Ni el menos optimista esperaba una derrota del equipo de Scaloni en su presentación ante Arabia Saudita y mucho menos después de abrir el marcador en forma temprano y más allá de los tres goles anulados correctamente -guste o no-, por posición adelantada, dos veces de Lautaro Martínez y una del capitán y emblema Lionel Messi.
Los dos goles por errores propios y virtudes del rival en el inicio del complemento anularon las ideas del equipo nacional. Los nervios, la falta de precisión, el nulo desequilibrio individual y la concentración del elenco saudita terminaron siendo un combo explosivo.
Es muy de argentino prender fuego todo y que pasemos del aire triunfalista desmedido, que nos llevamos todo por delante al "esto era sabido", "no jugamos nunca contra nadie", "Scaloni es improvisado que tuvo suerte" y "ahora no pasamos la primera ronda".
Lo mejor que puede hacer este grupo es de acá al sábado no consumir redes sociales, ni mirar y ni escuchar más nada y tratar de ponerse de pie, porque no fue por casualidad que esta selección haya generado tanta expectativa. Nadie le regaló nada.
Es cierto que ahora no hay margen de error y en teoría llegarán los dos rivales más complicados que había en el grupo. Autocrítica y no dejarse ganar por la mala onda y el pesimismo serán claves. El cuerpo técnico deberá medir muy bien quienes están para jugar, porque dio la sensación que algunos desde lo físico llegaron demasiado al límite.
Desde lo táctico, Argentina nunca pudo desnivelar por las bandas y tampoco cambiar y buscar por el medio. Sorprendió Arabia Saudita con una línea de fondo muy adelantada y marcando en línea, lo que le dio resultado. Por un lado, porque la tecnología le dio al equipo asiático en tres jugadas de adelantamiento al límite en el primer tiempo y después porque Argentina nunca pudo encontrarle la vuelta. Fue un partido que se jugó en no más de 25 metros y eso a los muchachos de Scaloni los complicó.
Desde lo individual el Cuti Romero no estuvo en el nivel conocido, en especial en la jugada del primer gol. Y del medio para adelante ninguno tuvo, ni siquiera Messi, la lucidez que se necesitaba.
No hay que dejarse llevar por la desazón de la derrota pero también hay que levantar la guardia rápido porque un Mundial no permite dos pasos en falso. Argentina tiene con qué pelearla, volviendo a lo que lo trajo hasta Qatar como uno de los candidatos.