Los interrogantes en torno a Mariano González Schwindt, el joven que tenía 26 años cuando viajó en 2017 desde Coronel Suárez a La Plata para rendir un examen en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP y nunca más regresó, son muchos.
En diciembre de 2017, Mariano González Schwindt viajó desde Coronel Suárez a La Plata para rendir un examen en la UNLP. Desde entonces, no se sabe nada de él.
Los interrogantes en torno a Mariano González Schwindt, el joven que tenía 26 años cuando viajó en 2017 desde Coronel Suárez a La Plata para rendir un examen en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP y nunca más regresó, son muchos.
¿Por qué devolvió el pasaje con el que ese mismo día iba a retornar a su ciudad? ¿A dónde pensaba ir? ¿Con quién? ¿Algo truncó ese plan? Estas son algunas de las preguntas que, 7 años después -y tras una investigación que involucró a las DDI de Suárez y de La Plata- siguen sin respuesta y se condensan en un solo interrogante que hasta el día de hoy azota a su familia: ¿qué pasó con Mariano?
B. A. tiene 25 años, dejó a sus hijos con una niñera y se marchó, pero nunca regresó a su hogar y la buscan en La Plata y la región.
Maximiliano, de 33 años, fue visto por última vez el 7 de octubre en Punta Lara. Familiares y autoridades piden información para dar con su paradero.
"Nunca en mi vida hubiese pensado que iba a vivir algo así", lamenta su papá, Alberto González Schwindt, de 60 años, en diálogo con 0221.com.ar y agrega: "Es un infierno que hasta el día de hoy no puedo superar".
Desde el 6 diciembre de 2017, cuando acompañó a su hijo hasta la terminal de micros local, no pasa un día sin que Alberto y su esposa se pregunten por él. La pregunta emerge sola o es formulada por su hija mayor, que tiene 36 años y un retraso madurativo que le impide comprender la falta de noticias de su hermano. "Ella lo extraña horrores y nos pasa factura todos los días, preguntando", cuenta Alberto y agrega: "A veces no tenemos contestaciones para darle, si ni siquiera nosotros entendemos".
Antes de estudiar para contador, Mariano había cursado Periodismo en la UNLP durante los 5 años en los que vivió en la ciudad. Tras aprobar más del 70% de la carrera, concluyó que iba a ser difícil ganarse la vida como periodista, por los bajos sueldos, y comenzó a cursar de manera libre en la Facultad de Ciencias Económicas.
Regresó a su ciudad, ubicada a 540 kilómetros de La Plata, donde comenzó a trabajar en una pizzería mientras preparaba materias para luego venir a rendir los exámenes. Eso fue lo que tenía previsto hacer en 2017, cuando sacó pasaje de ida y vuelta para el 6 de diciembre y llegó a la ciudad pero luego se le perdió el rastro.
La cronología de los hechos sostiene que arribó a las 6.20 y mandó un mensaje a su papá en el que avisaba: "Ya estoy en La Plata. Todo bien". Casi cuatro horas después, se cruzó en la calle con una excompañera que más tarde declaró que lo había notado de buen ánimo. A las 12, regresó a la Terminal para devolver el pasaje con el que iba a retornar por la noche a Coronel Suárez.
Las cámaras de seguridad de la Facultad de Ciencias Económicas dan cuenta de su ingreso, pasadas las 13, y de su egreso, a las 16.12, tras pasar esas horas en la biblioteca. Unos minutos después, le avisó por mensaje a su papá que se estaba por quedar sin batería y no mencionó su cambio de planes ni el hecho de que no había rendido el examen. Por el contrario, cuando llamó a su mamá, 20 minutos después, le dijo que había rendido y que creía que le había ido bien.
Hasta el día de hoy, Alberto no entiende por qué su hijo ocultó y falseó información. "Es evidente que se quiso quedar, pero la razón por la cual se quedó es algo que me ha desconcertado de tal manera que nunca llegué a ninguna conclusión", afirma.
¿Por qué su hijo evitaría volver a su casa? Se preguntó Alberto más de una vez. ¿Por qué? Si su relación era "normal", si el trato "siempre fue bueno" y el joven "nunca manifestó nada". ¿Por qué? Si los mates y las charlas compartidas al calor de la salamandra de su carpintería lo habían llevado a pensar que conocía a su hijo, a quien consideraba un gran compañero.
"Preguntas tengo miles", afirma Alberto y agrega: "Hasta me he preguntado en qué fallé como padre".
La falta de rastros de Mariano motivó que pronto se iniciara una investigación para tratar de dar con su paradero. En los primeros pasos, la aparición de un celular en Berazategui que podía ser del joven parecía una pista firme. Sin embargo, las pericias no arrojaron información útil.
Pocos meses después, la Provincia ofreció una recompensa de 250 mil pesos para todo aquel que aportara información útil, pero tampoco dio frutos y, hasta el día de hoy, el monto sigue sin actualizarse.
En la investigación, a cargo de Unidad Funcional de Instrucción y Juicio N° 5 del Departamento Judicial La Plata, participó la DDI local, con colaboración de la DDI de Coronel Suárez. Alberto considera que se dieron pasos en la búsqueda de su hijo, aunque hayan sido infructuosos.
En junio de 2018, tras pedir ayuda, la familia del joven recibió la visita de la entonces gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, quien puso a su disposición un abogado del Ministerio de Justicia. Tras 6 años, Alberto está convencido de que ese abogado "ni siquiera leyó la causa".
Durante los primeros meses de la investigación, el temor del papá del joven era que el tiempo pasara, su hijo siguiera sin aparecer y los medios dejaran de seguir el caso. Ese miedo, finalmente, se concretó.
Ante la consulta de 0221.com.ar, el fiscal Juan Menucci, a cargo de la investigación desde 2020, informó que se han agotado todos los pasos en la búsqueda del joven y que, en casos como estos, en los que la persona lleva tanto tiempo desaparecida, se incorporan los datos en el sistema de las cámaras de seguridad que cuentan con reconocimiento facial en todo el país. Hasta el momento, su imagen no ha sido captada.
Además, en noviembre 2023 desde la Unidad Fiscal Especializada en Investigación Criminal Compleja (UFECRI), a cargo del fiscal José María Campagnoli, solicitaron información de la causa para incorporar el caso al registro de personas fallecidas sin identificar o con paradero desconocido.
Con el interrogante sobre el destino de su hijo a cuestas, Alberto y su esposa siguen adelante. El cuidado de su hija insume buena parte del tiempo y los distrae, al igual que el trabajo de ambos. Él continúa al frente de su carpintería, a pesar de haberse jubilado. En parte porque la jubilación no alcanza y en parte porque le ayuda a no pensar en la ausencia. El trabajo también distrae a la mamá de Mariano, que es ama de casa y empleada doméstica.
Entre las hipótesis que le plantearon durante la investigación, Alberto recuerda que un policía le dijo que "cuando la persona es inteligente, es más difícil encontrarla", porque puede ingeniárselas para esconderse, y Mariano "era muy inteligente".
A él, la idea de que su hijo haya huido le parece inexplicable. Sin embargo, ante la incertidumbre que se ha instalado en los últimos 7 años, al pensar en esa posibilidad, afirma: "Nunca tuvimos un llamado diciendo 'no me busquen que estoy bien'. Nada". Y concluye: "Si yo supiese que él está bien, me quedo recontra tranquilo".
Ahora, su deseo es que quien esté al frente de la investigación lea el expediente en busca de algo que no hayan visto los investigadores 7 años atrás.