viernes 29 de marzo de 2024

Hebe, emblema de la lucha más noble

La historia blinda su figura frente a la miseria de la grieta. La hazaña de las Madres es una de las marcas indelebles de la Argentina en el mundo.

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*Por Marcelo Falak

Hebe María Pastor de Bonafini murió a los 93 años y la noticia cayó este domingo como un yunque sobre la conciencia de la Argentina. Emblema de la lucha más noble por los derechos humanos durante la dictadura y del coraje de quienes -ya sin nada que perder- salieron a enfrentar a hombres sin corazón en busca de sus seres queridos desaparecidos, representa, como casi nadie, la hazaña de las Madres de Plaza de Mayo, una de las marcas más honorables de la Argentina en el mundo. Se fue Hebe; así, solo con el nombre de pila, que es como se identifica a los símbolos que perduran sin tiempo.

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Jorge Omar y Raúl Alfredo fueron sus hijos desaparecidos y ella, hasta entonces una simple ama de casa, salió en su búsqueda junto a otras mujeres desesperadas que merecerán reverencia por siempre. Así será por partida doble: por haber iniciado en soledad la lucha por los derechos humanos como las "locas de la Plaza", que cada jueves caminaban en círculos sin que casi nadie quisiera preguntar qué hacían, y por haberse enfrentado -conjurando sus temores y hasta infiltrados que merecen motes que una columna dedicada a su memoria no debe contener- a una tiranía criminal.

Más allá de sus méritos, alguna película de reciente realización omitió en buena medida aportes muy anteriores al Juicio a las Juntas de 1985, entre ellos los de las Madres, que, además de enfrentar la pérdida y el miedo, siguieron adelante a pesar de toparse con una indiferencia dolorosamente generalizada. Sin su lucha, no habría habido en la Argentina epopeya alguna por los derechos humanos y, acaso, tampoco una democracia plena, sin impunidades definitivas.

Frontal y sanguínea, quienes jamás la quisieron por haber representado lo que representó le reprocharon, en los últimos años, el haberse partidizado en exceso. Acaso no entiendan que ese reflejo, en ella y en otras Madres y Abuelas, es el natural agradecimiento por quienes se animaron a acompañarlas desde el poder y les dieron, al menos, el consuelo de cierta justicia.

La confianza la llevó a quedar involucrada en alguna controversia que no mereció y que no alcanzó a manchar el pañuelo. Asimismo, llevó su pelea a extremos retóricos que, como debió ser, no fueron pasados por alto en su momento, algunos que hasta dividieron aguas en el movimiento por los derechos humanos. Con todo, ¿vale la pena hoy, con su partida, recordarlos? No, porque Hebe ya es historia y la historia se hace con los trazos grandes, enormes, de las figuras que hicieron contribuciones de las que han sido incapaces tantos contemporáneos y tantas contemporáneas veloces para erguir el índice reprobatorio. Lo efectivamente hecho por Hebe va incomparablemente más allá de cualquiera de sus demasías.

La Argentina es, desde hoy, un país más triste. Se fue Hebe y eso no tiene arreglo. Más allá de la partida anterior de otras de sus compañeras de lucha, verdaderas precursoras de los derechos humanos y feministas ad hoc poco valoradas en ese plano, este domingo marca un antes y un después. Ya hay muchas ausencias y el tiempo se muestra implacable para todos y todas quienes atestiguamos la epopeya de esas mujeres.

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