“Para ir a catecismo en la parroquia Nuestra Señora de Luján (de 60 y 27), cruzábamos la plaza con mis amigos y parábamos a ver los pescaditos de colores, ¡cosa de chicos!”, aporta un recuerdo sentimental Gerardo Romano, lugareño y abogado, que fue edil de la UCR cuando se produjo la primera renovación tras la democracia en el Concejo Deliberante local.
Para los ultimos años de la década del ’50 la señorial fuente había dejado de existir. El motivo fue la realización de una obra pluvial, al realizarse una entubación. El túnel subterráneo avanzaba por la calle 25 —que era de tierra— desde el parque Castelli, y al pasar por el medio de la plaza Brandsen, la municipalidad decidió romper lo que un tiempo antes había construido. Jamás hubo intentos para ser repuesta.
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Fundadores del club Brandsen que nació en la plaza y tomó su nombre
Cuando quedó el espacio vacío, “Pato” Balvidares —personaje del barrio—enseñaba a bailar el tango, en los sesenta, el mismo que quedó en la memoria como organizador del muñeco de fin de año que se quemaba en la esquina de 61 y 24.
En sus pasos fundantes, cuando el gobierno de Dardo Rocha ordenó la construcción de los edificios públicos, la primera población platense tenía acento italiano. Después de la Guerra Mundial de 1914, ese rasgo inmigrante se acentuó más aún, con españoles.
Un club con el nombre de la plaza
A la sombra de las tipas y las primeras palmeras de 25 y 60, las asambleas vecinales le fueron dando forma a una institución, la segunda en nacer con cinco meses de diferencia; en noviembre de 1941empezó Universal, en 25 entre 57 y 58, y en marzo de 1942, Asociación Coronel Brandsen, que tomó ese nombre como una extensión natural de la plaza. La urbe platense tenía 302.073 habitantes, incluidos los 52.946 extranjeros (Censo de 1947). Los paisanos se organizaban en su arribo para afincarse en lugares cercanos. Los italianos eran Rovella, Simonelli, Peroncini; un puñado de españoles estaban Seisdedos y Bereciartúa y los platenses Belvedere, Varallo, Mangieri, Bezzi y Tartaglia. Sus domicilios tenían “vista” a la plaza. Y su mentalidad comunitaria no dilatará el hecho que en el primer acta se escribió como Centro de fomento, biblioteca, club social y deportivo Coronel Brandsen.
Las asambleas dejaron de ser al aire libre, y empezaron a realizarse formalmente en una casa de la calle 24 entre 59 y 60, propiedad de la familia Negri —prestamista reconocido de la ciudad—. La sede provisoria que alquilaron por una suma razonable tenía cinco habitaciones, baño, cocina, galpón y terreno. Esa sede-casa no puede borrarse de las retinas de Gladys Bereciartua y Martha Mabel Ojeda, dos amigas en la actualidad, que eran chiquitas y acompañaban a sus padres en las primeras reuniones.
A mediados de 1943 los socios Osvaldo Bezzi y Angel Lunaschi propusieron crear una Comisión Pro-Local, que se encargó de conseguir “un terreno propicio para la construcción de la Sede permanente” (Acta 66 del club) y ya en julio de 1945 se puso la piedra fundamental en 60 entre 23 y 24, lugar que hoy en día es un bastión de las instituciones de bien público.
El primer presidente electo Rigoberto Rovella a ocupar el sitial de la Presidencia, pronunciaba breves palabras de exhortación: “Trabajar por el engrandecimiento lícito de la institución”. Le decían “Tito”, fue inspector de obras en Vialidad y, vaya destino, se había criado en el actual distrito de Coronel Brandsen, donde fue maestro y director de una escuela rural. Se comprometieron a trabajar en un radio de acción que iba de 19 a 31 y de 57 a 64, con el fin de mejorar la realidad social, como el alumbrado público y el pedido de asfalto, además de crear las primeras subcomisiones: de biblioteca, de bochas y de fiestas.
Los socios fundadores del nuevo club marcaron una diferencia rápidamente, por la inteligencia y probada capacidad profesional. Entre ellos, un importante empresario de la construcción Atilio Simonelli, que edificó dos casas comerciales del vestir: Casa Garganta y Casa Delmar; Francisco Peroncini, yesero excelso, que con la firma “Peroncini e hijos” se especializó en cielorrasos, realizando obras de arte en sus trabajos. Lo llamaban “Checo” y era apasionado de la ópera, que estudió en la Scala de Milan, en su país natal, y cuentan que al entonar en una habitación de 60 entre 24 y 25, número 1648, donde ahora se ve una verdulería, “vibraban los cristales de la casa”.
José Bereciartúa fue metalúrgico, que tuvo una estancia en City Bell, “El Ombú”, que le vendió al Club Estudiantes (tenía una amistad con el presidente pincharrata Mariano Mangano); Osvaldo Máximo Bezzi, primer secretario de actas, abogado y profesor emérito en Derecho Administrativo, que en 1980 integró el Tribunal de Honor en Gimnasia y Esgrima La Plata.
Pedro Varallo, el protesorero, trabajó de administrativo de la Policía de la Provincia. Cuando nacía Brandsen hacía tres años que su hijo Francisco dejaba de jugar por lesión en la rodilla.
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Pancho Varallo, figura emblemática del barrio de Plaza Brandsen
Varallo fue figura nacional en el primer Mundial de 1930 y entre Gimnasia y Boca sumó 214 gritos de gol. “Pancho” vivió cien años y en el predio deportivo, la cancha principal lleva su nombre desde 2005, con su bella presencia en el acto. Había nacido en 1910 en una casa de la calle 62 entre 26 y 27, y al poco tiempo la familia se mudó a la calle 27 número 1524 entre 63 y 64, tal como describe Ruben Di Luca —recordado contador público que trabajara en la AFA, y sobrino del legendario goleador—, en el libro “El Cañoncito Varallo, su vida y sus goles”.
El primer Jardín de Infantes
El casco urbano necesitaba de un Jardín para niños y niñas de 3 a 5 años, y la inauguración tuvo lugar en la Plaza Brandsen, en 1947. Se retiene en la memoria del club y del barrio el nombre de su impulsor, Antonio De Luca, socio, dirigente y con una recordada mueblería en 60 y 23; más tarde, fueron continuadores Edgardo Emir Di Cola y Norberto Osvaldo Sánchez. “Chiche” y “Coco” trabajaron para lograr el reconocimiento del Ministerio de Educación, que en 1974 subvencionó un ochenta por ciento de los sueldos de las dos maestras, profesora de música, preceptora y directora. Se remodelaron las aulas y se denominó desde entonces “Pinocho” (DENO 1248). Sus últimas décadas tuvieron a Carlos Saenz y Luis Tarquino, hasta que en 1999 dejó de funcionar en el club, tras cincuenta años al servicio de la comunidad.
De las directoras más destacadas, Carmen Amaya de Pifarre, en tiempos que la indumentaria i fue el guardapolvo blanco, con moñito o corbatín. Se organizaban paseos para la Primavera y contaban con la cesión del transporte gratuito, por cesión de la empresa “El Expreso Ensenada”, con sede administrativa que en proximidades de la Plaza Brandsen.
Lidia Perri fue otra directora, en una etapa en que los alumnos iban con vestimenta a tono con los colores del escudo del club, la sala rosa y la sala celeste.
El Tranvía “5” en su recorrido por 60 pasaba por encima de la rambla y subía a la plaza Brandsen, a diferencia de la plaza de 19 (antes Alsina, hoy Yrigoyen) donde la máquina iba pegada al borde, rodeándola. Paraba en 137, donde bajaban los últimos. Aún pueden verse las vías. El último viaje fue en la Navidad de 1966.
Para los carnavales, se hacían los corsos, con elección de la reina y una multitud disfrazada. El Palco estaba en 22 y 60, en esa misma esquina que fue famosa por la heladería Aconcagua, de don Jacinto Alvarado, con su anexo de mesa, que en invierno se reconvertía en pizzería. A pocos metros, entre 21 y 22, lo que hoy es la casa de comidas Marelli, estuvo la rotisería de Pedro Coriolano quien sabía despachar a alguna clienta jocosa con algún chorro de los antigüos sifones de soda. Parte del carnaval, con las carrozas producidas que frenaban en la puerta del club.
Sobre la plaza, al numeral 167 tuvo su agencia de lotería el mítico Pancho Varallo. Y a unos metros, donde hoy existe un kiosko, atendió una peluquería Julio Varallo, quien recibió ese local como un regalo de su hermano. “Tucho” Varallo iba más al club que Pancho, y de hecho fue representante en torneos de bochas e integrante de la subcomisión de básquet.
Natalia Mangieri, nieta del crack, recuerda que una vez Gary Lineker, el goleador del Mundial ’86, visitó la casa y la plaza, como enviado de la BBC de Londres.
Del otro lado de la plaza, donde continúa el mismo diagonal 94, existió la filial 10 del Banco Crédito Provincial, actualmente supermercado Pamela.
Paisaje de arrabal
Norberto Sánchez, el actual presidente del Club Brandsen, con 88 años cumplidos el 21 de marzo (los celebró con gente del club, que a su vez realizó el acto por el 83 aniversario), nació en el barrio, en el seno de una familia de pura sangre andaluz, los Sánchez y los Invernón. “Pasé mi infancia acá, aprendí a jugar a las bochas, al ajedrez, al ping pong, al básquet. Con un amigo al que le decíamos Billiken venía a lavar las copas en los bailes, y conocía a todos los miembros de la primera comisión directiva”, cuenta “Coco”, que en 1980 vivió uno de los días más felices de su vida al ser electo presidente del Club Gimnasia y Esgrima La Plata.
Figura futbolística del “Lobo” fue Ruben Oscar Di Bastiano, de 26 entre 60 y 61, quien evoca a su padre, que fue fotógrafo del diario La Razón y de Casa de Gobierno, pero en su sueño más lindo quería ver al “Nene” en primera. Y lo vio, nada menos que debutando en la semifinal del Nacional A de 1970.
El barrio vio pasar en su juventud a dos que alcanzarán a ser actores famosos. Boris Rubaja, quien iba a la pileta y a la Colonia –vive en Israel desde el año 2002– y a Héctor Bidonde, que habitó un caserón de 60 y 26. Antes de morir, sonrió ante la coincidencia de la fecha de su nacimiento y la fundación de la institución, el 2 marzo (Bidonde era del ’37). “La plaza Brandsen era como mi segunda casa, salvo los inviernos que eran muy crudos. Viví allí desde 1948 hasta 1954, momento en que estaba muy descampado. Un día pedí permiso y me encontré vendiendo pastillas Volpi en los bailes de Brandsen. De vez en cuando iba a jugar al básquet y en esa rutina del club mi pasión era aprender a jugar al billar”.
Sobre diagonal 93, uno de los cuatro atajos de cien metros que desembocan en el rombo de la plaza, durante cuarenta años vivió Carlos Saenz, imprentero, que dedicó veinte de su vida al club, junto a su esposa Elba Filattiera. Bajo su gestión, compraron el predio deportivo de calle 161 y 52.
Imprevisto cambio de nombre
El 5 de octubre de 1995, la letra fría de la ordenanza Municipal número 8562 instituyó la denominación de Plaza Presidente Juan Domingo Perón, con motivo del centenario del natalicio (8 de octubre de 1895, en Lobos). En el artículo 2 se autorizó “la construcción de un monumento y busto con la figura del mencionado ex Presidente”, aspecto que tardaría más de dos décadas en concretarse. El monolito está donde alguna vez brilló la fuente.
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Monolito en recordacion del "Día de la Lealtad Peronistas", inaugurado en 2020
“El Coronel Brandsen no debió ser reemplazado por otro nombre. Hay pruebas que fue un patriota”, apuntó Dossena. “Nos sacaron la idiosincrasia, la plaza Brandsen era la individualización del barrio, hubiesen hecho otra plaza y la bautizaban Perón. En su momento nos tomó a todos por sorpresa”, señaló Romano.
Quien motorizó la ordenanza fue el recordado afiliado peronista Dante Aragone, que vivía en diagonal 93, entre 25 y la plaza. Tenía un cargo político y trabajaba en el Concejo y era una institución del partido peronista. Para rechazar la medida se reunieron en un petitorio 120 firmas y, bajo el nombre de “Unión Vecinal Plaza Brandsen”, se presentó un reclamo formal ante las autoridades. El grupo de vecinos fue tildado de “antiperonista”. Lo cierto es que la enorme mayoría asegura que los vecinos nunca fueron consultados. Ni siquiera se enteraron los del Comité Radical de la Sección Quinta. Fui concejal en los ochenta, pero para entonces ya no estaba; ¡no lo hubiera permitido!”, afirmó Romano.
Según se pudo saber, a modo compensatorio más tarde se aprobó la ordenanza 8561 que denominó como “Coronel Federico Brandsen” a la Rambla de la calle 60 en el trayecto entre 19 y 25 . Pero, como nunca se colocó un cartel, casi nadie lo sabe.
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Aun la cartelería en algún sector de la plaza conserva la anteriror denominación
Y cuando, en cierta ocasión, desde el club se preguntó por este motivo, otra ordenanza (12228) del 19 de mayo que designó con el nombre de "Coronel Brandsen” a la rambla de Avenida 60, pero entre las calles 23 y 24. Los vecinos quedaron francamente desconcertados.
En marzo de 2022, con motivo del octogésimo aniversario de Asociación Coronel Brandsen, dirigentes de la entidad, sensibilizados y activando estrategias por la puesta en valor de la historia vecinal, organizaron un acto en homenaje a los socios fundadores, colocándose una placa de mármol en el corazón del espacio verde.
Más allá de nombres y hombres, la plaza es un remanso familiar. Hace treinta y dos años sumó como un centinela al Centro Recreativo Tercera Edad, con la cancha de bochas. En 2011 dejó de estar la calesita, pero tiene su Feria Artesanal, bancos pintados, juegos infantiles y los sueños de pibes y pibas que estudian a unas cuadras en los colegios San Pío X y Mater Dei. También está la placa tallada en mármol que recuerda que en ese sitio empezaron muchas cosas. Y dice así: “Homenaje a los hombres que en esta Plaza crearon un club para la familia, el progreso edilicio del barrio y el fomento de la cultura y el deporte”.