miércoles 30 de abril de 2025

La muerte de Barreda y la deconstrucción de los mandatos de la masculinidad hegemónica

Tras el fallecimiento del cuádruple femicida resurgió el reconocimiento y la veneración de quienes siempre lo justificaron. La reflexión desde los feminismos.

Murió Ricardo Barreda. El cuádruple femicida de La Plata terminó sus días en un geriátrico de José C. Paz y aseguraba no recordar los asesinatos de su esposa, dos hijas y su suegra. Tras su muerte a los 83 años, se reflotaron las estampitas con su cara, las canciones de rock y las insólitas defensas: pese al avance y al debate encabezado por el movimiento feminista, persiste la idolatría del homicida en ciertos sectores de la sociedad.

Entre los escombros, la tierra y el moho en las paredes de la casona de 48 casi 11 quedaron en pausa los movimientos familiares de aquel domingo primaveral del 15 de noviembre de 1992, cuando Barreda mató a escopetazos a Gladys McDonald (57), a Elena Arreche (86) y a sus hijas Cecilia (26) y Adriana (24). Luego tiró el arma en el Arroyo El Gato, camino a Punta Lara, fue a un hotel de alojamiento con su amante y volvió a la casa para denunciar los crímenes. Pero terminó confesando ante el subcomisario Ángel Petti. Y se inició el relato que se mantiene hasta la actualidad: aseguró que las mujeres lo maltrataban, que le decían "conchita", hasta que se hartó y las mató. En 1995 lo condenaron a prisión perpetua y estuvo 18 años en el penal de Gorina.

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Cuando el odontólogo perpetró la masacre no existía la figura de "femicidio", sino que se incorporó exactamente 20 años después, cuando la Cámara de Diputados aprobó el proyecto para modificar el artículo 80 del Código Penal. Si bien ya no se habla de crímenes pasionales para referirse a los homicidios de mujeres por razones de género, todavía hay quienes veneran al asesino.

Una de las primeras en reflexionar sobre la figura de Barreda luego de que se confirmara su fallecimiento fue Paula Lambertini. "Falleció Barreda, femicida del asesinato múltiple a razón de género más cruel de La Plata. Fue defendido y venerado; símbolo del pacto de machos en el que se sostiene el patriarcado. Hoy, ícono de lo que avanzamos, pero también de todo lo que nos falta transformar", escribió en Twitter la flamante jefa regional de la ANSES Conurbano II.

En diálogo con 0221.com.ar, la psicóloga feminista sostuvo que el caso es simbólico en lo que respecta a cómo se fue modificando el imaginario social sobre las violencias machistas. "Creo que da cuenta un poco del momento en el que aconteció el femicidio múltiple del que fue protagonista, habla mucho de cómo la sociedad platense y la sociedad argentina interpretaba este tipo de casos, que es como una especie de victimización donde el victimario era víctima, las mujeres eran malas y producto del maltrato él se había visto impelido a matarlas a todas", consideró.

Lambertini destacó que desde el inicio hubo un reconocimiento por parte de la sociedad, de parte de varios sectores profesionales, del club al que pertenecía, y que "había no solo una justificación sino una veneración de Barreda". A su vez, trabajadores de la Unidad de Atención Integral (UDAI) de calle 9 entre 58 y 59 le recordaron el momento en el que el femicida fue a tramitar su jubilación: "Contaron que la mitad del público se había parado a aplaudir y la mitad repudiaba la situación. Esto no fue hace tanto tiempo".

A su vez, reconoce que Barreda como "ícono" de las violencias de género atravesó tres momentos. El primero fue pasar de victimario a víctima. "Los homicidios que cometió fueron justificados socialmente a partir del maltrato que supuestamente que vivía de sus dos hijas mujeres, su esposa y su suegra", apuntó. La segunda fase fue cuando se creyó que el dentista tenía padecimientos mentales, que en un momento de "locura" terminó asesinando a sus familiares, una perspectiva polémica que es sostenida hasta la actualidad por algunos medios. La tercera según Lambertini cristaliza el avance de los feminismos: "Hoy nadie piensa que un femicida es un loco o que el femicida es una excepción, sino que hay una mayor compresión de que el femicidio es el último eslabón de las violencias machistas, que es el desencadenante de situaciones de violencia que se van profundizando y que en el caso de que las mujeres no puedan cortar con el círculo de las violencias lo que termina desencadenando es un asesinato cruel".

De alguna manera Barreda como personaje va sedimentando en diferentes momentos las distintas representaciones en torno a las violencias machistas, a los femicidas y a las mujeres que fueron asesinadas a causa de razones de género. "Habla de qué etapas fue transitando la sociedad platense y argentina respecto a cómo se piensa el rol de las mujeres, el rol de las diversidades y el rol de los varones y los mandatos de la masculinidad hegemónica", agregó.

Y dio el pase al debate sobre ese "pacto de machos" que no distingue clases sociales, sino que se da en distintos ámbitos de la vida social. Sin embargo, Barreda era reconocido en un sector muy tradicional de la capital bonaerense y, de acuerdo a Lambertini, su defensa contaba con "mayores resortes" por el sector del que provenía: "Tenía mayor arraigo, repercusión y su veneración fue más reconocida en términos sociales por el lugar que este hombre ocupaba en la sociedad platense".

Flavia Delmas, subsecretaria de Políticas contra las Violencias por Razones de Género del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, se acordó de inmediato de las estampitas de "San Barreda" y su uso para justificarlo: "A las hijas tal vez no, pero a una suegra por qué no matarla, la mujer seguramente era molesta y que el grupo de las cuatro mujeres lo hostigaban. Eso parecía componer una trama que justificaba la violencia ejercida por Barreda, violencia pensada y además operada".

En ese sentido, la también docente de la UNLP resaltó que lo primero que hay que combatir son los discursos que naturalizan y sostienen las violencias, porque “son los discursos del patriarcado muy arraigados culturalmente” y los que perpetúan las violencias cotidianas. “La justificación de un feminicidio de cualquier manera es también el abono para que haya otro feminicidio. Estamos en una sociedad en donde quien mata a una mujer, a una travesti, por considerarlas objetos con los que se puede hacer lo que quiera, parte de sus pertenencias, lo que estamos sosteniendo en realidad es la estructura de la violencia”, dijo a 0221.com.ar.

Además de remarcar la responsabilidad de los medios de comunicación para desentramar y deconstruir estas construcciones, subrayó que nada justifica que una persona mate a otras, como lo hizo Barreda -"blanco, privilegiado, con una carrera profesional y reconocido socialmente"-, que un día tomó la escopeta Víctor Sarrasqueta y mató a las mujeres de su familia.

"Recuerdo haber visto noticias donde se lo veía a él paseando por el centro y se comentaba, se hablaba de él como una figura pública reconocida. Entonces me parece que hay que ver a quiénes reconocemos como figuras públicas porque son también los valores que una sociedad tiene. Creo que nos merecemos un fuerte ejercicio de memoria, de no olvido. No hay que olvidar las sociedades en las que sucedieron estos hechos trágicos, que como sociedad toda tenemos muchas cosas que replantear", siguió Delmas.

En cuanto a la construcción de la idolatría de Barreda, enfatizó en que es el "alimento de la masculinidad trágica", la potencia del varón heterosexual o que se presume como tal, que en la cúspide de la sociedad patriarcal es el que está jerárquicamente mejor posicionado en relación al resto y, por lo tanto, tiene privilegios: "Privilegios que van hasta tomar la vida de la otra persona y se refuerzan a través de una figura como Barreda lo peor de la masculinidad hegemónica trágica. Y digo trágica porque no estoy hablando de todas las masculinidades, estoy hablando de las masculinidades que hacen de la violencia la forma de comunicarse, de vivir y de someter a los demás. Creo que lo que se enaltece de Barreda es esa masculinidad, que es la masculinidad que nosotras combatimos".

Estos sentidos, según la funcionaria del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense, se trabajan en una multiplicidad de caminos, con diversas estrategias. “Obviamente voy a partir de un Estado presente que se hace cargo de las cosas, que además se responsabiliza y diseña políticas públicas en tal sentido. También con periodistas y medios que no hacen de la violencia simbólica un cotidiano mensaje, porque la verdad creo que en ese sentido hemos retrocedido un montón. Si vemos ahora la cuestión pasa por lo que hizo el macrismo con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y lo que pasó con la Defensoría del Público, que había trabajado el decálogo de la Red Par”, destacó. También habló de la Educación Sexual Integral (ESI) como una herramienta fundamental para detectar tempranamente y prevenir las violencias y de la importancia de cómo estas problemáticas se trabajan y resuelven en territorio.

La necesidad de dar un debate sobre el sexismo en los medios, la violencia mediática y el daño que causa la revictimización, también la refirió Vicente Garay, integrante del Observatorio de comunicación, estudios de género y movimientos feministas de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. “Hay un camino de deconstrucción enorme en torno a la figura de Barreda, pero sigue quedando como en el aire el rol de ídolo”, empezó en diálogo con este portal.

Entre los factores que ve como más determinantes en estos cambios recalcó a los feminismos y los debates sociales, más allá de los académicos y teóricos. “Tienen más que ver con el sentido común, con el día a día, en cómo modificar estas estructuras tan arraigadas. La figura de Barreda no es una figura aislada, sería iluso cuando hoy en 2020 ya tenemos 117 femicidios”, dijo y sostuvo que tiene que ver con una reproducción sistemática.

Sobre cómo se configuró la idolatría de Barreda, Garay apuntó a la ruptura del “contrato de masculinidad” que predominó: “Pienso en cómo muchos varones se sintieron representados por esta ruptura del contrato de masculinidad en donde -de acuerdo al relato del asesino- él dejó de ser el proveedor, el protector de la casa, para pasar a convertirse en un insultado, una masculinidad que se estaba vulnerando de alguna manera y que tenía que defenderla, porque hay algo en este contrato de masculinidad de tener que defenderlo a muerte, incluso esa muerte puede ser el femicidio”.

Estas representaciones de la masculinidad hegemónica se construyen desde el nacimiento y se profundizan a lo largo de los años. “Cuando esta estructura es quebrada de alguna manera aparecen este tipo de actitudes que es muy importante que empecemos a cuestionar, para empezar a crear otras representatividades, que es el desafío. Barreda creo que no es un monstruo, sino que tiene que ver con una forma de ser varón que se vio reflejada muy bien en una actitud de defensa del contrato de masculinidad”, insistió.

Si bien los medios de comunicación ya no hablan de los asesinatos por razones de género como crímenes pasionales y los refieren como femicidios, desde el Observatorio de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social pudieron analizar que en general solo se modificó la utilización de un término, pero el sentido del mensaje que se comunica es el mismo. “Desde el cambio que introdujo la figura de femicidio el día de hoy podemos notar cómo se han profundizado muchísimo en términos de femicidio, incluso la forma en que se cuentan los femicidios. En el observatorio hicimos un informe sobre femicidios en la prensa gráfica en La Plata, Berisso y Ensenada, en donde notábamos justo esto. Deja de nombrarse como crimen pasional, pero en el desarrollo de las notas o entrevistas se termina revictimizando a la víctima o dándole un lugar de mayor legitimidad al femicida. Esas cosas hacen también a la construcción de ese sentido común que queremos derribar, por eso es importante que apuntemos también a la transformación de esa perspectiva en los medios”, señaló.

La mirada machista, que no indagó en el entorno y amistades de Gladys McDonald, a Elena Arreche, Cecilia y Adriana Barreda, volvió a girar en torno a Barreda y a la “retórica del monstruo”, como postuló Ileana Arduino en Cosecha Roja. La permanente circulación del relato del femicida más emblemático de la Argentina, que, como planteó Luciana Peker, no pudieron replicar sus víctimas.

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