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Campeones del Mundo: sean eternos los laureles
QATAR 2022

Campeones del Mundo: sean eternos los laureles

Argentina merecía ser campeón del Mundo, pero Messi y Di María lo merecían más que ningún otro. El fútbol fue justo con ellos.

19 de diciembre de 2022

La adrenalina va bajando un poco, las pulsaciones se van normalizando, la taquicardia del domingo 18 de diciembre recobra la normalidad después de 140 minutos tremendos, donde quizás vimos la mejor final de la historia de los mundiales. El fútbol argentino tocó el cielo con las manos y se trae para un país maltratado por propios y extraños esa copa hermosa (como dijo el capitán) de 6,170 kilos de los cuales cinco son de oro macizo de 18 quilates.

Cuando me tocó escribir después de aquél debut con derrota ante Arabia Saudita, puse que elegía creer, que no todo se podía caer al precipicio de la desesperanza y el equipo, la Selección estuvo a la altura. A partir de ahí, siempre jugó finales, dejó todo, no se guardó nada y al final tuvo recompensa.

Esta selección, comandada por Lionel Scaloni, mostró que tenía bases firmes, tuvo fútbol y coraje. Siempre se sobrepuso a los imponderables, como aquel 2 a 2 ante Países Bajos, cuando había jugado un gran partido y en pocos minutos todo parecía desvanecerse. Lo mismo ocurrió en esta final. Había jugado 75 minutos memorables, defendiendo, atacando, haciendo todo y minimizando al defensor del título, equipo que sufrió pocos escollos para llegar a la final.

Una selección que tuvo que soportar otro alargue y volvió a ponerse pie. Marcó el tercer gol a poco del final y le volvieron a empatar. Y aquí un momento clave, que debe guardarse en las mejores páginas de la historia y es la atajada de Dibu a Muani cuando el partido se moría. De los nervios casi no tomamos dimensión de lo que ocurrió en ese momento.

Después llegaron los penales, la entereza para patear y la hermosa locura de Martínez en el arco. Argentina hoy está feliz y es por el deporte más lindo del mundo, por el fútbol, ese que le permite a cualquiera opinar. Ya dentro de unos días solo nos volveremos a ocupar los cabeza de pelota, ya no opinarán aquellos que no saben ni lo que es una posición adelantada ni a cuántos metros se patea un penal.

Para terminar, voy al comienzo. Argentina se merecía la Copa pero más se la merecían Messi y Di María. ¿Por qué? Simplemente porque fueron muy criticados cuando los resultados no se dieron. Siempre tuvieron comparaciones, siempre odiosas. Angelito se bancó que le digan que tenía miedo escénico y que por eso se lesionaba en los partidos clave. Di María hizo el gol de la Copa América y ayer, mientras estuvo en el campo, fue el mejor de los nuestros. La rompió, no lo podían parar.

Y de Lío qué decir. Que no cantaba el himno, que no tenía carácter, y bla bla bla. El final de su historia le tenía que dar este momento, lo merecía. Pero, para los de poca memoria, un tal Messi fue campeón mundial juvenil en el 2005, campeón olímpico en el 2008, campeón de América en el 2021 y hoy es campeón del Mundo. Nada más y nada menos.

Ese beso que le dio a la Copa antes de levantarla fue emocionante. Es amor puro. Competir como se lo hizo es maravilloso, pero ganar te convierte en eterno.

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Argentina merecía ser campeón del Mundo, pero Messi y Di María lo merecían más que ningún otro. El fútbol fue justo con ellos.
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Argentina merecía ser campeón del Mundo, pero Messi y Di María lo merecían más que ningún otro. El fútbol fue justo con ellos.
Campeones del Mundo: sean eternos los laureles

La adrenalina va bajando un poco, las pulsaciones se van normalizando, la taquicardia del domingo 18 de diciembre recobra la normalidad después de 140 minutos tremendos, donde quizás vimos la mejor final de la historia de los mundiales. El fútbol argentino tocó el cielo con las manos y se trae para un país maltratado por propios y extraños esa copa hermosa (como dijo el capitán) de 6,170 kilos de los cuales cinco son de oro macizo de 18 quilates.

Cuando me tocó escribir después de aquél debut con derrota ante Arabia Saudita, puse que elegía creer, que no todo se podía caer al precipicio de la desesperanza y el equipo, la Selección estuvo a la altura. A partir de ahí, siempre jugó finales, dejó todo, no se guardó nada y al final tuvo recompensa.

Esta selección, comandada por Lionel Scaloni, mostró que tenía bases firmes, tuvo fútbol y coraje. Siempre se sobrepuso a los imponderables, como aquel 2 a 2 ante Países Bajos, cuando había jugado un gran partido y en pocos minutos todo parecía desvanecerse. Lo mismo ocurrió en esta final. Había jugado 75 minutos memorables, defendiendo, atacando, haciendo todo y minimizando al defensor del título, equipo que sufrió pocos escollos para llegar a la final.

Una selección que tuvo que soportar otro alargue y volvió a ponerse pie. Marcó el tercer gol a poco del final y le volvieron a empatar. Y aquí un momento clave, que debe guardarse en las mejores páginas de la historia y es la atajada de Dibu a Muani cuando el partido se moría. De los nervios casi no tomamos dimensión de lo que ocurrió en ese momento.

Después llegaron los penales, la entereza para patear y la hermosa locura de Martínez en el arco. Argentina hoy está feliz y es por el deporte más lindo del mundo, por el fútbol, ese que le permite a cualquiera opinar. Ya dentro de unos días solo nos volveremos a ocupar los cabeza de pelota, ya no opinarán aquellos que no saben ni lo que es una posición adelantada ni a cuántos metros se patea un penal.

Para terminar, voy al comienzo. Argentina se merecía la Copa pero más se la merecían Messi y Di María. ¿Por qué? Simplemente porque fueron muy criticados cuando los resultados no se dieron. Siempre tuvieron comparaciones, siempre odiosas. Angelito se bancó que le digan que tenía miedo escénico y que por eso se lesionaba en los partidos clave. Di María hizo el gol de la Copa América y ayer, mientras estuvo en el campo, fue el mejor de los nuestros. La rompió, no lo podían parar.

Y de Lío qué decir. Que no cantaba el himno, que no tenía carácter, y bla bla bla. El final de su historia le tenía que dar este momento, lo merecía. Pero, para los de poca memoria, un tal Messi fue campeón mundial juvenil en el 2005, campeón olímpico en el 2008, campeón de América en el 2021 y hoy es campeón del Mundo. Nada más y nada menos.

Ese beso que le dio a la Copa antes de levantarla fue emocionante. Es amor puro. Competir como se lo hizo es maravilloso, pero ganar te convierte en eterno.