Veintiséis millones ochocientos seis mil seiscientos sesenta y cinco de "moneda corriente" se pagaron por las casi 16.808,87 hectáreas que el fisco expropió y formalizó por obra pública para eregir La Plata, la nueva ciudad capital de la provincia, y el ejido circundante.
"La propiedad es inviolable y ningún habitante de la provincia puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La expropiación por causa de utilidad pública debe ser calificada por ley y previamente indemnizada", versa claramente en el artículo 28 –correspondiente al 27 del articulado actual– de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires que comenzó a regir en el año 1854, 28 años antes de la fundación de la ciudad. El frenético paisaje urbano por el que hoy transitamos formaba parte, entonces, de una apacible pampa infinita con pequeños establecimientos rurales, tambos y extensísimos maizales pertenecientes a importantes estancias, algunas delimitadas por zanjas y otras por alambres.
CUANDO LA PLATA ERA UNA ESTANCIA
Casi una treintena de familias tradicionales cedieron sus tierras para el proceso expropiatorio que alumbró la primavera fundacional de lo que sería una ciudad icónica a nivel mundial.
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Miles de eucaliptos fueron talados para abrirle paso a las calles de la nueva capital provincial.
Recién el 21 de octubre de 1881 fue promulgada la Ley General de Expropiaciones por el Poder Ejecutivo Provincial; se determinaban en ella pautas básicas para tener en cuenta en la operatoria como la notificación al propietario, necesidad de pago indemnizatorio previo a la posesión del bien, evaluación de la propiedad por su titular y eventual necesidad de peritaje entre otros aspectos.
LOS DUEÑOS DE LA TIERRA CON NOMBRE Y APELLIDO
Entre el 14 de agosto de 1882 y el 4 de agosto de 1885 se materializó la expropiación de la totalidad de las propiedades rurales incluidas las tierras del pueblo de Tolosa, fundado 11 años antes y cuya edificación constaba de 40 casas de mampostería y 35 de adobe. La lista de expropiaciones las encabezó la sucesión de Martín de Iraola con 2.632,28 hectáreas, seguido por Luis Merlo 2.294,83 ha, Teleforo Ponce de León 6.793,42 ha, Domingo Goñi 57,09 ha, Samuel B. Hale 101,24 ha, Jorge Bell 669,60 ha, Tomás Bell 137,38 ha, Dolores Amstrong de Due 404,97 ha, Sucesión Martín Durañona 57,93 ha, Antonia C. de Drake 177,87 ha, José María Goñi 169,00 ha, Cayetano Dantiarg 101,24 ha, Carlos Clark 202,48 ha, Manuel López 101,24 ha, Sucesión Martín Iraola 169,19 ha, Pedro García 200,85 ha, Sucesión María Cruz Macía 621,12 ha, Sucesión José García 605,38 ha, Teresa Santillán de Silva 27,39 ha, Sucesión Rubén Constela 20,54 ha, Gregorio y Eduviges Santillán 41,08 ha, Tomás Rodriguez 26,66 ha, Cristina Santillán de Silva 27,39, Juan Bautista Fachan 27,39 ha, Heraclio Santillán 20,54 ha, Francisca Juárez de Pérez 82,18 ha, Sucesión María Cruz Macía 65,65 ha, Petrona y Dolores López 20,68 ha, Bernardino B. Conti 54,07 ha, Sucesión Martín Durañona 172,38 ha, Juan Bautista Fachan 85,84 ha y Gregorio Torres 52,00 ha.
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La Municipalidad de La Plata vista desde calle 11, fue una de las principales construcciones de aquellos años.
Fuente: Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados | Colección César Gotta
A esta cantidad de hectáreas deben agregarse las del pueblo de Tolosa, por un total aproximado de 216. Las operaciones mencionadas figuran en el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, Sección Ministerio de Gobierno, Expediente N° 452 de 1884 y en la Asesoría de Investigación Histórica y Cartográfica del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, Carta Geográfica "Ejido de La Plata", expropiaciones.
UNA HECTÁREA POR $1.836 Y UN ÁBOL POR $14
Ese fue el valor que se pagó por hectárea hace 141 años por la sucesión de Martín de Iraola. El total de lo abonado por el fisco fue de $5.273.125 a lo que se le debe sumar $1.176.410 por el edificio principal y los puestos existentes. Además, se pagaron $1.396.500 por 99.750 árboles, tasados en $14 cada uno.
EL GRAN SUEÑO, LA GRAN CAPITAL
Pensada por Dardo Rocha, con un criterio fundacional de avanzada, buscaba diseñar un trazado urbano que sintetizase condiciones de higiene con las conquistas del arte y los avances industriales. Fue un auténtico planificador, con decisión política y una recia formación intelectual.
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El trazado de La Plata diseñado por el arquitecto Pedro Benoit.
La traza y la construcción planificadas hicieron que los ingenieros tropezaran con grandes dificultades. Parir la floreciente capital en los otrora infinitos campos de maíz hizo diferir la fecha de la gran fundación. Dardo Rocha quería que el nacimiento de La Plata fuera el lunes 23 de octubre, cumpleaños de su esposa, pero sobrevino una nueva dificultad y otra postergación. Finalmente, el 10 de noviembre de 1882, por un decreto del Poder Ejecutivo provincial, se estableció la fecha del domingo 19 que era el natalicio del segundo hijo varón del gobernador, llamado Dardo Melchor Ponciano. Mediante otro decreto se designó padrino del acto al presidente de la Nación Julio Argentino Roca.
Con 970 invitados especiales y el acuñado de medallas y credenciales de oro, plata y cobre con la inscripción "Comisionado para las Fiestas de Inauguración de la Capital La Plata. 1882", cada una de las cuales llevaba grabado el nombre de su adjudicatario; la ciudad tuvo su fiesta. Una brisa suave, casi cálida soplaba en la madrugada del 19 de noviembre de 1882, mientras una multitud se daba cita para participar de la jornada histórica. El reloj marcaba que eran las cuatro de la tarde de un día luminoso. Un mar de banderas celestes y blancas se agitaban sin cesar mientras, los marciales acordes del Batallón de Infantería de Marina de la Nación anunciaba el nacimiento de la gran capital.
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La fiesta de la fundación de La Plata fue encabezada por Dardo Rocha y tuvo como epicentro la Plaza Moreno.
Un Dardo Rocha emocionado miró la hora y sonrió. Sabía que había llegado el momento y con vos firme sentenció: "Ha terminado una larga noche de luchas armadas. Ha llegado la hora de alcanzar victorias incruentas y pacíficas. Venciendo a la ignorancia, las malas pasiones y la pobreza". Una estruendosa salva de cañones pareció certificar para siempre la palabra del fundador.