sábado 15 de marzo de 2025
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Crónica sobre ruedas

La increíble historia de los primeros skaters de La Plata

Nacida con un grupo de pibes del Nacional, fue una filosofía que elevó la patineta a un deporte. Auge, caída y resurgimiento de una movida que tuvo su tope en los '80 y hoy busca tener un skatepark.

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El paso de los años parece no hacer efecto en Guillermo Avegliano. Hay un destello juvenil que emana de su figura mientras se desliza sobre una tabla por la rambla de 26 y 32.

Al veterano skater es posible confundirlo entre las decenas de pibes que copan la pista, saltando de acá para allá bajo el sol de la tarde. Remera ancha, bermuda tres cuartos y gorrita de camionero terminan de darle forma a la idea, pero es el entusiasmo que pone, marca personal que se remonta hasta sus comienzos, allá durante la primera mitad de los '80, lo que permite dar cuenta de una pasión que no merma.

Guillermo es una pieza clave del skateboarding en La Plata, conoció su prehistoria, fue testigo y partícipe del inicio. Experimentó auge y caída de La Alambrada, la que para muchos fue la primera rampa techada de Argentina. Viajó por todas partes, perfeccionado su estilo y tejiendo lazos con otros patinadores.

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Desde 2010 está al frente de Hot Locals, firma con la que se dedica a llevar adelante una militancia skater: enseñando el deporte a generaciones más jóvenes, haciendo demostraciones gratuitas y sumando voluntades para que la ciudad tenga una pista olímpica.

La escuelita de Hot Locals, en rigor, se dedica a guiar a principiantes que recién están aprendiendo a subirse a una tabla, y a perfeccionar técnica y estilo de aquellos que ya vienen con un recorrido previo en el deporte. Si bien las clases son grupales, funcionan bajo el precepto de adaptarse a las necesidades y edades de cada alumno. Su itinerario pivotea entre la rambla de 26, donde se dictan clases los días lunes y miércoles, y el skate park de Ensenada, donde se traslada los sábados.

La convocatoria para participar de las clases es abierta a chicos y chicas de todas las edades, el único requisito es el uso no negociable de casco y protección.

Avegliano trabaja de diseñador gráfico en el estudio Art-One y para el complejo deportivo CN Sports. Explica su rol como docente a partir del amor que tiene por la cultura skater y cierta vocación heredada de su madre, que enseñaba en la Facultad de Medicina.

Dice que una vez, en un viaje Brasil, conoció "el skate después del skate", la convivencia armoniosa entre distintas generaciones de skaters que se apoyaban e incentivaban de manera colectiva, como un todo. Desde entonces vive obsesionado con la idea de plasmar algo parecido en la ciudad.

Está convencido que tener una "buena pista" es la llave para hacerlo posible.

EL SKATE ANTES DEL SKATE

Fin de jornada en la escuelita Hot Locals. Guillermo Avegliano descansa su espalda contra uno de los bancos de cemento de la rambla y bucea en lo profundo de su memoria. El año es 1984. En vano trata de acordarse la marca de una patineta de juguete que le regalaron. Traza un mapa de puntos específicos, o "spots" en la jerga skater, donde se movía con ella: la puerta de su casa en Barrio Hipódromo; la bajada de 1 y 33, frente a las vías del Roca; y plaza Alsina, de 1 y 38.

Todo aquello venía acompañado de una filosofía que implicaba abordar la patineta desde otra perspectiva Todo aquello venía acompañado de una filosofía que implicaba abordar la patineta desde otra perspectiva

Los padres de este inquieto nene le habían puesto una única condición: a la plaza, sólo iba si lo acompañaba su hermano Gustavo. Tenían 8 y 13 años, respectivamente.

01. El skater Guillermo Avegliano en La Alambrada. Año 1989..jpg
El skater Guillermo Avegliano en La Alambrada. Año 1989.

El skater Guillermo Avegliano en La Alambrada. Año 1989.

Para ese entonces, el mayor de los Avegliano se codeaba con la vanguardia skater platense. Gustavo terminaría sirviendo de enlace entre la generación de su hermano y los pibes del Colegio Nacional que habían "importado" la patineta a la ciudad.

Jorge Chieza, Nicolás Urlengui, Alejandro Orsini y Ernesto Flores eran un grupo de surfistas que en su afán de perseguir olas por Mar del Plata y Brasil, habían descubierto el skate, una suerte de evolución del surf que consistía en sacar la tabla del mar, atornillarle un par de ruedas y deslizarle en ella por tierra.

El vínculo entre el grupo del Nacional y la patineta no prosperó en comparación con lo que vino después, pero su legado supo trascender al tiempo. Fueron los primeros skaters de La Plata.

Los Avegliano siguieron adentrándose cada vez más en el asunto. Gustavo empezó a viajar más allá de los límites de 32 para saciar su inquietud. Así llegó a la galería Bond Street, en el barrio porteño de Recoleta, donde había locales que comercializaban tablas profesionales de la marca Ron Jon y ruedas Powell Peralta. De ahí volvía a casa con información de una movida que, un poco desfasada del boom en Estados Unidos, empezaba a prender en suelo argentino.

Para Guillermo, que incorporaba con avidez la data que traía su hermano, esas expediciones tuvieron un carácter central para su formación como skater. No se trataba solamente de tener acceso a tablas y piezas que no eran de juguete, todo aquello venía acompañado de una filosofía que implicaba abordar la patineta desde otra perspectiva:

–Gustavo hizo que al toque me ponga a hacerlo como deporte. Él estaba más avanzado, pero igual fue un poco entre los dos. Juntos empezamos a ver lo que era el mundo del skate -rememora.

Con el correr de los meses, la curiosidad y el entusiasmo de Guillermo ("donde veía un chico con una tabla en la calle lo paraba, le quería hablar") hicieron que ese mundo nuevo se fuera poblando de nuevas referencias.

Primero fueron imágenes perdidas de skaters en el programa "El deporte y el hombre", que conducía Pancho Ibáñez. Después vino Thrashin, película estadounidense de 1986, protagonizada por un grupo de revoltosos patinadores, entre los que se encontraba Josh Brolin. En Argentina se la conoció como Roller boys y tuvo el éxito suficiente para llegar a los videoclubes de barrio. Los hermanos Avegliano deliraban con lo que veían, la alquilaban una y otra vez.

Otro elemento que aportó a la causa fue la fábrica de patinetas Rorose, de Horacio "Chito" Calvino, que funcionó entre 1983 y 1990 en 43 entre 7 y 8. Las tablas que producía no eran precisamente profesionales, pero estaban en todos lados. En las instalaciones de su taller podía encontrarse, además de la línea de montaje a la vista, una rampa de chapa que él mismo había fabricado y ejemplares de revistas especializadas, como Thrasher Magazine y Skateboarding, que hipnotizaban a la concurrencia.

Los viajes de Gustavo a la capital del país se hacían cada vez más frecuentes. De a poco se empezaba a armar un ida y vuelta con patinadores del Gran Buenos Aires. Guillermo, por su parte, se fue acercando a una barra de skaters más grandes que paraba en la plaza de 38. Hubo un crecimiento paulatino en cuanto a la técnica y las tablas que se usaban.

Promediando la década de los ´80, y a fuerza de intensa actividad, La Plata se estaba convirtiendo en otro punto de referencia para los amantes de la patineta de Buenos Aires.

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Destrezas y piruetas de un deporte entre ruedas.

Destrezas y piruetas de un deporte entre ruedas.

La apertura de La Alambrada Skate Park, en efecto, fue un hito indiscutible que terminó de posicionarla en un lugar destacado dentro del panorama regional.

ALGO DE SUERTE Y MUCHO TRABAJO

La historia de cómo La Plata llegó a tener la primera rampa de skate techada de Argentina se desprende de dos sucesos que coincidieron en el momento y lugar indicados. El primero fue una desgracia con suerte, una tragedia para unos que posibilitó el triunfo de otros. El segundo, la visión de dos emprendedores para invertir en un negocio del que nadie había oído jamás.

El domingo 8 de mayo de 1988 se jugó la 35ª fecha del Campeonato de Primera División de fútbol. Para el platense Guillermo Rodríguez Canel se trató de una jornada que aún hoy, pasados ya más de treinta años, puede recordar sin ningún tipo de dificultad. Ese día, San Lorenzo de Almagro debía enfrentarse ante Instituto en el estadio Juan Domingo Perón de la capital cordobesa, pero algo se interpuso en el camino.

Promediando la década del ´80, La Plata se estaba convirtiendo en un punto de referencia para los amantes de la patineta.

Minutos antes de salir al campo de juego, tiraron una bomba de estruendo hacia el interior del vestuario visitante y la explosión hizo estallar los vidrios del tragaluz, provocándole fuertes cortes al defensor Claudio Zacarías, que fue trasladado a un hospital cercano. En un gesto de solidaridad con su compañero, el plantel azulgrana se negó a jugar, por lo que el árbitro Juan Carlos Loustau suspendió el partido.

Por aquel entonces, las apuestas del PRODE (Pronóstico Deportivo) eran algo común. El sistema de juego era sencillo: todas las semanas se presentaba una tabla con los partidos correspondientes a la fecha del campeonato y en cada uno se apostaba por victoria local, visitante o empate.

Sin contar lo sucedido en Córdoba, Rodriguez Canel y su compañero de trabajo Roberto Novoa, habían conseguido doce aciertos de trece en una boleta compartida. Ya tenían asegurado el segundo premio, pero la suerte les deparaba una sorpresa. El martes de la semana siguiente, Lotería Nacional sorteó el resultado del partido suspendido y dio empate. El pronóstico había sido perfecto, fueron los únicos ganadores.

—Se nos ocurrió hace un negocio con el tema del skate. Empezamos a ver que se había puesto muy de moda en los chicos. Todos querían tener uno— recuerda Rodríguez Canel.

En tiempos donde la patineta ganaba popularidad entre los jóvenes, Rodríguez Canel y Novoa olfatearon un posible negocio. Juntaron parte del dinero ganado en el PRODE y lo invirtieron en una rampa.

Le encargaron el proyecto a Guillermo “Willy” Randrup y Augusto González, dos arquitectos que eran reconocidos por su estilo audaz y vanguardista. Comenzaba una intensa búsqueda de información que sirviera de ayuda para orientar el desarrollo del emprendimiento.

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Uno de los bocetos en la construcción de la rampa.

Uno de los bocetos en la construcción de la rampa.

Hasta el día de hoy, González y Randrup comparten su estudio y mantienen una dinámica de complementariedad que viene funcionando desde los ´70. Cuando les toca hablar de su trabajo se nota que, incluso para ese momento, disfrutaban los desafíos. Aun así, ninguno se olvida de La Alambrada.

La apertura de La Alambrada Skate Park, en efecto, fue un hito indiscutible. La apertura de La Alambrada Skate Park, en efecto, fue un hito indiscutible.

Randrup dice que "había muy poca información sobre pistas de skate, una foto de una pista en Los Angeles, algún recorte de diario o revista perdido y nada más”. Para González fue clave ir directo a la fuente: “Recuerdo haber ido a otras pistas, con eso nos informamos de tamaños, volúmenes y curvaturas, hicimos registros. También ver la actividad era muy interesante”.

El carpintero Mario Ignoffo llevaba más de diez años de colaboración con la dupla de arquitectos cuando le cayó la propuesta de la rampa: "No sabía ni lo que era un skate, no teníamos ni idea, por eso hemos ido a ver varias a Buenos Aires, anduvimos por varias partes y viendo una dije: es un desafío, vamos a ver qué se puede hacer".

Uno de los lugares que fueron a ver era la meca del skateboarding en Argentina: las ollas de Munro, en la galería Shop & Shops. La olla o bowl es un cuenco de grandes dimensiones, hecho de concreto y diseñado especialmente para vertical, estilo caracterizado por la altura y velocidad que consiguen los patinadores.

En una visita al velódromo de Ciudad Autónoma de Buenos Aires dieron con lo que necesitaban. A un costado de la pista estaba una vieja rampa en desuso que había sido armada por una barrita de skaters. Era algo pequeña y estaba hecha de materiales precarios, pero les sirvió de modelo para imaginar la propia.

Ignoffo tomó dimensiones de las concavidades y curvaturas. Los arquitectos llevaron esas medidas a escala y diseñaron una rampa acorde a las necesidades de la sociedad Rodríguez Canel-Novoa.

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Mario Ignoffo, carpintero de La Alambrada.

Mario Ignoffo, carpintero de La Alambrada.

La rampa que diseñaron González y Randrup tenía 10 metros de largo, por 6 de ancho y 3 de alto. El radio de la curva era de 2,50 metros y contaba con dos "planos", de aproximadamente medio metro, a cada uno de los lados, desde donde se lanzaban los patinadores.

La estructura de la rampa estaba formada por 18 bastidores o "costillas" de aglomerado. Cada uno tenía 5 metros de largo por 3 metros de alto, con un refuerzo encastrado cada 10 centímetros, que el propio Ignoffo trazó, cortó manualmente y lijó en el taller de su casa.

El espacio elegido para hospedarla fue un tinglado de 13 entre 34 y 35. Rodríguez Canel lo recuerda como "un viejo galpón donde funcionaba una fábrica de cartón corrugado". El ingreso al predio se daba por un portón de chapa que conectaba la avenida con un patio abierto. "Era enorme", resume uno de los socios.

Luego de transportar los bastidores hasta el predio, el carpintero ensambló la rampa, asegurándola al piso con tirafondos y taco Ficher, y colocándole encima tres capas de planchuelas de fenólico de 6 milímetros de espesor. Cada una de las capas fue propiciamente encolada al bastidor y las dos primeras se afirmaron con tornillos, mientras que la última fue claveteada.

04. Guillermo Avegliano y Rodolfo Galimberti en La Alambrada. Año 1989..jpg
Fue la primera rampa techada del país.

Fue la primera rampa techada del país.

–Trabajábamos de ocho de la mañana a seis de la tarde. Pero cuando íbamos a la obra nos quedábamos hasta que nos cansábamos, por ahí eran las diez de la noche y estábamos ahí, más que siempre estaba lleno de gente– evoca el carpintero.

La "gente" que llenaba el galpón donde trabajaban Ignoffo y compañía era el joven público skater de la ciudad. Atraídos por los rumores de una rampa, se acercaban hasta el predio de 13 y quedaban fascinados con lo que veían.

La Alambrada ya se llenaba de patinadores antes de abrir sus puertas, incluso antes de encontrar un nombre.

UN FRACASO DIVERTIDO

Al carpintero Mario Ignoffo le falta parte del dedo meñique de la mano derecha. La perdió en 1994, en un accidente con una fresadora, cuando fabricaba un mueble para un stand de Costa Salguero. Tan sólo un gaje del oficio que abrazó desde que tenía 15 años y que hasta el día de hoy, a los 70, sigue ejerciendo.

Algo en el timbre de su voz cambia cuando habla de carpintería. Hay cierto énfasis, entusiasmo o amor, que ilumina sus palabras en esos momentos.

–Cuando hacés un trabajo y lo terminaste, te da placer verlo y te da placer que a la gente le guste. Hacer algo que te sale bien, que la gente te felicite y que lo disfrutan– describe al momento de explicar cómo se sintió cuando tuvo lista la rampa de La Alambrada.

A los demás trabajos que hizo para el parque –dos rampas más pequeñas, una tarima para hacer street, la barra y el bajo mesada del buffet– no les daba tanta importancia como a esa rampa.

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El galpón de grandes dimensiones donde funcionaba la rampa.

El galpón de grandes dimensiones donde funcionaba la rampa.

El inversor Guillermo Rodríguez Canel comparte su preferencia: "La verdad que era hermosa, no existía una rampa así en toda la República Argentina”. También lo hace el skater profesional Guillermo Avegliano: "No había otra de esa magnitud, era perfecta, un sueño. La recuerdan todos, hasta los mejores de Buenos Aires. Una de las mejores rampas de Argentina, sino la mejor".

La Alambrada Skate Park abrió sus puertas al público en diciembre de 1988. El nombre se inspiró en el alambrado romboidal que resguardaba las barandas del palco. En su mejor momento llegó a tener una concurrencia que promediaba los 100-150 skaters por día. El público no era exclusivamente platense, sino que también venían patinadores de toda la zona sur del Gran Buenos Aires y de la capital.

Entre los hitos que cosechó en su breve historia se cuentan dos torneos abiertos con especialidad en vertical, la escuelita de skate que funcionaba en sus instalaciones y el patrocinio del team Alambrada, que estaba formado por Rodolfo Galimberti, Leo Pérez, Facundo Soto (cantante de Guasones), y los hermanos Gustavo y Guillermo Avegliano.

06. Primer Torneo Abierto de Skateboard. Organizado por La Alambrada. Año 1989..jpg
En La Alamabrada se organizaban torneo de la especialidad.

En La Alamabrada se organizaban torneo de la especialidad.

El acceso a un espacio de práctica cercano, con una rampa como no había en ningún otro lugar en ese momento, y con todas las comodidades de estar techada y luces artificiales que permitían seguir patinando sin límite de horario, ayudaron a que el deporte avance en dos direcciones. Los skaters que ya venían con un par de años de experiencia encontraron un terreno para expandirse y mejorar; y, al mismo tiempo, la existencia misma del parque y su convocatoria sirvieron de atractivo para sumar gente nueva.

No había otra de esa magnitud, era perfecta. La recuerdan todos, hasta los mejores de Buenos Aires. Una de las mejores rampas de Argentina. No había otra de esa magnitud, era perfecta. La recuerdan todos, hasta los mejores de Buenos Aires. Una de las mejores rampas de Argentina.

El espíritu de toda una generación de skaters platenses puede sintetizarse en las palabras del Avegliano más chico: "Venía de andar en las plazas y trataba de aplicar todo lo que sabía, pero ahí tenía que hacer cosas nuevas y eso fue enfrentarse a una bestia. Ahí empezamos a mejorar. Salíamos del colegio, nos sacábamos el guardapolvo e íbamos. Era duro, para un pibe doce años, enfrentarse a algo así todos los días, pero a medida que lo hicimos seguido, lo fuimos dominando".

A pesar de lo entusiasma que estaba la comunidad local de patinadores, el negocio de La Alambrada nunca pudo despegar y en menos de dos años fundió a sus inversores. Nadie le atribuyó este desenlace a la cuestión macroeconómica de la época, en cambio sí hay coincidencias acerca de un momento de cambio para el deporte que se dio a nivel mundial. Un regreso a las raíces más silvestres, un regreso a las calles.

La Alambrada Skate Park cerró sus puertas en 1990.

Alejandra Raffaella, esposa del carpintero Mario Ignoffo, opina que "para La Plata fue algo importante, aunque no se reconozca, porque no había otra. Era una cosa nueva, innovadora, fue el furor de la salida del skate y los chicos encontraron un lugar donde poder usarlo".

Hasta el propio Rodríguez Canel la recuerda con gratitud:

–Fue un fracaso divertido. Hoy lo miro con cariño, si me pongo a pensar en la plata que perdí, a esta altura pasó tanto tiempo que no tiene sentido. En cambio, me acuerdo de las cosas buenas que tuvo. No fue un buen negocio, pero me divertí muchísimo y conocí un montón de gente.

RÉQUIEM PARA UNA RAMPA

El destino final de la rampa que alguna vez soñaron Guillermo Rodríguez Canel y su socio, aquella que fue diseñada casi intuitivamente por los arquitectos Augusto González y "Willy" Randrup, la misma que sólo pudo hacer posible el oficio artesanal de Mario Ignoffo, y que representó un momento bisagra para toda una generación de skaters platenses, con Guillermo Avegliano a la cabeza, fue un tanto incierto.

Fue comprada a los propios inversores del parque por Leo Pérez, junto a otros de los skaters que también pertenecían al team Alambrada, y luego se la trasladó a la República de los Niños, donde siguió funcionando por espacio de ocho meses.

Al cabo de este periodo fue comprada por un grupo de patinadores de Quilmes, y allí se le perdió el rastro de manera definitiva. Algunos dicen que se prendió fuego accidentalmente, otros creen que fue imposible volver a ensamblarla y terminó pudriéndose bajo la lluvia en algún descampado. De la rampa, en rigor, sólo quedan los recuerdos.

Tras el fracaso comercial de la rampa, los skaters ganaron la calle. Y hoy buscan crear un skatepark.

El cierre de Alambrada coincide con lo que Avegliano describe como un momento de declive dentro de la cultura skater: "En un momento empezó a caer todo, a nivel mundial cambió el skate. Cierra Alambrada, en Estados Unidos también se cerraron parques, cada vez andaba menos gente, fue un bajón".

"Dejé de andar, prácticamente todos los de esa época dejaron de andar", se lamenta Avegliano.

La primera mitad de los ´90 fue un momento de recambio para el skate. Tras el cierre de Alambrada, surgieron nuevos talentos que abrazaron esta cultura y la adecuaron a su contexto.

05. Rampa artesanal de skaters callejeros. La Plata. Año 1989. Foto de Juan Naum..jpg
Rampa artesanal de skaters callejeros.

Rampa artesanal de skaters callejeros.

El músico Pablo Sebastián "Tatán" Barbera vivía a media cuadra del predio donde funcionó La Alambrada. Fue testigo del ascenso y la caída de aquella rampa emblemática. Un tiempo después, Tatán se consiguió una tabla y junto a un grupo de amigos, entre los cuales estaban Juan Naum, Juan Pedro Pereyra, los hermanos Leandro y Juan Pablo "Gitano" Fava, Juan Manuel "Chueco" Larrosa y Juan Pedro "Vatra" Levan, devolvieron el skate a las calles. También armaron Pensar O Morir, la banda hardcore que le dio un sonido a esta nueva etapa del skateboarding.

Tatán Barbera y compañía protagonizaron un recambio generacional para el skate que estuvo fuertemente ligado a la música, en particular a los sonidos más extremos del punk rock. No fue un vínculo casual, era la réplica autóctona de un fenómeno que se daba en todas partes del mundo.

La rebeldía implícita del pibe que se sube arriba de un cacho de madera con ruedas, toma por asalto el espacio público y desafía las leyes de la gravedad encuentra su correlato en los sonidos menos digeribles para el común denominador.

El skate, al igual que el punk rock, cuestionaban lo establecido.

Los avisos publicitarios de sellos y distribuidoras de música punk fueron siempre una constante en las páginas de la revista Thrasher Magazine, de relevancia mundial. Ver skaters en la puerta de un recital under formaba parte de un folclore que se expandió desde Vancouver hasta Buenos Aires.

Grupos californianos de los ´80 como Suicidal Tendencies, Black Flag o Circle Jerks, encontraron discípulos argentinos como Masacre Palestina, 13 al diablo y Eterna Inocencia en los ´90. Pensar O Morir hizo lo propio en su pago chico.

La inyección de energía que le aportaron estos jóvenes de tercera generación a la patineta fue suficiente para revivir el interés de Avegliano: "Tatan me agarró un día y me dijo Guille vení a patinar con nosotros. Ahí me compré una tabla y empecé a andar de nuevo, como cualquier amor: se empieza y se deja, se deja y después volvés".

La historia siguió escribiéndose hasta llegar al presente, con oleada tras oleada de nuevas generaciones, construcciones de parques y rampas públicas, torneos y talentos locales que crecieron hasta alcanzar reconocimiento nacional. El reclamo de una pista municipal incentive el deporte y sirva como punto de encuentro para todas las generaciones de skaters que tuvo, tiene y tendrá La Plata aún sigue vigente.

07. Pensar O Morir. Renovación skater y punk rock. Año 1996. Foto de Juan Naum (1).jpg
Pensar O Morir, la banda hardcore.

Pensar O Morir, la banda hardcore.

En 2023, la administración del intendente Julio Garro inicio algunas gestiones para avanzar con la edificación de una pista en la República de los Niños, iniciativa que encontró resistencia entre algunos vecinos y que el resultado de las elecciones dejó trunco.

"La rampa la estamos pidiendo desde siempre, necesitamos un skatepark. Seguimos en la lucha para que la gente del municipio vaya para adelante y haga una pista olímpica", promete Avegliano con convicción.

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