Por Martín Arrúa
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Por Martín Arrúa
La tentadora casona de la esquina, la cerveza libre en pequeños vasos o el fino olor a madera. Stakes, Gitana Bar o Fuengirola, respectivamente, componían el Triángulo de las Bermudas de la noche de La Plata. Con ofertas tan diferentes y públicos distintos, los jóvenes se acercaban a la zona de diagonal 74 y 45 con el fin de sacarle el mayor provecho a las fiestas de todos los sábados.
El intendente Julio Alak prorrogó por 45 días el decreto que dispuso en octubre la suspensión de 76 ordenanzas que permitieron los loteos y barrios irregulares.
A diferencia de lo que ocurre en estos tiempos, la diagonal era uno de los lugares más concurridos por los platenses. Dicha zona, un sábado por la noche, era casi intransitable para los vehículos. En ese contexto, el problema del estacionamiento era otra carga y motivo para llegar temprano al lugar donde sucedían los hechos.
Los platenses tenían tres opciones para moverse. Tres opciones para adentrarse en la noche. Tres opciones para ingresar a un frenesí de alcohol, baile y encuentros amorosos. Tres opciones que le permitían entrar al Triangulo de las Bermudas, ese que regaló los mejores momentos para cientos de personas.
PRIMERA PARADA: FUENGIROLA
Era el inicio del “Triángulo”. De los tres lugares mencionados, era el que se destacaba por la calidad de sus tragos y por la temperatura de la cerveza en jarra. La distribución de las mesas permitía que la pista de baile quedara libre para que chicos y chicas puedan moverse al compás de las canciones de los grupos tropicales que deleitaban las noches de La Plata. El cancionero arrancaba con “La batidora” de Don Omar y finalizaba con éxitos reversionados de Piolavago o Cumbieton.
“Lo que tenía de bueno el bar era llegar y encontrarte con gente conocida”, recuerda con melancolía Agustín, un joven habitué de Fuengirola. Para él, el bar pepresentaba a un punto de la juventud de La Plata que solo la quería pasar bien. "No importaba como uno estaba vestido, lo importante era conseguir una mesa, tomar unas cervezas y conocer gente”, dijo.
En aquellos años, los porrones de Dr.Lemón o El Pronto eran las principales atracciones y el precio de cada uno de ellos era importante a la hora de elegir un lugar para pasar la noche del sábado.
“Era un público muy fiel el de Fuengirola. Creo que tuvo las mejores noches de La Plata”, afirmó el joven y agregó que “hubo una época que había que ir muy temprano para poder entrar sin ningún tipo de inconveniente”.
Con el correr de los años, ese grupo de platenses fue creciendo y conociendo nuevos lugares que fueron apartando a Fuengirola del centro del Triángulo de las Bermudas. Lentamente, los autos en doble fila y las largas colas fueron quedando en el pasado.
“Una noche vi cómo la pista tenía cinco o seis personas solitarias se movían tratando de animar el lugar. Ese fue el último capítulo del mejor boliche que conoció la noche platense”, consideró Agustín. “Sin saber cómo, los manejadores mataron a la gallina de los huevos de oro”, cerró entrerisas.
Actualmente, Fuengirola se convirtió en el bar Rey Lagarto, el cual cuenta con una gran cantidad de público que asiste fielmente todo los fines de semana pero dista de ser aquel que integró el “Triángulo de las Bermudas”.
SEGUNDA PARADA: STAKES
La coqueta casona de rejas negras y de arquitectura similar a la de un palacio europeo se imponía con sus llamativas luces sobre la esquina del diagonal. Era la punta de un triángulo perfecto que ponía final a las largas caminatas que se desarrollaban en busca de un lugar para salir.
Las filas que se armaban en la puerta de doble hoja no eran un impedimento para los chicas y chicas que querían ingresar a Stakes para pasar el sábado. Los precios no eran tan accesibles como los de Fuengirola pero los estudiantes hacían un pequeño esfuerzo para ingresar.
“Todavía recuerdo esas piso de madera del patio. Abajo parecía que era hueco pero no se alcanzaba a ver que había abajo”, explicó Gastón. Y recordó: “No era un lugar muy grande pero uno se las rebuscaba para hacerse de un espacio para poder bailar”.
Micaela, en cambio, recuerda el sonido fuerte de la música y que “era un problema para poder entablar un diálogo”. “La mejor etapa creo que fue el año 2008 y mitad del 2009”, consideró.
En muchas ocaciones, Stakes congregaba a las personas que no podían ingresar a Fuengirola o a Gitana. “Era cruzar una calle y probar suerte en otro lugar”, afirmó la joven. Para ese entonces, los tragos dulces ganaban por goleada a la cerveza y al Gancia. Esa generación de platenses consumió litros de esa bebida hasta que el tropezón fue la caída definitiva y debieron abandonarla.
“Me acuerdo que se tomaba mucho el licor de melón con speed, algo difícil de ver por estos tiempos donde predominan las cervecerías”, comentó Gastón. En ese sentido, sostiene que Stakes era un bar donde se podía bailar apretado o ir al patio para estar cómodo.
“Una vez vi una rata meterse por un costado”, recordó y agregó que “vi varias pero eso no importaba, lo único que quería era pasarla bien y Stakes me daba eso que, lentamente, se fue perdiendo”.
Para el año 2010, Stakes dejó de ser un lugar donde cientos de platenses y estudiantes del interior iban a gastar los pisos de manera con bailes poco ortodoxos. Los dueños intentaron cambiar la cara del lugar pero fue tarde, el centro de atención dejó de ser diagonal 74 y las miradas se posaban en la esquina de 11 y 50, donde dos bares libraban una batalla por ser los número 1 de la noche platense.
Actualmente, funciona un local partidario del peronismo. De todas formas, todavía se pueden ver las personas que colmaban el patio para fumar un cigarrillo bajo las llamativas luces del bar Stakes.
ÚLTIMA PARADA: GITANA
De los tres, sin lugar a dudas, era el que menos llamaba la atención de las personas que eran simples peatones o vehículos que pasaban casualmente por esa dirección. Gitana tenía la mejor oferta de todas para el público platense en general. Por solo cinco pesos uno podía acceder a la canilla libre de cerveza.
“Es cierto, pero venía en pequeños vasos como los que hay en los cumpleaños de los nenes. Todavía me acuerdo de los tumultos que se armaban frente a la barra para conseguir uno de esos”, dijo Federico. Para él, el 2007 fue el indicado de Gitana.
El lugar tenía un solo ingreso y era por medio de una larga escalera. Federico no puede explicar cómo nadie sufrió un accidente al bajar. “Creo que la gente sacaba fuerza de adentro, pero verdaderamente fue un milagro porque a la hora de la salida estaba resbaladiza”, recordó.
Una vez realizada la travesía para subir a la cima, Gitana ofrecía dos pistas y tres barras para intentar agarrar un “vaso de cumpleaños” para calmar la sed que aquejaba a la madrugada del domingo.
Cuando el lugar se llenaba de gente, los dueños daban el pase a una tercera pista de baile. “Esa pista era muy siniestra. Me acuerdo que no había una salida. Uno podía entrar bajando por una escalera curva de mármol, luego pasaba por un patio y entraba por una pequeña puertita”, recordó Daniel, un joven que compartió cientos de noches en Gitana.
Con la caída de Fuengirola y Stakes, el curioso bar de las escaleras eternas también fue perdiendo terreno dentro de una noche platense, la cual terminó mutando gracias a las bandas de cumbia y las cervecerías artesanales.
Una gran de cantidad de jóvenes pasaron por ese Triángulo de las Bermudas. Varios recuerdan con melancolía las historias escritas en los tres puntos que le daban una forma perfecta a la esquina del diagonal 74 y 45.