Los dos de Magdalena, ese lugar donde suelen pasar los ratos libres más placenteros, con la familia. Un beso y Mikel en busca del banco, con la palmada de Eduardo Domínguez. Otra historia más allá del fútbol mismo oculta en ese cambio: Guido nació en 1989 y Mikel en 2005, se llevan catorce años y también hay una brecha de catorce años de uno de los días que marcó un luto, del accidente que se llevó para siempre a “Mingo” Amondarain, el papá de este nuevo pichón que exhibe el Pincha. Ese benjamín de piel rozagante en el rostro y de piernas largas que anoche desveló a los dos mil habitantes del pueblo.
El hincha albirrojo aplaude y flota la sensación de tranquilidad por el mandato que le dan los pibes del club, con el abanderado y capitán de la escuela, Santiago Ascacíbar, el primer ídolo que tuvo Mikel cuando llegó a los 11 años. “Esta foto es del primer día”, afirma. Anoche los dos rubios guerreros se cuidaron las espaldas, fueron el tándem para que no prosperaran los azules de la Lepra mendocina.
Amondarain es un apellido grande en la localidad pequeña y donde existe una institución deportiva. Racing Club de Bavio, que tiene la sede y por otro lado el predio, sobre la calle doctor Pepe, donde Mikel se vistió de jugador por primera vez, siendo la alegría de la madre Rocío Marinangeli y de un padre que está en el pensamiento, en la enseñanza de que la vida es corta, ya que Domingo Amondarain falleció en un trágico accidente cuando él tenía 6 años de edad.
Mikel Amondarain Ascacíbar
Amondarain junto a Santiago Ascacíbar.
En la madrugada del 9 de marzo de 2011 un accidente paralizó a todos, con tres muertes y un herido de gravedad, al estrellarse un Dodge Polara en la ruta 54, a la altura del kilómetro 17, en cercanías de la Escuela Rural. Cuatro amigos volvían de dejar en Brandsen a otro en común. Manejaba Domingo Amondarain de 31 años, padre de tres hijos, entre ellos Mikel, y también perdieron la vida Lucas Etchevest (28) y Roberto Díaz (30), salvándose Emanuel Amondarain de 27, primo de “Mingo” y dueño del auto, al salir despedido del coche. Un grupo de muchachos muy queridos, que dejaban hijos chiquitos. Una verdadera tragedia.
Vascos, pioneros, gente de campo en el mundo Estudiantes
“Nosotros le decimos “Mikelcho”, cuenta el abuelo “Cheche” Amondarain que acompañó desde el primer día al Country. Y afirman que está siempre “de local”, aunque este jueves 7 de agosto de 2025 no pudo moverse de casa por un resfrío. “Esto es un logro de él, porque puso todo siempre y después de la familia toda y los amigos. La otra gran familia que es Estudiantes. Somos tamberos, invernadores, siempre entre vacas y caballos, y si bien no conozco otros clubes, desde que empezamos a llevarlo, a los pocos días le dije a la madre. ‘No sé si va a servir para el fútbol, pero acá en Estudiantes va a ser buena gente. Lo llevaba y desde que entraba al Country Club de City Bell me sentía como en Bavio, porque todos los chicos saludan”, dice con el don para el relato.
Para el sueño del pibe, donde triunfar no es nada seguro, llevaba una posición distinta a la que la necesidad táctica lo fue llevando de a poco, en un rol más de contención. Había sido goleador en la cancha de siete para Racing, y convirtió un gol en una final del Mundialito de Deportivo Roca, en Río Negro, ante Gimnasia. Uno de sus formadores, Jorge Feregotto, expresó con emoción a 0221.com.ar que “junto a Sebastián Salguero (también DT del fútbol amateur) tuvimos el gusto de incorporarlo cuando llegó a Estudiantes con 11 años. Tengo un recuerdo grabado que anoche compartía en familia: Mikel vino a abrazarme casi llorando después de meter el segundo gol en ese Mundialito. Es súper inteligente, super educado y le auguro un futuro buenísimo, manteniendo los pies sobre la tierra”. De la misma 2005 anoche también concentraron y fueron suplentes Galo Galarza y Ezequiel Orbe.
Mikel Amondarian Mundialito Río Negro
Mikel Amondarain, a la izquierda, sonriente. Se iba al Mundialito de Río Negro.
El bisabuelo fue un visionario. Se llamaba Domingo Amondarain, mismo nombre que el padre de Mikel. “Era vasco y siendo analfabeto fue fundador activo de escuelas, de centros tradicionalistas, de grupos de productores y del Rotary Club en Magdalena”, dijo José “Cheche” Amondarain, que hoy junto a su señora Graciela desayunaron con Mikel, que le dieron el día libre y vino a Bavio”.
Gente de trabajo, aquel vasco tuvo cuatro hijos y todos —con sus hijos— trabajan juntos en el campo. “El único que se desvió es Mikel con el fútbol”. La sensación es que todo esto recién comienza y como reza el axioma lo más difícil es mantenerse. Pero la voluntad es un fuerte en esta sangre. Aquel bisabuelo había “llevado la idea de hacer una escuela agraria primero en Magdalena, que terminó siendo una escuela industrial, y después siguió con la idea de la Agraria en Bavio, que logró junto a las instituciones de este pueblo.
Fundador del centro tradicionalista La Totora en Magdalena y de La Carreta en Bavio, que es la que dio origen al establecimiento educativo agrotécnico. ¿La pelota? “Terminábamos algún trabajo y acá pateábamos de alpargatas”, dice “Cheche” que aclara “no saber nada, pero nada de fútbol” y sin embargo siempre le está preguntando por la evolución. “Todos los días, desde que va a Estudiantes, después de entrenamiento nos hablamos, y me dice qué hizo y como anduvo. Desde chiquito lo llevé, hasta que empezó la escuela en City Bell y se quedó allá”.
Embajadores deportivos de Bavio
Aunque la historia ya tuvo a Pablo Blanco consagrado en Estudiantes como preparador físico, en el ciclo de Alejandro Sabella, con la cuarta Copa Libertadores de América de 2009 y una estrella local en 2010, más el subcampeonato de Mundial Brasil 2014, en Racing de Bavio ya suman al cuadro de honor a éste joven de veinte años, nacido en día de reyes. Y pensar que Mikel Amondarain debutó contra Racing —en el minuto 82, ingresando por Tiago Palacios en otro triunfo del equipo—. Y en Bavio, a Racing lo construyó la Sociedad Italiana en 1931, dándole el nombre y el escudo por el club de Avellaneda.
La familia Amondarain despierta de un sueño, y Mikel se fue a desayunar con los abuelos Cheche y Graciela. La otra abuela es Edith, que vive en Magdalena. La pasión está presente en un tío, Iñaki Amondarain, quien fue jugador de primera en Racing (Liga Chascomunense) y practicó el pato, disciplina que en los libros de historia distingue a la Argentina como su deporte nacional.
Mikel Amondarain Racing de Bavio
Mikel Amondarain en Racing de Bavio.
Mirko, hermano mayor de Mikelcho, trabaja en el campo. En la familia grande casi todos llevan nombres vascos. Iñigo (Ignacio en castellano), Imanol (Emanuel), Mikel (Miguel). Y otro familiar que transpira los colores racinguistas es Nicolás Zubieta con 16 años en la reserva del club del pueblo.
Lisandro Hourcade anoche fue “Lichi”, aquel 8 de la primera de Racing, hoy intendente de Magdalena, que con la sonrisa de oreja a oreja contaba: “Es una familia muy amiga, compartimos eventos, cumpleaños, a Mikel lo quiero muchísimo, es un gran jugador y una mejor persona”.
A 40 kilómetros del Gran La Plata nos remontan a otros tiempos, con menos velocidad y más empatía. Con los nocturnos de verano donde se sacan chispas con equipos de Vieytes, Punta Indio, La Plata y Berisso. En el pueblo que el próximo 17 está de cumpleaños. El veterano de grandes luchas, “Cheche”, contiene las lágrimas y no se anima a decirlo, pero sabe que anoche fue historia pura.
Estudiantes Independiente Rivadavia Amondarain
Amondarain en acción para Estudiantes.
Ignacio Amiconi | AGLP
La vida compensa, nunca se detiene y nos recuerda que la pérdida de “Mingo fue muy duro en su momento y también hoy… la vida te quita cosas y también te da… Después de eso tan feo, vienen los cachorritos… viste… Mikelcho muy buena gente”. Habla de su nieto, ese de cara rozagante y piernas largas, el número 32, que en el mediocampo forma la doble A con escuela de sacrificio, silencio y sabiduría pincharrata; Ascacíbar y Amondarain, en el corte y el primer pase del equipo que armó el Barba.