viernes 29 de marzo de 2024

La historia de las familias que sufren el cierre de las aulas pero que apoyan la medida

Entienden que la medida tomada por Alberto Fernández es atinada ante la grave situación sanitaria y pese a los contratiempos que les generan. Los relatos.

Antonia duda. Tiene los ojos hinchados y no sabe qué hacer. Quiere expresar lo que le pasa con la suspensión de clases presenciales, cómo apoya la medida pese a que la afecta, pero le da miedo. La exposición de un tema que toca una de sus fibras más íntimas y que cuida como un tesoro, todo lo relacionado a su maternidad. Como ella, muchas familias de La Plata acompañan la decisión de Alberto Fernández, porque -pese a que el cambio altera sus rutinas – ponderan el complejo momento epidemiológico que atraviesa el país.

Mientras las imágenes de las manifestaciones contra el cierre de las aulas por quince días en los tres niveles educativos desde este lunes y hasta el 30 de abril para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) se repetían en loop, otro numeroso grupo de personas expresó su aval a la disposición comunicada el miércoles pasado tras el récord de contagios de coronavirus.

Lee además

En medio de la batalla enunciativa sobre la esencialidad de la educación en plena crisis sanitaria y de una tensión política en aumento -especialmente entre Nación y CABA, a quien la Justicia porteña habilitó a reabrir los colegios –, quedaron las madres -principalmente – y padres que luego de un 2020 marcado por la virtualidad ven el reinicio de un ciclo complejo no solo en materia escolar sino también a nivel personal.

Todas las familias desean la presencialidad en las escuelas, pero lo que predomina es la preocupación y angustia ante un contexto grave por el súbito aumento de casos de COVID-19 que tiene a tope al sistema de salud. ¿Los colegios son foco de contagio? ¿Es la circulación hacia los establecimientos? ¿La entrada y salida son el verdadero problema? ¿La vacunación de docentes avanzó? Los interrogantes se replican en un momento de confusión general.

La Provincia de Buenos Aires ratificó la decisión de frenar las actividades en las instituciones educativas del Conurbano y el gobernador Axel Kicillof sostuvo que varios intendentes bonaerenses solicitaron sumarse a la medida ante la suba de contagios. También reiteró las sanciones para los colegios que se declaren en rebeldía y abran sus puertas, como amenazaron hacer algunas escuelas de gestión privada en La Plata.

En la previa a los anuncios de la semana pasada se multiplicaban los casos de las mamás y papás que creyeron conveniente dejar de enviar a sus hijos e hijas a la escuela por temor a que se contagien. La preocupación no es infundada. La capital provincial es uno de los epicentros de los contagios y, de acuerdo a un nuevo estudio de Proyecto País, en la ciudad hay circulación comunitaria de la variante Manaos.

Según datos de la sala de situación del Ministerio de Salud bonaerense, para el 1 de abril de 2021 se acumulaban en La Plata 428 casos de coronavirus en personas de 0 a 9 años y 1.880 de 10 a 19 años desde el inicio de la pandemia, en marzo de 2020. En tanto, se habían registrado 4 muertes en el grupo etario de 10 a 19. En casi 20 días el panorama cambió: hasta este lunes 19 de abril la cifra de contagios de 0 a 9 años subió a 523 y ascendió a 2.730 en la franja de 10 a 19. También hubo otro fallecimiento en este último grupo. Pese a eso, hubo movilizaciones y cacerolazos en reclamo de apertura de escuelas.

No eran las únicas personas angustiadas por el cierre de las aulas. Porque más allá de acompañar la medida, las familias volvieron a adecuarse a contrarreloj para poder tener a sus hijos e hijas en casa mientras la norma esté en vigencia. Y comenzaron a habilitar sus voces, sus palabras, para contar cómo les afecta en carne propia.

***

Todas las madres estamos llorando. A todas nos duele que los colegios cierren”, dice Antonia a 0221.com.ar. Se encarga sola de la crianza de su hijo, que va al jardín de infantes. Después de pensar y pedir otras opiniones, decidió subir una foto a Instagram para contar cómo ésta situación la atraviesa por completo. Y también para dejar en claro que las personas que protestaron contra el cierre no son las únicas que padecen esta situación.

“No es así. Que entendamos el contexto sanitario y la crisis que estamos viviendo y, por consecuencia, el impacto que tiene cerrar por dos semanas los colegios no quiere decir que nos guste y estemos felices. Solo somos conscientes que cuando volvamos a las aulas queremos estar todxs”, escribió en la foto que subió a Stories.

En la imagen está con los ojos rojos. Acaba de leer el comunicado del jardín de su nene sobre la suspensión de la presencialidad, que llegó con un video para los chicos y chicas. “Le hace re bien ir, pero al mismo tiempo estoy re mal por todo lo que se vive, me da miedo”, expresa. Y completa: “No es fácil, yo padezco la semana home office que estamos los dos acá, pero qué quiere hacer el resto”.

***

Andrea es mamá de una nena de 5 años que empezó primer grado y de un nene de 7, que va a segundo y que ya arrastra un año de virtualidad. “Este tiempo en cuarentena la cuestión escolar fue bastante difícil, el año pasado no tuvieron clases presenciales y este año solo tuvieron dos semanas en lo que va del año. Iban una semana cada dos semanas, de las cuales esas semanas tampoco fueron toda la semana, fueron tres días”, cuenta a este medio.

Y agrega: La verdad es que ante la situación sanitaria, ante el miedo que me genera que mis hijos se contagien, con lo grave que puede ser para ellos también, las personas grandes, nosotros, considero que no hace falta que las clases sean presenciales como se están manejando hoy”. Sabe que la tarea no es sencilla. No es maestra, no tiene la misma paciencia que las y los docentes y se encargará sola de todo lo que conlleva hacer las tareas con dos nenes chiquitos sentados uno al lado del otro.

“Hay un montón de medidas con las cuales estoy de acuerdo y que veo que no se cumplen en las escuelas y por un tema de necesidad, porque por ejemplo es muy difícil para una maestra de Primero no llevar a sus alumnos de la mano o entre los mismos compañeros verse, darse un abrazo, jugar con sus cosas. Entonces entiendo que hoy la no presencialidad es muy importante, era algo que estaba esperando porque me daba mucho miedo. Y si hay que aguantar un poco más, aguantaremos un poco más”, expresa.

Es consciente del privilegio de contar con un jefes que entienden la situación y puede adaptar su trabajo, pero sabe que hay muchas familias que necesitan de la presencialidad escolar para poder subsistir. “Tengo la suerte de que me bancan en el trabajo y -asegura - no tengo esa necesidad, pero sí se que hay gente que la tiene y en todo caso sería importante que esas personas pudieran cumplir con una presencialidad o que por lo menos el riesgo sea menor para esas personas”.

***

Valentina es docente y los últimos días fue aterrada a dar clases. Cuestiona a las madres y padres que se quejaron por el corte de la presencialidad: “Los y las invito a poner el cuerpo en las aulas, exponiéndose a esta enfermedad inmunda, aun cumpliendo todos los protocolos, viendo cómo compañeros, compañeras, alumnos y alumnas van cayendo poco a poco en las garras del virus”.

Además de detallar cómo se desarrollan las actividades en las aulas, revela que decidió dejar de mandar a su hija de 7 años al colegio antes del anuncio del presidente. Por prevención y por miedo.

¿Qué es lo que no se entiende? Claramente no hay nada que reemplace la presencialidad: ¿pero a qué costo? Para tener salud mental, primero tenés que estar vivo, ¿no?”, reflexiona. Y apunta: “Aunque se cumplan todos los protocolos dentro de las aulas, las mismas operan como lugar de rejunte de los descuidos de todos. Es decir, tenés al alumno y con él a su familia, amigos, entorno. Sabemos que mucha gente no se cuidó: cumpleaños, fiestas, reuniones. A su vez, viajes en transporte público. Todo eso multiplicado por 15, aproximadamente, en un espacio cerrado. O sea, ¿qué más quieren discutir?”.

Son horas de gran estrés para Valentina, tiene mucho miedo de haberse contagiado. Dice que antes no estuvo asustada ni fue paranoica con el COVID-19, pero vio cómo el virus iba alcanzando a personas de su entorno. “Me parece que tenemos que habilitar nuestra voz, que sepan que detrás de esos ‘docentes vagos que no quieren trabajar’ hay personas responsables y preocupadas. A nadie le importamos”, cierra.

***

Carla trabaja en el área de salud. La decisión la afecta en todos los órdenes y siente una mezcla de sensaciones, que contraponen lo personal con la cuestión social. Es mamá de una nena que va a la primaria y está separada de su papá. Para ella la escuela además de ser un espacio de aprendizaje y socialización, es el nexo entre ambas casas.

“Yo la dejo en el colegio y de ahí me voy a trabajar. El papá la retira del cole y está con ella hasta la noche. Le aviso que llegué y me la trae. Así todos los días a lo largo de la semana. La suspensión de clases me parte al medio porque deberíamos estas dos semanas volver al sistema del año pasado, en el que la nena se quedaba con su papá y venía conmigo cuando estoy de franco”, relata.

Tiene francos rotativos: en una semana descansa un día y a la siguiente dos. Una alternativa a esa situación era buscar una niñera que la cuide las nueve horas mientras ella trabaja, pero se le complica por lo económico. “También me pongo en la otra vereda y no todos los nenes tienen los mismos privilegios que mi nena. En el colegio tienen armado un protocolo, le toman la temperatura a la entrada, cada dos días llevan la declaración jurada, les desinfectan. Ella comentan que están todos distanciados, que usan barbijo y que en el recreo no los dejan acercarse. Entiendo que no todas las escuelas cuentan con estos recursos. El sistema educativo está devastado desde antes de la pandemia”, dice.

Entiende que es una medida que debía adoptarse y que incluso cree que tendría que haberse definido antes, atenta a la situación de colapso sanitario que presentaron países limítrofes como Brasil, Chile y Paraguay. Luego contó lo que la semana pasada estuvieron sin oxígeno en el hospital en el que trabaja y cuestionó la falta de conciencia social sobre la grave situación que se atraviesa. “Lo colectivo no enseña, salvo lo individual. Salvo contados casos -dijo-, nadie que haya estado cerca del COVID va a hacer las cosas bien. El dolor del otro no le duele a nadie. ¿Dónde queda la solidaridad colectiva? ¿Nada de lo que le pase al otro te enseña a vos?”.

Dejá tu comentario

Las más leídas

Te puede interesar