Dos décadas después de la muerte de Carlos Cajade, el presidente de la obra, Ezequiel Castro, habla sobre el desafío de sostener su legado en La Plata.
Los educadores y trabajadores de la obra del padre Carlos Cajade no sabían cuál iba a ser el destino de los chicos que vivían en el hogar cuando el sacerdote murió hace exactamente 20 años. Todo era angustia y oscuridad, un estado de ánimo generalizado que se extendió mucho tiempo.
Sin embargo, dos décadas después la obra sigue latiendo con fuerza en la zona sur de La Plata para brindar abrigo a chicos alejados de sus familias y para brindar ayuda y contención a los padres y las madres del barrio que no tienen trabajo o necesitan un lugar a dónde dejar a sus hijos para salir a buscar una changa.
Lidia Cantero vivió en el Hogar con el padre Carlos Cajade y luego se convirtió en educadora. Recuerda el dolor por su muerte y cómo los pibes tomaron la posta.
El padre Carlos Cajade murió el 22 de octubre de 2005 y dejó un vacío que intentan cubrir los herederos de su gran obra solidaria por la niñez abandonada.
Podría decirse que quienes sostienen la obra, los viejos y los nuevos educadores, los que conocieron a Cajade y los que no, lograron reinventarse sin el cura presente pero siguiendo siempre su legado y enseñanzas.
Creada después de la mítica Navidad de 1984, la obra tuvo un crecimiento exponencial en los primeros 20 años, con Cajade activo y desplegando toda su impronta creativa para generar recursos y herramientas donde no las había.
Con su muerte se profundizó una crisis interna que se vivió en los años previos y finalmente logró seguir adelante con la participación activa de chicos y chicas que se hicieron grandes en el hogar y tomaron la posta y con gente que se fue sumando en el camino.
Es el caso de Ezequiel Castro, el actual presidente de la obra. Un sociólogo que se sumó cuatro o cinco después de la muerte del sacerdote que recibe a 0221.com.ar para contar cómo está el hogar a 20 años de aquella pérdida que la colocó al borde del cierre.
No llegó a conocer ni a ver trabajar al cura. Pero después de tantos años seguramente lo siente como una presencia siempre latente a través de los testimonios del resto de sus compañeros y compañeras.
Menciona a Isabel Benítez Ozuna, quien lo recibe una mañana de octubre junto a 0221.com.ar en la Casita de los Bebés de 4 entre 601 y 602. Pero podría mencionar a Lidia Cantero, responsable de una de las casitas del hogar convivencial en 643 y 12; a Romina Pelayo que lo fue en la Casa de los Niños de 6 bis y 602 hasta que se jubiló; a la gente que sostiene Casa Joven, el emprendimiento más nuevo de 600 entre 6 y 7; o a Mónica Augé, que lo hace en Chispita, la casa de día que funciona en Los Hornos. O a tantos otros que pasaron a lo largo de los años o siguen poniendo el hombro en el día a día.
"Esto requiere poner mucho el cuerpo de toda la gente que trabaja acá. Tanto los profesionales, que tienen otros laburos y vienen acá porque quieren, o la gente del barrio que labura acá todos los días por $200.000 y es el ingreso más importante que tienen", relata.
Castro explica que los primeros 20 años de la obra fueron los más expansivos, "en los que el cura armó una estructura enorme", con tres casas de día que se sumaron al Hogar Convivencial de la calle 643, el primero creado por Cajade. Esa estructura sobrevive hasta hoy.
Ese hogar sigue siendo el lugar que centraliza las actividades. Allí viven actualmente cerca de 30 chiquitos que tienen medidas de abrigo. "Es un Hogar Convivencial de modalidad familiar. Hay seis casitas y en cada casa vive una familia, con sus hijos propios y además con varios chicos que están con medidas de abrigo", explica Castro.
Y agrega que, a diferencia de los hogares comunes, donde va rotando el personal, los celadores y los educadores van rotando, "acá cada familia vive permanentemente, las 24 horas del día, todos los días del año, con estos chicos. Los llevan a la escuela, lo llevan al psicólogo, al médico como si fueran sus propios hijos".
Una recorrida por el enorme predio de la calle 643 entre 12 y 13 permite ver los chalecitos donde vive cada familia. Cada una tiene varias habitaciones, baño y cocina y "cada familia come por su cuenta, cocinan comidas distintas todos, y viven su vida".
Después se comparten espacios comunes: hay una canchita de fútbol, un hermoso parque, un quincho donde se hacen reuniones, festejos y encuentros, la capilla y la ermita donde descansan los restos de Cajade.
Cuando el cura consiguió el predio y se instaló con un grupo de chicos, de a poco fue incorporando nuevas casas. "El primero que se fue a vivir fue el cura, con algunos chicos. Después fue sumando gente y educadores. Desde que falleció el cura, hace 20 años, se mantuvo esa estructura. En cada casita una familia que vive con distintos chicos que están bajo su cuidado", relata Ezequiel.
Los responsables de cada casita son un pilar fundamental. "Nosotros los denominamos 'educadores populares'; no tienen formación formal, acreditada por el Ministerio de Educación. Son educadores que se han formado dentro de la misma organización, nosotros tenemos talleres de reflexión y capacitación internos".
Pero la estructura del hogar creció con el correr de los años con las cuatro casas de día. La primera de ellas fue creada en 1996, al calor de la profunda crisis de los años 90. Es la Casa de los Niños, destinada a los chicos de entre 6 y 12 años. Actualmente son unos 85 que van a contraturno de la escuela para que sus padres puedan salir a trabajar.
"Todos viven con su familia y van cuatro o cinco horas por día. Ahí desayunan, almuerzan, tienen apoyo escolar, actividades recreativas, lúdicas, talleres, juegos", cuenta.
Tres años después se creó la Casa de los Bebes, donde el presidente de la obra recibió a 0221.com.ar. Ahí asisten unos 60 chicos de entre seis meses de edad hasta los 5 años, que se creó en el año 1999.
En 151 entre 70 y 70 bis de Los Hornos está -también desde 1999- la casa de día Chispita, que se creó en el año 1999, la cual también trabaja con unos 80 chicos en edad de escuela primaria.
Casa Joven, al que concurren otros 80 chicos de entre 12 y 20 años, es el emprendimiento más nuevo de la obra, creado diez años después de la muerte de Cajade.
Desarrollar proyectos productivos para sumar herramientas y oportunidades a los chicos que encuentran en la obra una contención, siempre fue un objetivo del padre Cajade, sostenido, con distinta suerte por los herederos de su trabajo.
Castro menciona la granja que tienen frente al Hogar, donde en conjunto con el MTE (Movimiento de Trabajadores Excluidos) producen alimentos.
Y en el lugar donde los primeros años funcionó la imprenta Grafitos, creada por el cura para el trabajo de los chicos que crecían en el hogar y aspiraban a armar su propia vida, funciona un taller textil donde chicas y mujeres de la obra producen para comercializar sus productos.
Desarrollar proyectos productivos para sumar herramientas y oportunidades a los chicos que encuentran en la obra una contención, siempre fue un objetivo del padre Cajade
Ese lugar, donde se llegó a imprimir La Pulseada -el proyecto periodístico ideado por el cura en 2002 y llevado adelante por distintas camadas de profesionales por más de 20 años-, está en 122 y 62 y también cobija a un taller de lutería, en el que un docente trabaja con jóvenes y adolescentes enseñándoles a reparar instrumentos musicales.
"Son microemprendimientos que no llegan a tener una dimensión demasiado grande, pero que sirven para capacitar a los jóvenes u darles participación en el proyecto", analiza el presidente de la obra.
El cambio de color político en el gobierno nacional en 2023 supuso una complicación profunda para que los emprendimientos como el de Cajade dispongan del financiamiento que les permita subsistir. Ezequiel habla por ejemplo del Programa Primera Infancia, que impactaba con un monto determinado para becas, pero también con capacitaciones y recursos humanos, en emprendimientos como la Casa de los Bebes.
"Eso se discontinuó por completo", lamenta el dirigente. Y cuenta que ocurrió los mismo con las obras que se paralizaron a medio terminar en Chispita y Casa Joven. "Eran dos obras en ejecución importantes, con reformas integrales que quedaron por la mitad", dice Castro. Entre otras cosas contemplaban la ampliación de la cocina y del espacio común.
Y lamenta que se trata de fondos internacionales que están en un fideicomiso y no pueden usarse en otra cosa. "El dinero supuestamente está, lo tiene el tesoro nacional, pero las obras llevan dos años paralizadas por completo", explica.
En Chispita pudieron terminarlo parcialmente para que pudiera funcionar la cocina para los 80 pibes que concurren a diario, pero Casa Joven estuvo un año y medio cerrada, sufriendo saqueos y vandalizaciones porque era una ampliación y había quedado sin puertas ni ventanas.
"Tuvimos que trasladar a los chicos a otros espacios de la obra para que funcionen y ahora con mucho esfuerzo, con fondos propios, pudimos comprar esas aberturas y empezar a cerrar", relata. Sin embargo, todavía falta mucho para terminar y el dinero sigue congelado.
El presidente de la obra remarca que "si no fuera por los programas provinciales, la obra habría entrado en un serio riesgo de funcionamiento". Recibe becas UDI (Unidades de Desarrollo Infantil) y del Organismo de Niñez. "Estas becas son lo que sostiene el día a día, porque de Nación no está llegando casi nada, salvo un viejo convenio del año 2002 y financia parte de los alimentos".
Así las cosas, la ayuda más fuerte se recibe a través de los convenios el gobierno bonaerense, que también se hizo cargo de la entrega mensual de alimentos que hasta el cambio de Gobierno se recibía de Nación.
A eso se suman aportes de la Municipalidad de La Plata, que entrega la leche y reintegra el pago de los servicios, especialmente los más caros, como la luz y el gas. "Nosotros tenemos que pagar eso, nos cuesta un montón, pero a los 60 días la Municipalidad lo reintegra. Si no fuera así, en servicios se nos iría más de la mitad de los ingresos que recibimos en concepto de becas", cierra Ezequiel.
*Entrevistas: Beltrán Miguel