Un grupo de expertos del Instituto de Astrofísica de La Plata (IALP, CONICET-UNLP) participó de un estudio que realizó Universidad de Warwick, Inglaterra, para entender la composición química de un “diamante” gigante que titila a 150 años luz de la Tierra. Se trata de una estrella moribunda compacta que agotó su combustible nuclear y atraviesa la última etapa de su evolución.
La región en la que el cuerpo celeste fue detectado está plagado de astros similares, incluso, el telescopio espacial Gaia, de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), ya halló alrededor de 13 mil enanas blancas y se habla de que existen otras 200 mil. Sin embargo, la que motivó el estudio que se publicó recientemente en Nature Astronomy presenta características que la vuelven única.
En esa línea, los expertos ingleses la catalogaron en su trabajo como “ultra masiva”, ya que su masa supera la del Sol: 1,16 masas solares, en contraste con la que presentan otras enanas blancas que oscilan en alrededor de 0,6 masas solares, cerca de la mitad de la de ese astro. Al analizar su espectro, es decir, descomponer la luz que emite, los especialistas se encontraron con un rasgo tan particular como difícil de explicar: una composición química inédita que combina hidrógeno y carbono. Para dilucidar el porqué de esa mezcla, los investigadores europeos tomaron contacto con colegas del IALP para que estos elaboraran una serie de modelos matemáticos a partir de los cuales inferir las causas.
“Lo que se espera encontrar en una enana blanca estándar es una mezcla de tres capas: una envoltura externa de hidrógeno, una intermedia de helio y una interna formada por carbono y oxígeno. En determinado momento ocurre un proceso convectivo que lleva el material pesado desde la superficie hacia el interior y el liviano en sentido inverso. Es como un mecanismo de dragado durante el cual las capas externas y visibles deberían verse enriquecidas en helio. En el caso de esta estrella, es la primera en ser observada que sólo presenta hidrógeno y carbono en su superficie, pero no helio, a lo cual no se encontraba explicación”, comentó la becaria del CONICET en el IALP, María Eugenia Camisassa.

La primera estrategia de los investigadores para hallar una respuesta a la incógnita planteada fue ir hacia atrás e imaginar de qué manera había sido el escenario de formación de la estrella. “El núcleo de las enanas blancas puede presentar al menos dos tipos de composiciones, según cómo fue su evolución previa”, plantea Alejandro Hugo Córsico, investigador del CONICET en el IALP.
El trabajo también permitió observar el movimiento de la estrella: hacia dónde va y la velocidad a la que se mueve. “Tiene una velocidad muy alta, lo que da indicios de que es muy vieja”, destaca Córsico. Y agregó: “Se estima que el Sol tiene 5 mil millones de años. La que estudiamos, unos 8 a 10 mil millones de años”.

La estrella estudiada tiene una particularidad adicional: es pulsante, es decir titila, tiene oscilaciones en su brillo. Lo que los expertos platenses proponen ahora es continuar estudiando su interior midiendo los períodos de esas pulsaciones para dilucidar la composición de su núcleo.