El embotellamiento a esa hora de la madrugada es sorprendente. Las familias platenses ya brindaron en sus casas y compartieron deseos para el año que comienza. Sobre la rambla de la avenida 19 no hay un solo espacio para dejar el auto; el tránsito desde la 54 abarca las cuatro cuadras entre 15 y 19. Son las 2.20 y todos parecen marchar como imantados, conscientes o no, por lo que está por ocurrir en la esquina de 17 y 53. Allí, como una postal que se repitió año a año durante décadas, se congregaba uno de los rituales populares de la región: la Fiesta del Muñeco, un clásico de convocatoria masiva en La Plata.
Unos salen de casas linderas, otros descienden de autos y se suman a una masa que camina en dirección a esa esquina, tal vez, la más famosa de la ciudad en la celebración del Año Nuevo. Falta poco, como cada 1 de enero todo está por comenzar. Al doblar la esquina pueden verse cientos y cientos de personas dando color y calor a la fiesta; renovando, como cada año, la tradición popular de la quema de muñecos, una celebración con sello platense casi única en el mundo. Hay familias, grupos de amigos, parejas, chicos y chicas; todos esperan el inigualable espectáculo del fuego.
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Luz en el cielo en la Fiesta del Muñeco
Como siempre, la cita es a las 2.30. Entonces el momo parece cobrar vida, se ilumina y la estructura comienza a sacudirse; las extremidades resuenan y una llamarada emerge y crece. Le siguen estallidos acompasados. En medio del resplandor incandescente sólo se divisan algunos retazos de la escultura callejera hecha de papel, madera y metal. Los asistentes graban el show ígneo con sus celulares envueltos en una especie de trance mientras las llamas consumen al muñeco y al año, al pasado, a la mala racha, a las penas, al desamor… hasta convertirlo todo en cenizas.
“Al principio venían los bomberos y nos decían que se iba a prender todo el barrio”, rememora Juan Carlos Román mientras busca un pegamento sintético detrás del mostrador de su ferretería. Junto a su hermano Daniel y un grupo de jóvenes del barrio dieron vida a la tradicional quema de 17 y 53. Son el grupo fundacional.
“La lengua de fuego se hace grande y, de pronto… ¡blum!... se apaga. Entre medio suenan centenares de bombas de estruendo y el fulgor alcanza unos veinte metros pero de golpe se desvanece. La gente queda como flasheada”, se entusiasma Juan Carlos y abre teatralmente los ojos estirando la boca como en las famosas pinturas del noruego Edvard Munch.
El ferretero desmenuza algo parecido a un procedimiento: “Primero se prende fuego y después las explosiones. Porque metíamos la bomba adentro. Los pozos petroleros se apagan con explosión cuando se prenden fuego. No se puede apagar de ninguna otra forma. La explosión sofoca el oxígeno y se apaga”. Los pibes lo sabían; lo tenían estudiado. La técnica de explosión contra incendio brinda mayor seguridad y evita riesgos para las personas pero también para los árboles, cables y casas próximas.
Mucha gente se preguntaba, ¿cómo hicieron para que se apague?
En el momento se vivía como un aquelarre ya que muchos empezaban a correr. Algunos que se habían puesto muy cerca del muñeco salían, espantados, cien metros para atrás.
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El 25 aniversario del muñeco de 17 y 53, que ya superó las tres décadas
A medida que la tradición creció entre los platenses y los pibes del muñeco de la esquina de 17 y 53 se hicieron conocidos en toda la ciudad, después de la quema, empezaba lo mejor y nadie quería perderse la “Fiesta del Muñeco”, un espacio libre para el barullo y la diversión en plena calle.
La primera chispa
El primer muñeco que se armó en la esquina de 17 y 53 fue para celebrar la llegada de 1994. Todos recuerdan que se hizo para competir con el momo de la familia que era dueña de una panadería cercana que había hegemonizado la tradición en el barrio. Aquella primera experiencia también sirvió para acompañar anímicamente a una de las chicas del grupo que había perdido a su novio, también vecino. Entre los pioneros estaban Manuel Vázquez, Raúl Aguilar, Daniela y Sebastían Cadile, además de los ya nombrados hermanos Román. Su primera creación fue un Demonio de Tasmania de unos diez metros de alto.
“Al principio era todo muy rústico. Luego logramos un nivel superior con la integración de varios vecinos artistas. Algunos hoy son profesores, como Daniela, recibida en Grabado en la Facultad", evoca Daniel Román. Y agrega: "Cada uno hacía lo que le gustaba, todo muy amplio y un poco anárquico, no había jefes ni órdenes. Yo me encargaba de la estructura porque sabía soldar”.
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Figuras míticas y dioses, entre los elegidos
En los comienzos, la figura a representar se elegía por votación: cada uno llevaba una idea y se elegía. Los que traían las propuestas más creativas eran varios chicos y chicas que estaban en la Facultad de Bellas Artes. Una vez puestos de acuerdo en cual era la figura a crear empezaba el operativo para concretarlo. “Siempre en la calle, se comenzaba armar, se finalizaba y se quemaba allí, todo a la vista del barrio”, remarca Daniel, estableciendo diferencias entre otros grupos de la ciudad que arrancan a trabajar en lugares cerrados y sólo sacan la creación para terminar de ensamblarla y ubicarla en el lugar de la quema.
Con el boca a boca, el evento se hizo muy conocido y convocante para muchos jóvenes
El grupo se preocupó para que las bombas de estruendo utilizadas en la quema tuvieran una confección especial. Al explosivo se le sacaba el dispositivo que lo hacía saltar por los aires. De esta manera, se aseguraban que al detonar no despedazara el muñeco ni se expandiera hacia los costados. Así, eran las propias bombas de estruendo las encargadas de apagar de golpe la llamarada, “quedaba la campana de la catedral zumbando”, explican sus creadores.
Poco a poco, a medida que el muñeco de 17 y 53 se fue convirtiendo en un clásico de las madrugadas de año nuevo, se fueron sumando más chicos y chicas, especialmente estudiantes de disciplinas artísticas. Había un grupo que tenía una especie de taller o atelier a una cuadra, en 18 entre 53 y 54, que pronto se convirtió en una especie de bunker. Esto fue generando un cambio notable tanto en los dibujos que sirven para el diseño, el armado y la incorporación de detalles, suma de elementos que elevó notablemente la calidad de los trabajos. El resultado de esta evolución fue el primer Minotauro, en1997, según recuerda Román.
La autogestión como bandera
Se cree que en La Plata la tradición de la quema de los muñecos arrancó entre 1940 y 1950. Originado en los barrios y de naturaleza autogestiva, el ritual de la construcción y quema de los momos contempla una estrategia de recaudación de fondos para poder cubrir el costo de elaboración. El trabajo de búsqueda de materiales y armado, las relaciones humanas que se tejen en esas semanas por una empresa sin otros fines que promover la creatividad, el encuentro y la celebración constituyen el carácter distintivo de este festejo platense.
"Hubo intendentes que nos ofrecían pagar por poner cartelería atrás. Y los sacamos rajando, no acordamos nada" "Hubo intendentes que nos ofrecían pagar por poner cartelería atrás. Y los sacamos rajando, no acordamos nada"
Para hacer frente a los gastos, al grupo de 17 y 53 se le ocurrió organizar fiestas los meses previos. En noviembre y diciembre se llegaron a armar tres fiestas algunos años para juntar el dinero suficiente. El plan también era divertirse, claro está. Con la recaudación se compraba la pirotecnia y otros elementos y más de una vez se llegó a alquilar grúas para levantar las partes superiores.
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Los vecinos en la vereda y la pirotecnia en la previa
Varias de esas fiestas se hicieron en espacios marginales o semi abandonados que eran intervenidos para la ocasión. Un viejo galpón, una casa cualquiera, un club de barrio. La metodología era pedir un lugar y proponer reacondicionarlo a cambio del uso para la fiesta. Todo era muy minimalista. “Colgábamos telas, apagábamos las luces y listo, underground total y a la gente le encantaba. Vendíamos birra barata, entrada barata”, detalla Daniel Román. Y acota: “Eran lugares que si los veías antes decías ‘acá no se puede hacer nada’”.
“Una vez pedimos un lugar donde paraban los taxistas, y después se hizo “El Pueblito”, el bar sobre diagonal 74, que funcionó muchos años. Lo crearon después de nuestras fiestas”, cuenta Juan Carlos, con cierto orgullo.
"En el Club de los Ferroviarios de Tolosa hicimos una vez. No sé cuanto espacio tenían. Nosotros lo llenamos de gente y quedó gente bailando en la plaza, era increíble. Todo el mundo venía a preguntarnos cuando era la Fiesta del Muñeco."
Las manos dedicadas a construir las esculturas callejeras de papel, madera, fierros y pirotecnia, destacan precisamente “la autogestión”. Así lo remarca Daniel: “Nunca tuvimos sponsors. Por suerte nunca pasó eso. En realidad, se buscó la forma de no tener que llegar a eso”.
“Lo bueno es eso, el muñeco nunca transó con nadie. Hubo intendentes que nos ofrecían pagar por poner cartelería atrás. Y los sacamos rajando, no acordamos nada. Era tan popular que a ellos les servía la bandera política atrás”.
En una oportunidad el dueño de una cadena de pinturerías ofreció brindar la cantidad necesaria de pintura a cambio de exhibir una bandera a modo de propaganda. Recibió como respuesta una firme negativa. Asombrado por el espíritu del grupo, el empresario decidió, igualmente, donar las pinturas.
Además de ingeniárselas para buscar fondos previamente, el grupo también organizó un mecanismo de recaudación el mismo 1 de enero en la calle.
La Fiesta del Muñeco
Llegó un momento en que la Fiesta del Muñeco de 17 y 53 se erigió en la mejor opción para muchos jóvenes. Se buscó el horario para iniciar la quema mas tarde y convocar a gente de otros lugares. Con el boca a boca, el evento se hizo muy conocido y convocante. En rigor, era la fiesta mas esperada de la primera noche del año para muchos jóvenes platenses.
Para organizar la fiesta luego de la quema, el grupo tuvo que conseguir un buen sonido y montar una barra con bebidas. Daniel recuerda que, al principio, fue algo comunitario, “venían familias enteras con su heladerita y su bebida. Y si alguien no tenía se le compartía el trago”. Con el tiempo, y a medida que la fiesta se convirtió en un fenómeno multitudinario, se organizó también la barra para venta de bebidas, de modo de recaudar para cubrir deudas y, si sobraba un fondo, empezar a juntar para el próximo muñeco. Aun así, Daniel recalca: “Todo era muy anarquista. Del grupo alguno venía, atendía la barra, luego venía otro. Sin horario ni control”.
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El trabajo autogestivo, un lazo comunitario
A aquel primer Demonio de Tasmania, de diciembre de 1993 -que se repitió en una nueva versión en 2003-, le siguieron figuras que, en general, respondieron a temáticas vinculadas con cuestiones míticas, figuras infrahumanas y distintas especies animales, algunas extinguidas. Entre ellas se inscriben los muñecos King Kong (1994); Alien (1995); Minotauro (1996); La Gárgola (1997); El Diablo (2003); El Sapo (2004); El Pulpo (2005); Dragón Chino (2005); Kufuek (2007); Centauro (2009); La Salamandra (2010); Cíclope (2011); La Tortuga (2014); La Esfinge (2016); El Mamut (2017); Poseidón (2019).
También hubo otras creaciones que se vincularon más con el contexto social como Autocensura (2001), Resistencia (2000); Licuadora (2002); DJ,s (2008) ; Desconfianza (2012); o Aparecido (2015).
Año a año, el staff que trabajaba en los muñecos se renovó ampliamente. Hay nombres de amigos, familiares con diferentes edades y actividades que se suman a los ya citados mas arriba: Martín Merdoff; Agustín y Emanuel Cavalleri; Facundo Martínez; Gonzalo Varela; Ezequiel García Zúñiga; Hernán Blasco; Carlos Juárez; Juan Carlos Martínez; Francisco Ungaro; Leonel Pinola; Jorge , Manuel y Julián Puig; Gonzalo Dell Occhio; Juan Pablo Gago; Mariano Rodríguez; Yamila y Daiana Aguilar; Agustina y Mariquena Sánchez; Lucía Zadra; Florencia Frías; Ágata Crespo, Hugo Encalada; Laura Recce; Arian Núñez; Fabián Martínez; Santiago Iaserre.
Mensajes y simbolismo
Otro de los puntos clave es el período de armado. Allí se juegan las relaciones sociales, el trabajo comunitario, el esfuerzo sin fines de lucro para ofrendar el trabajo final a la comunidad. Allí también juegan, en efecto, las ideas de los hacedores. Muchos señalan la impronta y el espíritu soñador y rebelde de Daniel Román, al que todos llaman Kelo.
En muchas de las noches de quema, el grupo compartió mensajes vinculados con diferentes situaciones del país y del mundo. "Esto lo hicimos a mano con Daniela. Ella hizo el grabado; tallaba en madera el diseño, pintura en el rodillo y toda la noche haciendo los materiales para repartir", cuenta Daniel mientras exhibe un folleto que tiene guardado en una carpeta llena de recuerdos.
Nadie quería perderse la “Fiesta del Muñeco”, un espacio libre para el barullo y la diversión en plena calle
La figura creada es uno de los dos pilares del rito popular; del otro lado se encuentra el fuego, ese elemento natural cautivante de las civilizaciones desde el inicio de la humanidad. El fuego que congrega toda la celebración, explican desde el grupo, es un elemento poliédrico y viene desde la antigüedad hasta nuestras calles platenses cada fin de año con la “quema de muñecos”. Ciertas veces durante las noches de trabajo en la confección del momo, los muñequeros de 17 y 53 reflexionaron sobre el simbolismo del fuego. Incluso se promovían lecturas al respecto.
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La reedición de el Demonio de Tasmania, un clásico
“Con el fuego nuestros antepasados aprendieron a cobijarse las noches heladas logrando sobrevivir alrededor de la fogata, más también nuestra historia cuenta con el fuego para la destrucción de pueblos enteros”, repiten casi a coro los creadores de la famosa esquina que en 1998 presentó un muñeco alegórico llamado la Creación del Fuego. El grupo en la quema invita a dejar atrás lo pasado, “limpiar” o “purificar”, prepararse para el nuevo año. En su interior, cada persona elige qué dejar atrás para que el fuego se lo lleve, y así recibir el 1 de enero un poco más aliviados.
Una de las características más sobresalientes de las creaciones de 17 y 53, a lo largo de más de treinta años de vida, es que los momos han sido de grandes dimensiones y, muchas veces, cubren buena parte de la avenida 53. Por ese motivo, más de una vez recibieron las quejas de algunos vecinos, y hasta fueron multados por la Municipalidad por no cumplir con la normativa que rige la actividad.
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Madera, chapa, alambre: todo sirve para el muñeco
En una época las autoridades se propusieron trasladar los momos de fin de año a la avenida Circunvalación. Entonces, el grupo se opuso con firmeza: “En ese momento nos querían sacar a todos y ahí colgamos banderas diciéndo ´Los muñecos son barriales´. Es de la comunidad”. Juan Carlos ríe y asegura: “El nuestro fue el muñeco más prohibido de la ciudad y eso nos hizo más populares”.
Los hermanos Román recuerdan que la Municipalidad reglamentó las quemas de muñecos mediante una ordenanza (N° 10.456 y el decreto N° 2039 de 2008) imponiendo una serie de pautas. En ese tiempo la comuna mandaba personal y grúas para retirar los momos que no cumplían con los parámetros establecidos. “Nosotros nos acuartelamos y no se lo pudieron llevar. Así invitamos a todos los muñequeros de otros barrios a festejar ese año acá. Entonces ahí es cuando se hizo muy masivo".
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El recambio generacional, eslabón clave
En algunas ocasiones, el grupo también realizó trabajos enmarcados en el contexto histórico-social. En el cambio de milenio hubo en la ciudad una producción récord de más de 200 muñecos, buscando representar a las figuras más trascendentes del siglo XX. Entonces, en 17 y 53 se realizó un hombre primitivo de unos ocho metros, con la intención de plantear la posibilidad de un nuevo comienzo para la civilización. Entre los testimonios recogidos por la prensa de la época se resalta el de uno de los organizadores que soltó la siguiente reflexión: “Se hicieron muchas macanas en este siglo, entonces este ser humano vuelve a comenzar con el fuego, para generar la esperanza de hacer las cosas mejor para el futuro”.
En esa oportunidad, el muñeco se llamó "La creación del fuego" (1999).
Un encargo particular
Entre la enorme cantidad de anécdotas que pululan alrededor de la historia de los muñecos de 17 y 53, hay una que resulta muy llamativa y cruza las fronteras de la ciudad. Corría el 2006 y el mítico 5 de Boca Juniors, Mauricio “Chicho” Serna, acababa de colgar los botines. Serna fue para los xeneizes un verdadero baluarte en la disputa de las copas Libertadores e Intercontinental. Fue así que alguien desde afuera de La Plata había visto sus trabajos y quería hacer una figura del emblemático volante central, por lo que entró en contacto con los creadores de la tradición en 17 y 53.
“Vinieron a preguntarnos de Boca si en una semana podíamos hacer el trabajo que consistía en reproducir al jugador en tamaño real. No era fácil, tuvimos que salir a buscar fotos en el diario. Cuando trabajás con volumen en tres dimensiones no te alcanza con una foto pero aún así lo hicimos”, rememora Daniel.
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El fuego, consumación de la fiesta en La Plata
Una vez terminado había que llevar el muñeco a una peña en Rosario. Al momento de entregarlo los “clientes” le dijeron que no tenían dinero para pagar y que todo iba a salir de una cena show en la que se cobraba entrada para ver al ídolo. Fue así que Daniel viajó en la caja de un camión hasta Rosario junto a la réplica de Serna que durante el evento incendiaron pero sin pirotecnia. Cuando todo terminó, Daniel aún no había podido cobrar el trabajo y tuvo que colarse a la peña para poder conseguir alguien para que lo trajera de vuelta a La Plata. Finalmente se subió a un BMW de uno de los directivos que lo dejó en San Telmo y nunca le pagaron por el muñeco.
La historia de los momos de 17 y 53 está reflejada en innumerables relatos, fotos y videos que conservan muchos platenses. Hace pocos años, Gabriel Darrigran y Gastón Azcona montaron una muestra fotográfica sobre la arraigada tradición de los muñecos platenses que hizo eje en las criaturas construida en aquella mítica esquina. “En los´90 se produce un fenómeno extendido de realizar muñecos de fin de año, y empieza a mutar la tradición”, explica Darrigran sobre los años en que se produjo la irrupción del grupo de 17 y 53.
Como signo de los últimos tiempos, uno de los muñecos más representativos copió la copa del mundo que apenas unos días antes la selección argentina había obtenido en Qatar. Se llamó, precisamente, "La Tercera". Y ese año, para celebrar la tercera década de las fiestas del muñeco en 17 y 53, la propuesta fue bautizada con el sugerente nombre de "Cohete espacial- 30 años".
Begum es un segmento periodístico de calidad de 0221 que busca recuperar historias, mitos y personajes de La Plata y toda la región. El nombre se desprende de la novela de Julio Verne “Los quinientos millones de la Begum”. Según la historia, la Begum era una princesa hindú cuya fortuna sirvió a uno de sus herederos para diseñar una ciudad ideal. La leyenda indica que parte de los rasgos de esa urbe de ficción sirvieron para concebir la traza de La Plata.