domingo 16 de marzo de 2025

Huellas digitales, ADN y sonidos: la original joyería platense que imprime anillos en 3D

El emprendimiento nació hace dos años y busca abrirse camino en el mercado mundial, no solo con joyas sino con pequeños prototipos para empresas. Sin stock ni local a la calle y con la genética siempre presente, la platense Nill design se configura como una pionera en su rubro.

“Una chica o chico se quiere casar. Se imagina el anillo de su vida, el anillo perfecto. Se lo encarga a un joyero y tres días antes del casamiento se da cuenta que el joyero interpretó  una cosa que realmente no era, y se quiere matar. Lo que nosotros decimos es: vos imaginá tu anillo, nosotros lo diseñamos, te lo mostramos en 3D, en jpg, lo que quieras; y si nos das el OK lo mandamos a imprimir. Así evitamos malas interpretaciones”.

Julián González es uno de los cuatro socios de Nill design, la joyería personalizada de La Plata que imprime con tecnología 3D. Así describe la razón de ser del proyecto, que con el slogan “materializamos el sentimiento” hace casi dos años comercializa anillos y otras joyas con diseños que van desde el mundo geek hasta la biología pura y dura, pasando por los clásicos facetados y las alianzas.

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González es licenciado en Administración de Empresas y se jacta de que Nill tenga “las tres patas del negocio”: el cuarteto de trabajo se completa con Sebastián Nill (diseñador multimedial y co-fundador del emprendimiento), Sebastián Moreno (diseñador industrial) y Mariano Vicentin (máster en Finanzas). El diseño, la comunicación y la búsqueda de inversores son hoy en día las principales actividades del equipo, que todos los días trabaja en el flamante coworking céntrico Weiaut.

DE LA PLATA PARA EL MUNDO

El proyecto de hacer una joyería comenzó en El Semillero Emprendedores, un espacio conformado por González y Nill para incubar proyectos y orientar a pequeños emprendedores locales. Primero pensaron en hacer bijouterie en plástico, pero después se aventuraron en el metal. “Seba decía que era imposible, porque en realidad hay máquinas que imprimen en metal pero salen arriba de un millón de dólares, las utilizan grandes empresas”, explica González.

Hasta que un día se les prendió la lamparita y se pusieron a practicar diseños e impresiones en una pequeña impresora 3D que Nill tenía en su casa. En medio de la faena se les cortó la luz, por la enorme cantidad de energía que necesitaban para producir. “Salió más o menos”, se ríe González, “pero fue un puntapié para decir ‘se puede, solo hace falta mejorar el proceso’”.

El método final con el que trabajan diariamente podría describirse como moldeado: primero se diseña el anillo, después se imprime un “negativo” con resina castable, un material que soporta altas temperaturas, y por último se rellena con el metal a elección. El resultado es impactante: joyas con un alto nivel de detalles y la particularidad de ser únicas en el mercado.

Desde que surgió la idea en 2016 hasta fines de 2018 pasó mucha agua bajo el puente. Con un mercado incipiente, los joyeros empezaron a repartir de modo gratuito algunos anillos en plástico, acero quirúrgico o bronce, hasta que a fines de 2016 una chica les ofreció dinero por un anillo facetado y aceptaron. Comenzaba una nueva etapa de consolidación y expansión del negocio.

Con una inversión inicial relativamente baja –ya contaban con máquinas de impresión y compraron otra de 15 mil pesos- Nill design busca llegar a los mercados mundiales sin referenciarse tanto en Argentina. Su deseo de ingresar al mercado global tiene como objetivo despegarse de la economía argentina para no tener que estar a merced de los bruscos cambios que suelen alterar las finanzas nacionales. Con una lógica de venta online y sin stock, otro de sus grandes objetivos es crear una “red mundial de impresores” y que en un futuro, cualquier persona en cualquier lugar del mundo pueda elegir un diseño de la web de Nill e imprimirlo. “La idea es enseñar el proceso a diferentes personas y que cada uno se lleve una comisión” por joya vendida, explica González.

Esta lógica, que tiene al cliente como protagonista y pretende abrir el juego a “impresores” de todo el globo, cerrará su círculo con otra herramienta: un espacio en la página web donde cada diseñador pueda presentar su modelo de joya para que los clientes lo elijan y compren, generando también una comisión.

DISEÑOS VISCERALES

Desde huellas digitales hasta ADN, pasando por electrocardiogramas y ondas sonoras, son algunas de las figuras que contienen los anillos de Nill. “Es una fuerza muy visceral y va en línea con esto de materializar sentimientos”, dice Sebastián Moreno. Así, los clientes pueden llevar en el dedo o en un colgante los primeros latidos del corazón de un hijo, la huella digital de sus padres o el sonido graficado de su canción favorita.

Eso sin contar el mundo geek: “A veces no tenemos idea de lo que nos piden, pero todos los personajes se pueden buscar y diseñar y plasmar en distintas piezas: pines, medallones, aros, etcétera. Son joyas que pueden portar sin que se vean tan plásticas, que tienen más poder y más carga”, ejemplifica Moreno, y asegura que junto al mundo de los BitCoins, el geek es “un nicho bastante importante”.

Nill trabaja en metales como bronce, plata 9-25, oros de 14, 18 y 24 kilates, oro blanco y rojo. Los precios rondan los de cualquier otra joyería: mientras que un anillo en bronce se cotiza en 1.200 pesos, uno en oro 14k sale 6 mil y en oro blanco o rojo 16 mil.

“Hoy en día tardamos una semana en construir un anillo. Para mí es mucho, el objetivo es que sea en tres o cuatro días, no debería pasar de eso. Los Sebastianes me quieren matar, pero yo voy bajando la vara”, advierte González, que en su rol de coordinador siempre busca maximizar la producción en el menor tiempo posible.

ROBOTS Y PROTOTIPOS: EL HORIZONTE

Las reuniones semanales de socios tienen siempre un tema latente: el lanzamiento de la página web en diciembre, que contará con un “market place” y el espacio para diseñadores. Para enero tienen otro desafío: diseñar un robot online para que cada usuario/a pueda fabricar su propio anillo, partiendo de un modelo estandarizado. Si el diseño gusta, puede quedar registrado en la web y que otros usuarios también lo elijan. “La idea es que sea un robot muy simple y sencillo y que una persona con poco y nada de conocimiento pueda usarlo para diseñar una pieza”, dice González.

Con pasos “cortitos pero seguros” Nill pretende, para julio de 2019, lograr un “punto de equilibrio” y que todos los integrantes del equipo puedan vivir del negocio. “Cuando descubrimos que podíamos imprimir en metales se abrió un abanico enorme, por ejemplo se contactaron con nosotros empresas que necesitan prototipos y nos piden algún pedacito”, cuenta González.

Este conocimiento aplicable a distintas industrias le permitiría a Nill proveer de pequeñas piezas de prueba a grandes empresas. “Hacer una matriz e imprimirla y que salga mal es carísimo. Si se equivocan de diseño se propaga el error, entonces trabajar a pequeña escala permite corroborar el diseño, y a la vez ahorrar”, explican.

Aunque esta joyería platense recibe cada vez más mensajes de consulta y día a día consolida una clientela, también trabaja la responsabilidad social empresarial:   fomenta el uso de materiales reutilizables y tiene como perspectiva la contratación de personas con discapacidad para realizar algunos tramos del proceso, como el pulido a mano. En palabras de uno de sus fundadores, “el proyecto tiene que ser un poco más aspiracional que simplemente revolucionar la joyería, que es lo que nosotros queremos”.

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