lunes 25 de marzo de 2024

La inundación en primera persona: “Cada uno tenía su problema, pero yo tenía el de todos”

Alejandro Fernández se transformó en héroe el 2 de abril de 2013, cuando con Guajiro, su bote, estuvo doce horas recorriendo las calles de Tolosa rescatando vecinos. Breve relato de la noche que echó por tierra el slogan “La Plata, ciudad soñada”.

El 2 de abril de 2013 marcó un antes y un después en la historia de La Plata. La tormenta que azotó a toda la región golpeó con dureza y algunos barrios sufrieron en mayor o menor medida la acumulación de las precipitaciones. Ese día, a pesar del feriado, Alejandro fue a trabajar y regresó a su casa cerca de las 20. Cuando estaba por sentarse a comer con su familia, decidió dejar todo para salir a la calle con su bote. Su decisión causó la sorpresa de su mujer, quien le reprochó que saliera porque iban a pensar que se trataba de una burla para todos los vecinos de la zona. La breve discusión fue el inicio de una noche que quedará guardada en su memoria y la de muchos platenses.

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Alejandro no salió de su casa por curiosidad ni nada por el estilo. Su presentimiento estuvo relacionado con el auto de un amigo suyo ,que estaba de vacaciones y lo dejó estacionado en 7 y 524. Cuando empezó a llover incesantemente, el hombre de 50 años observó cómo el agua tapó la rueda, luego el paragolpes y así. Por ese motivo decidió no sentarse en la mesa y salió a la calle. Luego de pisar el asfalto, se olvidó del vehículo y pensó: para el lado de calle 10 la situación puede ser peor.

Cuando bajé la lancha arrancó todo. Un muchacho que no conocía y estaba desorientado, me ofreció plata para que lo lleve a su casa. Le dije que no porque solo quería dar una mano a la gente que necesitaba. Después de esa pregunta, me di cuenta de que algo grave pasaba”, contó a 0221.com.ar Alejandro Fernández.

Para ese momento, todo era confusión en la región: cortes de luz en distintos puntos de la ciudad, falta de comunicación, la ayuda que no llegaba y un principio de incendio en YPF que pudo haber agravado aún más la catástrofe del 2 de abril. En ese contexto, el vecino de Tolosa empezó a recorrer las calles de la localidad sin saber qué era lo que esperaba. A los pocos metros, notó un amontonamiento de gente en 7 y 524. “Primero creí que estaban mirando cómo corría el agua pero después me di cuenta que eran personas que querían ir a buscar a sus familiares”, explicó y añadió: “Realmente estaban necesitando una mano y no había nadie”.

EL DESBORDE

Distinto a lo que cualquiera pudiera pensar, hubo luz hasta las tres de la mañana en las calles que recorrió Alejandro.  A los pocos metros de sacar su lancha, pudo notar que la situación era de extrema gravedad y los rostros y llantos de cada uno de los vecinos eran, apenas, las primeras expresiones de una noche que fue más larga de lo habitual.

En los primeros tramos de la travesía, Fernández llevó a un joven a su casa que se reencontró con su familia e hijos. La correntada era muy fuerte y era un verdadero peligro para cualquiera que estaba en el agua.

La luz la cortaron a las 3 o 4 de la mañana. Yo me doy cuenta de la locura que estábamos haciendo cuando me agarro de un caño y me dio una patada. No fue fuerte pero había corriente. La primera solo fueron cosquillas y la segunda me dio corriente enserio”, recordó.

Durante toda la noche, Alejandro fue testigo de varias situaciones. Ancianos que estaban congelados de frío, familias que lloraban por no poder sacar a sus hijos e, incluso, dos personas que estaban en un techo pero no quisieron subirse a un bote para no dejar solo a sus perros. ¿La ayuda del Estado? A la noche brilló por su ausencia. Solo la gente que se ayudaba mutuamente para tratar de no sufrir las consecuencias de los dos metros de altura que, para ese entonces, había alcanzado el agua. Recién a las 9 de la mañana comenzó a llegar el personal para trabajar en la zona más afectada por la inundación del 2 de abril.

La gente que estaba arriba de la lancha estaba en shock, nadie hablaba. Todos estábamos muy compenetrados por la situación y no había tiempo para hablar, maldecir o putear. Todos tenían problemas, estaban dejando atrás todo. Su casa, familia, su auto”, señaló Alejandro.

Las horas seguían pasando y el hombre seguía dando vueltas para tratar de rescatar a los más necesitados. Llamativamente, y claro ejemplo de la confusión que había, un vecino empezó a insultarlo porque creyeron que era alguien de la Municipalidad. “Les tuve que explico y les decía: ‘no me putees, soy vecino’ y después me explicaron que había unos viejos que no podían ni caminar”.

A pesar que la lancha solo podía llevar entre seis y ocho personas, Guajiro también hizo un esfuerzo y  aguantó más de lo esperado para llegar a soportar el peso de doce pasajeros. Los recorridos cambiaban pero el final siempre era el mismo: en 524 entre 6 y 7, donde eran recibidos por la mujer y las hijas de Fernández. También había un médico del barrio que se acercó a dar una mano porque había gente que tenía mucho frio e hipotermia.

Cada historia merece un artículo aparte pero, en ese momento, la de Alejandro era la de todos. En sus palabras está la mejor descripción de lo que pasaba. “Cada familia tenía su problema pero yo tenía el de todos. No me quería olvidar de nadie, capaz venía hasta la manija de gente pero recordaba la dirección, el color o una casa. Yo tenía que traer a esa persona”.  

Nadie le reprochó nada a esa lancha que fue casa por casa a aportar con su granito de arena. Ningún platense se quejó porque Alejandro no volvió. De hecho, fue todo lo contrario.

GUAJIRO

Para convertirse en héroe no necesitó de una capa ni de una armadura de colores llamativos. Solo de su lancha Guajiro. Él lo define como un auto similar a un GOL y no se dio por vencido durante toda la noche, a pesar de que también tuvo inconvenientes como la falta de combustible o los golpes que recibió por transitar por las calles de Tolosa.

En el medio de la noche, el motor de Guajiro comenzó a fundirse por la falta nafta pero los vecinos estuvieron dispuestos a ayudar para que siga con sus recorridas. “Un grupo de chicos del barrio dio vuelta sus motos y me dio nafta para que pueda seguir rescatando gente. Minutos más tarde empezó a salir humo y se golpeó con los fierros en la goma, por ende se pinchó”, recordó Alejandro y agregó que “estuvo un mes parado pero eso fue lo de menos”.          

Si bien reconoció que pensó en venderlo, finalmente decidió quedárselo pero, luego del 2 de abril, empezó a guardarlo en su taller de Camino General Belgrano y 525. Es que los vecinos se acercaban para darle una palmada y agradecerle. Las muestras de amor fueron infinitas. Tanto él como Guajiro se habían convertido en los héroes encubiertos de aquel fatídico día para la ciudad.

EL DÍA DESPUÉS

A las 9 de la mañana, Alejandro volvió a su casa para descansar. Según comentó, no se sentía cansado por todo lo que había vivido ni tampoco era consciente de todo lo que había hecho para evitar que la tragedia sea peor. “A eso de las 16 salí a dar una vuelta con la camioneta y el barrio era lo más parecido a Kosovo. Iba manejando y se me caían las lágrimas. También pensaba cómo había estado con la lancha, con dos metros de agua, y hubo lugares que pasé por arriba de los coches”, puntualizó.

Luego de ver la desolación en la gente-la cual describió como algo terrible-, Alejandro cargó donaciones en su vehículo y salió a repartirlas por el barrio. “En ningún momento me sentí un héroe. Soy así, me nace ser solidario. Tengo muchos problemas con mi mujer por eso –esbozó una leve sonrisa- pero si veo a alguien parado en la ruta voy y lo ayudo”.

La Municipalidad intentó contactarlo pero él no quiso saber nada. Tan solo una medalla y un reconocimiento para el hombre que salvo muchas vidas. Sin embargo, lejos de los flashes y los micrófonos, los vecinos le acercaron todo tipo de muestras de afecto y agradecimiento.

Recién cinco años después del 2 de abril de 2013, Alejandro pudo romper el silencio y contar todo lo que había vivido con lujo de detalle. Ni Jorge Luis Borges o el propio Gabriel García Márquez pudieron haber escrito semejante relato. Su historia fue publicada en “Historias de Tolosa” y, a los pocos minutos de su difusión, logró captar la atención de varios medios.

“Ahora que pasó un poco el tiempo estoy más relajado. Cuando hablé el periodista me propuso tener una charla de amigos, encendió el grabador y empecé a contarle todo lo que nunca había dicho. Fue una hora y media recordando esa noche. Cuando me di cuenta, pensé: ‘la puta madre ¿todo esto tenía adentro?’”.

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