En la provincia de Buenos Aires, hay lugares en donde las calles de tierra, construcciones centenarias y donde habita un silencio apacible que sólo se rompe con el canto de los pájaros o el saludo amable de algún vecino. En estos rincones rurales, la vida transcurre sin apuro, con la tranquilidad como regla y las tradiciones como guía.
Lejos del turismo masivo y del ritmo acelerado de las ciudades, emergen destinos que sorprenden por su sencillez y encanto. Con paisajes infinitos, gastronomía criolla y una identidad forjada por generaciones, estos lugares invitan a redescubrir lo esencial, a través de experiencias auténticas que combinan historia, naturaleza y hospitalidad.
Con menos de mil habitantes, Bellocq es uno de los secretos mejor guardados del turismo rural bonaerense. Su iglesia centenaria, la producción de manzanilla, los sabores criollos y su legado ferroviario hacen de esta localidad del sudoeste provincial un destino ideal para quienes buscan una escapada auténtica, tranquila y conectada con la naturaleza.
En Puan, el gobierno de Axel Kicillof construyó el nuevo centro universitario, que cuenta con dos aulas dotadas de mobiliario y equipamiento tecnológico, baños adaptados y espacios para la administración. Allí se cursarán las diplomaturas en Tecnología Agropecuaria (Universidad Tecnológica Nacional) y en Producción Lechera (Universidad Nacional de Lomas de Zamora). El flamante espacio educativo es el número 36 que la Provincia puso en funcionamiento en distritos del interior bonaerense.
Bellocq: el encanto rural que enamora a quienes buscan desconectar
Hay rincones en la provincia de Buenos Aires donde el tiempo parece haberse detenido. Calles de tierra, casas de época, árboles que dan sombra y vecinos que saludan al pasar. En Bellocq, ese paisaje bucólico es una realidad cotidiana que se vuelve cada vez más atractiva para quienes buscan una escapada de fin de semana lejos del ruido.
Orígenes ligados al ferrocarril
La historia de Bellocq comienza oficialmente el 8 de diciembre de 1912, cuando María Larramendy de Bellocq donó tierras para fundar el pueblo. Sin embargo, su verdadero despegue se dio en 1929 con la llegada del tren y la creación de la estación “San Francisco de Bellocq”, parte del ramal Orense–Copetonas. Como muchos pueblos del interior bonaerense, su trazado responde al modelo ferroviario, con calles en diagonal y monolitos marcando las esquinas.
Patrimonio histórico y espiritual
Uno de los emblemas de Bellocq es la iglesia Inmaculada Concepción, también conocida como Santa María, construida en 1914 por monjes benedictinos. Edificada con materiales importados desde Francia, conserva 16 vitrales originales del artista Henri Gesta de Toulouse, que aún hoy decoran el templo con luz y color. Esta iglesia no solo es centro espiritual, sino también un hito arquitectónico que conserva intacta la esencia del lugar.
Aromas de manzanilla y sabores caseros
La economía de Bellocq gira en torno a la producción agrícola, especialmente de cereales, aunque en los últimos años la manzanilla se volvió protagonista. Su aroma invade las calles al mediodía, generando una sensación única de bienestar.
La gastronomía local también se luce en patios y cantinas que ofrecen desde empanadas hasta pastas y lemon pie casero. Todo con la calidez de una cocina familiar y el sabor de lo auténtico.
Almacén, memorias vivas y turismo espiritual
En la esquina de la historia y la tradición, el Almacén de Ramos Generales Casa Chedrrese —fundado en 1917— representa la memoria viva del pueblo: un lugar donde antes se fiaba durante la cosecha y donde el valor de la palabra era ley.
Junto a la iglesia, funciona el Hospedaje San Benito, en el antiguo monasterio. Conserva el mobiliario original y ofrece una experiencia de alojamiento espiritual, ideal para quienes buscan silencio y desconexión.
Naturaleza, aire libre y vida rural
Bellocq está ubicado a solo 20km del mar y a 48km de Tres Arroyos, entre rutas provinciales que lo conectan con Claromecó y otros puntos turísticos. Las actividades al aire libre incluyen caminatas, paseos en bicicleta, ferias rurales y contemplación del cielo estrellado.
Sus calles arenosas, su ritmo lento y la calidez de su gente hacen de este lugar una propuesta ideal para el turismo de cercanía.
Un pueblo que mezcla pasado y presente
La vieja estación hoy es un jardín de infantes, la producción de manzanilla convive con alojamientos boutique, y los antiguos edificios encuentran nuevos usos. Bellocq no es solo un viaje en el tiempo: es una invitación a redescubrir la provincia desde su raíz más profunda.