El 24 de mayo, apenas unos días antes de abrir sus puertas al público, en "Curry Green Market" recibieron una visita. Un señor distraído se asomó por la puerta, miró los panes, tortas y magdalenas que se agolpaban en una de la mesas del local y preguntó: ¿van a hacer locro para mañana, no?
Locro vegano. Era un desafío nuevo pero motivador. Fue a la dietética de al lado para comprar maíz blanco pisado, puso sobre la mesada sus ingredientes y sacó de la heladera las carnes: chorizo vegano, salchichas, bife de seitán, entre otros. Preparó una tanda importante y le pidió a sus hijos que publicaran el plato en las redes ese mismo día, para ir reservando pedidos.
Al otro día, al mediodía del 25 de mayo que conmemora la Revolución, en el local de calle 9 entre 44 y 45 tuvieron que hacer otra olla completa: les habían comprado todo. Darse cuenta de que la veganización de un plato tan tradicional como el locro funcionaba y convocaba tanto a veganos como a no veganos, convenció a Fernanda de la Quintana, "Mamá Vegana", de que su negocio arrancaría con el pie derecho. Y el 29 de mayo, finalmente, abrió.
"A mí me gustan los desafíos. Trato de hacer la mayor cantidad de cosas que me piden, porque mi idea es activar el veganismo, por eso al local le pusimos "Curry" y no un nombre vegano: para que cualquiera que venga pueda decir "qué rico esto" sin juzgar, que la persona común entre y pruebe. Y hasta ahora tenemos muy buena recepción. Hay gente... sobre todo algunos hombres, que si les decís "no tiene carne" les da cosita... pero después en general la gente prueba y es receptiva", asegura en diálogo con 0221.com.ar.
Para ella el veganismo no es una cuestión de salud, dietas o regímenes, sino de evitar el sufrimiento animal. "Cocinamos como la gente normal: hacemos cosas sanas y cosas no tan sanas. Dentro de los emprendimientos que vendemos acá hay algunos que son muy sanos, que cocinan sin gluten, con mucha fruta... y "Mamá Vegana" es más... "gordivegano", ríe. "Yo te hago sánguches de miga, tortas, cosas con chocolate... también hago viandas todos los días, y guiso de lentejas, risotto... básicamente, las comidas de la mamá", define.
Y con eso traza un objetivo: "Que vos que comés normal, digas bueno, vengo acá y consigo una cosa que es libre de crueldad animal y se parece bastante a la comida tradicional. Esa sería mi idea del veganismo. Tal vez no sea lo más sano, pero yo voy por los animales".

"MAMÁ VEGANA", UN CAMBIO RADICAL
Antes de hacer un giro de 180 grados en su vida, Fernanda trabajaba como secretaria en una empresa de software. "Y además comía carne; poca, pero comía", recuerda como si se tratara de otra vida. Su hija Marianella tenía 14 años cuando a través de un trabajo para la secundaria comenzó a investigar sobre la problemática animal y se hizo vegetariana. Mariano, su hijo más chico, todavía comía carne y Fernanda se turnaba para cocinarle a los dos. "En 2015 fuimos a un taller de Coala (una agrupación vegana de la ciudad) y las dos con Marianella decidimos hacernos veganas", cuenta. De un día para el otro decidió dejar de comer carne y derivados de animales (huevos, leche, quesos y otros lácteos) y aprovechó también para abandonar su trabajo.

"Había tenido un problema con uno de mis compañeros porque me acosaba, entonces decidí renunciar. A mis jefes les redituaba más plata él que yo, que era secretaria. Dije 'basta, renuncio, me voy de acá'. Y como dentro del grupo Koala todos me dicen "mamá", me decían "mamá, ponete un emprendimiento", porque yo les cocinaba a todos. Y una de las chicas dijo 'listo, te ponés Mamá Vegana'. Y ahí arrancó todo: en una charla de amigos".
Tiempo después, mientras su hija miraba un video de cómo la industria del alimento mata o explota a los animales para procesarlos y venderlos -"algo que a mí nunca me hizo falta ver, no gracias", dice Fernanda y niega con la cabeza- Mariano pasó por atrás, se quedó pensando y emitió una promesa en voz alta: "En un mes me hago vegano". Esperó un mes y lo hizo. "Él era mucho del jamón y queso, por ejemplo, lo tenía muy normalizado. Por eso también mi comida es más de transición que de veganismo saludable. Vos podés comerte un jamón y queso vegetal, una pizza con queso de papa, unas empanadas de soja que si las ves a simple vista parece que fueran de carne, y que saben muy bien. Le vamos encontrando la vuelta", dice acomodándose el pelo turquesa detrás de la oreja.

Lo suyo es "activismo puro". Si va a comer pizza a una casa de no veganos, lleva su propia pizza -o la cocina- y convida. Lo mismo con las empanadas. "Y si se juntan a comer asado, llevo chorizos y un pedazo de carne vegetal. Me amoldo a los menúes para que se vea que se puede comer vegano y que los gustos, aunque no sean iguales, sí son muy similares. Me gusta eso, mostrar que no es necesario consumir un animal para sentir esos sabores. Podés tenerlos sin hacerlos sufrir".
Activando en Coala y charlando con sus compañeros fue que "Mamá Vegana", el emprendimiento que le permitió vivir de 2017 a esta parte cocinando en su casa y vendiendo por delivery, mutó a "Curry Green Market". Eran unos cuantos "manijas" y ellas, con el sueño de ahorrar, invertir y poner un local a la vista de todos. "Cuando buscamos local lo primero que dijimos fue que esté en el centro. Porque si lo ponés en 1 y 72, los veganos se van a trasladar hasta ahí, pero la gente común no. Y pensamos que lo máximo que podíamos conseguir era un localcito que nos alcance para poner la heladera....Pero se dio esto, de un día para el otro. El dueño del lugar nos ayudó, nos dejó muebles y estantes, todo como para decir 'arranquen y arranquen bien'. Tuvimos mucha suerte", sonríe Fernanda, agradecida.

LA RUTINA DE UN "CLAN"
Todos los días, esta cocinera llega a su mesa de trabajo a las 9 y se queda hasta las 20, entre masas, cocciones y atención al público. Con su familia, dice, funcionan como un clan. "Los chicos se turnan para atender, un compañero viene a la noche las horas que ellos no pueden, y yo estoy acá cocinando. Viene un amigo a ayudarme, pero solo somos solo dos para cocinar. Hago todo de corrido", cuenta. Sus hijos, más inmersos en el mundo de internet, también manejan las redes. A la hora de equipar el espacio, solo compraron la heladera y el resto lo trajo de su propia casa: la cocina, el freezer, los utensillos. Había que arrancaron con el menor costo posible.
En el negocio se vende además cosmética vegana, tinturas para el pelo, dulces y productos con y sin TACC. "Dentro del veganismo hay personas celíacas o con diabetes, y la idea es tener una opción para ellos. Estoy tratando de aprender el tema de las harinas refinadas, para buscarle la vuelta y poder producir. Hay un emprendimiento que trae Sushi; hay de todo, justamente para que la gente venga, se relaje y compre lo que quiera sabiendo que todo es apto". O sea, que no contenga carne, grasas ni lácteos, una alquimia que puede resultar difícil, en general, para el común de la gente.

"Antes, si surgía una cena donde había chivito, yo comía chivito. Hoy a eso lo veo como animales muertos. Tiene que ver mucho con la crianza que una tiene, yo tengo 45 años y es otra generación, otra manera de pensar... Es como que tenés que tener la cabeza más abierta, porque hay que desaprender un montón de cosas que a mis hijos, por ejemplo, les costó mucho menos. Hoy en día directamente me terminé vinculando con gente que es casi toda vegana, y con personas que tienen la mente muy abierta y que se adaptan", explica Fernanda.
Esa apertura puede verse en la creciente clientela que visita el local. Veganos pero también no veganos -vegetarianos o carnívoros- pasan a diario y consultan por viandas o productos para cocinar todos los días, y también experimentar. Mamá Vegana tiene un ejemplo concreto: "Me he encontrado con ex-compañeras de la secundaria que no son veganas, pero el local les queda cerca del trabajo y les gustó la comida entonces vienen y compran acá. Yo me siento feliz de que por lo menos ese mediodía fueron veganas. Y eso está buenísimo".