“El diseño de la ciudad es, sin duda, uno de los principales legados de sus orígenes masónicos. Más allá de las famosas diagonales, si uno observa el plano desde una vista aérea, el trazado de La Plata reproduce la disposición simbólica de un templo masónico, con la ubicación de los oficiales: presidente, tesorero, hospitalario, entre otros”, explica Pablo Lázaro, Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones.
En La Plata, ciudad declarada en 2022 como “ciudad masónica” por su profundo vínculo histórico con esta tradición, la masonería dará un nuevo paso significativo: la construcción de un templo propio en la zona del Barrio Hipódromo. Este proyecto, que incluirá un salón de encuentros y un espacio gastronómico abierto al público, simboliza la etapa de expansión y apertura que vive actualmente la institución en Argentina. Con 13 logias activas y unos 350 masones en actividad solo en la capital bonaerense, la edificación del templo consolidará el crecimiento de la masonería en un territorio que, desde su fundación, guarda una fuerte impronta simbólica ligada a sus principios y valores.
–Pero algo ocurrió y ese fuerte impulso masónico inicial en la ciudad y en general en el país pareció retraerse las logias adquirieron un carácter más reservado ¿Qué fue lo que pasó?
–Hubo un quiebre en la década de 1930. Hasta entonces, la masonería formaba parte de la vida institucional en muchas ciudades: junto a la municipalidad, la policía o los bomberos, había una logia masónica. Con el inicio de los golpes de Estado, se desató una persecución impulsada por regímenes con fuerte impronta ideológica reaccionaria. Entre 1930 y 1983, la masonería perdió unas 400 propiedades en todo el país. Por convicción, temor o persecución, se produjo un repliegue y la institución se alejó de la escena pública. A eso se sumó la influencia de masones llegados desde España, que huían del franquismo, y que transmitieron una cultura de reserva y discreción en torno a la pertenencia. Hoy buscamos revertir eso. Lejos de tener algo que ocultar, creemos que hay mucho para contar. En ese camino, la Universidad Nacional de La Plata es para nosotros un símbolo: representa la educación pública, laica, cogobernada y el espíritu de la Reforma del 18. Por eso, en 2008 creamos allí la primera logia universitaria del país, pensada también para recibir estudiantes masones de otras partes de América. La Plata, desde el punto de vista académico, es la ciudad más cosmopolita.
–Siempre se habla de la influencia de la masonería. ¿Aspiran al poder?
–La masonería como institución no busca el poder. No es una entelequia que actúe como un bloque político. Pero sí hay masones que ocupan cargos o lugares influyentes, porque la masonería actúa a través de sus miembros. Nuestra influencia es más cercana a lo que los politólogos llaman soft power: valores, ideas, modos de actuar. Nosotros no proponemos presidentes ni armamos listas, pero ofrecemos herramientas a quienes, desde su libertad individual, quieran participar en política, sea desde el oficialismo, la oposición o cualquier espacio. El masón es un ciudadano activo, que se involucra, propone, escucha y debate. Esa práctica constante moldea una forma de estar en el mundo. No se trata de militar en un partido, sino de construir una sociedad más fraterna. Y, por supuesto, no se puede "pintar" la masonería con un solo color político.
–¿Tienen mecanismos de anticuerpos para evitar la corrupción o el amiguismo dentro de la institución?
–Sí. Existe una comisión independiente de disciplina formada por diez jueces, designados por la asamblea que elige al Gran Maestre. Esa comisión recibe denuncias y puede aplicar sanciones, incluida la expulsión.
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Masonería en expansión. "Mientras los partidos pierden militancia, nosotros septuplicamos nuestra membresía", asegura Lázaro.
–Alguna vez se dijo que la masonería retrocedía ante el crecimiento de los partidos políticos. ¿Hoy pasa lo contrario?
–Tal cual. La masonería crece en un contexto donde los partidos retroceden. Ya no forman ciudadanía, sino frentes electorales. Mientras los partidos pierden militancia, nosotros septuplicamos nuestra membresía. La masonería es, en ese sentido, contracultural: frente a la lógica de la antinomia, propone pluralidad de voces, libertad de conciencia, derecho a creer o no creer, y diálogo entre personas con distintas ideologías, religiones, profesiones y oficios. Muchos buscan un espacio donde debatir sin gritos ni confrontación, y eso lo encuentran en la masonería. Sea con un proyecto de ley o una acción filantrópica, el masón trabaja por una sociedad más fraterna.
–Uno de los mitos más comunes es que la masonería está ligada a sectores de poder o élites sociales.
–Ese es, sin duda, uno de los grandes mitos. Sí, hay empresarios y políticos, pero también hay personas con oficios, gente que busca formarse o ayudar. De diferentes condición social. Siempre contamos que la sede central se construyó con el apoyo de sectores aristocráticos, como Sarmiento y otros. Pero al mismo tiempo, en barrios como La Boca había entonces logias de inmigrantes, muchos de ellos iletrados, que levantaron escuelas y caminos. Todas esas personas eran masones. Las logias —que son nuestros grupos de trabajo— tienen perfiles muy diversos: algunos se enfocan en temas empresariales, otros en estudios históricos, filosóficos, médicos o de salud. Hay una definición que usamos, aunque no sea académica: si cada logia fuera un club, la Gran Logia sería como la AFA. Tenés Racing o Sacachispas; todos comparten un reglamento, pero tienen objetivos y capacidades diferentes. Nuestro rol es administrar esa diversidad.
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El diseño original de La Plata y su simbolismo masón mantiene vigencia. La relevancia de la Universidad, considerada un espacio estratégico donde los masones tienen una cátedra libre
–¿La masonería busca eliminar por completo el secretismo?
– Bueno, son decisiones personales. No se piensa en imponer una regla pero vemos que en la practica muchos masones, sobre todo los mas jóvenes hoy lo hacen visible: comparten fotos en redes, en sus logias o en reuniones. La pertenencia ya no se oculta como antes. La masonería no es secreta; lo que no se puede transmitir es la vivencia. Es como tirarse en paracaídas: uno puede explicarlo, pero solo se entiende al experimentarlo. La pandemia nos afectó mucho, porque lo esencial para nosotros es compartir, debatir y estar con el otro.
Preguntas y respuestas de la maonería de La Plata
- ¿Cómo se financian?
- A través del aporte de los miembros, desde el primer iniciado hasta el Gran Maestre. La cuota mensual ronda entre los 30 mil y 40 mil pesos, y representa alrededor del 85% de nuestros ingresos. También obtenemos recursos por merchandising, tours temáticos y el alquiler de nuestras sedes para diversas actividades, especialmente conferencias. Pero el verdadero sustento es la cuota. No recibimos subsidios del Estado —de hecho, por nuestra idiosincrasia, no podríamos aceptarlos—, aunque sí hay masones que realizan donaciones voluntarias.
–¿Cómo se accede a la masonería?
–El interesado puede acercarse a través de un masón o por nuestras páginas web. Se le ofrece una entrevista informativa, ya que no hacemos proselitismo: es una decisión personal, basada en la libertad de conciencia. Si decide avanzar, se completa una solicitud y atraviesa otras tres entrevistas, de las que surgen informes independientes. Luego se recomienda una logia para su incorporación según sus intereses y lugar geográfico. La iniciación incluye una ceremonia donde se transmiten símbolos y enseñanzas que invitan a la reflexión. La masonería no impone dogmas: forma librepensadores que cuestionan incluso sus propias convicciones.
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El Gran Maestre frente a la propiedad donde se erigirá el primer templo de la Gran Logia, en el barrio Hipódromo
–¿Cuál es la realidad actual de la masonería en La Plata?
–Hay mucha actividad, tanto dentro de las logias como en el ámbito público. En La Plata funciona una Cátedra de Libre Pensamiento en la Universidad, algo que refleja la fuerte impronta académica de la ciudad. Esta semana, por ejemplo, participamos en una charla sobre los elementos masónicos de la Casa Curutchet, diseñada por Le Corbusier, quien era masón y fue estudiado por una arquitecta local. Hoy estamos en una sede alquilada sobre diagonal 74, entre 4 y 5, desde hace unos cuatro años. Antes, las logias estaban disgregadas en distintas ubicaciones. Ahora, como en Buenos Aires, Santa Fe o Mar del Plata, tenemos una sede pública y abierta. Allí se realizan conferencias abiertas, llamadas "tenidas blancas", en las que participan masones y no masones. Un ejemplo fue la presentación de la tesis sobre la Casa Curutchet que acabo de mencionar. En 2022, el Concejo Deliberante declaró a La Plata como “ciudad masónica” por unanimidad. No hay otra ciudad en el país con esa distinción, lo cual es muy significativo para nosotros. También destacamos nuestra labor solidaria. Durante las inundaciones, las logias locales canalizaron donaciones de todo el país y organizaron campañas para entregar ayuda directamente a los afectados. Muchas empresas confiaron en nosotros para esa tarea. No hacemos propaganda, pero sentimos que la sociedad nos reconoce. Ahora estamos muy entusiasmados con la próxima construcción de un templo masónico acá en la zona de Barrio Hipódromo. Es un paso muy importante para poder contar un lugar propio donde trabajan nuestros hermanos y que pueda estar abierto al público. Va a tener un salón de encuentros y también un espacio de gastronomía. Será un reflejo de esta nueva etapa de apertura que vivimos.