano, lo miró con lágrimas en los ojos y por primera vez le aseguró: “Estoy convencido de que allí estaba la Virgen, no tengo dudas de que aquello fue un verdadero milagro”.
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En octubre de 2020 el entonces arzobispo de La Plata, Víctor Manuel Fernández presidió una misa junto al párroco Gerardo Gallo. Desde la curia platense se evita hablar del tema.
Si bien el cura siempre preservó la identidad de la niña que tuvo la visión y buscó mantenerla “alejada de la publicidad”, contó que llevaba un diario íntimo en el que no escribió nada sobre esta visión: “Yo le pregunté por qué no lo había hecho”, relató Luchino a la prensa, y ella le dijo que la virgen le había anunciado que pasarían cosas más importantes. De este testimonio del párroco se desprenden varios misterios todavía vigentes: quién era la nena, cuáles eran esas cosas importantes que María le habría anticipado y si estas ocurrieron efectivamente.
Mejor no hablar
El párroco Gerardo Gallo estuvo al frente de la parroquia de la Virgen de Lourdes durante la última década, hasta que dejó el cargo el mes pasado. Es amable en el trato, aunque se muestra visiblemente incómodo cuando se le pregunta por aquel episodio. Recomienda hablar primero con Pablo Madrid, representante legal del Colegio. Mientras se remueve en su asiento de confesor dice que sí, que recuerda el hecho, pero que sabe poco y nada: “La Iglesia cerró el caso y no se expidió sobre si fue o no un milagro”.
¿A dónde está ahora el vidrio? Según Gallo después de exponerlo varios años en el patio de la parroquia lo retiraron con la promesa de volver a exhibirlo después de renovar la gruta: “No se sabe dónde quedó, creo que en un galpón, y en un momento parece que un profesor de música lo golpeó con una guitarra y se rompió”.
Una segunda versión asegura que el vidrio se envió a la gruta original de Francia y una tercera indica que, muchos años después, fue monseñor Héctor Aguer quien dio la orden de que el vidrio desaparezca como sea. Pero, hasta hoy, nadie tiene certezas.
Como si se tratara de un secreto de Estado, el actual representante legal y ex alumno del Colegio de Lourdes, Pablo Madrid, se negará en varias ocasiones a hablar del tema. Solamente una vez se comunicará por teléfono para decir que no tiene tiempo de dar una entrevista. Ante la insistencia, se escabulle: “Por sí o por no me voy a comunicar con usted, se lo aseguro, ahora tengo que seguir trabajando”.