lunes 10 de noviembre de 2025

Sandra Di Luca: historia de tres décadas como periodista del primer canal de TV platense

Oriunda de Mar del Plata, fue una de las primeras Licenciadas en Periodismo en la ciudad y se abocó a un campo por entonces poco explorado: el audiovisual.

El 16 de septiembre de 1991, con apenas 25 años, Sandra Di Luca (55) empezó a trabajar como periodista. Era difícil -aunque las cosas aún no hayan cambiado tanto- entrar a un medio de comunicación recién salida de la facultad. Y la expectativa que reinaba entre los egresados solía ser una constante: la gráfica. Pero a Sandra -nacida en Mar del Plata, criada en Balcarce, recibida en la UNLP- la contrató el primer canal de TV en crear contenidos pensados exclusivamente para la población platense y de la región. Era su primer empleo estable, registrado, algo raro ya por entonces en el desbordado mundo del periodismo. Y era, además, una novedad para la vida de las personas y las comunidades.

La televisión apenas estaba instalándose como lo que luego sería, un medio de comunicación masivo y casi imprescindible en todos los hogares. Por entonces, recuerda ella, iban al barrio con cámara y micrófono en mano y los vecinos todavía preguntaban "si veníamos del diario". Lo audiovisual, el reflejo de las poblaciones locales de sí mismas en televisión, fueron dos de los procesos más importantes que marcaron a Sandra como profesional de la televisión. Y hace pocos días celebró 30 años en esa tarea: producción, crónicas y presentación periodística en el canal platense por excelencia: Somos La Plata, Berisso y Ensenada.

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"Los periodistas del noticiero hacíamos todo: cuando entré éramos tres, y hacíamos notas en la calle, proponíamos temas en las reuniones de producción y después hacíamos el noticiero. Seguías todo el proceso: hacías la nota, te sentabas con el editor a editarla y después presentabas la nota en el noticiero", refiere la periodista en diálogo con 0221.com.ar. A pesar de que la empresa cambió de nombre, dueños y dinámicas de trabajo, ampliando las áreas específicas de cada instancia de producción, hay algo de esa tarea que aún se conserva: "Siempre hay un aporte de los periodistas para hacer propuestas y seguimiento de los temas".

Conseguir un trabajo como periodista a tan temprana edad hizo que Sandra optara por abandonar la carrera de Historia, a la que se había anotado cuando cursaba segundo año de la carrera de Periodismo. Con el cambio del Plan de Estudios, al título de "Periodista" (con carrera de tres años) podía sumarse el de Licenciado/a, y Sandra prefirió avanzar en ese camino junto a otros pocos estudiantes -apenas una comisión- a principios de la década del '90. En toda la carrera, solo tuvo una materia anual vinculada a lo audiovisual, llamada Periodismo televisivo. Eso fue cambiando con el tiempo, y en 1997 empezó a dar clase en la licenciatura, en materias específicamente vinculadas a la producción de narrativas audiovisuales.

GIRO DE FORMATO, GIRO LOCAL

“Nosotros íbamos a hacerle notas a la orquesta del Teatro Argentino cuando ellos estaban funcionando, sin el edificio, en lo que es el Cine Rocha, como en un subsuelo. Estaban esperando que terminaran el edificio”, recuerda Sandra. La cobertura periódica que le daba el canal a esas tensiones, o conflictos, contrastaba con la visita puntual de los canales nacionales para mostrar la inauguración, en 1999, a cargo del por entonces gobernador Eduardo Duhalde. “Detrás de la emoción de los cuerpos estables el día de la inauguración, vos conocías toda la historia anterior”, destaca. Los públicos, por su parte, también empezaron a conocer otras tramas -locales, regionales, no siempre visibilizadas en los medios nacionales- para construir su opinión sobre los sucesos mediáticos. 

Sandra cuenta que en esa época, “en los primeros años del canal, había otra relación con los funcionarios. Era mucho, mucho más normal que te dieran notas exclusivas. Hasta (Felipe) Solá diría que mantuvo eso, después con (Daniel) Scioli ya las exclusivas eran con los medios grandes”, dice. Remarca que en su trabajo conoció lugares “a los que uno no va regularmente si no trabaja de esto”, y que en un día cualquiera de trabajo “te podía tocar hacerle nota al gobernador o intendente, un reclamo por falta de agua en el barrio, una marcha por (Miguel) Bru o (José Luis) Cabezas, o el ensayo previo de un estreno en el Teatro Argentino. Eso a mí me gustaba: no saber mucho por dónde iba a ir el día y dónde iba a terminar”.

El cambio que la tevé local significó en la región “lo viví y lo vivo cuando la gente me comenta agradecida, o dice que hay cosas que si no las ve en el noticiero no las vería en otro lado. Y es así porque son de agenda local, lo mismo pasa con portales o diarios con enfoques regionales. Realmente hay espacios que son importantes; las ciudades de La Plata, Berisso y Ensenada tienen mucha actividad, y muchos actores muy importantes. Visibilizar todo eso también es importante”, asegura Sandra.

PERIODISMO HUMANO

En general, las historias que decide seguir periodísticamente son las que “me conmueven algo desde lo humano. He notado, con el tiempo, que eso es lo que me engancha. Puede ser una cosa súper profunda o algo aparentemente simple, porque las cosas que aparentemente son simples siempre tienen una complejidad. También los temas que me dejaban un aprendizaje. Una de las primeras notas que mi jefe mencionó como positivas era una muestra en el Zoológico armada para chicos no videntes. Era, lo que le llamamos en la jerga, una ‘nota color’. A mí me súper conmovió, sentí que aprendía un montón”, recuerda.

También rememora el primer reto que tuvo: “Fue porque no pude preguntar”. Hacía un año estaba en el canal y Ricardo Barreda había asesinado brutalmente a su esposa, suegra e hijas. “Me tocó ir al cementerio cuando enterraban a las víctimas. No había mucha gente, tampoco había medios. Estaba yo sola con mi compañero, y me quedé bloqueada. No pude preguntar. Tuve desde pudor por el dolor hasta miedo de que se enojaran... Se me mezcló todo. Mi compañero tomó imágenes y nos fuimos”, cuenta. Pero más tarde, en la reunión de producción, le reprocharon no haber hecho una entrevista. “En ese momento no me dio la experiencia, pero me quedó el aprendizaje. No fue fácil, me anuló la situación. Había poca gente y pocos hombres, y esos mismos hombres tuvieron que subir y bajar de a uno los cajones. Esa es la imagen me quedó”, recuerda del paradigmático caso. 

Aunque el policial no es su género preferido, cubrió numerosos casos: hizo “de todo”, como la mayoría de los cronistas consagrados, es todoterreno. Aun así, sus preferidas fueron las historias “que me dejaban algo en lo humano, el encuentro con la persona, un aprendizaje”. Y ese camino la llevó a recorrer otras geografías y temáticas fuera del canal, también desde el enfoque audiovisual, para reflejar vidas, conflictos y construcciones colectivas.

Durante diez años llevó adelante El Círculo Relatos, un ciclo de documentales de TV de media hora. “Fue una experiencia enriquecedora, la disfruté mucho y fue mucho esfuerzo también. Teníamos que pagar el espacio al canal, para lo cual había que comercializar el producto. Era la parte que no me gustaba ni sabía hacer, es algo que padecemos los periodistas en general. Pero tenía muchas ganas de hacerlo: poder desarrollar algunos de los temas que me interesaban del noticiero con un poco más de tiempo y una producción y posproducción un poco más cuidada”, cuenta. Empezaron en el año 2000, un momento sumamente crítico en el país, y eligieron historias que tuvieran que ver con grupos de personas alrededor de un proyecto colectivo.

“Queríamos trabajar la idea de que nadie hace las cosas solo. Veníamos de los '90, y como contamos historias muy diversas, salimos un poco de La Plata”, explica. Un grupo de mujeres del Delta que creó una cooperativa de artesanías, la historia del Teatro Princesa, los talleres de trabajo en cárceles y la dinámica de trabajo en Neonatología, en el Hospital de Niños, fueron algunos de los temas que abordó El Círculo Relatos. En 2008, Sandra viajó junto a un camarógrafo que participaba del proyecto y ocho excombatientes, a las Islas Malvinas.

“Ese fue el trabajo que más esfuerzo nos demandó, y que a nosotros profesionalmente también nos marcó más. Estuvimos una semana, el tiempo que iban los excombatientes por los vuelos, que eran de sábado a sábado. Habían empezado a ir algunos grupos porque se cumplían 25 años, y siempre me había interesado cubrir los temas vinculados con Malvinas, estaba en contacto con el Centro Ex Combatientes Islas Malvinas (CECIM)... Siempre más de un costado social, humano, o de las historias de vida, que del conflicto bélico o las relaciones internacionales”, añade Sandra.

Huellas en el Viento, el documental que nació de ese viaje, está disponible en la plataforma del Cine Select municipal como parte de las producciones locales; se proyectó el canal del INCAA, en el Colegio Mayor Argentino de Madrid y en la Casa Argentina de París. Después de dirigir esa película, Sandra decidió incursionar en el mundo de la escritura, que parecía haber quedado rezagado tras varios lustros de dedicarse a lo audiovisual. Hizo un taller con el escritor platense José Supera, y editó por Malisia su libro Salir al Aire.

ESCRITURA

“A veces me daban ganas de escribir algo y pensaba sobre qué. El hecho de haber conseguido un trabajo estable relativamente joven, que al principio nos llevaba muchas horas, y de haber tenido relativamente rápido a mis tres hijos, hizo que durante mucho tiempo no me quedara margen. Pero empecé este taller, y justo coincidía con que estaba por cumplir 25 años en el canal y 50 yo. Son esos números redondos que algo te generan. Y me puse a pensar que en realidad, yo tenía cosas escritas: para hacer los documentales o programas siempre escribís. Se me ocurrió ir por ahí, pensando hacer, no sé, diez crónicas periodísticas, pero en el taller Juan me fue conduciendo... me costó, porque no era lo mío, pero me fue convenciendo de que hablara un poco de mi experiencia como periodista. Y una vez que vencí la barrera del pudor -no estamos acostumbrados a hablar de nosotros sino a preguntar, o a que hablen los demás- pude vivenciar que siempre que uno escribe o cuenta lo hace un poco desde uno. Y hay cosas que yo pasé que pueden identificar a otras personas, o historias que no son exclusivas mías. También había cosas que por ahí tenía ganas de decir y que no daba el formato de noticiero para hacerlo”, explica Sandra. 

Acota, con humildad, que salir al aire es “algo muy sencillo porque escribir no es lo mío”. Pero así y todo, colaboró con su pareja, el periodista y escritor platense Pablo Morosi, en varios de sus trabajos de investigación, abocándose sobre todo a la historia de la desaparición de Miguel Bru (Dónde está Miguel). Y el año pasado, durante la pandemia, escribieron juntos una biografía sobre Ernesto Sábato, El escritor metafísico.

DEVENIRES DE LA PROFESIÓN

No creo que todo tiempo pasado fue mejor, para nada. Estamos en una etapa de transición o de transformación, donde habrá que encontrarle nuevos sentidos al periodismo”, opina Sandra. Y hace un raconto: “En los primeros años de democracia el periodismo tenía un prestigio tal, que prácticamente todo lo que aparecía en la TV era considerado verdad, quizá por la ausencia de voces o de poder decir las cosas los años previos. Después se pasó a una visión más frívola en los '90, y luego a una mirada muy crítica que yo comparto en gran parte. Pero creo que nos quedamos a medias y lo miramos de manera incompleta: creo realmente que así como la dirigencia política es un reflejo de lo que podemos generar como sociedad, en los medios también pasa esto. Y no es por echarle la culpa o responsabilizar a la sociedad, pero es lo que somos. Entonces cada uno desde donde esté, puede intentar mejorar su aporte”, señala.

Cuando ella empezó a trabajar en televisión, en 1991, Internet no era una opción ni un recurso. Puede sonar hasta descabellado, pero solo pasaron treinta años y las dinámicas de producción, las fuentes, los recursos técnicos y humanos -en resumen, una buena porción de lo que siempre se referenció con el periodismo- cambiaron drásticamente. Para Sandra, lo importante de cara al futuro es “trabajar siempre dándole mucho protagonismo a las distintas fuentes, y asumiendo que obviamente siempre tenemos un punto de vista. A veces hay trabajos en el que el punto de vista se puede expresar más libremente que en otros, y está buenísimo poder hacerlo, o poder decidir de qué modo expresarlo. Pero el trabajo con las fuentes es una garantía: si hay un conflicto o un tema arduo, voy a tratar de tener toda la información posible para ponerla a disposición, y en todo caso decir ‘este es mi punto de vista y estas son mis fuentes, y puede ser que vos tengas tu punto de vista o pienses distinto’. El pensar distinto es un valor para mí, creo que estamos muy atrapados en que las cosas son o blanco o negro, y a veces hay una gama en el medio”, señala.

En un tramo de la entrevista, recuerda el momento en el que una docente de Historia de su escuela secundaria les dijo que “teníamos que estar tranquilos porque los ingleses no iban a poder desembarcar ya que nuestras islas estaban cargadas de armamento”. “Cuando terminó todo mal, yo estaba esperando ver qué iba a decirnos la profesora. Y no me olvido más. Entró y dijo: ‘Hola, hoy no se va a hablar del tema Malvinas’. Y empezó con otro tema cualquiera. Nunca más habló, nunca explicó ni dijo nada”, recuerda con disgusto. Ya en la carrera de Historia, cursó y estudió con Carlos Giordano, excombatiente que la presentó con el resto de los integrantes del CECIM. Ella remarca que no le tocó “una historia de cerca” (en su familia o amigos cercanos) sobre Malvinas. Pero algo se conjuga entre ese silencio impuesto de adolescente, su búsqueda de historias de vida y la necesidad de profundizar en “los grises”. Su rol como entrevistadora también puede enmarcarse en esa línea: conduce en Somos el ciclo La entrevista, de media hora: un mano a mano en profundidad con un o una entrevistada. 

“Otro tema importante que se ha dado en estos últimos años es el de género”, acota en referencia al periodismo. “No puedo decir que yo lo haya sufrido particularmente, la mayoría de mis compañeros son varones y no he sentido que se haya dado, quizá porque somos un canal chico, somos pocos y hacemos de todo. Pero antes en el periodismo si había una mujer y había que hacer una nota política, y el hombre la quería hacer, la hacía. Por suerte eso creo que ha cambiado, y está dentro de los cambios positivos. En la tele se sumaron productoras, pero por ejemplo nunca una camarógrafa, editora u operadora”, señala Sandra, que filmó “muchas horas” para distintos trabajos personales, pero nunca contratada: “En la parte técnica todavía falta”.

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