"Ese día me agarró un ataque, lloraba a los gritos. Me desesperé, pensaba en cómo iba a hacer sola con esta mujer, cómo iba a calentar las cosas para ella. Enloquecí", dice Elsa. La mujer se restrega las manos y se queda con la mirada hacia el piso, recordando el inicio de lo que fue un verdadero calvario. El 12 de octubre pasado, operarios de Camuzzi dejaron sin gas a la jubilada de 81 años y a su madre de 106, luego de haberlas intimado por la deuda de $27.000 que habían acumulado en pocos meses.
El sol entra por la ventana que da al frente de la casa de ladrillo visto, donde hasta hace pocas horas la puertita de chapa entre el enrejado negro anunciaba la ausencia del medidor. Las paredes color rosa viejo de la vivienda de 3 bis entre 519 y 520 mantienen las marcas de un calefactor en todo su esplendor en inviernos pasados y ahora inútil.
Para Elsa fueron días de ir y venir desde su hogar a lo de su nieta. Cruzar el patio y atravesar la puerta que comunica ambos inmuebles: un almuerzo o cena demandaban al menos dos viajes. "Para un guiso, por ejemplo, llevaba verdeo, ají, todo cortadito pero sin el agua. Se la agregaba allá porque si no me pesaba mucho. A veces sacaba lo que comía mamá y listo", detalla Elsa a 0221.com.ar. La escena se repitió durante una semana, con la abuela a paso lento por el jardín.
El día que se quedaron sin gas, en medio de la angustia recibió la ayuda de unos vecinos, a los que se acercó a contarles lo que había ocurrido. "Estaba con los nervios de punta. Al rato vinieron ellos y me trajeron una pava eléctrica", relata. Además de prepararse el mate, calentaba el agua que luego mezclaba en un balde para higienizarse.
"Empezaba de esa forma, después terminaba de lavarme la cabeza en el baño. No iba a ir a las 6 de la mañana a lo de mi nieta. Belén me dijo que fuera, pero estoy acostumbrada a bañarme a esa hora, no quería molestar. Además su bañera es mucho más alta y ya tengo dificultad en las rodillas, me cuesta andar", señala. Con su mamá fue similar: primero le lavaba el pelo, luego la cara y las manos. Los cuidados son mayores porque Luisa viene de sufrir una fuerte neumonía. "Así me las arreglaba", agrega mientras se acomodaba el collar con la imagen de la Virgen del Luján.

Los platos, con agua fría. Ya estaba acostumbrada a hacerlo de ese modo. "El tema es cuando la toco a ella. Me dice 'ay, pero qué tenés, estás muy fría'. Es como un bebé", dice.
A Elsa todavía le cuesta creer que se hayan detectado bocas taponadas, el faltante de rejillas de ventilación y llaves, además de fallas en los conductos del termotanque y la cocina. "Siempre anduvo todo bien. No se por qué me hicieron esta contra", se lamenta. Y hasta se reprocha el haber dejado entrar a la gente de Camuzzi justo cuando estaban solas: terminaron llevándose el medidor. "Uno dijo que venían a ver si perdía el caño, el otro se quedó afuera. Como me habló bien lo hice pasar, cosa que no debería haber hecho. Ahí empezó con que la estufa necesitaba una cámara afuera, que el horno esto, que está mal la seguridad", sigue.

Hasta principios de este año nunca había tenido problema en pagar las facturas de los servicios, pese a que percibe una jubilación de $8.000 y una pensión por su marido del mismo monto. Sin embargo, el último mes cobró tan solo $2.400 por los descuentos que le efectuaron por los préstamos que sacó para abonar las boletas. "Mamá tiene una pensión de $15.000 del sueldo de maquinista de mi papá. Me lo da, si no no sé como haríamos", recalca.

En ese marco, menciona que las tarifas de gas pasaron de $700 a $1.000 y luego $8.000. "Esos precios no puedo pagar, me atrasé en todo", insiste. El último miércoles vivió un nuevo susto cuando le notificaron de un aviso de deuda con Edelap por $3.700 de octubre. Horas después logró solucionar unos trámites y la prestataria le asignó la tarifa social.
En estos días recibió visitas políticas de todos los sectores. Pese a que agradeció su atención, reconoció que no hicieron mayores gestiones. Sí destacó el trabajo de la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, que además de realizar la denuncia penal contra Camuzzi, les brindó todo tipo de asesoramiento. De hecho, este viernes monitorearon las tareas del gasista matriculado enviado por la compañía para las reparaciones correspondientes en la vivienda.

"Hay gente que no tiene quién la ayude. Yo tengo que atenderla a ella, que no se da cuenta, pero necesita mucha atención", dice Elsa. Después de una semana fatídica, las ahora famosas abuelas de Ringuelet intentarán volver su rutina diaria, mientras el área jurídica de la Defensoría negocia con Camuzzi la condonación de la deuda.