domingo 21 de septiembre de 2025
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En las sombras de la memoria

Malvinas en la cancha de Gimnasia: la primera insurrección de los soldados

A medio año de la derrota bélica, cánticos desde la tribuna encendieron un acto masivo de rebeldía. Encabezado por soldados civiles contra las Fuerzas Armadas, la ceremonia de homenaje se convirtió entonces en resistencia.

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Todavía no es mediodía cuando el Sargento Primero Julio Noé Tantén aplasta la suela de sus botas sobre el césped de la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata. Ahí mismo, siete meses atrás, Diego Maradona hizo un gol en el amistoso despedida de la selección campeona de Cesar Menotti antes de viajar al Mundial de España.

Temprano, frente al espejo, Tantén se emprolijó los bigotes, esos que también tuvo en la guerra de Malvinas y que conservaría con disciplina hasta su muerte, junto a su fe en Dios y su pasión por Boca. Ahora marcha, una vez más, siguiendo la voz de mando de sus superiores del Ejército Argentino, hasta ponerse en formación en el centro de la cancha. Ya casi es verano, es un día de sol en la capital bonaerense y hace calor.

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Los protagonistas de la insurrección, en el césped de la cancha de Gimnasia.

Los protagonistas de la insurrección, en el césped de la cancha de Gimnasia.

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Así parado, firme, pegado a sus camaradas, Tanten escucha las salva de bombas, el Himno Nacional Argentino, el discurso del general Juan Carlos Trimarco del I Cuerpo y el mensaje del coronel Alberto Ramón Schollaert: "Hoy, la X Brigada de Infantería Mecanizada realiza esta formación especial para rendir emocionado y justo homenaje a sus muertos, desaparecidos, heridos de guerra y todos aquellos oficiales, suboficiales, tropa, que con heroico valor combatieron en nuestras Islas Malvinas en defensa de la soberanía nacional".

Sigue inquebrantable Tantén cuando empiezan a caer los primeros insultos desde los tablones de madera, donde se ubica el público. No es algo que esperara, pero se mantiene incólume. Él también sabe que Schollaert, el militar que les habla a soldados heridos y familiares de ex colimbas que no pudieron volver, nunca pisó las Islas. "A todos -grita el coronel, que junto a Trimarco, mucho tiempo después, serían procesados por delitos de lesa humanidad- la fe, el coraje y la reflexión inteligente y serena y el optimismo constructivo para seguir dando trascendencia a esta grande y gloriosa nación".

Es sábado 4 de diciembre de 1982, pasó medio año de la derrota bélica y la dictadura parece vivir una lenta agonía. En medio del derrumbe económico, el primer paro general unificado de la CGT convocado para el lunes siguiente y la ola ya imparable de reclamos internacionales por los secuestros, las detenciones y los desaparecidos, Reynaldo Bignone acababa de confirmar elecciones para el segundo semestre de 1983.

TANTEN
El Sargento Primero Julio Noé Tantén.

El Sargento Primero Julio Noé Tantén.

El sargento Tantén, parado bajo el sol del Bosque platense, en el Juan Carmelo Zerillo de 60 y 118, no sabe ni puede saberlo de ningún modo que falta un año -casi justo- para la asunción de Raúl Alfonsín. Tampoco lo saben, cerca suyo, el gobernador y el intendente de facto, Jorge Rubén Aguado y Abel Román, hincha y socio del club. Pero la caída ya se siente. Y el miedo a expresarse, entonces, se pierde.

“Ahí están, ahí están, y en las Islas se volvieron para atrás”.

El primero en cantar es el familiar de un colimba, pero enseguida se contagian unas 4.000 gargantas de las tribunas. De pie, sobre el mismo césped que el sargento, hay cerca de 2.500 pibes de 20 años, traídos en formación, con un brazalete celeste y blanco, que provienen desde la cancha auxiliar. La idea de los superiores era realizar la ceremonia en un acto privado: la cancha se usó ese día porque Gimnasia jugó de visitante ante Deportivo Italiano por el campeonato de la Primera B Metropolitana. A los antiguos soldados les dijeron que debían ubicarse en un terreno adyacente al campo de juego del estadio Juan Carmelo Zerrillo. Algunos se rebelan y se sientan en el pasto. Ya no son soldados y no quieren recibir más órdenes de quienes los torturaron entre el frío y el hambre del sur. Y no se callan cuando ven que esos oficiales y suboficiales reciben sus medallas.

“Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”.

Está comenzando lo que en las palabras propias de uno de ellos, Fernando Magno, se definiría como “el primer acto masivo de insurrección de soldados civiles contra las Fuerzas Armadas”.

“Vení vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar, sin policías, ni militares, la dictadura se va a acabar”.

En el medio de la cancha, desde las tribunas, a Tantén le llueven broncas, insultos y silbidos. Y así, siempre firme, comprueba lo inevitable: las autoridades militares ya no tienen el control. La tensión crece y Tantén piensa que. de alguna manera, había que frenarlos. Entonces, sin órdenes, hace lo que le enseñaron desde que entró al Ejército: pone su mano en la cintura y saca el arma.

Pero una trompada lo pone en su lugar.

Un hecho histórico silenciado

El golpe en la cara que recibe Tantén, inmediatamente después de amenazar a los ex colimbas con su reglamentaria, es un símbolo del derrumbe del poder de la dictadura, aunque la piña, y el acto en la cancha de Gimnasia, hayan quedado escondidos en las páginas de la historia argentina. Por el efecto de la trompada varios vieron, además, que a Tantén se le había caído la gorra. Todos salieron corriendo hacia los costados, y en el caos aparentemente nadie identificó a su agresor, quien entre los que separaban se escabulló entre la multitud.

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La prensa de la época reflejó la rebeldía.

La prensa de la época reflejó la rebeldía.

Había pasado apenas medio año de la guerra y los ex combatientes todavía estaban volviendo a la vida, sin trabajo, con secuelas físicas y pesadillas. El Estado les había dado la espalda. Los días de tormenta y en los que estallaban truenos desde el cielo, despertaban asustados para esconder la cabeza debajo de la almohada, como cuenta Walter Stefenon, llevado a Malvinas con apenas 19 años. Pocos días antes de un acto, ese año y en Plaza Moreno, algunos hasta tuvieron que salir corriendo -perturbados- cuando la ciudad de La Plata festejó su centenario con una torta gigante y fuegos artificiales, un sonido que hacía recordar los combates trágicos.

Ese sábado 4 de diciembre de 1982 llegaron al Bosque para reencontrarse, y a la vez esperar alguna respuesta a sus reclamos por el abandono con la asistencia social y la cobertura médica -como explican Gabriela Naso y Victoria Torres en el libro Esquirlas en la Memoria-, pero el acto militar terminó con puteadas, corridas, destrozos y botas pisando diplomas y medallas abandonados.

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Rodolfo Carrizo, conscripto del Regimiento 7, fue uno de ellos: llegó temprano, caminando desde calle 1. Pasó por la cancha de Estudiantes y antes de las once de la mañana entró a la de Gimnasia por calle 60. Le gustaba la idea de ver a sus compañeros, saber si habían conseguido trabajo, si estaban bien o si se habían recuperado de las heridas.

“Pensaron que se lavaban las culpas con la medalla y el diploma -dice, 43 años después, el presidente del Centro de Ex Combatiente Islas Malvinas de La Plata (CECIM)-. Desde el principio estaban tensos porque querían obligarnos a formar por compañía y nosotros nos resistíamos. Algunos empezamos a cantar por lo bajo la primera parte de la canción: ‘Se va a acabar’. Lo repetimos varias veces: ‘Se va acabar’... pero ahí frenábamos. Los milicos nos miraban, hasta que el enojo creció y cantamos la canción entera entre ex combatientes y nuestras familias que estaban en las tribunas. Fue el primer acto espontáneo de repudio, para hacerles pagar por la actitud deplorable que tuvieron en Malvinas y hacerles saber que las Fuerzas Armadas no representaban ni el espíritu de los colimbas ni el espíritu del pueblo”.

Martín Raninqueo, otro integrante del CECIM, había concurrido con su mamá. A pocas cuadras de la cancha, su papá se quedó atendiendo el autoservicio familiar, un local que fue sede de algunos encuentros fundacionales de la organización de ex combatientes. También ahí solían caer, preguntando por él, los agentes de inteligencia que vigilaban sus actividades.

Homenaje a los pibes
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Los "pibes de Malvinas" estaban contentos de volver a encontrarse entre ellos.

“‘No me grites más porque ya no soy soldado’. Eso sentíamos cuando los militares nos trataban como si estuviésemos en un cuartel”, explica ahora el poeta y músico, en su casa de Ignacio Correas.

“Fue un momento muy importante -agrega Raninqueo-. Tenía que ver con la caída de la dictadura y el nacimiento del CECIM La Plata. Ahí empezaron nuestros primeros encuentros con organizaciones del campo popular, los derechos humanos y las Madres, que todavía miraban a los ex combatientes como soldados que habíamos quedado pegados al relato militar, o sea, a la cuestión épica de Malvinas. Y si bien hay una parte de soldados que aún hoy siguen adhiriendo a la postura de la dictadura, hay muchas organizaciones que no, que somos críticos de la decisión de haber ido a una guerra no sólo contra Inglaterra sino también contra la OTAN”.

En casi ocho años de gobierno militar, nadie en el país recuerda otro acto público y masivo de rechazo a la dictadura. Así y todo, lo que pasó ese mediodía en el Bosque fue casi olvidado de la historia. Los diarios de la época pusieron el foco en los “incidentes” y una crónica en El Día mencionó los “cánticos contrarios al Proceso”, pese al intento de los militares por tapar el ruidoso reclamo.

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Los diplomas también fueron rechazados.

Los diplomas también fueron rechazados.

“¿Por qué permanece oculto y casi nadie lo recuerda?", se pregunta hoy Jorge Di Pietro, del Centro de ex Combatientes de Berisso y Ensenada. "Bueno, estábamos en plena dictadura, que se ha encargado a través de medios cómplices, de parar esa situación y que no sea difundida -continúa su reflexión-. Ya había empezado la campaña de ´desmalvinización´ que nos trataba a nosotros como ‘loquitos de la guerra’ y que nos obligaba a callar todo lo que nos habían hecho. Todavía hoy hay vestigios de la dictadura que siguen operando, como vemos en la Justicia. Sino, cómo se entiende que a 43 años de la contienda bélica, la causa de torturas a ex soldados conscriptos, que se encuentra en Tribunales, no haya sido juzgada”.

Los días previos, y con secreto sigilo, las autoridades habían intentado blindar el acto y los servicios de inteligencia oficial habían hecho su trabajo para evitar que lo que se suponía sería un “homenaje” se transformara en un acto contra la dictadura. En el archivo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) conserva el legajo N° 20064, del 30 de noviembre de 1982, con 7 páginas de informes de espionaje sobre la organización del evento: “Se ha logrado establecer que se harán presentes en el lugar unas 600 mujeres pertenecientes a la organización Madres de Plaza de Mayo (...) y 100 familiares de desaparecidos de soldados de Malvinas”.

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Rodolfo Carrizo, uno de los referentes del CECIM.

Rodolfo Carrizo, uno de los referentes del CECIM.

El documento apuntaba a Hebe de Bonafini y Adelina Dematti de Alaye, a quienes acusaban de impulsar “la presencia de prensa oral, escrita y televisiva de países extranjeros y la adhesión de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, el Centro de Estudios Legales y Sociales, la Comisión de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas y Adolfo Pérez Esquivel”.

Los ex combatientes no recuerdan haber visto a las Madres en 60 y 118, y, consultado para esta nota, tampoco el premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel, recuerda haber estado allí. Ni siquiera lo registran los boletines de la Asociación que presidió Hebe, la mujer nacida en Ensenada que ya se había convertido en referente de la lucha por los derechos humanos. Ese 4 de diciembre, casualmente, Hebe cumplía 54 años, el primero sin su esposo Humberto.

El Lobo, el rescate y la memoria de una trompada anónima

Lo que ocurrió aquel día fue recordado el pasado 4 de septiembre de 2025 en el Vigésimo Congreso de Historia de los Pueblos, en conmemoración del centenario del Archivo Histórico de la Provincia. Los historiadores Agustín Bellido y Guadalupe Burtre, integrantes de la Subcomisión de Derechos Humanos de Gimnasia y Esgrima La Plata, presentaron un informe titulado “Gimnasia y Malvinas: una identidad que une, potencia y moviliza”.

En 2022, la Subcomisión estrenó un documental sobre el tema e invitó a los ex combatientes a la cancha, para un emotivo acto “a 40 años del fallido homenaje de la junta militar”, una actividad que fue registrada por el equipo audiovisual de la Comisión por la Memoria.

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El acto fue interrumpido cuando comenzaron los cánticos en las tribunas.

El acto fue interrumpido cuando comenzaron los cánticos en las tribunas.

“Hay un vínculo muy fuerte entre Malvinas y el Lobo -explica Bellido-. Gimnasia fue el primer club en nombrar socios honorarios a todos los ex combatientes de la región, apenas 9 días después del fin de la guerra. Boca y River lo hicieron recién en 2022. Además, unos días después, homenajea en cancha a tres de los ex combatientes que eran futbolistas juveniles de la institución (Walter Acevedo, Daniel Galli y Roberto Ruíz) y en agosto del ´82 le pone “Islas Malvinas” a un salón de la sede. Y algo más: en 2007 nace la primera filial de ex combatientes, la primera del mundo formada por ex soldados de una guerra”.

“Este acto histórico, del 4 de diciembre del ‘82, no está en la memoria del hincha de Gimnasia -agrega- Eso es lo que nos motivó a investigar.”

Más de cuatro décadas después, sólo un puñado de periodistas e investigadores se ocuparon de contar aquel estallido heroico de “los pibes de Malvinas” contra los genocidas. Y todavía hay un dato que falta: el nombre de uno de los protagonistas claves de aquel caluroso mediodía.

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Otra postal de la cobertura de los diarios sobre el acto.

Otra postal de la cobertura de los diarios sobre el acto.

“No recuerdo quién fue el soldado que pegó la trompada y pateó el alma de Tantén…perdón, el arma quise decir. Mirá vos qué fallido”. Martín Raninqueo no sabe quién fue. Ante la pregunta para esta crónica, otro dice que seguro tal lo conoce, pero ese “tal” se niega: “Todos sabemos, pero si él nunca lo contó, yo no voy a hacerlo”.

¿Quién fue?

El autor de la piña a Tantén, tan relevante en la trama como los cánticos anónimos y masivos que colmaron las tribunas de la cancha de Gimnasia, permanece en el anonimato. “Dame un rato y te digo. Le voy a consultar a uno que estaba al lado. Aparentemente fue un compañero de la Compañía Servicios del Regimiento 7”, responde un tercer ex soldado por WhatsApp, en la mañana de un lunes de agosto.

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Legado de los espías policiales sobre el acto.

“Seguimos rastreando -escribe por mensaje, minutos después-. Ya nos comunicamos con varios compañeros pero ninguno sabe el nombre de quién fue el que le propinó la piña a Tantén. Donde tenga información, te vuelvo a escribir", promete.

La conclusión llega a la tarde. “Al último que le consulté me dijo que no sabe quién fue. La verdad es que en todos estos años nunca supimos quién le pegó. Fue un colimba, sí, que supo interpretar la presión de todos y si no era él, le iba a pegar cualquiera de nosotros. En Malvinas se cagaron todos los milicos, los grandes patriotas. Si me entero quién fue el protagonista te digo, pero nos representó a todos porque todos teníamos ganas de cagarlos a trompadas. Más allá de un nombre, esto fue la piña del colectivo hacia la dictadura”.

Fue un momento bisagra. Además del contexto de caída de la dictadura, empezó el nacimiento del CECIM La Plata.

El caso de Tantén es distinto. Sin un rol de peso en el aparato represivo y tampoco en la guerra, su nombre quedó escrito en las pocas crónicas que narraron lo que pasó aquel diciembre del 82. También en un poema de Raninqueo, bisnieto del lonko mapuche del mismo apellido, preso en la Isla Martín García junto a Vicente Pinsen y otros lonkos. Empieza así:

“No sé cómo escribir, Sargento Tantén/ sobre sus Remington Patria modelo Argentino, /prolijamente enfilados en su sala de armas”.

“Es un poema titulado con la lengua de mis ancestros -cuenta Raninqueo- y está escrito a partir de enterarme que el Regimiento 7 guardaba como reliquia los fusiles Remington que se usaron en la ‘Campaña del Desierto’. Entonces establezco un diálogo ficticio con el sargento Tantén, encargado de la sala de armas, donde aparece la escena de él desenfundando un arma en la cancha de Gimnasia y nosotros revoleando ‘los diplomas como cucarachas’”.

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Martín Raninqueo leyendo uno de sus poemas.

Martín Raninqueo leyendo uno de sus poemas.

La rebelión en la cancha de Gimnasia, espontánea, de corta duración, y sin planificación previa ni como parte de un programa de lucha, fue el punto de partida para organizar la lucha de los colimbas. Esos centenares de ex conscriptos, que estaban en el campo de juego y lucían desamparados, rechazaron ser homenajeados por los mismos que los torturaron y humillaron en los confines de una guerra tan alucinada como atroz. Además de revolear los diplomas, muchos tiraron las medallas sin nombre que les habían entregado y se fueron de la cancha cantando “Argentina/ Argentina/ Argentina”.

“¿Cómo empezar un poema / sobre la nueve milímetros que me entregó / para ir a las islas? / ‘Vas a necesitar mucha suerte con esta’ –me dijo–, / ¿Cómo escribir sobre la noche de mis costillas / tatuadas por sus borcegos? / ¿Qué versos sobre el día / de mi partida del Ejército / que finalicen con el arma que desenfundó / en la cancha de Gimnasia y Esgrima / donde, terminada la guerra, / nos dieron medallas / que arrojamos al viento / como cucarachas?”, se lee en el corazón del poema de Raninqueo.

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