lunes 09 de junio de 2025
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Ucrania y su colectividad

Un hombre y sus fotos: la historia de un inmigrante en Berisso

A través de sus álbumes fotográficos, se reconstruye la historia de Julián Zabiuk. Memorias, deseos, sueños e ilusiones emergen en un contexto de frigoríficos, colectividades e identidades en cruce.

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En tiempos de Instagram, Tik Tok y fotos que circulan exponencialmente de celular en celular, hablar de un álbum familiar parece algo anticuado. Esa evocación de memorias, sueños, deseos y legado generacional, sin embargo, puede ser una caja de sorpresas y revelar la historia de vida de un inmigrante, como la de Julián Zabiuk, y a través de él, por extensión, reconstruir fragmentos de la migración ucraniana en Berisso.

Oriundos del pueblo rural ucraniano de Solone, Julián Zabiuk y su hermano Emilio se ven obligados a migrar en un contexto de guerra y dificultades económicas. Julián llega a Buenos Aires en 1926 a bordo del barco Groix procedente del Havre (Francia). Tenía 17 años y trabajó primero como peón del ferrocarril y en las cosechas temporarias en la provincia y posteriormente, en la década de 1930, en un frigorífico en Berisso. En el registro de inmigrantes de Buenos Aires figura como de nacionalidad polaca y de profesión agricultor. La migración ucraniana en Berisso, en efecto, es un colectivo poco estudiado por la escasa información oficial disponible sobre sus miembros, quienes llegaron al país con pasaportes de otra nación: a los ucranianos se los creía como polacos.

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Julián Zabiuk en Berisso.

Según los historiadores Daniel James y Mirta Zaida Lobato, que reconstruyen su historia en el libro Paisajes del pasado. Relatos e imágenes de una comunidad obrera, para 1930 Julián Zabiuk ya era obrero en los frigoríficos. Instalado en Berisso, recibió cartas de parientes y amigos. Los Zabiuk eran una familia transnacional, como las tantas que se desparramaron por el mundo en ese incesante movimiento de personas en busca de oportunidades de vida. Su amigo Vasyl Drozd le escribió: “Querido compadre te pido encarecidamente, mándame una foto tuya y yo te voy a mandar una mía, quiero verte aunque sea en la foto, no sé si algún día volveremos a vernos”. De ese modo, las fotografías se integraron al género epistolar, formando parte del diálogo familiar a la distancia y del complejo proceso de mantener los lazos de parentesco.

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Eran otros tiempos. Escribir una carta, tomarse una fotografía y enviarla implicaba un gran esfuerzo emocional y físico. Escribir, llevar la carta al correo, esperar la respuesta, encontrar las palabras apropiadas eran acciones necesarias para comunicarse, implicaba un diálogo a la distancia, mantener una conversación a pesar de la ausencia. La migración provocaba inestabilidad, sentimientos y reacciones ambiguos que se expresaban con tonos nostálgicos y expresiones de desolación y abandono. Salir del país, para todo inmigrante, generaba expectativas emocionales y deseos y, a la vez, ansiedad y temor.

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Julián posando en Dock Sud, 1928.

Es entonces que los álbumes fotográficos del ucraniano Julián Zabiuk emergieron como algo peculiar. No era cualquier inmigrante: por su afición a las imágenes, había comprado un álbum estándar de tapas duras que permitía incorporar páginas y, con eso, nuevas fotografías. Tal fue así, que el objeto pudo ser sentido táctilmente, armado y desarmado en diferentes oportunidades de acuerdo con las necesidades de cada momento y de quien se había erigido en guardián de la memoria familiar, incluso de quienes lo recibieron como herencia y lo conservaron a lo largo del tiempo. “Un álbum puede ser guardado como un bien preciado o quedar arrumbado en un arcón desvencijado, lleno de polvo y con las fotos deteriorándose por la humedad o la falta de cuidado”, escriben los historiadores James y Lobato.

En su tarea de agrupar fotos propias y ajenas, es posible imaginar la escena de Julián sentado mirando las fotos de sus parientes, vestidos de acuerdo con las costumbres y las tradiciones

Afincado en la comunidad berissense, Julián Zabiuk realizó todos los procesos de conservación y selección y los ordenó en dos álbumes familiares, soportes con los que contó la historia de desarraigo y desarticulación de su estirpe y de la “familia ucraniana”. Organizados según distintos criterios de temporalidad, “se reúnen allí simbólicamente, y en un mismo espacio, una rememoración nostálgica de lo perdido (Ucrania), y un ordenamiento evocativo donde se encuentra la familia, compuesta por parientes y amigos, y las partes perdidas y reconquistadas de la familia personal y nacional en la nueva sociedad”, se narra en el libro Paisajes del pasado. Relatos e imágenes de una comunidad obrera.

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La familia Zabiuk en Ucrania.

A través del puerto y la inmigración interna, Berisso se pobló de trabajadores que articularon sus vidas alrededor de los frigoríficos instalados en la región desde 1907. Además de la experiencia del trabajo, este se configuró como un espacio de sociabilidad, cooperación, solidaridad, y de intercambio entre las diversas culturas. En los álbumes de Zabiuk, por caso, hay imágenes del edificio de la llamada Sociedad Ucraniana Renacimiento: Julián quiere destacar el esfuerzo colectivo, la participación y la colaboración para dar sentido a una identidad étnica, nacional. La creación de asociación de inmigrantes en Berisso, en rigor, fueron establecidas en la primera mitad siglo XX. En ese sentido, el edificio de la sociedad ucraniana fue creado en 1939 sobre la calle Montevideo al 2552, y reflejó, para Julián Zabiuk, el sueño identitario del nacionalismo ucraniano en Berisso.

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La construcción del edificio de la Sociedad Ucraniana Renacimiento.

Su hijo Bogdan asistía a la escuela pública, aprendía el castellano, se reunía con amigos y concurría a fiestas escolares y sociales. Al mismo tiempo, estaban los esfuerzos por mantener algo vivo del lugar de origen. Ser ucraniano era posible en una localidad situada a miles de kilómetros, aunque el grupo inmigrante no era numeroso en comparación con los italianos e españoles, llegaron a Argentina como polacos y el Censo Nacional de 1947 contó 111.024 personas de ese origen. Fue en la década del ’30 donde delinearon límites más estrechos de su identidad, como la vestimenta, las danzas tradicionales, el coro, sus edificios y sus propias autoridades. Sin ir más lejos, Bogdan formó parte de la comisión directiva de la Sociedad Ucraniana Renacimiento.

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La familia reunificada, 1935-1936.

Para un inmigrante el trabajo de mantener los lazos familiares era muy complejo, y las fronteras de una comunidad nunca son del todo precisas: algunas marcas que la identifican brillan con nitidez; otras se debilitan y apenas dejan huellas. Como una suerte de performance fotográfica oral, James y Lobato estudiaron que el álbum fue un eslabón clave para reconstruir la historia de un obrero, de un inmigrante que vio en las fotos no simplemente un pasatiempo sino un reservorio de memoria, allí donde en la relación establecida entre las fotografías era posible leer una historia.

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La historia de Julián Zubiak fue investigada por los historiadores Daniel James y Mirta Zaida Lobato.

La historia de Julián Zubiak fue investigada por los historiadores Daniel James y Mirta Zaida Lobato.

Zabiuk armó una especie de montaje: las imágenes cobraban significado a partir del lugar que ocupaban en relación con otras fotografías. Los historiadores que investigaron su vida comprobaron que el álbum se convertía en un archivo no sólo porque guardaba las imágenes sino también porque las clasificaba. “Aquí de nuevo aparece esa unión con la memoria, pues no es solamente lo que se quiere conservar en la memoria (la imagen externa que ayuda a la memorización) sino lo que podría ser olvidado”.

Las fotografías se integraron al género epistolar, formando parte del diálogo familiar a la distancia. Las fotografías se integraron al género epistolar, formando parte del diálogo familiar a la distancia.

Pasado y presente conectados, con la ilusión de eternizar una sucesión de instantes. Además de sostener la memoria y la identidad de una comunidad, las fotografías le permitieron a Julián materializar y corporizar lo que quería representar. En su tarea de agrupar fotos propias y ajenas, es posible imaginar la escena de él sentado mirando las fotos de sus parientes, vestidos de acuerdo con las costumbres y las tradiciones. Julián Zabiuk como un narrador que elabora el desarraigo y la dispersión, “capturando la memoria involuntaria, íntima y fragmentada un todo más grande, encontrando su eco en las narraciones de la comunidad”.

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Desfile de los nacionalistas ucranianos, 1934.

¿Qué historias pueblan sus álbumes? Hay varias yuxtapuestas: lugares ubicados a miles de kilómetros de distancia, su historia de migrante que quiere dejar un legado a su hijo resumida en una historia familiar con claroscuros, y es su historia de migrante ucraniano como activo participante en la comunidad étnica en la que trabaja intensamente para configurar, de algún modo, su identificación. Y además, imágenes del ocio. El Jardín Zoológico y Botánico de La Plata y el Paseo del Bosque, que se habían creado a principios del siglo XX, eran visitados frecuentemente y convertidos en escenario natural de numerosas fotografías.

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Los sobrinos de Julián Zabiuk.

Entre otras fotografías, aparece el pueblo de origen, Solone, en Ucrania. Y luego Berisso y Canadá, donde otros familiares habían ampliado la diáspora. Como una especie de autobiografía narrada visualmente, muchas de esas fotos fueron sacadas en el estudio de fotógrafos como el de Berman en Berisso, Capoelli y Balbis en La Plata o Stadnik en Ensenada, donde concurrían las familias a fotografiarse. Mesas, sillas, sillones, almohadones, juguetes para los niños, tules, floreros, escenografías con paisajes diversos rodeaban a la cámara fotográfica ubicada más o menos en el centro de la sala: cada familia podía elegir la escenografía que más le gustara. Allí, entre otros, irrumpe su hijo Bogdan, peinado con gomina y con saco y corbata.

Los álbumes de Julián Zabiuk también coleccionan las fotografías recibidas a lo largo de su vida de parte de su familia y de sus amigos de Ucrania y Canadá. Se mezclan fotos de estudio, carte-de-visite y snapshots, lo que sugiere el uso extendido que las imágenes tenían entre miembros de las clases populares. Aparecen los sobrinos, su hijastra Tekla, la cuñada de su hermano y otros conocidos y amigos. Todas las fotos están fechadas, con epígrafes precisos.

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Julián Zabiuk y su hijo Bogdan.

Hay bodas, nacimientos, comuniones. Fiestas familiares y de la comunidad. Los picnics en la isla Paulino. Niños jugando al aire libre, disfrazados o junto a los padres en un paseo familiar. La muerte también está presente. En una misma página del álbum, la yuxtaposición del cajón abierto de un cadáver, el cual no se identifica, con un sobrino que posa vestido para su primera comunión, representa el ciclo de la vida y la muerte. La ceremonia de vida parece un rito de paso crucial en el viaje hacia la adultez cristiana.

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La vida y la muerte, en una misma página del álbum.

Compuesto por tres tipos de imágenes, fotografías de pose tomadas dentro o fuera del estudio por fotógrafos profesionales, un número aproximadamente igual de fotos instantáneas y un pequeño número de postales, a Julián empiezan a llegarle noticias de Ucrania y Canadá, a donde migró su hermano Emilio; cartas que sirven a la familia Zabiuk “para mantener los lazos de solidaridad a través de la separación” y que permiten a los investigadores describir, entre otras cosas, la nostalgia de Julián, que es “el tono sentimental de la migración”, las distintos momentos en su proceso de movilidad social ascendente, los intercambios y conflictos que suscitan las remesas e, inclusive, las diferencias políticas entre Emilio, que está afiliado al Partido Comunista, y Julián, que participa del nacionalismo ucraniano de Berisso.

Zabiuk y sus álbumes fotográficos para comprender a Berisso como un entramado de clase, etnia, género, nación y comunidad.

Es menos lo que se sabe de las mujeres de la familia Zabiuk. Tal es el caso de Tekla, la hijastra de Julián, que teniendo 17 años migró sola de Ucrania a Berisso para reunirse con su madre. Hay cartas que preguntan por su paradero y trasmiten la preocupación de su familia durante el viaje, pero salvo por una foto tomada luego de su arribo poco se sabe de su llegada. En este sentido, la reconstrucción que hacen los historiadores Lobato y James del uso dado por los migrantes a las fotografías resulta de suma relevancia.

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Publicidad de una función teatral realizada en la Sociedad Croata.

Habiendo recién cobrado el salario, con sus mejores ropas, los trabajadores iban a las primeras casas de fotografías, o contrataban fotógrafos a domicilio. Estas fotografías eran enviadas a sus familias fuera del país, procurando mostrar el incipiente ascenso social, o guardadas junto con postales y recortes de diarios en álbumes familiares. Berisso, capital del inmigrante. Berisso, capital proletaria de Buenos Aires, pulmón productivo de un joven país, en pujante desarrollo. Berisso, la de los grandes frigoríficos Swift y Armour. Berisso, cuna del peronismo. Berisso, ciudad paradigmática de fábricas, industria y puerto. Berisso, tierra prometida, mezcla de idiomas, ritos cosmopolitas y hábitos culturales.

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La materialidad de los álbumes de Julián.

Julián Zabiuk y su construcción activa como narrador y custodio de la memoria, los álbumes mostrando las múltiples caras de la migración, como la soledad, la precariedad de la vida, un estado de desamparo que hace que las ausencias de los seres queridos se agiganten. Experiencias de dolor y abandono que, a la vez, se mezclan con ilusiones y esperanzas, como la de crear una colectividad en la nueva tierra, conseguir un trabajo en una industria pujante, escalar socialmente y armar una familia y nuevos lazos sociales. Identidades casi perdidas que salen a la luz, personajes entrañables, testimonios colectivos y micro relatos como los de Zabiuk y sus álbumes fotográficos para comprender a Berisso, en su devenir histórico, como un entramado de clase, etnia, género, nación y comunidad.

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Begum es un segmento periodístico de calidad de 0221 que busca recuperar historias, mitos y personajes de La Plata y toda la región. El nombre se desprende de la novela de Julio Verne “Los quinientos millones de la Begum”. Según la historia, la Begum era una princesa hindú cuya fortuna sirvió a uno de sus herederos para diseñar una ciudad ideal. La leyenda indica que parte de los rasgos de esa urbe de ficción sirvieron para concebir la traza de La Plata.

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