María Roldán de Bernabitti, la mujer que desafió la puerta del frigorífico
María Bernabitti tenía prohibida la entrada al Swift de Berisso. La habían echado después de una huelga y los capataces no querían verla ni de lejos. Pero en los minutos finales del días previa al 17 de octubre, con la convicción que da el miedo vencido, decidió entrar igual.
La escena, reconstruida por su hija Dora Roldán, parece sacada de una película: María, de 37 años, organizando una distracción en la puerta del frigorífico para colarse entre los vigilantes, y luego gritando entre las secciones:
—¡Lo van a matar a Perón! ¡Tenemos que movilizar!
Cuenta la historia menos conocida de esos momentos que los obreros, sorprendidos, la escuchaban con respeto. Sabían quién era. Había sido una de las mujeres más combativas del sindicato, allegada a Cipriano Reyes, delegada del Swift y voz encendida en las asambleas. En minutos, la fábrica se convirtió en una marea de trabajadores dispuestos a marchar.
Maria bernabitti
María Bernabitti de Roldán, tomaba la palabra en las asambleas y movilizaba a los obreros del Frigorífico Swifft de Berisso
De los campos a la carne
Su historia, como la de tantos obreros de Berisso, había empezado lejos de lo frigoríficos. María y su marido Vicente llegaron desde el campo en 1933, escapando del hambre y la miseria de las cosechas itinerantes. Habían visto morir a un niño de inanición en una estancia cerca de Vedia y juraron que nunca más vivirían entre la indiferencia de los patrones rurales.
En los frigoríficos encontraron otro tipo de explotación. Hombres y mujeres trabajaban jornadas extenuantes por siete centavos la hora; las mujeres, por menos. Las condiciones eran brutales: los obreros eran números en un cartel, y si no alcanzaban el piso de producción, los despedían.
En esa dura cotidianeidad del Swift y el Armour se forjó el carácter de María. Vivían en los conventillos de la calle Nueva York: piezas de madera, baños comunes y ollas compartidas.
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Una postal de la Calle Nueva York, en pleno furor de los frigorificos
El Barrio Obrero: promesa y bandera
María era una mujer de acción. No se conformaba con la palabra ni con las promesas. Cuenta su familia que cuando Perón visitaba Berisso, ella se le plantaba sin rodeos.
Hay un testimonio de un encuentro en esos días:
—Coronel, nosotros vivimos en un conventillo, no tenemos dónde bañarnos —le dijo una vez.
—Ya va a haber un baño, María— respondió él.
—No queremos baños, queremos casas.
Pocos días después, Perón regresó con una bandera y un proyecto. En un descampado de la calle 18, donde se hacían carreras cuadreras, se levantó el Barrio Obrero de Berisso, símbolo de dignidad y justicia social.
Juan Domingo Perón 1
Juan Domingo Perón, en su época de secretario de Trabajo y Previsión social
Cipriano Reyes, el organizador
Mientras eso ocurría, otro hombre levantaba la voz en los galpones de Berisso. Cipriano Reyes, obrero del Armour con alma nata de conductor, comenzaba a organizar a los trabajadores en el Sindicato de la Carne. Su figura crecía entre los delegados que veían en él a un líder distinto: astuto, carismático y convencido de que la emancipación obrera no se negociaba.
Fue Reyes quien conoció a Perón cuando el coronel comenzó a recorrer los sindicatos desde la flamante Secretaría de Trabajo y Previsión. Allí nació un vínculo político y personal que más adelante tendría vaivenes y rupturas, pero que en aquellas jornadas calientes los encontraría como protagonistas.
Reyes se convirtió en uno de los hombres de confianza de Perón en el movimiento obrero. A su lado creció el Partido Laborista, la primera plataforma política que sostendría la candidatura del coronel en 1946, pero que después se rompería por una decisión del líder de masas que perjudicaría a la naciente fuerza política. Pero esa es otra historia.
Cipriano Reyes
Cipriano Reyes lideraba el Sindicato de la Carne desde el Armour
La huelga de los tres meses
A mediados de 1945, la huelga de los frigoríficos marcó el punto más alto de la organización obrera en la región. Tres meses duró la paralización impulsada por Perón a través de Cipriano Reyes y su gente. “No puede ser que ganen siete centavos la hora, vamos a hacer una huelga”, había dicho el coronel en una reunión sindical. Y el pueblo lo siguió.
María se convirtió en una de las principales organizadoras del sostén comunitario. Desde los conventillos y las casas obreras, las mujeres armaban paquetes de harina, yerba y bofe que llegaban desde los mataderos solidarios. Fue una red de supervivencia tejida por ellas, cuando los hombres eran perseguidos o presos.
Durante la gran huelga de los frigoríficos Cipriano lideró desde el sindicato y María se convirtió en una de las principales organizadoras del sostén comunitario
La huelga se ganó. Los salarios aumentaron y las condiciones mejoraron. Pero a María la echaron: “Vaya y que le pague Perón”, le dijeron. Era la prueba de su éxito y el castigo por su coraje. El mismo coraje que la haría volver a entrar a la planta en las primeras horas de ese histórico 17 de octubre.
En los relatos oficiales, María Bernabitti apenas ocupa un renglón. Su nombre quedó eclipsado por el de Cipriano Reyes y otros dirigentes. Pero en los barrios obreros de Berisso, las memorias orales la consagran como “la mujer que hizo el 17 de octubre”.
Esas historias la ubican entre quienes abrieron las puertas del Swift cuando nadie se animaba, quien habló en la Plaza San Martín, quien organizó las ollas populares y quien se subió a un camión cuando hubo que movilizar.
Mural peronista en Berisso
Cipriano Reyes, Evita, María Bernabitti, Perón, los frigoríficos y los trabajadores, en un mural de Berisso
El golpe y la prisión de Perón
El 12 de octubre de 1945, Berisso amaneció con la noticia que cambiaría todo: Perón estaba preso, el sindicato clausurado y los delegados detenidos. Reyes, advertido, se refugió en el campo de un amigo en Magdalena para evitar la captura.
Las reuniones se multiplicaron en casas y patios. Las mujeres cortaban sábanas para contrarrestar los gases lacrimógenos de la policía. Entre esas cocinas humeantes, María empezó a repetir una idea que la obsesionaba para movilizar a los trabajadores: “Lo van a matar con una inyección”.
La marcha desde Berisso
La mañana del 17 de octubre, el aire tenía un espesor distinto. María estaba decidida. Sabía que los hombres de los frigoríficos necesitaban una voz que los empujara. Motorizó la convocatoria a los obreros del Swift y del Armour y los reunió frente a la planta.
María lideró a los obreros desde los frigoríficos y Cipriano lo hizo desde la clandestinidad en Magdalena, donde estaba refugiado desde la detención de Perón
La columna avanzó por la calle Montevideo primero y después por la avenida 60 hacia La Plata. Desde las quintas y los montes se sumaba más gente, en carros, a pie o en camiones. En los cruces, los patrones y la policía intentaron frenarlos, pero los manifestantes devolvieron los botes y siguieron. En el Puente Roma hubo otro intento de contención. No pudieron detenerlos.
Un grupo se dirigió hacia la estación de trenes para seguir a Buenos Aires. Otro —el de María— fue a la Plaza San Martín de La Plata, frente a la Casa de Gobierno. Arrancaban dos días de lucha que marcarían a fuego y para siempre al movimiento obrero.
17 de octubre en La Plata
Una columna de Ensenada el 17 de octubre de 1945. Ingresaron por a La Plata por el Bosque, atravesando la avenida 52
La voz en la Plaza San Martín
La plaza estaba llena de obreros y vecinos. Los oradores hablaban desde un palco improvisado. Cuentan las crónicas del momento que María habló y lo hizo con el corazón en la garganta: “Nunca más un chico con hambre. Nunca más un obrero sin casa. Tenemos que liberar a Perón”, fue la síntesis de su mensaje.
El público estalló en aplausos y lágrimas. Cuenta su hija Dora —presente en ese momento— que un policía, conmovido, cortó unas rosas bordó y se las dio para que se las entregara a su madre. Aunque las versiones sobre la movilización a Buenos Aires son difusas, el registro sobre el que da testimonio Dora es que su mamá subió a un camión y partió para Plaza de Mayo.
María Bernabitti y Dora Roldán
Dora Roldán y su mamá María Bernabitti. Ambas estuvieron en las movilizaciones del 17 y 18 de octubre
Cipriano y el pulso del movimiento
Por su lado, Cipriano Reyes cumplía su parte desde la clandestinidad. Desde un campo en Magdalena, mantenía comunicación con los sindicalistas que coordinaban la movilización. Aunque estuvo ausente en esos primeros momentos, su red de contactos en la CGT y los frigoríficos fue crucial para garantizar la presencia de miles de trabajadores a la Plaza de Mayo y el sostenimiento de las protestas en La Plata, donde las revueltas tuvieron su propia lógica.
Cuando la multitud logró la liberación de Perón, Reyes fue reconocido como uno de los principales artífices del 17 de octubre. En los días siguientes, su figura alcanzó una popularidad inmensa. Fundó el Partido Laborista y fue electo diputado. Pero la cercanía con Perón pronto se volvería una distancia.
Cipriano Reyes 2
Cipriano Reyes escribiría años después el libro "Yo hice el 17 de octubre"
Entre la lealtad y la traición
A diferencia de muchos dirigentes, María nunca se apartó del coronel. Lo admiraba y creía que había cumplido su palabra: trabajo, casas, derechos, dignidad. Cipriano, en cambio, comenzó a sentirse relegado. La estructura política del peronismo absorbió al Partido Laborista y Reyes pasó de aliado a sospechoso.
En 1948 fue encarcelado bajo la acusación de conspirar contra el gobierno. Estuvo años preso, pero aun así, cuando recuperó la libertad, volvió a Berisso y siguió visitando a María.
Maria bernabitti y Cirpriano Reyes
María Bernabitti y Cipriano Reyes, juntos en una reunión del Partido Laborista
Dora, la hija de María recordó una esas charlas en un nota de Infobae hace unos años:
—Perón me traicionó, María —le decía Cipriano.
—Dejate de embromar, Cipriano. Con todo lo que hizo por nosotros, vos seguís con esas pavadas —le respondía ella, implacable.
Era el reflejo de dos maneras de vivir la lealtad. Él, desde la herida política; ella, desde el agradecimiento popular.