“Nosotros siempre pagábamos y ahora que falleció mi esposo me encuentro con esta deuda. Cuando eran de 900 o 1.000 pesos se podía pagar. Pero después empezaron a venir de 4.000”, dijo Elsa, la mujer de 80 años que vive junto a su madre de 106 en Ringuelet. El relato de la jubilada conmovió no solo a toda la ciudad, sino que llegó a la primera plana nacional. Es que en los últimos días les llegó una carta documento de Camuzzi, en la que las intimaba a abonar los 27.000 pesos que se le habían acumulado en pocos meses. En su casa solo tienen una estufa, una cocina a la que no le funciona el horno y un termotanque. Este viernes, incluso, les cortaron el servicio, aunque desde la empresa aseguran que se debió a las "pérdidas de gas" encontradas en la casa.
Sin embargo, en La Plata se multiplican las historias similares a las de estas abuelas. Más allá de que el Gobierno Nacional decidió derogar la resolución que habilitaba a las empresas a cobrar un “extra” de 24 cuotas a los usuarios -para compensar a las empresas por la fuerte devaluación de este año-, ahí no se terminaron las penurias de los vecinos que tienen que afrontar facturas con montos desorbitantes, luego del aumento de entre el 30 y el 35% a principios de este mes.
“Al pueblo lo están tirando a matar, así no se puede”, dijo a 0221.com.ar Martín Núñez, un jubilado de Villa Castells que manifestó toda su bronca por los tarifazos. Junto a su esposa vieron cómo la boleta del gas pasó primero de 300 a 1.500 pesos, luego a 2.000, 3.000 y este último mes a 5.200. “Y tengo que comprar medicamentos. Esto no es digno para ningún argentino. Yo me las puedo arreglar, hay otros que no. Es un abandono”, se indignó.
Otro sector que viene padeciendo desde hace tiempo los embates de la crisis económica y la disparada del dólar son los clubes de barrio locales, donde los servicios públicos en algunos casos ya son considerados un lujo. Tal es el caso de Juventud de City Bell, al que asisten entre 140 y 160 chicos, no solo a la escuelita de fútbol infantil, sino también a la copa de leche.

“Esto no da para más. Los aumentos empezaron con 3.700, 4.000 pesos y llegaron a 9.000. Ahí ya no pudimos pagar más”, contó a este portal Víctor Rodríguez, presidente de la institución, que tuvo que recurrir al uso de garrafas para que siga funcionando el buffet. “También ya las compramos a 300 pesos y nos duran un día. Los días que entrenan, vienen jugadores a tomar la merienda con sus hermanitos y también con las mamás. Tuvimos que elegir entre pagar el servicio y el costo de la Liga, los micros y las viandas de los pibes”, confesó con resignación.
En la Liga de Fomento Dardo Rocha de Ringuelet la situación no es muy diferente. El establecimiento de calle 5 casi 519 tuvo que elegir entre pagar la luz y el gas. Como dependen del suministro eléctrico para la mayoría de las actividades, decidieron dejar de abonar a Camuzzi. “El Gobierno nos llevó a optar entre uno y otro. Hace poco nos llegaron 6.000 pesos de gas y acá apenas cobramos cuotas de 20 pesos, no es un lugar para tener otro monto más excesivo”, expresó Alejandro Martínez, de esa institución.

Y siguió: “Nos quieren igualar a una fábrica o empresa. Nosotros desarrollamos tareas más sociales, contenemos a la gente. Generamos expectativas en los nenes que vienen a jugar al fútbol o hacen taekwondo o zumba, como en los adultos que juegan a las bochas. Los de Camuzzi vinieron con la excusa de una pérdida de gas, que no percibió ningún vecino, y se llevaron el medidor”.
Alberto Nasich también es jubilado y el último miércoles se acercó a la sede de la prestadora de 7 casi 57. Como muchos otros, participó del escrache a la oficina por las subas desmedidas, que, según contó, le tocó de cerca. “Tengo conocidos que tuvieron que pagar 4.000 o 5.000 pesos de gas y apenas ganan 15.000. Es injusto. A mí no me sobra nada, puedo pagarlo, pero esto limita a mucha gente. Las tarifas están dolarizadas y los salarios siguen siendo en pesos”, opinó.

Los aumentos se implementaron en un contexto de aumento de la desocupación, también de la canasta básica de alimentos y del dólar, que se complementó con una caída del poder adquisitivo del salario, en especial este año. Las historias como estas se replican en la ciudad, al igual que los reclamos.