El juicio oral al sacerdote Raúl Sidders ya tiene fecha y se desarrollará los próximos 10 y 11 de julio en el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) V de La Plata. El proceso estará bajo escrutinio de un jurado popular, al que le tocará definir una historia que lleva más de 15 años gestándose.
Sidders siguió la audiencia preliminar de manera virtual. Se encuentra con arresto domiciliario en la localidad de San Miguel y no se presentó al último encuentro. Tal vez su abogado le haya sugerido que no lo haga o quizás prefirió, una vez más, no mirar a los ojos de la familia de la denunciante fallecida en 2024 en el marco de una internación domiciliaria.
No hay lugar en el cuerpo donde no duela un abuso y no hay rincón en la memoria donde no crezca la sospecha de que fue verdad. La verdad. Esa palabra que no siempre es justicia, pero que a veces la alcanza. La verdad de una pequeña que tenía 11 años cuando un hombre con sotana y poder la transformó en víctima. Esa voz se escuchará grabada. El testimonio brindado por la mujer en la etapa de instrucción será reproducido en la sala de audiencias. Su declaración ante el fiscal fue en pandemia, en 2020 y quedó registrada oficialmente.
Un juicio oral con nombre propio
La defensa, a cargo del abogado Marcelo Peña, eligió el mecanismo de juicio por jurado. Una estrategia arriesgada: no será un juez quien lea los códigos, sino la gente quien escuche los hechos.
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El abogado Marcelo Peña llevará sus argumentos ante un jurado ciudadano.
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Del otro lado, la fiscal de juicio Rosalía Sánchez y las abogadas de la particular damnificada, Josefina Rodrigo y Pía Garralda, conforman un bloque acusatorio que llega al debate con pruebas demoledoras.
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Rosalía Sánchez será la fiscal de un debate oral que puede resultar histórico.
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La acusación no es ambigua. Es precisa, dolorosa, directa: "Abuso sexual gravemente ultrajante por su duración en el tiempo y las circunstancias de su realización, doblemente calificado por causar un grave daño en la salud mental de la víctima y por haber sido cometido por un ministro de un culto religioso, en concurso real con corrupción de menores calificada por ser la víctima menor de 13 años".
Los hechos ocurrieron entre 2004 y 2008, cuando la víctima tenía entre 11 y 15 años. El escenario fue el Colegio San Vicente de Paul, un colegio católico.
El fiscal Álvaro Garganta, que instruyó la causa, reunió testimonios, informes psicológicos y pericias que, según la elevación a juicio, acreditan un "grave daño psíquico" en la denunciante. El juez de Garantías Agustín Crispo validó esa evidencia y resolvió que Sidders debe ser juzgado.
El silencio también es un lugar
Hay una frase que la denunciante repitió con una mezcla de vergüenza y valentía: "Me hacía poner las manos en los bolsillos de su sotana". La escena se repetía en los recreos, delante de otros alumnos. El cura justificaba el gesto diciendo que ella tenía las manos frías. Pero lo que ocurría allí no era un gesto de ternura, sino una forma perversa de abuso. La obligaba a sentir su erección.
La confesión se volvió otra herramienta de control. "¿Sabés masturbarte?", le preguntaba. Y ante la negativa, le enseñaba cómo hacerlo. Le sugería que lo pensara a él. Le pedía que la próxima vez le contara cómo se sintió. No hay metáforas para eso. Es abuso. Es tortura. Es impunidad disfrazada de espiritualidad.
Cura abusador Raúl Anatoly Sidders
Durante años, la nena calló. La adolescencia fue un campo minado. La adultez, una reconstrucción. Recién a los años logró hacer la denuncia. Pero no llegó a dar testimonio en la etapa de juicio oral. Una larga enfermedad le costó la vida en octubre de 2024.
La Iglesia reaccionó como lo ha hecho muchas veces: con tibieza y desconfianza. El obispado de Iguazú, donde Sidders fue trasladado después de los hechos, habló de "fake news". La Arquidiócesis de La Plata, conducida entonces por Víctor Manuel Fernández, hoy uno de los máximos jerarcas del Vaticano, pidió apenas que el sacerdote no tuviera contacto con menores.
El cuerpo del delito
Sidders negó conocer a la víctima. Lo hizo en su indagatoria. Alegó problemas de salud: dos infartos, un stent coronario, hipertensión, una enfermedad en el esófago que impide absorber vitamina B12, problemas cognitivos. La defensa, por su parte, buscó construir un cuadro clínico de incapacidad. Una imagen de fragilidad. Pero lo que estaba en juego no era su salud física, sino las huellas que dejó en una nena de once años.
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El juicio oral para el Cura Raúl Sidders puso nuevamente en agenda la temática de abusos eclesiásticos en La Plata.
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Según la acusación, los abusos no fueron hechos aislados, sino que fueron sistemáticos y se prolongaron en el tiempo. Se ampararon en el silencio institucional. No hubo una reacción firme de la Iglesia, ni una condena moral. Hubo traslados, cartas a los fieles, prudencia clerical.
Hoy, el único acto de prudencia es llevar el caso a juicio. Y dejar que un jurado escuche todo.
El juicio de la comunidad
El juicio por jurado no es solo un procedimiento. Es una señal. La Justicia le está diciendo a la víctima: ahora te escuchamos. Doce personas van a mirar su dolor de frente. No serán técnicos, ni doctrinarios, ni devotos del lenguaje jurídico. Serán vecinos, madres, padres, trabajadores y estudiantes y deberán decidir sin dogmas ni miedo.
La pregunta no es solo si Sidders es culpable. La pregunta es qué sociedad queremos construir: una en la que el abuso infantil encubierto por instituciones sea perdonado o una en la que la memoria de una víctima valga más que la investidura de un sacerdote.
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El 10 y 11 de julio no son solo dos fechas del calendario judicial, son una cita con la historia porque esta historia ya no puede esperar más. Porque si hay justicia, que llegue ahora. Y si hay perdón, que venga después del castigo. Raúl Sidders será juzgado no por lo que dice ser, sino por lo que fue acusado.