jueves 12 de septiembre de 2024

Chicos de un barrio platense necesitan una última ayuda para llevar su historia al cine

Son adolescentes que viven en Barrio Malvinas, en las afueras de la ciudad. Hace 1 año están filmando la vida de Emanuel, un amigo de ellos que fue asesinado. En diálogo con 0221.com.ar, los directores Germán Basso y Fiona Lena Brown cuentan los detalles de un apasionante proyecto que ahora depende de un empujón colectivo para concluirse.

Hace un año arrancó una aventura que con el correr del tiempo fue mutando hasta transformarse en algo que sorprendió incluso a sus propios realizadores: El hermano de amarillo es una película que narra una historia del Barrio Malvinas, una zona en las afueras de La Plata que puede ser la historia de cualquier zona marginal de una gran ciudad del país. A Emanuel lo mataron a sus 17 años en el marco de una vida marcada por la droga y la delincuencia, y ahora, de la mano del realizador platense Germán Basso junto con Fiona Lena Brown, todas esas escenas son recreadas por el propio entorno del adolescente: su familia y sus amigos son los protagonistas de un documental que ahora necesita de la ayuda de todos para poder terminarse. Cómo es la campaña de crowdfunding que acaba de iniciarse y por qué puede marcar un antes y un después en nuestra ciudad.

 

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"En este momento estamos un poco parados por falta de dinero y por esto decidimos largar una campaña de crowdfunding -financiado por la gente- y que cada persona aporte desde el lugar que pueda a este proyecto colectivo. Ya sea con dinero o compartiendo la campaña, cualquier ayuda nos sirve un montón". Así, Basso le cuenta a 0221.com.ar que tuvo que parar la pelota para reorganizarse y apostar definitivamente a todo o nada: busca darle el cierre definitivo a un sueño que nació a pulmón y que ahora necesita de casi 30 mil dólares para poder concluirse.

"Filmar una película es muy caro, ya no podíamos seguir. Nos habíamos gastado lo nuestro y si queremos terminarla tenemos que meterle ritmo,y para eso necesitamos pagarles a los chicos. Por esto se nos ocurrió conseguirla de la forma más transparente posible: una campaña donde la gente pueda colaborar de a muy poquito, pero que llegue a mucha gente. Preferimos tener 28 mil personas que pongan un dólar, antes que una que ponga todo. La consigna es fácil: si pensás que estaría bueno que podamos terminar este proyecto, compartilo, y si podés poné 1 dólar. Tenemos un mes más para conseguir a toda esa gente y comprometernos con hacer la mejor película que podamos", explica.

El hermano de amarillo es una historia que está inspirada en un caso real, el de Emanuel: un chico que mataron cuando apenas tenía 17 años en el Barrio Malvinas, en las afueras de La Plata. Ema, como le decían, había empezado a carrear -"ellos no dicen cartonear", aclara el director- desde muy chico, cuando tenía 12 años. A los 14 se compró su primer caballo y en ese momento deja la escuela, dándole inicio a un nuevo rumbo que lo marcaría para siempre: robos, drogas y un estilo de vida que lo enfrenta con otras bandas del barrio. Esto es lo que se narra en la filmación y de una manera particular, porque todos los protagonistas no son actores: son los propios familiares y amigos de Ema.

"La historia se fue nutriendo durante el último año. Al estar filmando en el barrio y conviviendo con los chicos y con sus familias, fuimos empapándonos de su realidad y el guión fue absorbiendo esos elementos", cuenta el director de 34 años, platense de nacimiento. "La idea inicial fue realizar un cortometraje, mostrando algunos momentos claves de la vida de Ema, pero fueron sucediéndose cosas contradictorias. Por un lado había escenas que quedaban excelentes porque los chicos actuaban bárbaro y todo parecía ir cerrando: se contaba algo de forma clara y original. Pero por otro lado había otras escenas en donde la cosa no funcionaba. O bien los chicos no entraban en el clima que queríamos buscar, o nosotros planteábamos mal la escena de entrada y el resultado no nos convencía", recuerda.

"Pero en esas primeras experiencias vimos un gran potencial: en los chicos, en la historia, en el compromiso de todos, y en el proyecto en general. Y en marzo de este año decidimos convertir aquel corto en una película y desde entonces que venimos filmando cada vez que podemos y nos da la economía", completa. Por eso, la mutación entre un pequeño cortometraje y una película con todas las letras trajo consigo desafíos mucho más grandes. En esta etapa se está ahora.

"Los chicos están contando una realidad que les pertenece y eso le da un carácter casi de documental a la película. Solemos presentarla como una docu-ficción, en donde los chicos actúan en algún punto de ellos mismos. Nosotros no les damos los guiones cerrados para que ellos los repitan, sino que les damos una guía o idea de por dónde pasa la acción o conversación, y ellos lo interpretan con sus propias palabras. Surge una riqueza en sus formas que es imposible que se nos ocurra a nosotros y que nos sería difícil obtener con actores profesionales. Por otro lado, los chicos aprendieron muchísimo a actuar, en especial climas más dramáticos o de mucho diálogo. Nosotros también sabemos mejor qué cosas funcionan y cuáles no con ellos", describe Germán junto a Fiona, la otra parte fundamental en la dirección del film.

"Otra arista fundamental de este proyecto es la oportunidad que representa para los chicos participar del rodaje de una película. Teniendo tan al alcance de la mano universos de drogas y robo, para nosotros darles el espacio para que hagan algo distinto está buenísimo. Además de que para ellos también representa un aprendizaje el ver en la historia cuáles son las consecuencias de elegir un mal camino", reflexiona.

Al momento de recordar los primeros momentos de la filmación, a fines del año pasado, ambos comentan que ya con el guión listo, lo discutieron con los chicos: "Hicimos un plan de rodaje: qué escena filmamos primero y cuál después, por la luz. Y cuando llegamos al barrio, un viernes a las 4 de la tarde, aparece uno de los protagonistas en andas de un amigo, con el pie cortado por un vidrio. Lo llevamos a la salita y él solo decía 'yo grabo igual, no me importa'. Al día siguiente estaba filmando y pasó de llamarse 'el malo' a ser 'el rengo'".

Desde noviembre de 2017 a estos días, la filmación misma les fue exigiendo nuevos desafíos, cada vez más ambiciosos, por eso necesitaron ampliar el número de personajes y la complejidad de determinadas escenas, con lo cual fue aumentando la cantidad de gente involucrada en el proyecto. "Arrancamos con los tres actores principales y algunos papeles más, pero hoy ya son cerca de 12 los personajes destacados", cuentan en ese sentido Germán y Fiona, ambos directores y camarógrafos. Hay también un sonidista -Diego Forján- y amigos que los ayudan y hacen las veces de productores.

LA CAMPAÑA

Un año después del inicio del trabajo se lleva filmado cerca de la mitad de la película, con un tercio de las escenas editadas y muchas ideas que no pueden concluirse por falta de dinero.

Se necesitan exactamente 28 mil dólares. "Parece un montón pero es una cifra que ni siquiera nos alcanza para todo. Nuestra prioridad en este momento es pagarles a los chicos y a sus familias, que son los que más necesitan la plata y para continuar filmando, pero decidimos hacer una sola campaña e incluir la postproducción de color, montaje y sonido, que tenemos que encarar ni bien terminemos el rodaje".

Por eso, en los últimos días se inició una campaña internacional con Kickstarter, lo cual configura algo totalmente novedoso no solo para la ciudad sino para el país, porque actualmente esta plataforma no está funcionando oficialmente en Argentina. "La suma de dinero que necesitamos es mucha y por eso lo hacemos de esta manera; conseguimos que nos acepten el proyecto", explica Basso y agrega: "No se han hecho campañas tan grandes de este tipo en nuestro país con respecto al cine".

Todo aquel que esté interesado y con ganas de dar una mano, puede colaborar con la cantidad que desee. "Se puede colaborar con 1 dólar y eso ya es mucha ayuda. Preparamos una serie de premios a modo de agradecimiento, como pósters, postales, cuadernos, entradas para el cine, un libro con imágenes e ilustraciones de la película y otras cosas más hechas con mucho cariño, todo con la gráfica de El hermano de amarillo".

"Logramos filmar la mitad de la película, pero sin financiamiento no podemos seguir avanzando. Para algunos chicos es ir a trabajar ese día o filmar, y no tenemos dinero para pagarles; apenas nos alcanzó para el alquiler de los equipos necesarios y las comidas. Esta campaña fue la mejor solución que encontramos. Con el dinero recaudado podemos terminar de rodar la película", es el mensaje final de Aldana, una de las protagonistas. Una de las que también tiene la esperanza de lograr darle un cierre a esta historia.

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