Un escándalo sanitario sin precedentes sacude a la Argentina. Más de 50 personas murieron por intoxicaciones con fentanilo mal procesado, aunque fuentes cercanas a la causa estiman que las víctimas reales podrían ser muchas más.
Más de 50 muertes, cinco kilos de fentanilo extraviados y una trama de encubrimientos y vínculos políticos detrás de dos laboratorios bajo investigación.
Un escándalo sanitario sin precedentes sacude a la Argentina. Más de 50 personas murieron por intoxicaciones con fentanilo mal procesado, aunque fuentes cercanas a la causa estiman que las víctimas reales podrían ser muchas más.
De acuerdo a una investigación comandada por el diario La Nación, cinco kilos del opioide más letal del mundo desaparecieron misteriosamente de los laboratorios HLB Pharma y Ramallo, en medio de sospechas de encubrimiento, negligencia institucional y vínculos con el narcotráfico.
El brote ya dejó 48 muertos en todo el país. En La Plata fallecieron 15 pacientes tras recibir fentanilo contaminado.
Ya son 52 las víctimas fatales en el país por la administración de lotes contaminados de fentanilo. La Justicia sigue investigando a laboratorios y droguerías.
Según Sedronar, en marzo pasado se constataron cuatro kilos de citrato de fentanilo en las instalaciones de HLB Pharma, en San Isidro, y otro kilo y medio en la planta de Ramallo. Pero en mayo, tras las primeras muertes ocurridas en el Hospital Italiano de La Plata, la Justicia allanó los laboratorios y no encontró rastros del material. El fentanilo había desaparecido.
Cada kilo de esta sustancia tiene el potencial de matar a 500.000 personas. De ese modo, los cinco kilos perdidos representan una amenaza para más de 2,5 millones de vidas. A pesar de esta gravedad, los responsables siguen en libertad y la investigación judicial avanza con lentitud.
El caso se agrava por la cantidad de infracciones detectadas por la ANMAT: 180 en total, sin que eso haya derivado en clausuras antes de las tragedias. La falta de control, la pasividad estatal y las condiciones irregulares de almacenamiento y traslado de la droga conforman un escenario alarmante.
Los hermanos García Furfaro, dueños de los laboratorios y de un entramado empresarial extendido, aseguran haber destruido las ampollas y la materia prima. Para ello, presentaron documentación de una empresa de residuos peligrosos, MD Servicios SRL. Sin embargo, los documentos muestran fechas posteriores a la orden de no innovar emitida por la ANMAT, lo que compromete aún más su versión.
A esto se suma un extraño robo reportado días antes del allanamiento, en el que supuestamente se llevaron las cajas fuertes que contenían el citrato de fentanilo. Las condiciones necesarias para su conservación no habrían sido respetadas, lo que también pone en duda la credibilidad de esta explicación.
Testimonios relevados por La Nación indican que parte del fentanilo pudo haber sido trasladado a galpones de General Rodríguez, en una planta de la firma Cables Epuyén, también controlada por los García Furfaro. Incluso se mencionan camiones de la empresa Tres Arroyos que habrían cargado pallets de ampollas antes del operativo judicial.
La investigación también apunta a las inconsistencias en las "mermas" reportadas por HLB Pharma. Mientras el promedio de pérdida por producción ronda el 4 a 8%, este laboratorio registraba entre el 24 y 25%, lo cual podría haber sido una maniobra para justificar desvíos al mercado ilegal.
Además, existe un canal interno denominado "veterinario", a través del cual presuntamente se canalizaba parte del fentanilo hacia usos no aprobados, incrementando los riesgos y alimentando aún más las sospechas.
El fentanilo, 100 veces más potente que la morfina, es una sustancia de altísima regulación internacional. Sin embargo, en Argentina fue importado en plena pandemia sin controles efectivos, según alertaron organismos internacionales.
La DEA, que colabora con la investigación, considera que la magnitud de lo desaparecido excede cualquier uso médico nacional y solo podría tener como destino el mercado negro, donde carteles internacionales son los principales compradores.
Mientras las familias lloran a sus muertos, muchas veces sin saber la verdadera causa del deceso, la Justicia apenas comienza a conectar las piezas de una red que parece llegar mucho más lejos que un par de laboratorios truchos.