Néstor y Claudia fueron a la salita ubicada 156 entre 526 y 527, en Melchor Romero. Estaban esperando para un control médico, mientras Ian -su hijo de 3 años- jugaba en la vereda a pocos metros de su papá. De un momento a otro, el nene apenas bajó al cordón y fue atropellado por un patrullero de la Policía: minutos después murió en el Hospital Alejandro Korn. En medio de un profundo dolor, la familia contó cómo ocurrido todo.
“Mi hijito jugaba en el cordón, saltaba. Lo estaba mirando y le decía cuidado. Cruzo enfrente para esperar que nos toque el turno y justo había un nene con un pajarito que lo estaba picando. Veo que viene la camioneta a 20 o 30 kilómetros por hora, pasaron una loma de burro que hay frente a una salita. Le digo que pare, pero cuando digo ‘hijo, quédate ahí’, lo atropellan”, dijo el hombre, acompañado por su pareja.
Según su relato, el patrullero era conducido por una mujer, que viajaba junto a un compañero. “No estaban mirando para adelante, estaban mirando el pajarito que tenía el nene”, aseguró el papá de la víctima, apuntando a que los efectivos iban distraídos.
En ese sentido, negó las primeras versiones que circularon y que culpabilizaban a la madre del niño como responsable del accidente: “Dijeron que se le había ido de la mano de la mamá. Por $2,50 le quieren echar la culpa a mi esposa”. Además, remarcó que si “no les pegaba el grito”, los agentes no se detenían. “Esa mujer seguía y no se daba cuenta de que me habían matado a mi hijo”, siguió, con la voz quebrada.
Ninguno de los oficiales –que en principio se encontraban realizando “diligencias judiciales- les dijeron nada y fueron increpados por los vecinos de la zona, que lograron controlar. Lo cierto es que se subieron al patrullero y fueron hasta el Hospital Alejandro Korn. Pero el viaje se demoró.

“Estábamos a 2,5 kilómetros, pero fue eterno el viaje. No agarraron calles alternativas, agarraron la recta de 520 que está casi siempre colapsada de autos. No tienen cabeza ni para agarrar por otras calles. Agarran la 520 que estaba llena de autos, llena de semáforos. Fui gritando por la ventanilla a otros conductores para que se corrieran”, agregó. Una vez en el centro de salud, no hubo más que hacer.
Destrozados, solicitaron que se haga justicia. “Le pedía al Señor que no me lo lleve. No se merecía eso mi hijito hermoso. Siempre estábamos con él”, cerró Néstor.