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Genio y figura. Newbery estudio ingeniería eléctrica en Estados Unidos y de regreso en el país se convirtió en un ferviente y osado promotor de la aviación.
Mil hombres diferentes vivieron en la piel de Newbery. Todos protagonistas y de gran relevancia. Se lo consideró el padre de la aviación nacional y en su corta vida cosechó un apabullante cantidad de récords. En los deportes, se destacó en boxeo, natación, automovilismo, esgrima y remo. Fue un hombre de ciencia y cuando se formo en ingeniería eléctrica tuvo como maestro nada menos que a Tomás Alva Edison.
Jorge Newbery organizó, participó y ganó la primera compentencia de globos aerostáticos que se largó desde el Hipódromo de La Plata
Pero, sin dudas, Newbery alcanzó sus mayores glorias en el aire. Voló como un águila y su desbordante entusiasmo lo llevó a fundar junto con otras personalidades de la época el célebre Aeroclub Argentino y también fue Director de la Escuela Militar de Aviación. Programó y ejecutó vuelos memorables, algunos de los cuales tuvieron como escenario los cielos de nuestra ciudad y sus alrededores, dejando una estela de hazañas poco conocidas.
El 25 de diciembre de 1907, invitado por Aaron de Anchorena cruzó el Río de la Plata en un aerostato bautizado “Pampero” con el que descendió en la localidad uruguaya de Conchilla, próxima a Colonia, realizando el primer cruce sobre el agua. Esta experiencia reunió a otras personalidades interesadas en el desarrollo organizado de la actividad aérea.
PRIMERA CARRERA EN GLOBO
Un par de años mas tarde, el 21 de noviembre de 1909, a poco de la aprobación de los estatutos del Aeroclub Argentino, el aviador volvió a desafiar las alturas. Organizó la primera carrera en globo aerostático y eligió La Plata como histórico escenario.
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Desde 1907 Newbery participó de vuelos en globos aerostáticos viviendo todo tipo de peripecias.
Hervía el hipódromo local. Las tribunas lucían atestadas de entusiastas espectadores. Sombreros volaron por los aires mientras la multitud enronqueció coreando una y otra vez el apellido del as del aire.
Las imponentes siluetas de los globos “Huracán” y “Patriota” despertaron el asombro de la concurrencia. Fue una fiesta a la que se dieron cita los mejores pilotos del momento. Cuarenta bomberos del Cuartel La Plata, a cargo de la seguridad, rodearon celosamente los aerostatos previamente a la largada.
“New-be-ry…New-be-ry…” La ovación que separaba el apellido del hombre del aires en sílabas estalló cuando ascendió a la barquilla del Huracán, teniendo como copiloto a Alberto Roque Mascías, amigo y colaborador del afamado piloto. No menos rutilante fue la tripulación del Patriota: El diputado socialistsa Alfredo Palacios y el platense Eduardo Bradley secundaron al piloto Felipe Madariaga en la otra nave. Tras la muerte de Newbery, Bradley cumplió su sueño de atravesar los Andes en globo y descendió en Chile. “Un argentino deberá realizar esa hazaña” dijo en su momento y nuestro ilustre vecino logró la proeza.
Los aplausos y gritos de admiración se multiplicaron al momento del despegue. La Plata vivió un momento único mientras la silueta de los enormes esféricos se perdía en las alturas, en vuelo cómplice con las nubes.
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Jorge Newbery a punto de elevarse en el esférico Huracán, que dio nombre al club de fútbol de Parque Patricios.
Newbery -cuando no- tomó la delantera y se mantuvo así hasta el final. Voló como un cóndor desafiante en busca de más altura. A su llegada envió un telegrama y su texto fue: “a las 3.35 fueron largadas amarras en La Plata ante una numerosísima concurrencia. El globo se elevó hasta 900 metros, manteniéndose durante una hora en dicha zona con viento del sudeste. Cuando el Patriota, largado tres minutos despóés, parecía haber encontrado en las zonas más bajas vientos más fuertes resolvimos descender hasta los 400 metros, manteniéndonos a esa altura hasta que se vio bajar al otro esférico rápidamente en cercanías de Lomas de Zamora”.
Se desprende de aquel texto que el Rey de los Cielos supo en ese momento que la carrera estaba ganada. “En ese instante navegamos a 900 metros hasta que, tomados por la lluvia bajamos en la estancia del señor Muller en las inmediaciones de la estación Tablada”.
Así cumplió otra hazaña al establecer un nuevo récord: recorrió 58 kilómetros en 1 hora y 44 minutos, con una velocidad de 34 kilómetros por hora.
Cuando junto a Mascías regresó a Buenos Aires Newbery señaló “que no daría por ver la cara del diputado Palacios, cuando el globo se le vino abajo. Odia perder, debió estar furioso”, dijo entre carcajadas. Unía a ambos, además de una sólida amistad, la mutua admiración.
EL HURACÁN A PIQUE
El investigador en temas históricos de Magdalena, Profesor Marcelo Pernigotti reconstruyó para 0221.com.ar las proezas del “Hombre Globo” por los cielos de la región con episodios no exentos de gran dramatismo. Como cuando cayó las enfurecidas aguas del Río de La Plata.
Pernigotti señaló al 12 de noviembre de 1909 “como una fecha histórica” en la vida del consagrado piloto. Fue cuando junto a Lisandro Billinghurst enfrentaron un complicadísimo descenso en Bartolomé Bavio y tuvieron que ser auxiliados por un grupo de vecinos.
El globo Huracán, nombre que luego adoptó el club de fútbol de sus amores, también apodado “El Globo”, fue crucial en su carrera ya que batió el récord sudamericano de duración y distancia. Recorrió 550 kilómetros en 13 horas y unió Argentina, Brasil y Uruguay.
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Una de las primeras imagenes institucionales de Huracán, popularmente conocido como "el Globo"
Antes de la carrera lanzada desde La Plata el ingeniero Newbery había piloteado a Huracán desde Belgrano hasta la ciudad brasileña de Bagé. Esta proeza fue la que inspiró el distintivo del club. Un año después se dejó constancia en un acta, que se usaría una camiseta blanca con la insignia del globo Huracán. En 1911, la Comisión Directiva nombró al piloto aéreo como socio honorario y tiempo después lo convirtió en presidente honorario.
En un vuelo en medio de una fuerte tormenta el padre de la aviación nacional se las vio negras cerca de Bavio
En su excelente libro costumbrista Historias en tiempo lento, Pernigotti explicó cómo la caída de Newbery se instaló para siempre en la tradición oral. Todo el mundo habló de aquel rescate al intrépido piloto que protagonizó el vecino Vicente Berton y su familia. “Todo quedó flotando en el aire”, comentó.
"Mi interés por este episodio nació cuando estaba en cuarto grado y mi maestra Marta Porcar, me hizo conocer la historia y me explicó como Berton le dio ayuda. No sólo lo asistió sino también lo trasladó junto con su acompañante a la Estación del Ferrocarril en Bartolomé Bavio."
Newbery quedó en eterna deuda con Berton y le regaló la sirena del Huracán, de la cual parece haberse perdido el rastro. Pasados unos pocos días le escribió una misiva de agradecimiento. La carta rezaba: “Buenos Aires 16 de diciembre de 1909. Señor Vicente Berton. Estimado Señor -escribió-: Estoy muy agradecido a las muchas atenciones que llevó a bien dispensarnos al momento cuando tuvimos la enorme suerte de descender con nuestro globo en ese paraje. Deseo agradecer una vez más en nombre de mi compañero de ascensión señor Billinghurst las amabilidades de las que fuimos objeto de parte suya. Como también los miembros de su familia, que nos encontraron con buena acogida y con finesas que usaron hasta el momento de nuestro regreso. Aprovecho la oportunidad para ponerme a sus órdenes y saludarlo muy atentamente”. En 1979 la carta fue donada al Museo Aeronáutico de la Nación.
FRENTE A LA COSTA DE MAGDALENA
El llamado cóndor porteño totalizó cuarenta ascensiones en tres años. El 5 de noviembre de 1912 batió el récord sudamericano de altura al alcanzar los 5.100 metros en el globo “Buenos Aires”. Fue una jornadas fría y lluviosa en la que lo acompañaron el teniente Raúl Goubat y el capitán de navio Melchor Escola. El derrotero fue azaroso y, por momentos, dramático. La canastilla con los tripulantes se sumergió varias veces en las enloquecidas aguas, no teniendo ninguno de ellos salvavidas. Igual de poco hubieran servido en un escenario pre más adverso. Con desesperación y por orden de Newbery arrojaron objetos al agua, lo que les permitió ganar altura. Luego un sol de a ratos, los ayudó en otro ascenso. Sobrepasaron las nubes y alcanzaron los 5.100 metros batiendo el récord sudamericano de altura.
Fue una odisea la temperatura y la escarcha cristalizó los cuerpos de los valientes aeronautas. Mojados y con sueño, como consecuencia de la severa falta de oxígeno, iniciaron el descenso que no fue menos azaroso. Cayeron a un kilómetro de la costa y en el agua desinflaron el globo a puñaladas y ya exhaustos y con la poca fuerza que les quedaba nadaron hasta la orilla. Un lugareño los auxilió y les dijo que estaban en Magdalena. Amarraron el globo a unas plantas y se dirigieron al casco de la Estancia El Tala de Hermenegildo Velázquez en un carro tirado por caballos. Recuperados viajaron a la Estación Río Santiago donde pidieron ayuda a Prefectura para rescatar el globo que fue enviado por tren a Buenos Aires.
Newbery escribió lo que vivió al volar por el río, en cercanías de La Plata “es la emoción más intensa que se puede experimentar. El río hervía abajo lleno de malos presagios y amenazando con su extraño y salvaje idioma. La luna lo convirtió en un majestuoso manto de nácar. Tuve una impresión intensa y subyugante. Se sintió una dulce embriaguez que acarició mis sentidos.
EL ÚLTIMO VUELO
¿A quién más podía desafiar Newbery?. ¿Qué otras proezas le quedaban por delante?. Voló como un ángel y su único límite fueron las alturas del cielo, del que finalmente cayó de manera estrepitosa.
El 1 de marzo de 1914 el destino le reservó una cruel sorpresa la muerte, impredecible, le puso punto final a su heroica campaña y terminó cortándole las alas. Ese día a bordo de un avión Morane-Saulnier despegó desde el campo Los Tamarindos, en Mendoza (actualmente conocido como el Plumerillo). El vuelo fue parte del entrenamiento para lo que sería otra de sus grandes epopeyas: el cruce de la Cordillera de los Andes.
En La Plata una plaza de Ringuelet lleva el nombre de Jorge Newbery en homenaje al pionero de la aviación
Esa tarde despegó y ejecutó una maniobra acrobática y trágicamente el avión no respondió y cayó como una piedra a las 7.20 hs de la tarde. Murió y tenía tan solo 38 años.
El país se detuvo con la noticia. Sus funerales fueron multitudinarios y cundió el caos y la conmoción general.
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Jorge Newbery murió mientras volaba en un monoplano que se precipitó a tierra cerca de El Plumerillo el 1° de marzo de 1914.
Fue el primer ídolo popular argentino y en su honor llevan su nombre el aeropuerto doméstico nacional, siete tangos que se compusieron en su honor, una película titulada Más allá del sol, un monumento en Villa Lugano, quince clubes, once calles, tres barrios, varias plazas, una de ellas en La Plata y los premios anuales que otorga el gobierno de la ciudad de Buenos Aires a los mejores deportistas así llamados en su memoria.
Cuatro escuelas también fueron desginadas con su nombre. En un brillante artículo José Narosky dijo que Newbery “logró vivir su vida y también morir su muerte” y agregó “cuanto mejor es morir por algo que morir por nada”.
“Señoras y Señores brindo para que los presagios fatalistas no sucedan. Somos trece en la mesa. Uno tiene que morir”. Así se expresó sorpresivamente en un banquete que se dio en su último viaje a París. Tal vez intuyó el final.
Todavía hoy algunos que miran al cielo de nuestra región perciben el aura de éste hombre que no se fue. Newbery se hizo invisible y sigue volando entre las nubes, en el más largo de sus viajes.