LOS SAOCOM, SUS “BEBÉS”
“SAOCOM-1A es mi bebé”, escribió en inglés en la descripción de su perfil en Twitter. Sonia participó del proyecto del satélite, pero no del lanzamiento en octubre de 2018 porque le surgió la oportunidad de realizar la maestría en el exterior. Con el 1B tiene su revancha.

En el primer satélite argentino con tecnología de radar enviado al espacio trabajó tres años, abocada al control térmico. Como su hermano gemelo, la última “perla satelital” nacional -como lo calificó la periodista Nora Bär-, fue desarrollado y fabricado en el país por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales( CONAE) en las instalaciones de la empresa INVAP, que contó con el apoyo de unas 80 compañías e instituciones. El despegue estaba previsto para fines de marzo pasado, pero todo quedó suspendido por la pandemia de coronavirus. Lo reprogramaron para fines de agosto, sujeto a un lanzamiento previo y luego de tres postergaciones finalmente será lanzado este domingo a las 20.18. Una vez en órbita, el 1B también formará parte de la constelación Siasge con los cuatro Cosmo Skymed de la Agencia Espacial Italiana.
“Lo rápido que CONAE logró volver a iniciar la campaña de lanzamiento es admirable. Si hubiese tenido que apostar, apostaba que se lanzaba más adelante, pero sinceramente le encontraron la vuelta y es para aplaudirlos”, dice Sonia. En este proyecto se encarga de la ingeniería térmica para el lanzamiento. Inicialmente estaba previsto que el grupo viajara a Falda del Carmen, en Córdoba, donde se encuentra el Centro de Control de Misión en el Centro Espacial Teófilo Tabanera, pero debido a la situación sanitaria se apostaron en dos salas de soporte. El equipo de Sonia estará en la sede de la CONAE en Capital Federal, mientras que habrá otra en el INVAP, en Bariloche.

El diseño del 1B fue alimentado por el del 1A, con algunos pocos cambios. “Lo que tienen de bueno estos satélites es que son prácticamente gemelos, se le hicieron unas pequeñas modificaciones nada más para que funcione mejor. Esto lo que me permite es poder aportar el conocimiento que tuve del sistema en estos tres años que trabajé en el SAOCOM-1A y aportarlo a la campaña de lanzamiento”, remarca la experta. El aporte del equipo de cinco profesionales aeroespaciales del GEMA consistió en el diseño, análisis y control térmico de uno de los instrumentos claves: la antena de apertura sintética (SAR en inglés).

El segundo SAOCOM pesa tres toneladas, comenzó a ensamblarse en 2015 y contó con el trabajo de unas 900 personas. Como el 1A, será clave para la producción agrícola: se utilizará para medir la humedad del suelo; desarrollar guías de crecidas de los ríos; alertar sobre inundaciones; brindar datos de navegación; dar soporte al agro para la fertilización y la fumigación y detectar desplazamientos del terreno, acuíferos, derrames de petróleo y pesca ilegal.

El satélite podría tener un papel clave en la capital bonaerense para adertir el riesgo de inundaciones, un campo en el que las autoridades locales y la UNLP trabajaron con el plan de contingencia luego del trágico episodio del 2 de abril de 2013. “Puede llegar a servir en La Plata”, considera Sonia. Y agrega: “Se usa para medición de la humedad del suelo, para prevención de catástrofes naturales. Pero puede llegar a medir para medir un potencial riesgo de inundaciones, porque eso es lo que se lo va a usar. Uno mide la humedad del suelo y sabe cuán saturado está y qué riesgo hay de inundación. Entonces ahí podría quizás llegar a prevenir una inundación a futuro”.
La pandemia complicó el trabajo, las y los integrantes de GEMA extrañaban los intercambios cara a cara, el escribir en una pizarra, mostrar los avances “en vivo y en directo”, pero de a poco se fueron adaptando. A horas del nuevo lanzamiento, se aceleran las palpitaciones y crece la ansiedad.

Al terminar su maestría, Sonia llegó para la campaña de lanzamiento del SAOCOM-1B. “Me estoy agarrando la parte más divertida”, dice entre risas. Este domingo estará en las oficinas porteñas de Paseo Colón, en la sala de soporte de ingeniería y bajo un estricto protocolo en plena aceleración de casos de Covid-19. El grupo estará dividido para cubrir todos los horarios y habrá dos equipos: el térmico y el encargado de la mecánica y electrónica de despliegue. “Va a ser un día largo”.
“Vamos a ir monitoreando las temperaturas del satélite para poder asistir a la gente que está en la dirección de vuelo para saber si pueden proseguir o no con las operaciones que tienen que hacer. Por ejemplo, cuando se separe el satélite del cohete y se puedan empezar a desplegar los paneles de la antena radar. Tiene la antena gigante abajo, que va plegada en el cohete y tiene que desplegarse. Para que se pueda desplegar se tienen que dar las condiciones correctas, entre ellas las condiciones térmicas, así que nosotros estamos ahí, monitoreando que se den las condiciones térmicas para poder dar el OK para el despliegue”, explica.
Y destaca: “Es muy lindo el equipo que tenemos, tanto de GEMA, como CONAE e INVAP. Si la gente está ansiosa, nosotros por cien. De la UNLP somos cinco, pero hubo mucha rotación y en realidad hubo más gente involucrada. A nosotros nos toca ver el final del proyecto y comienzo de la misión del SAOCOM-1B en el espacio”.

Después del lanzamiento en Estados Unidos, el control de misión sigue en Argentina, desde Córdoba y Capital Federal. “Se hace lo que se conoce como ensayos en órbita, donde probamos que la antena funcione bien y, una vez que se terminan los ensayos en órbita, se prueban los modelos computacionales, las simulaciones, para ver que estén funcionando bien y que hayan predicho la realidad, eso es importante. Si llega a haber un error mayor al aceptable se arregla, vamos aprendiendo, es un proceso de aprendizaje y vamos modificando los modelos hasta que quede todo perfecto y una vez que se termine de modificar el modelo computacional si se necesita modelar alguna situación puedan hacerlo. Se terminan los ensayos en órbita, por ende arranca la ciencia y ahí se da por terminado nuestro trabajo y arrancamos con otro proyecto”, detalla.
EL DESAFÍO HISTÓRICO DEL SATÉLITE UNIVERSITARIO
A fines de junio se anunciaba un hito en la UNLP: el desarrollo de su propio satélite. Será creado en el marco de un proyecto del CTA. Sonia Botta es la coordinadora y quien está recibiendo las propuestas de objetivos de la misión que tendrá que cumplir una vez que esté en órbita.
“Es un proyecto que siempre quise ver en la universidad. He visto proyectos similares en otras universidades -como en la de Córdoba y Comahue-, no solamente en cuanto a la parte educativa porque por supuesto es una herramienta que sirve muchísimo para la educación y la formación profesional, sino también en la parte científica porque son misiones donde quizás lo científico puede tener más autoridad que si es un satélite gigante que hacen las grandes agencias, que por ahí queda más lejano. Entonces da mucho rédito científico, tiene mucha influencia en la educación, es un proyecto que estoy muy entusiasmada para hacer”, expresa sobre esta decisión histórica en La Plata.

El “satélite universitario” será pequeño, de la categoría denominada “CubeSat”: con un máximo de 20 kilos y 6 unidades. Una unidad (1U) mide 10 cm x 10 cm x 10 cm, es decir que 6U equivale a 10 cm x 20 cm x 30 cm; en una configuración 1U x 2U x 3U. “El tamaño final va a ser más o menos el de una caja de zapatos”, señala Sonia. En ese sentido, subraya: “Aún así se sabe que son satélites con muchísima potencia. Siempre hago la misma analogía, que cada año, cuando se lanzan celulares nuevos tienen cada vez tienen más memoria, más potencia, más capacidades, eso es la electrónica que va avanzando y nosotros usamos y nos apoyamos en las mismas tecnologías para darle más potencia al satélite”.
La convocatoria para la definición del concepto del proyecto cerró días atrás, recibieron más de 20 propuestas y tienen 23 objetivos para evaluar. “Recibimos mucho interés en cuanto al análisis de suelos, hidrología, ambiente espacial (interacción entre la atmósfera y el sol) y demostración tecnológica (probar instrumentos realmente funcionan en el espacio, como comunicaciones satelitales o unos sensores de navegación satelital). Tenemos un abanico muy amplio de las cosas que podemos llegar a hacer”, sigue.
El desarrollo del nanosatélite dependerá del tipo de instrumento que llevará. Si ese instrumento “ya está listo” -aportado por alguna empresa-, estiman que podrían lanzarlo al espacio en un plazo de dos años; pero si también tienen que diseñarlo y construirlo ese tiempo se extiende a cuatro años. Las misiones ya se están evaluando y una vez definida se arrancará con el diseño en sí del artefacto. Por el momento el equipo está integrado solo por dos personas, pero confían en contar con cinco o diez más a principios del año que viene.

El día que despegue hacia el espacio lo hará acompañando un satélite más grande. “Se busca un cohete que tenga la disponibilidad de poder lanzar un satélite chiquito y acompañando un satélite grande. Por ejemplo, SAOCOM ahora cuando se lance va a llevar dos ‘compañeritos’, va a llevar dos satélites chiquitos. Se libera SAOCOM y atrás se liberan los dos satélites. Nuestra idea es poder hacer lo mismo: tener un satélite grande, que no va a ser nuestro sino que va a ser de un cliente principal del cohete, y nosotros vamos a estar acompañando a ese satélite y nos van a liberar en órbita. Esto lo que nos permite es que el lanzamiento sea mucho más económico y también va a dar más posibilidades de lanzarlo porque casi en cualquier lanzamiento que haya hoy en día hay lugar para un satélite chiquito”, enfatiza.
SOBRESALIENTE EN EL REINO UNIDO
En 2018 Sonia Botta dejó la misión del SAOCOM-1A para irse a Europa. El motivo: cursar un Máster en Sistemas de Exploración Espacial en la Universidad de Leicester, en el Reino Unido. Ahí estuvo ocho meses, mientras que también pasó dos en Italia y dos en Francia, debido a que la casa de estudios inglesa junto con el Politécnico di Torino y el ISAE-SUPAERO de Toulouse, integran el proyecto internacional "Sistemas para la Exploración y Desarrollo del Espacio", auspiciado por la Agencia Espacial Europea en colaboración con la NASA.

Después de un año intenso, su tesis sobre análisis de trayectoria y mecánica orbital -acerca de las trayectorias más óptimas para el reabastecimiento de combustible alrededor de la Luna- obtuvo 84% de puntaje, el promedio más alto de su promoción.
“Me sorprendió que ellos se sorprendan que salgamos con experiencia laboral, con tanta experiencia. Yo fui a la maestría con tres años de experiencia laboral, de los cuales dos había hecho mientras estudiaba. No es cualquier experiencia, yo había estado involucrada en el diseño del SAOCOM-1A, con un grado de responsabilidad altísimo, porque no era simplemente que estaba acompañando el diseño, sino que estaba participando de forma activa, como responsable en aquellos días, tenía poder de decisión. Creo que son oportunidades que nos dan acá y que en otros lugares no se encuentran”, recuerda. Para la investigadora, la educación argentina no tiene nada que envidiarle a la europea: “En absoluto. Allá me encontré con mucha gente que conoce la educación argentina, cómo es la calidad”.

Sonia era la única mujer del equipo que trabajó en la evaluación de la producción de combustible en la Luna. “Suena a ciencia ficción, pero es algo de lo que se está hablando muchísimo. Básicamente se hace extrayendo el hielo que ya se encontró en el polo sur de la Luna y separándolo en hidrógeno líquido y oxígeno líquido”.
La tarea de la que se encargó la joven de Ranelagh fue encontrar cuál era la mejor forma de usar ese combustible, dónde era el mejor lugar, el más eficiente, para recargar a las naves interesadas, dónde se gastaría menos combustible. Y lo especialista lo explica de esta manera: “Mi trabajo fue encontrar cuál era la mejor órbita alrededor de la Luna para recargar combustible, ya sea para misiones a la Luna o a Marte. La idea básicamente es una nave que sale de la Tierra, como si fuese el Apolo, va alrededor de la Luna, recarga combustible y tiene dos opciones según cuál sea su misión, aterriza en la Luna o sigue su camino a Marte. Y lo particular que tuvo mi tesis es que ese tipo de estudios ya está en la bibliografía, pero lo hacen sobre órbitas muy particulares, sobre casos especiales, y yo lo que busqué con mi tesis fue hacer algo general, una comparación de todas las posibilidades que tenemos. Si bien termina perdiendo detalle, el estudio no es tan en detalle como una quisiera, está muy bueno tener ese pantallazo general que no existía”.

La ingeniera confiesa que siempre estuvo orgullosa de su trabajo, pero sintió una gran satisfacción personal y profesional cuando sus profesores y correctores le marcaron que su investigación era “sobresaliente” y uno de los mejores que habían leído.
Pese a que su cabeza ahora está puesta en el SAOCOM y en el “satélite universitario”, le encantaría seguir estudiando y hacer un doctorado en el mismo área que hizo su maestría. Pero piensa en liderar un proyecto similar al de la UNLP, pero con una misión espacial o interplanetaria Y reconoce que fantasea con llegar a la NASA: “Me encantaría, creo que es el sueño de todos los que estamos en el ambiente”.

La industria espacial es dominada en gran parte por varones, pero Sonia Botta asegura que las mujeres son cada vez más, sino que también llegan a lugares de poder. “De hecho, hoy la jefa del proyecto del SAOCOM es mujer, Josefina Pérès. Después está la investigadora principal, Laura Frulla y bueno, tenemos referentes mujeres en el proyecto SAOCOM. Creo que cada vez se ve más y si bien seguimos siendo minoría, tenemos posiciones de mucha responsabilidad y se nos está dando el espacio. Creo que cada vez se ve más”.