Mandar a una mujer de 70 años era algo así como una excentricidad, además las cosas se estaban poniendo pesadas en el sur. Mandar a una mujer de 70 años era algo así como una excentricidad, además las cosas se estaban poniendo pesadas en el sur.
La crónica de su arribo a Río Gallegos la cuenta ella misma en El Día del 2 de junio de 1982; es decir, a dos meses de iniciado el conflicto. Y se titula “Viaje y arribo”:
Por Matilde K. De Creimer. Río Gallegos. (Enviada Especial). El avíón hacía escala en Trelew y Comodor Rivadavia. Uno que otro joven de uniforme. Había un respetuoso silencio por parte de todos, nadie preguntaba, nadie respondía. Pero algo de acongojante flotaba en el ambiente. Antes de llegar a Trelew el comandante de la nave invitó a visitar la cabina. Por supuesto me apuré. No tenía la menor idea de cómo sería. Me hice anunciar por la azafata como como corresponsal del diario El Dia de La Plata. De inmediato, apenas entreabierta la puerta, escuché una alborozada voz que decía: “El Dia, pase, pase, yo soy de La Plata… Hace diez años me fui para ingresar a la Escuela de Aviación de Córdoba, pero qué casualidad, hoy me trajo un amigo el diario El Dia. Acá está”. Efectivamente allí estaba. Miré los muchos tableros, con los muchos signos y luces y señales, y me retiré para dar lugar a otro pasajeros…
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Una de las notas de la periodista
Pero la cuestión de la experiencia personal de Matilde se torna en un hecho periodístico cuando ella se entera de la misión de los aviadores:
… Unos diez minutos antes de llegar a Río Gallegos, llamaban por los altavoces “La señora del diario El Dia. Corra a la cabina…”. En homenaje a mi ciudad me ofrecieron contemplar desde allí el paisaje… Mientras duró mi visita a la cabina advertí que también los civiles al frente de un avión se sentían protagonistas del difícil momento. Incluso el comandante y su acompañante hicieron mérito de haber estado en una gestión casi militar hasta fines de abril, transportando víveres hacia nuestras Malvinas. En cierta ocasión llevaron un enorme cargamento de cebollas. Ese día, dijeron, lloramos todos...
Como se sabrá, las notas de Matilde seguirán esa misma línea. Buscar voces entre la gente común, en el pueblo, algo tangencial al conflicto, pero que cumplen un papel central (como el piloto del avión); y que siempre tengan algo para decir de los acontecimientos que estaban ocurriendo en Malvinas.
En adelante, en sus más de 40 notas, los protagonistas siempre serán los mismos: hombres y mujeres de a pie.
De defensora a corresponsal de Malvinas
Matilde Kirilovsky (ese era su verdadero apellido) nació en el año 1912 en Berisso. Hija de inmigrantes rusos, Alaquin Kirilovsky y Emma Ioffe, que llegaron con las primeras inmigraciones de principios del siglo XX huyendo de los pogroms Zaristas, y que se instalaron en el llamado “Polo obrero de Berisso”: el frigorífico, los astilleros, el saladero. Aunque más tarde “los Kirilovski” se mudaron a la ciudad de La Plata donde Matilde hizo el primario en el Colegio “Tomas Espora”. Tiempo después cursó el bachillerato en lo que se llamó el “Colegio Superior de Señoritas”, que luego pasó a ser Liceo Víctor Mercante.
En 1930 decide iniciar la carrera de Derecho en la Universidad Nacional de La Plata, a sabiendas que iba a encontrarse rodeada de hombres. Las mujeres -por lo general- si decidían por una carrera universitaria, elegían otras carreras (literatura, música, artes plásticas). Las profesiones liberales estaban hegemonizadas por hombres, y la muy masculina carrera de Derecho no se quedaba atrás.
Matilde es una de las primeras mujeres en obtener el titulo de abogada en la Universidad Nacional de La Plata. Se recibe en 1934: le lleva sólo cuatro años obtener el diploma. Enseguida conoció a otro abogado, Samuel Creimer, con quien se puso de novia, se casó y tuvo 5 hijos. Juntos montaron un estudio jurídico al frente de su casa, en la calle 49 entre 11 y 12, justo al lado del Palacio-casa de Francisco López Merino, quien fuera el primer poeta platense.
Como abogada, la doctora Creimer fue una incansable luchadora por las causas de los más humildes y olvidados. Eligió inclinarse por temas de la infancia pobre, o -mejor dicho- la niñez diezmada, entre otros asuntos. También asumió un fuerte compromiso con la situación de los manicomios y las personas que padecían trastornos de salud mental. Para estas causas se vinculó en el Colegio de Abogados en las áreas respectivas de familia, minoridad y salud. En acción y pensamiento, nunca dejó de tener una inclinación feminista sobre las herramientas jurídicas.
En sus más de 40 notas, los protagonistas siempre serán los mismos: hombres y mujeres de a pie.
Como se mencionó anteriormente, un mes antes de iniciarse la contienda bélica interpuso un amparo para evitar el traslado de menores de edad del Hogar Estrada a la Cárcel de Olmos; pero la guerra interrumpirá el litigio, a partir de su viaje al sur. A su vuelta retomará las acciones y terminará controlando el hacinamiento en una cárcel destinada a personas adultas y no para menores de edad.
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La nota ante la situación de los menores trasladados a Olmos, en los días previos a Malvinas.
La poeta Alba Swann
Como el Dr. Jekyll y Hyde de Stevenson, o como en Fernando Pessoa que acude a todos sus heterónimos. Matilde se viste de varios nombres a la vez. Va usando distintos trajes a medida que varían su “yo” ante los demás. Así puede ser Matilde Kirilovsky, la que luce como pionera exhibiendo que es posible ser mujer y elegir una profesión a la altura de los hombres, para pasar a convertirse en la valiente doctora Creimer defensora de los más desfavorecidos.
Y en el plano de la sensibilidad artística de las palabras será una poeta, de nombre “Alba Swann”. La decisión de crear ese nombre de fantasía remitía a uno de los clásicos de la literatura universal: En Busca del Tiempo Perdido, cuyo primer tomo Marcel Proust titula “Por el camino de Swann”. “Swann” es el nombre que encandila a la heroína platense desde chiquita. Ese será el apellido con el cual firmará toda su obra poética.
Parte de la llamada generación del ´40 de la poesía platense, Matilde sigue a la línea trazada por la generación de Francisco López Merino, primer poeta nacido y suicidado en las diagonales, que ve en el soneto la tensión primordial del espíritu modernista en búsqueda de un espacio propio de la voz.
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Matilde junto a Borges en el Colegio de Escribanos de La Plata, 1964.
Malvinas: las voces de los limpiavidrios y los jubilados
Marcelo Ortale tiene 82 años, está jubilado y todavía continúa colaborando con El Día. Pasaron más de 40 años y siempre se quedó con las ganas de escribir un libro que cuente su experiencia como enviado. Estuvo allí todo el tiempo que duró la guerra, y recuerda perfectamente a Matilde.
“Ella fue enviada más tarde, y a Río Gallegos. En mi caso estuve desde el inicio en Comodoro Rivadavia, donde estaban la mayoría de los periodistas. Recuerdo que Matilde escribió varias crónicas durante las dos semanas, pero nosotros no teníamos un contacto, cada uno escribía y mandaba sus cables desde su punto asignado. Cada nota que salía pasaba por un férreo control militar, la manera de saltear esa censura era mandarla por la faxera, que era por donde se mandaban las fotos”.
En línea con lo que cuenta Ortale, las crónicas de Matilde parecen haber saltado ese cerco de información. En vez de entrevistar a militares y altos combatientes, su pluma hace hablar a aviadores, limpiavidrios y jubilados.
Rio Gallegos (enviada especial). (…) Latinoamérica es hoy ella misma y a un solo tiempo su propio hermano mayor. Tal la reflexión simple, pero a la que se llega inexorablemente andando y desandando los acontecimientos. Los acontecimientos de Malvinas nos ha puesto frente a nosotros mismos. Y los más indiferentes han sacudido su apatía…
El díctum oficial de la prensa canalla de la época es el “estamos ganando”; y aunque Matilde parece intuir que es muy difícil salirse de ese paraguas, sus variadas notas deslizan fragmentos de otras voces, siempre menores y de a pie, atemperadas con una fría ironía poética:
(…) El joven que nos limpiaba el parabrisas empañado decía a su compañero: “Lo que pasa es que Inglaterra que aparentaba tener nada más que un kiosco en las Malvinas, lo que estaba haciendo era preparar el terreno para instalar allí una gran estación de servicios solo o/a medias con otros… quien así decía no era profesor de derecho internacional público, ni mucho menos. Tal vez, un experto en limpieza de vidrios empañados. Seguimos nuestro camino. Se veía mucho más claro.
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Una de sus editoriales, desde Río Gallegos.
Como corresponde en una poeta de fuste, la mirada sobre Malvinas desde una docente jubilada es esa “silenciosa expectativa”, porque ·los soldados son, como el resto de la juventud, "los verdaderos destinatarios de los beneficios de una soberanía nacional sin retaceos. Ellos, sus hijos, y los hijos de sus hijos. Pueblo sin territorio no configura estado y territorio sin pueblo tampoco”.
Matilde remata sus ideas con una declaración de principios de una corresponsal de guerra que es -en el fondo- de paz:
Por mi parte quisiera ser siempre corresponsal de paz y no de guerra, no obstante la proximidad a nuestras islas se vive, no una exaltada psicología bélica sino una silenciosa expectativa de solución diplomática.
Y el remate con esta finta poética:
Se diría que caminamos en puntas de pie para no distraer a nuestros hombres empeñados en la difícil tarea de apagar la voz ronca de los cañones y encender la canción vibrante de la paz.
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Matilde y su tono poético.
Las notas de Matilde girarán sobre la indagación cultural y económica del conflicto bélico. Por ejemplo, en “El atraso Malvinense” (7/6/1982), interroga sobre el estado de abandono de Inglaterra sobre la situación de los Kelpers, los aspectos petroleros y los recursos naturales en juego.
A Matilde la quisieron nominar para el premio Nobel: la noticia causó revuelo porque la poeta no era conocida.
Es decir: no escapa a la poeta los elementos geopolíticos y el factor de atraso que se revela en la necesidad de la intervención, más allá de las formas o la oportunidad con las que el gobierno militar ha decidido invadir el 2 de abril.
La vuelta de la guerra
Cuando Matilde regresó a La Plata, ya nada podía ser igual. “Un profundo desasosiego la invadió tras el fin de la guerra”. Eso cuenta una de sus hijas para quien la experiencia del viaje fue un antes y un después. Su escritura cambió, también la mirada política y su actitud frente al mundo.
En la década del ´80 continuó trabajando como abogada, su activismo en temas de minoridad la llevó a la gestión en el área de Infancia junto a la jueza Irma Lima durante el gobierno provincial de Eduardo Duhalde (1997).
Con más de seis libros en su haber y con toda una trayectoria literaria en el ámbito de la provincia de Buenos Aires, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) y el Colegio de Abogados propusieron en 1994 a Matilde para el otorgamiento del premio Nobel de Literatura. La noticia causó flor de revuelo en el ámbito cultural argentino, porque la poeta no era conocida y el candidato natural debía ser (nuevamente) Adolfo Bioy Casares. Así fue como, de pronto, todos quisieron saber quién era esa mujer, de dónde había salido y qué era lo que publicaba. Y aunque nunca fue galardonada por Estocolmo, su nombre figura entre otras candidatas platenses propuestas y que tampoco lo recibieron: Estela de Carlotto y Ana Mon (en estos casos, aspirantes al Nobel de la Paz).
Matilde fue mamá de 5 hijos, que además de escritora, abogada y cronista de guerra, asumió la tarea de sus crianzas. Y también tuvo 8 nietos, que la siguen recordando como esa gran “Idish Mame”, porque según ellos siempre les dio todo su amor pese a sus intensas ocupaciones.
Esta inolvidable y multifacética mujer murió a los 88 años, en el año 2000. Está enterrada en el cementerio de La Plata.