Miguel de los Santos Cajaraville fue, en rigor, un militar argentino que en 1813 se incorporó al Regimiento de Granaderos a Caballo y sobresalió en el combate de San Lorenzo y Batallas como Sipe Sipe, Chacabuco, Curapaligüe, Gavilán, Talcahuano y Cancha Rayada.
El Coronel Manuel de Pueyrredón definió a Decano -tal fue el nombre que el joven granadero le puso a su corcel- “como el mejor caballo del ejército patriota, enseñado para la guerra”. El pingo de aspecto robusto y gran obediencia para la rienda nació en lo que es en la actualidad Bartolomé Bavio, donde retornó para morir bajo los cuidados de “el guapo” Cajaraville: así lo solía llamar San Martín destacando su bravura en el campo de batalla.
El combate consagró la valentía del granadero y su caballo que fue la inspiración de la hermosa zamba “Sesenta Granaderos”. El combate consagró la valentía del granadero y su caballo que fue la inspiración de la hermosa zamba “Sesenta Granaderos”.
Leopoldo Lugones (hijo) es otro que reconoce la pasión del granadero por este noble “doradillo colorado a cuyo lado pasaba gran parte del día. El caballo le contestaba estremecido en relinchos”.
LA HISTORIA DEL GUERRERO Y SU CORCEL
De la historia de la independencia argentina, como los grandes hechos de armas, apenas se conocen con suerte los nombres de sus protagonistas. Muy poco de los hombres del llano, de los militares de la tropa: éstos sólo aparecen en algún recuento de muertos o sobrevivientes.
Tal el caso de Miguel de los Santos Cajaraville, cuya figura concita un gran interés por pertenecer al fundacional pago de Magdalena. Nacido en Buenos Aires, su nombre se encuentra inmortalizado en algunas calles y plazas, una de ellas con placa recordatoria lo evoca en la entrada del pueblo de Bavio. El militar tuvo honores de todo tipo, pero ninguno tan importante como el haber sido llamado “guapo” por el mismísimo San Martín.
San-Martin-pintura.jpg
Fue un caballo fundamental en las principales batallas de San Martín.
También apareció en coplas de plumas populares y en versos de los llamados poetas cultos. La historia y la literatura consagraron al granadero y a su fiel amigo, su caballo Decano. Ambos entraron al círculo de los grandes caballeros y sus corceles gloriosos. Si conocemos a “Bucéfalo”, “Strategos”, “Babieca” o “Marengo” es porque hicieron dupla con guerreros como Alejandro, Aníbal, Rodrigo de Vivar o Napoleón. A esta lista se suma Decano el colorado malacara, que salió de las huestes de los granaderos y retornó glorioso al terruño después de las duras campañas de los Andes.
El hermoso potrillo colorado nació en la estancia "La Magdalena". Se consagró como el mejor caballo del ejército patriota, "enseñado para la guerra".
Todos vieron que cuando volvió de las montañas ya estaba ciego y casi no le quedaban energías; las que tuvo las puso en la batalla y junto a su amo. A Cajaraville lo reconocía por el olor, extraña fidelidad la de ciertos animales por el hombre. A su muerte el valiente criollo fue enterrado en algún lugar de la estancia que no se pudo determinar. Y eso que el Ejército Argentino intentó infructuosamente ubicar sus restos.
La gestión resultaba casi imprescindible, dado que Decano era considerado por los especialistas como el criollo creador de la Caballería Argentina. Este brioso corcel de una valentía y entrega sin límites, resultó herido en varias batallas como la de Maipú, después de cuyas acciones quedó al borde de la muerte. Formó con su jinete una sociedad heroica sumando hazañas en los campos de batalla. A lomos del Decano, Cajaraville encabezó las tropas en acciones como la toma de Villa Parral que ha sido considerada una hazaña militar en la que se hicieron diez veces más prisioneros que los soldados que tenía a su mando.
El Decano fue destacado por los entendidos como un caballo de buen pie, de andar suelto y rápidos movimientos. Tenía un carácter activo, era enérgico y dócil y siempre estaba atento a lo que le dictaba con sus riendas el granadero Cajaraville. Rústico y resistente, lideraba la vanguardia con su enorme recuperación en el campo de batalla.
A LOMOS DEL CABALLO DE ACERO
A lomos del Decano, Cajaraville quemó pólvora y blandió el acero de su sable lanzándose como una ráfaga sobre el enemigo realista.
Carajaville-retrato.jpg
Retrato del "guapo" Cajaraville.
La dupla heroica de jinete y caballo nunca se amilanó ante el atronador sonido de los cañones ni la estampida de los fusiles.
El escritor costumbrista platense Carlos Raúl Risso, en su libro “Cajaraville, ¡El guapo de San Martín!” reconoce que Decano tenía algo que lo destacaba entre sus congéneres y hacía que los otros soldados reparasen en él con admiración; "por eso mismo y como eterno agradecimiento se encargó su dueño de brindarle atenciones hasta el fin de sus días”.
Decano, el colorado malacara, que salió de las huestes de los granaderos y retornó glorioso al terruño después de las duras campañas de los Andes. Decano, el colorado malacara, que salió de las huestes de los granaderos y retornó glorioso al terruño después de las duras campañas de los Andes.
El Coronel Manuel de Olázabal, en sus “Episodios de la Guerra de la Independencia”, expresaba: “Justo es hacer un recuerdo del famoso caballo colorado de Cajaraville, tan conocido en el ejército del Alto Perú y de los Andes”.
El militar cuenta que, en sus últimos años, Decano estaba completamente ciego, y que cuando su patrón le hablaba el animal lo olfateaba para reconocerlo y lo empujaba con su hocico.
UN PINGO CON ESTIRPE HEROICA
Muchos niños solían recitar en las celebraciones escolares el poema del autor Belisario Roldán “Caballito Criollo”. La composición, que alcanzó merecida fama, habla de este pingo nacional que “galopó rumbo al poniente y se hundió en el mismo sol”.
En la entraña de sus versos hay una referencia a caballos como El Decano, ”caballito criollo del galope corto, del aliento largo y del instinto fiel/caballito criollo que fue como un asta, para la bandera que anduvo sobre él/caballito criollo que de puro heroico se alejó una tarde debajo de su ombú y en alas de extraños afanes de gloria se trepó a los Andes y fue al Alto Perú".
Belisario Roldan.jpg
Portada de uno de los poemarios de Belisario Roldán.
DE LA GUERRA A LA PAZ
Los escritores se han preguntado si pudieron calificar a un caballo de héroe, pero no tuvieron dudas con El Decano. Lo vieron como el descendiente directo de aquellos corceles que abandonó Pedro de Mendoza tras la fundación de Buenos Aires. Los mismo que encontraron en la Pampa indómita el terreno ideal para reproducirse.
Por este animal simbólico de la Argentina se celebra el 20 de septiembre el Día Nacional del Caballo. Fue instaurado en 1999 con el propósito de conmemorar la relevancia de este icónico bagual que acompañó la historia del país.
La historia de "El Decano" es indisociable de la de Miguel de los Santos Cajaraville, bautizado "guapo" por San Martín y hoy inmortalizado en homenajes en Bavio.
Decano, como se dijo anteriormente, volvió victorioso de mil batallas y murió en el interior de un galpón de madera en la estancia de la vieja Magdalena, en la hoy localidad de Bavio.
Nunca mejor dicho aquel refrán de “la patria se hizo a caballo”. A propósito, Carlos Raúl Risso resume a modo de ilustración este presupuesto ecuestre de los argentinos: ”Ahí están el bayo blanco de San Martín, el rosillo de Belgrano, el oscuro de Urquiza, el bayo del manco Paz o el moro de Facundo Quiroga. A esta lista podríamos agregar con justicia a Decano de Cajaraville”.
La estancia donde nació El Decano.jpg
La estancia donde nació El Decano.
Las palabras del Coronel Manuel Olazábal hablando del ocaso del heroico criollo son testigo de otro merecido homenaje: ”Dónde están tus viejas fuerzas de otrora, gentil Decano. Solo tornarán mis fuerzas si la voz viril de mi amo me citara nuevamente con su antiguo reclamo ¡POR LA PATRIA!. Solo su grito de guerra me haría tornar los años…”.
Según fuentes históricas, El Decano es el único caballo nacido en la zona de la actual localidad de Bartolomé Bavio que salió a pelear con los gloriosos granaderos y volvió a su tierra después de las largas y duras campañas de los Andes.
El glorioso criollo, en rigor, murió de viejo y ciego en el mismo campo donde nació. Muy cerca del ombú bajo cuya sombra lo había parido su madre. Fue en 1825, tal vez en una primavera similar en la que dio su primer relincho.