viernes 29 de marzo de 2024

Guillermo Escudero, el diputado freudiano que quiere ser intendente de La Plata

Emergió como “el hombre” del sector del peronismo ligado a la gestión de Bruera en la Municipalidad y la estructura del PJ local. Psicólogo de profesión, suele someter a análisis su propia trayectoria, desde su acercamiento a la militancia en la adolescencia hasta la ruptura en la Legislatura con quien fue su compañera de fórmula y hoy es una de las rivales en la interna.

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El debut de Guillermo Martín Escudero en las grandes concentraciones en Plaza de Mayo no fue con las banderas del peronismo que actualmente enarbola. Llevado por su padre, Olegario Antonio, un acérrimo alfonsinista, escuchó mirando al Cabildo el histórico discurso que el líder radical terminó con el Preámbulo de la Constitución el 10 de diciembre de 1983. La democracia echaba luz después de casi ocho años de dictadura y aquel chico de 12 años que estaba por ingresar al Comercial San Martín no imaginaba que se ligaría a la política a través de uno de los sectores del peronismo que un cuarto de siglo después gobernaría durante dos períodos su ciudad, La Plata. Tampoco, que ocuparía en ese gobierno un lugar clave ni que atravesaría en funciones la tragedia más grande en los 136 años de historia de la capital bonaerense. Menos aún, que su figura aparecería como emergente de aquel grupo que nació, creció y se desarrolló liderado por el apellido Bruera.

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Licenciado en psicología, ferviente alumno de la escuela del psicoanálisis de Sigmund Freud, suele tamizar todo a través de ese prisma. También -y sobre todo-, su propia carrera política. Habla de cierto “reduccionismo malintencionado” cuando la ligazón con el bruerismo se vuelve inevitable en su currículum, pero no reniega de ella. Y remite a cierto proceso en la evolución de las subjetividades que constituyen al ser humano y para auto analizarse lo aplica a su propio “ser político”. Da cuenta de la “dependencia absoluta” durante el nacimiento, de una “dependencia relativa” en el crecimiento y de “la independencia” que toda persona alcanza cuando adquiere su propio juicio crítico y su autonomía. Infiere que, políticamente, en esa última fase se encuentra hoy, parado como diputado provincial y dirigente con aspiraciones a gobernar la ciudad.

Tramitó entonces la “dependencia absoluta” durante el nacimiento en la vida política, seguramente en los primeros años de militancia en la época de la escuela secundaria, cuando, como alumno de un despolitizado colegio comercial (ubicado en 46 y diagonal 80) se vinculó con los estudiantes del Normal 3. Allí conoció a Gabriel Bruera y, a través de él, a Pablo. También, a otra fraternidad de perfil más combativo, los Harispe (entre ellos, a Gastón, actual parlamentario del Mercosur). Fueron años en lo que el prisma ideológico con el que se constituyó lo distanció del perfil “conservador” que cultivaba la mesa familiar en aquel entonces y que hoy mismo se prolonga como íntima “grieta”. Si fuera por ese mandato, seguramente estaría parado en otro lugar.

El vínculo con aquellos jóvenes se extendió al tío del primer grupo de hermanos, el actual presidente del PJ de La Plata, Luis Lugones, al lado de quien tuvo su primera experiencia partidaria. Arrancaba la década del ‘90 y,  ya egresado de la secundaria, trabajó en el lado que resultaría derrotado en la interna que “Lucho” disputaba con el entonces joven Julio Alak, un abogado oriundo de Benito Juárez que se convertiría en intendente y ejercería el cargo durante 16 años.

A nivel personal, fue una etapa de búsqueda. Cuatro años estudiando a los tumbos la carrera de Odontología, la asimilación de que ese no era el camino adecuado, un año sabático y la opción por Psicología. En paralelo, el trabajo en las primeras campañas para que Pablo Bruera fuera concejal primero y diputado provincial después.

El mandato familiar que sí acató fue el religioso. Activo católico, se vinculó con algunas organizaciones de esa raigambre en las que, ya como psicólogo, empezó a trabajar y a especializarse en un área que lo marcaría: el de las adicciones. Realizó un máster y trabajó, entre otros lugares, en el centro asistencial Monseñor Rodrigiani, que depende de Cáritas.

El otro legado paterno es futbolero. Ser hincha de Gimnasia y tener vínculos políticos fueron dos condiciones que estuvieron a punto de llevarlo a un puesto en la comisión directiva del club durante la presidencia de Daniel Onofri. La función en la Municipalidad lo desalentó, pero nunca dejó de seguir de cerca el devenir político dentro del club.

El antecedente de su trabajo en Cáritas y otras organizaciones decantó en el primer cargo público como director de Prevención de las Adicciones una vez que Bruera, en 2007, asumió como intendente. Ocupó ese cargo hasta septiembre de 2013, cuando asumió como secretario de Seguridad.

De acuerdo a su “autoanálisis”, tal vez pueda ubicarse a partir de ese momento la etapa de la “dependencia relativa” en términos políticos. Fue el tiempo en que tuvo que decidir dejar de trabajar como psicólogo en su consultorio privado y en el que su perfil empezó a crecer con apariciones frecuentes en los barrios, donde interactuaba con los foros de vecinos preocupados por la inseguridad.

Apenas asumido en ese cargo, la Municipalidad produjo un anuncio que nunca se concretó y fue más tarde motivo de críticas de los sectores opositores: la incorporación de drones para ayudar en la lucha contra el delito. La medida fue incluida en el Presupuesto municipal, pero los artefactos, que por entonces eran toda una novedad, nunca se constituyeron en una herramienta visible.

Entre los hechos que se recuerdan durante su gestión se inscribe el crimen del médico Francisco Guerrero en el barrio El Mondongo, que fue juzgado hace algunas semanas. Las jornadas posteriores lo encontraron recibiendo los cuestionamientos de los vecinos que se reunían para repudiar lo que consideraban una desatención por parte del Municipio. Asambleas semejantes enfrentó en otros barrios en los que los delitos se convirtieron en una preocupación cotidiana.

Fue quien incorporó, a partir de que en la denominada “zona roja” aparecieran casos de venta de droga, el sistema de monitoreo a través de cámaras. “La oferta sexual se usa como fachada”, decía entonces sobre un conflicto al que, como las gestiones previas y posteriores, no le pudo encontrar una solución.

En ese cargo fue también una de las caras visibles de la implementación en La Plata de la polémica Policía Local, un cuerpo impulsado por el entonces gobernador Daniel Scioli con el apuro que imponía la previa de la campaña electoral de 2015. En ese lugar lidió con algunas de las torpezas y abusos cometidos por jóvenes uniformados que salieron a las calles con escasa formación. El más resonante ocurrió cuando un uniformado baleó, en un forcejeo con su mujer, al estudiante Rafael Cobo en un centro cultural.

La derrota de Bruera en su intento reeleccionista contra el actual intendente, Julio Garro, lo encontró en diciembre de 2015 de nuevo en el llano. A fines de ese año y principios del siguiente se lo vio en la Plaza Moreno, junto a cooperativistas y empleados municipales que denunciaban quedar sin trabajo en la Municipalidad. Hubo quienes lo señalaron como protagonista de los incidentes de aquellas jornadas que terminaron con una fuerte represión con balazos de goma sobre los manifestantes.

El nombre de Escudero reapareció en escena a mediados de 2017, en las intensas negociaciones que terminaron en un armado de unidad dentro de lo que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner bautizó como Unidad Ciudadana para competir en las elecciones de medio término. La aparición del apellido Bruera en alguna de las listas fue vetado, pero el peso territorial del sector dentro de la estructura peronista requería reservarle un espacio expectante. Como hombre de confianza, su nombre apareció en las conversaciones como el “más potable” para acomodarse en el segundo lugar de la lista de aspirantes a diputados provinciales acompañando a la ex decana de Periodismo Florencia Saintout, rival histórica del bruerismo en varias elecciones anteriores.

La caída con Cambiemos en esos comicios no impidió que el ex secretario de Seguridad accediera a una banca en la cámara baja. Pero su posicionamiento político y la posible proyección a futuro lo llevaron a tomar rápidamente la decisión de no compartir el bloque con Saintout, una posible rival en la vida interna del fragmentado peronismo vernáculo, donde también tendrá que enfrentar, si ella lanzase su candidatura, a la concejal Victoria Tolosa Paz.

A partir de su rol como diputado y precandidato a intendente, acaso Escudero haya empezado a transitar en política lo que en términos de psicoanálisis define como “independencia”, en su caso, del bruerismo. “Uno va expresando cosas nuevas; no soy de la idea de que te marcan a fuego ciertas cosas que te pasan”, analiza cuando se le pregunta si esa relación es un “lastre”. Por eso, se considera más un emergente del peronismo que del bruerismo.

En la Cámara de Diputados, la decisión de sumarse a la bancada que supuestamente tiene la representatividad de los intendentes, con el ex jefe comunal de Florencio Varela Julio Pereyra a la cabeza, fue el refugio y la plataforma para instalarse rápidamente como uno de los “candidateables” a intendente, situación que se adelantó a cristalizar para aprovechar el mayor tiempo posible para ese proceso de promoción.

Desde el lanzamiento de la candidatura en el Parque Saavedra protagoniza una campaña basada en su rostro y su figura, con mucha presencia en las redes sociales. Todas las semanas publica videos cortos con más diagnósticos que propuestas en temas como el tránsito, los precios, el transporte, los baches y las veredas. En las últimos días, a partir de una seguidillas de delitos violentos en la ciudad, volvió a incursionar en la cuestión de la seguridad.

Aparece acompañado de manera visible por sólo uno de los hermanos que lo acercaron a la política cuando era un adolescente. Gabriel Bruera, con quien comparte una amistad y una pertenencia generacional más cercana, aparece como una especie de jefe de campaña. Es quien seguramente escribió el nombre “Escudero” cuando en 2017 llegó el momento de elegir a alguien de confianza en la lista de candidatos a diputados y quien le dio la venia para que se lanzara a ocupar el despacho principal del palacio de calle 12.

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