martes 26 de marzo de 2024

"El gran operador": el libro sobre la vida, la pasión y la muerte de René Favaloro

A 97 años de su nacimiento y 20 de su suicidio, Pablo Morosi presenta la biografía del cardiociriujano platense que salvó a millones con la técnica del bypass.

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La emergencia sanitaria afectó la normal publicación del libro biográfico que el periodista platense Pablo Morosi planificó para el invierno de 2020. La casualidad quiso que el protagonista de la historia que ocupó su atención durante los últimos dos años fuera justamente una eminencia de la Medicina. Favaloro. El gran operador  es el título de interpretación múltiple del volumen editado por Merea Editorial, cuya distribución ya arrancó a través del formato e-book porque su versión en papel, aunque está en las librerías, aún no puede comercializarse por las limitaciones que impone el aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Para los lectores platenses la venta viene con una oferta atractiva: por el mismo precio la editorial entrega Padre Cajade: El santo de los pibes de la calle, también de autoría de Morosi.

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En entrevista con 0221.com.ar, el autor explica las razones de la decisión de trabajar con la figura de René Favaloro, el cardiocirujano platense que entre 1967 y 1968 revolucionó la Medicina al protocolizar la técnica del bypass.

La charla deviene en el proceso de producción de las casi 300 páginas. Una búsqueda incansable que arrancó con una frustrante visita a la facultad de Medicina, donde casi quedan pocos vestigios de quien tal vez sea su alumno más ilustre. E incluyó entrevistas a más de 140 fuentes que lo ayudaron a acercarse a la persona, viajes a Jacinto Arauz donde Favaloro fue médico de pueblo durante una década y recorridas por las calles de El Mondongo, el barrio que forjó su identidad pese a no haber vivido nunca allí.

La urgencia del almanaque impidió demorar la salida del libro. Los datos de vida y muerte permiten aventurar que julio es el “mes Favaloro”. Los papeles dicen que nació el 14 aunque el saber familiar indica que en realidad su alumbramiento fue dos días antes, en 1923. No hay dudas, en cambio, de que se suicidó el 29 de julio de 2000, con un disparo en el corazón y dejando una carta a sus “familiares y amigos” donde se traslucen algunas de las razones más evidentes de una decisión que de todos no son lineales.

¿Quién era el personaje campechano que coqueteó con cualquier poder de turno para concretar su proyecto científico? ¿Cuál era la esencia de esa persona en su intimidad? ¿Cuáles son las razones del amor no correspondido con su ciudad natal? ¿Qué mitos y que hallazgos sorprenderán al lector? ¿Qué otros motivos, más allá de los económicos, pudieron conducirlo al dramático final? Los interrogantes se multiplican y Morosi encuentra en su recorrido algunas respuestas y aproximaciones. Y abre nuevos debates.

-¿Por qué la elección de Favaloro para una biografía?

-Los 20 años de su suicidio, que se cumplen el 29 de julio. Además de ser una fecha redonda, es muy oportuna para pensar cómo fue que desperdiciamos a esta figura. Cómo fue que el país no pudo aprovecharlo más tiempo. Cómo no nos dimos cuenta cuál era su situación. Yo no creo que se haya matado solamente por la plata. Ese era un problema desde que se inició la Fundación, porque era un barril sin fondo, siempre lo fue. Recibió plata de la dictadura y de todos los gobiernos democráticos sucesivos. Él mismo escribe "me convertí en un mendigo" en su carta final, y lo que quiere decir ahí es "le golpeé la puerta a todos". Se dedicaba más a eso que a otra cosa. Entonces esa fecha creo que sirve para revisar cómo fue su vida, de dónde salió, cómo se formó, cómo tuvimos la capacidad de formar a este tipo que termina siendo una celebridad en el mundo científico y cómo después, cuando toma la decisión que él considera "patriótica" de volver al país, termina acorralado y nadie le puede tender una mano. 

-¿Qué complejidades presentó un personaje como Favaloro en relación a las biografías previas, como la de Héctor Aguer o Carlos Cajade?

-Es más complejo porque el perfil del personaje es mucho más alto, mucho más visible, con una trayectoria muy larga y muy expuesta. Con tantos vericuetos y con tantas personas involucradas que por momento te hace pensar que nunca llegás a encontrar a la persona. Es difícil en ese sentido. Son tipos que pese a ser tan conocidos y con tanto roce social, han estado también muy solos, muy ensimismados. Favaloro también, y eso lo hace complejo, ha dado muchas notas y ha estado en los medios y hasta ha hecho un canal de TV en su fundación donde daba a conocer su mirada de la medicina, de la vida y de la historia. Tenía aspiraciones más allá de la medicina. Y las fuentes que tenes que ver son un ex presidente o un ex gobernador, es más complicado llegar a ellos y que te cuenten intimidades. No alcanza con hablar con el mejor amigo porque seguro se perdió la mitad de las cosas.

-Entonces, que hubiera tanto material público fue una complicación.

-Cuando arranqué este trabajo pensé “qué hay de él”. Y de entrada me encontré con sus relatos autobiográficos. Tres libros escritos por él de distintos momentos de su vida. De su etapa en el Colegio Nacional, de su etapa en La Pampa y de su etapa en Estados Unidos. Probablemente si hubiera vivido hubiera escrito otro libro con toda la historia de la Fundación. Y aparte de eso, después de su muerte se escribieron otros dos libros para intentar echar luz sobre esa decisión.

-¿Y dónde te parás ante esa situación que puede ser condicionante?

-El desafío era ver si yo podía reconstruir el círculo en que se manejaba en las distintas etapas de su vida y aportar nuevas miradas, de gente que estuvo con él. Que fue compañero en la escuela, por ejemplo. Una de las fuentes es (el ex presidente de Gimnasia, Héctor) “Cacho Delmar, quien tenía un hermano mayor que fue compañero de Favaloro en Medicina. Él iba mucho a la casa de los Delmar y se juntaban a jugar al básquet y fueron presos juntos. También en el barrio, ver a los vecinos más viejos. Hay alrededor de 140 fuentes de las distintas etapas de la vida. Y lo que hice entonces es proponerme contar estas historia que están en los tres libros sólo con la versión de él, agregando otras miradas, otras fuentes que hablen de los mismo episodios. Que cuente otro cómo fue que fueron presos. Lo mismo en Jacinto Arauz, porque también era interesante que la gente de ese pueblo, que hasta ahora sólo está contado por Favaloro, pudiera decir lo que fue su paso por ahí. Y te encontrás con que un tipo, en un hogar de ancianos, me dijo: "Yo no sé porque se acuerdan tanto de René, si el que era buen médico era Juan José, que era el hermano”. El registro es de su propia experiencia y no le importa que después Favaloro hizo el bypass. Te dice "era medio amargo René, Juan José era piola". Esas cosas están buenas porque no están contadas en el libro que escribió él. Van completando y enriqueciendo la historia. 

-¿Hay documentos también?

-Hay muchas cosas que usé. Como la constitución de la Fundación o la causa judicial por su suicidio que está archivada y logré que la jueza me permitiera verla. 

-¿Y cuáles de esos 140 testimonios fueron clave o desataron algún nudo que te permitiera acercarte a la persona?

-Varios familiares, como Mariano Favaloro, que es un sobrino que lo acompañaba a la cancha cuando René estaba más grande. Fue el que lo acompañaba a Estancia Chica en toda la época de Gimnasia del ‘95, cuando se quedaban almorzar y (Carlos) Griguol le pedía que hiciera alguna arenga para motivar a los jugadores. Era como un asistente muy cercano que conocía cosas de la vida muy interesantes. También el que fue jefe de prensa de la Fundación durante casi 20 años, que se llama Carlos Penelas, que es quien escribió uno de esos libros después de la muerte. El médico Eduardo Raimondi, que quedó a cargo de la Fundación y tienen muy en claro la situación económica. En Jacinto Arauz la vecina Dora Calo, que empezó limpiando los pisos y aprendió con Favaloro a asistir en un quirófano y se convirtió en su instrumentista. O Eduardo De La Fuente, que fue casi su socio, un médico riojano que fue quien le presentó a Carlos Menem y fue uno de los que lo instó a que volviera a la Argentina y le hizo el contacto con el Sanatorio Güemes.

-¿Y hay visitas a los lugares?

-Además de Jacinto Arauz, caminé mucho por El Mondongo. Ahí me di cuenta de que los que podían ayudarme a reconstruir su vida estaban casi todos muertos, porque calculá que Favaloro cumpliría 97 años. Pero por ejemplo al Club Aconcagua, que fue fundado por un tío suyo, Favaloro iba mucho a jugar al billar. Estuve con algunos vecinos y uno me causó gracia porque me contactó por Facebook y me dijo que iba a jugar con él. Lo entrevisté en el Club y veo que era mucho más joven, tenía unos 66 años, 30 años menos que Favaloro. Entonces me dice que una vez, cuando tenía 14 años, faltó un jugador y lo invitaron a jugar un ratito. “Pero yo escuchaba lo que hablaban”, dijo. Entonces a veces es complejo, porque puede pasar que alguien te fabule, pero también pasa que pasado tanto tiempo, la memoria se acomoda caprichosamente. Es muy difícil, medio artesanal reconstruir cómo fueron algunas cosas. Sobre todo la vieja etapa. 

-¿Qué tan complicado fue correr a la figura del bronce, bajarla del pedestal para acercarse a la persona?

-Ese es un desafío. Más allá de lo que la persona haya hecho, que es una prioridad, un objetivo del libro. Cuando me preguntaban por qué un libro sobre Cajade, era porque era un tipo que hizo un hogar para salvar a cientos de chicos que vivían en la calle. Favaloro porque hizo un procedimiento quirúrgico que salvó la vida de millones. Esas son las prioridades, lo importante para la opinión pública. Lo otro lo vas desgranando y tratás de llegar a la hechura de la persona, a la personalidad, a lo que da carne a un texto de reconstrucción histórica.

-¿Y esa búsqueda puede generar reacciones?

-Cuando hablábamos con la editora del libro y a mi se me ocurrió el título, analizábamos que tiene mucha chispa y una doble lectura, por el tipo que está todo el tiempo operando para lograr lo que pretende. Sólo el título veo que ya está generando algunas reacciones. Es difícil que no sea así porque está muy instalado como un hombre vinculado con la ética, y no digo que no lo sea, todo lo contrario, yo creo que predicó todo el tiempo eso, tuvo convicciones muy fuertes. Pero bajarlo del pedestal para mostrar a la persona a veces es complejo porque a la persona no la conoce nadie, porque son tipos que están siempre jugando ese personaje. Y Favaloro excedía el mundo científico, construyó una figura que trascendió eso, un personaje mucho más cercano a la política o el espectáculo, incluso. Era campechano y cultivó ese perfil, no fue ingenuo. Sabía que eso entraba en la gente. Si hubiera sido siempre un médico como lo era en el consultorio, que decían que era parco, probablemente no hubiera logrado algunas cosas. Es complicado bajarlos del bronce pero creo que en el libro eso se consigue.

-¿Cómo jugó ese personaje en su acercamiento con la política?

-También por ese perfil se le acercaban todos los gobiernos. Sin embargo él siempre se planteó una cercanía estratégica, pero de segundo plano. Salvo con Menem que fue el que más plata le dio y con quien más cerca estuvo. Con él se fue a jugar al tenis con Bush a Estado Unidos, hacía cosas que no hizo con otros. La Fundación se sostuvo con plata del Estado porque tenía esa filosofía de atender a todos. Y eso también la convirtió en un barril sin fondo y complicó sus finanzas. Porque atendía a gente sin obra social, o a todos los amigos de Gimnasia que lo llamaban, o a 40 italianos de la isla de donde salieron su abuelos, a quienes los operó gratis y cada operación son entre 30 mil y 50 mil dólares. Entonces era imposible sostenerla si no era con el apoyo del Estado. El edificio de la Fundación se hizo con aportes de la dictadura, los terrenos se los donó Cacciatore (intendente de facto de la ciudad de Buenos Aires) y para eso tiraron abajo una escuela. Y cuando vino Raúl Alfonsín no fue menos, siempre fue a más. Con (Domingo) Cavallo hay una anécdota que dice que le pidió plata atendiéndolo en la camilla: logró que incorporara un subsidio para la Fundación, que era un emprendimiento privado, en el Presupuesto.

-¿Y si tuvieras que encuadrarlo ideológicamente?

-Fue reformista en su época de estudiante y puso el cuerpo. Estuvo preso en 1945 cuando la Universidad se oponía a la dictadura del 43, pero también se opuso al naciente peronismo. Lo golpearon en la calle, era un pibe que daba arengas, era delegado estudiantil, que fue secuestrado y llevado a un sótano. Era antiperonista hasta ahí. Al punto de que cuando se recibió perdió la posibilidad de asumir un puesto en el Policlínico San Martín porque se negó a firmar la adhesión al peronismo. Y terminó trabajando en una salita de Magdalena, donde estrenó su título de médico.

-Arrancaste planteando que no solo lo económico desencadenó su suicidio. ¿Qué otras cosas vislumbrás que lo acorralaron?

-Tipos así son de una cabeza muy compleja. En ningún caso sirve hacer una lectura lineal. Se dice "se mató por la guita"; sí puede ser, pero hay más cosas. Él estaba viviendo un momento emocional que era una verdadera montaña rusa. Hay que pararse en enero de 1998, cuando muere Antonia Delgado, la mujer con la que había vivido 50 años. Una señora platense, de muy bajo perfil, que había estado postrada muchos años. A los pocos meses de quedar viudo empezó una relación con una secretaria de la Fundación, lo cual fue muy resistido por el entorno familiar, que veían a una competidora por la herencia, que a esa altura ya era multimillonaria, con muchas inversiones. Eso, a un tipo de más de 70 años, lo puso en una situación compleja, porque no pudo conciliar su felicidad personal con el malestar permanente que vivía con su familia. Eso se fue combinando en esos años (98 y 99) con los problemas económicas. Y se fue consolidando una crítica de su entorno al alma mater de la Fundación. Eso pudo haber generado que su situación emocional fuera muy complicada. 

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