—¿Cómo estás? ¿Todo bien?
lunes 24 de noviembre de 2025
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Horacio, Brisa, Mailén y Verónica son vecinos del depósito de Aloise. Cuentan su angustia e incertidumbre por no saber cuándo podrán recuperar su vivienda.
—¿Cómo estás? ¿Todo bien?
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La Justicia Penal aceptó a vecinos y comerciantes como particulares damnificados en la causa. Podrán impulsar pruebas y pedir condena.
A tres semanas del incendio y derrumbe en diagonal 77, la cantidad de vecinos evacuados se triplicó por el regreso de estudiantes que estaban de vacaciones.
Horacio deja pasar un par de segundos.
—Sí, todo bien, dentro de lo que se puede, acá estamos —completa mientras termina de desayunar en el Hotel del Sol, de 10 entre 54 y 55. Antes, había pasado sus noches en el Hotel Corregidor, frente a plaza San Martín.
Horacio es uno de los vecinos del depósito de Aloise Tecno de diagonal 77 y 48 que se incendió y se derrumbó hace un mes, durante la mañana del miércoles 16 de julio. Desde ese momento no puede volver a su casa, junto con más de 150 personas que atraviesan una incertidumbre muy grande porque nadie les informa con certeza cuál es la situación del edificio lindero en el que viven.
"Hay muchas cosas todavía pendientes de resolución, algunas que tienen que ver con la averiguación del origen y causas del incendio, y otras con el estado de la estructura que todavía sigue en pie, para saber si hay peligro para terceros y si corresponde o no continuar con las tareas de derrumbe o desmantelamiento", le dijo a 0221.com.ar Diego Dousdebes, el abogado de una de las vecinas de la esquina que se prendió fuego. Recién la semana que viene saldrían a la luz los informes que permitirían determinar si se completa la demolición.
Hace treinta días que toda esta gente que tuvo que ser evacuada deambula en hoteles y casas de amigos y familiares, sin saber cuándo podrán volver a sus hogares. Muchos ni siquiera pudieron volver a entrar, y otros solo ingresaron durante 10 minutos para rescatar algo de ropa ese mismo día, bajo la supervisión de los bomberos.
Horacio nació en Pergamino hace 70 años pero se siente platense desde siempre, ya que en 1958 se vino a vivir a las diagonales y nunca más se fue. Ahora se encuentra haciendo los trámites para jubilarse luego de haber trabajado durante décadas en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). "Viví desde adentro toda su transformación, desde la década del setenta para acá. Hace poco la UNLP cumplió 120 años y se me vienen a la cabeza muchos recuerdos", dice.
Recién en abril de este año comenzó a alquilar para vivir en el primer piso del edificio que está pegado al depósito incendiado, en 48 Nº 366. Durante las primeras horas de ese miércoles tuvo un rol clave: fue el primero en alertar de las llamas al resto de sus vecinos.
"Yo estaba tomando mate, toda mi vida me levanté muy temprano. Una persona que pasaba por la calle tocó timbre porque vio fuego al lado y al principio no atendí, hasta que volvió a tocar de manera insistente. Ahí pregunté qué pasaba. Bajé y este chico me señaló al lado: se estaba prendiendo fuego el depósito, entonces empecé a tocar todos los timbres del edificio para alertarlos, y los fui despertando uno por uno a todos. Así fue que nos autoevacuamos", recuerda.
El momento más tenso fue cuando quiso avisarle a una señora mayor que tiene problemas de audición y no escuchaba ni los timbres ni los golpes en la puerta. Luego de un rato de mucha tensión, pudieron rescatarla. La mujer salió a la calle con la ropa de entrecasa que tenía puesta.
Horacio recién pudo volver a su departamento a las 7 y media de la tarde de ese día, y solo por 5 minutos. "Recién ahí pude entrar para sacar algo de ropa en una valija y después ese domingo, acompañado por los bomberos", detalla. Todo a oscuras, porque la luz se había cortado y tanto él como los demás tuvieron que subir y bajar corriendo por las escaleras. "Ahora estoy viviendo en un hotel, estoy bien pero no es mi lugar, me siento incómodo. Acá tenemos que vivir en base a los horarios de un hotel; tenemos desayuno pero hay que almorzar y cenar afuera", se sincera.
"Sé que estamos en un momento político especial y todos los funcionarios trabajan de acuerdo a eso. Cuando empezó la demolición, si no llegaba el intendente, no hacían nada. Eso no puede ser. Ahora queremos movernos con dirigentes de otros partidos políticos para que presenten pedidos de informes en el Concejo Deliberante, a ver qué pasa con todo esto", cuenta. Mientras tanto, espera volver a su departamento.
"Esa mañana me desperté muy temprano porque escuchaba mucho ruido en la parte de al lado. Creía que era el montacarga que ya estaba trabajando. De golpe sonó el timbre pero pensé que estaban pidiendo comida o ropa, algo que suelen hacer habitualmente. Hasta que empecé a escuchar que sonaban los demás timbres y ahí supuse que pasaba algo raro. Entonces me levanté y lo primero que vi por la ventana fue el fuego. Grité con miedo y bajé", recuerda Brisa.
Ella vive en el quinto piso. Tiene 23 años y nació en Santa Rosa, La Pampa. Vino a La Plata en pandemia a estudiar Derecho en la UNLP y desde 2021 alquila en el edificio de calle 48.
Antes de bajar corriendo por la escalera en ojotas y en pijama, llegó a agarrar solamente su celular. Abajo vio al resto de sus vecinos y fue hasta la esquina para despabilarse. Desde ahí vio que lo que se estaba prendiendo fuego era un camión, algo que hoy le llama la atención: "Ese camión estaba estacionado con una parte hacia adentro y pensamos que el fuego solamente venía de ahí, pero después vimos que las llamas estaban tomando ya toda la parte de atrás de diagonal 77".
En ese momento empezó a diluviar y tornó todo más difícil. "Me acuerdo que estaban ya las calles inundadas, todos estaban empapados, los policías corriendo sin parar. Tampoco ayudó esa lluvia, al contrario, empeoró toda la situación", agrega.
Ese miércoles pudo subir y bajar tres veces para retirar algunas de sus pertenencias. Primero para rescatar algo de ropa y poder ir a la casa de una amiga, y luego para salvar sus objetos más preciados: un álbum de fotos familiares y un anillo que también tiene mucho valor sentimental. Además, bajó consigo su notebook y los apuntes de la facultad.
Ese mismo miércoles, sus padres le sacaron un pasaje a Santa Rosa, allá pasó las dos semanas de vacaciones de invierno y volvió a La Plata para cursar. Fue el momento en el que la cantidad de evacuados creció debido a que como ella muchos otros estudiantes empezaron a regresar.
Ahora duerme también en el Hotel del Sol y no sabe hasta cuándo, porque no hay nadie que le brinde información precisa de lo que está ocurriendo en la esquina de la tragedia. "Fui a la Municipalidad, hablé con un arquitecto, pero me dieron prácticamente la misma información que saben todos", cuenta. La administración les informó que no van a pagar las expensas por dos meses, pero viven con la incertidumbre de no saber cuándo podrán instalarse nuevamente.
"Esto es algo que de alguna manera lo veíamos venir; yo sabía que en algún momento algo iba a pasar con ese depósito", dice Mailén, otra de las vecinas del primer piso que desde hace mucho tiempo vivía en el edificio con ese presentimiento. "Todos los días estacionaban camiones enormes en doble fila, llenos de mercadería, y nos impedían sacar los autos porque obstruían el garaje", recuerda.
Ella es platense, tiene 26 años, está a punto de recibirse de ingeniera industrial y trabaja como profesora de Matemáticas en colegios secundarios. El departamento en el que vive hace dos años y medio es de su familia.
"Esa mañana yo escuché muchos ruidos pero estoy acostumbrada a eso porque al lado (en el depósito) empezaban desde muy temprano a trabajar. Hasta que escuché un timbre, después el mío, y alguien gritando afuera 'fuego, fuego, fuego, salgan, salgan'", detalla sobre el día del incendio. "Gracias a Dios estaba despierta desde hacía unos minutos y tenía un poco de lucidez como para agarrar un par de cosas importantes: la computadora, un disco externo; me puse un buzo y salí como estaba, habré tardado dos minutos en hacer eso".
Mailén bajó corriendo. Fue la segunda en salir del edificio. Ella también vio que el fuego nacía sobre la caja de un camión: "El fuego salía más que nada de ahí; y en el edificio ya se veía un poco de humo negro pero eso evitaba que se viera si había fuego adentro". Ya desde la esquina y resguardada de la lluvia bajo el techo de la verdulería, llamó a la Policía. Más tarde llegaron los bomberos y ahí fue consciente de la gravedad del incendio. Así pasó las siguientes dos horas, hasta que notó que la situación continuaría durante un rato largo más y decidió ir a lo de su papá. Estaba empapada.
"Desde afuera, la escena parecía una guerra. Era impactante, todo negro y lleno de humo. Adentro, mi departamento estaba perfecto, gracias a Dios, excepto una pared que se agrietó. Otros vecinos sí sufrieron muchas roturas y daños", cuenta también.
Recién a la noche pudo volver a entrar a su departamento para buscar algo de ropa. "Nos dejaron pasar solo por cinco minutos. Al lunes siguiente nos permitieron ingresar para buscar algunas cosas más y también en ese cortito tiempo pude rescatar cosas del trabajo. No saqué todo lo que necesitaba pero al menos pude llevarme un bolsito con algunas cosas más", dice quien por estos días está terminando su tesis.
Mailén es una de las vecinas que desde hacía tiempo notaba movimientos raros en el depósito: "Había días que hacían jornadas muy largas, entre las 7 de la mañana y las 5 de la tarde. Funcionaba siempre a la luz del día, no es que lo hacían a escondidas como muchos dijeron". "Queremos volver y entrar a nuestras casas, a nuestra cotidianidad", pide, a la espera de que la notifiquen qué pasa con lo que queda del depósito de Aloise. "Necesitamos que se aceleren los tiempos, no que se frene todo porque tienen que evaluar los daños de los electrodomésticos; parece que nos toman el pelo", agrega.
Verónica es una psicóloga de 63 años que hace 20 años pudo comprar gracias a un crédito del Banco Provincia la casa aledaña al depósito, sobre diagonal 77. Fue una manera de ayudar a sus dos hijas a que puedan tener un lugar cerca, primero de la Escuela Anexa y luego de la Facultad. Hoy, una es profesora de Psicología pero se dedica al diseño gráfico, y la otra es diseñadora industrial.
Hasta la mañana del 16 de julio, en esa casa Verónica tenía su consultorio. "Hasta 2012 no nos daba mucha confianza la estación de servicio que funcionaba al lado, pero eso cambió cuando la cerraron y retiraron todos los surtidores", recuerda.
En 2018 su hija mayo se fue a vivir a Alemania y acá quedó Martina, la menor. Ella fue quien estaba durmiendo en su habitación al momento del incendio. "Una amiga que vive en 2 y 49 fue quien la rescató. Ella vio el fuego y se acercó corriendo para gritar y que saliera. Mi hija estaba muy dormida y no había escuchado nada. Salió en pijama y pantuflas", cuenta.
A Verónica le avisó del incidente su otra hija, desde Alemania. Ahí pudo hablar con Martina, que ya estaba en un auto viajando hacia la casa de una amiga. Prendió el televisor y vio que los medios nacionales estaban transmitiendo desde la esquina de 3 y 49: "Vi en vivo y en directo cómo se derrumbaba el depósito encima del techo de mi casa". Recién 28 días -junto a 0221.com.ar- después pudo entrar. Consiguió un casco amarillo y abrió la puerta por primera vez desde aquella mañana, bajo la supervisión de una policía que filmó todo.
"Esto es un delito de estrago público porque puso en riesgo la vida de muchas personas. Mi hija estuvo en riesgo de vida y quedó muy afectada por eso, junto con toda nuestra familia. Hay un grado enorme de injusticia, hay una falta de cuidado por parte del Municipio y de la Justicia con las víctimas. Pareciera que el fiscal y el intendente están a disposición de los que cometieron el delito", reflexiona con enojo.
Ella es quien integra el grupo de los particulares damnificados, una figura que les permite impulsar la investigación, solicitar medidas de prueba e incluso pedir una condena de prisión en un eventual juicio oral contra los acusados.
"No solo no tenemos las herramientas de trabajo, sino que ahí abajo nos quedó todo. Mi hija hace un mes que vive de prestado y esto no es justo. Los Aloise viven en su casa con sus Mercedes-Benz -como cuando el día del incendio fue la mujer en ese auto a hacer un escándalo porque quería sacar cosas- y nosotros no podemos ni volver a entrar. Y lo que nos llama la atención es que el fiscal (por Juan Cruz Condomí Alcorta) no llamó a nadie", agrega.
"Somos más de 100 personas sin casa, viviendo en malas condiciones. Lo único que pedimos es que acá haya una responsable principal, que es la persona que está imputada, y otros responsables colaterales que no controlaron y tendrán que dar cuenta de las cosas que hicieron mal", cierra Verónica, una de las vecinas más activas a la hora de intentar visibilizar esta situación.
Este sábado, a un mes del inicio del fuego, varios de estos vecinos que están a la deriva se reunirán en la calle desde las 14 para volver a verse las caras y continuar exigiendo la vuelta a sus hogares.
Mientras tanto, los termotanques y los calefones quemados y destruidos continúan apilados en el primer piso del depósito incendiado, a la intemperie y como espectadores de una situación que nadie sabe o quiere explicar.