El 28 de julio de 1916, en la niebla densa de una noche en Provincetown, Massachussets, nace el teatro moderno estadounidense. Ese día, Eugene Gladstone O’Neill estrenó Bound East for Cardiff, una pieza breve y cargada de intensidad, donde un marinero moribundo, Yank, repasa su vida a bordo de un barco. Entre los fragmentos de memoria que emergen, resuena una evocación singular:
La escena sucede en el castillo de proa de un vapor de carga británico, en el trayecto entre New York y Cardiff. Yank agoniza mientras la niebla y el sonido de un silbato le roban la calma. “Ojalá salieran las estrellas, y la luna también”, murmura, deseando una partida menos sombría. En ese trance, en su diálogo final con el irlandés Driscoll, reaparecen los recuerdos de los dos marineros en Buenos Aires, Singapur, Port Said, Ciudad del Cabo, Sídney. Y La Plata. No como un puerto cualquiera, sino como un sitio cargado de vivencias, parte del mapa emocional que define la existencia errante de esos protagonistas.
Según sus biografos, Arthur y Bárbara Gelb, emprendió la travesía impulsado por “la emoción de vivir” que ya había experimentado en alta mar y le impedía continuar en tierra. Durante el viaje a bordo se dedicó a leer a Joseph Conrad y John Masefield, y escribió sus primeros poemas inspirados en la vida marítima. Luego de 65 días de navegación hasta Buenos Aires, trepando aparejos, fregando cubiertas, según narró en su diario personal. Tras desembarcar, gastó la paga en los bares del puerto.
La estela de O´Neill en la región no ha podido ser reconstruida mediante documentos y solo quedó en la memoria oral de los habitantes de Berisso y para muchos, incluso, es tan solo una leyenda. "Desde siempre escuché que estos tres personajes ilustres habían estado en Berisso, pero nunca encontré a nadie que los hubiera conocido en persona. Y entre los empleados de los frigoríficos seguro no estuvieron porque sus nombres no figuran en los archivos administrativos", solía repetir el historiador local por excelencia Luis Guruciaga, que también siguio la pista de otros nombres celebres que en su juventud habrían caminado los arrabales cercanos al puerto La Plata: el mariscal croata Josip Broz, mas conocido como "Tito", quien llegó a presidir Yugoslavia y el multimillonario armador naval griego, Aristoteles Onassis.
Entregado a una vida licenciosa O´Neill convivió con marineros y vagabundos. Pronto necesitó dinero y salió en busca de trabajo. Y acudió a la ayuda de sus compatriotas. Tuvo varios empleos en Buenos Aires. En una primera instancia fingió ser dibujante técnico en Westinghouse Electric, la empresa recientemente instalada en el país que sería fundamental para el desarrollo radiofónico argentino en la década siguiente. Después, se trasladó a La Plata para trabajar en el depósito de cueros del frigorífico Swift. Allí tuvo que soportar el hedor de los cueros crudos hasta que un incendio interrumpió su labor. Volvió entonces a Buenos Aires, donde trabajó brevemente para la Singer Sewing Machine Company, que ha hecho base en la Argentina cinco años antes. A lo largo de esos meses, O’Neill absorbió un mundo de experiencias y voces que más tarde iban a nutrir su magnífica obra. Fue una bisagra personal para quien sería el autor del siempre celebrado Long Day's Journey into Night (Largo viaje hacia la Noche): su creación -estrenada luego de su muerte- de carácter autobiográfico que narra el tránsito del joven trashumante al maestro dramaturgo.
El puerto y la fábrica
A su regreso a Estados Unidos fue la breve pieza de un solo acto Bound East for Cardiff la que actuó como punto de inflexión. Tras su presentación en 1916, O’Neill inició un camino que lo llevará a recibir varios premios Pulitzer y el único Nobel otorgado a un dramaturgo estadounidense. En ese trabajo, que coloca a La Plata en el centro de una red de puertos, comienza a delinear los conflictos entre hombres del mar y hombres de tierra, la tensión entre el destino y quienes lo confrontan, dilema que atraviesa toda su obra.
Tanto en estas obras como en sus memorias, la referencia de O’Neill vuelve siempre a La Plata, nombre del puerto y de la ciudad cabecera del distrito y capital de la provincia, y no a Berisso, probablemente también porque el establecimiento donde él trabajó se llamaba La Plata Cold Storage Company y sus impresionantes dimensiones lo convirtieron en un punto de referencia toponímica destacado. El frigorífico había sido fundado en Berisso en 1902 por capitales británicos y sudafricanos, con el objetivo de abastecer de carne congelada a Sudáfrica, que en ese entonces —tras la derrota bóer en la Segunda Guerra anglo-Bóer— había quedado conformada por un conjunto de cuatro colonias británicas.
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En su primer obra teatral, Bound East for Cardiff, O´Neill coloca el puerto La Plata en el centro de la trama.
En ese contexto histórico, signado por la consolidación del Imperio Británico, la planta servía a un mercado en expansión colonial. Pero en 1907, en el umbral de la formación de la Unión Sudafricana, la empresa perdió interés en el negocio y fue vendida por 350.000 libras a la firma estadounidense Swift.
Su adquisición por la compañía con sede en Chicago representó el comienzo de una nueva etapa: la entrada decisiva del capital estadounidense en la industria argentina. En el breve tiempo que O’Neill trabajó en el frigorífico, hacia fines de 1910, la planta empleaba a más de 2.700 operarios, la mayoría inmigrantes varones, aunque también había mujeres y niños, que recibían salarios mucho más bajos. Abastecida principalmente con ganado proveniente de los campos de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, la producción se orientaba a la exportación de carne y subproductos —como cueros, lana, sebo, huesos, astas e incluso guano— hacia Europa y el mundo anglosajón, integrando al Río de la Plata en los circuitos del comercio mundial. La factoría estaba equipada con más de 160 máquinas, en su mayoría eléctricas, lo que, para esa época, representaba un símbolo del avance tecnológico y de la integración de la economía nacional al mercado global.
Por entonces, el tamaño del frigorífico contrastaba con las dimensiones de Berisso, una localidad aún incipiente, con poco más de 2.500 habitantes y una infraestructura precaria constituida por casas de madera, agua proveniente de aljibes y luz a base de kerosene. En ese tiempo, tan solo cuatro viviendas superaban una planta. La vida social comenzaba a organizarse en torno a instituciones como el Club Estrella de Berisso, que contaba con 50 socios. Sin embargo, ya empezaba a configurarse como un nodo industrial vinculado al puerto, donde se entrelazaban flujos de trabajadores, capitales, mercancías y diversas lenguas.
Albores del capitalismo global
La obra de O’Neill inscribe ese mundo en la escena. En Bound East for Cardiff, las ciudades no funcionan como simple decorado, sino que conforman una red de puertos conectados por el imperio global británico por donde circulan hombres, bienes y memorias. Buenos Aires se perfila como un nodo cosmopolita del Atlántico Sur; Singapur y Port Said, como puntos clave del comercio asiático y del canal de Suez; Ciudad del Cabo, como escala estratégica entre los océanos Índico y Atlántico; Cardiff, con su puerto de carbón, como abastecedor de la maquinaria industrial del imperio; y Sídney, como cierre de la red en Oceanía. En ese entramado global, la región de La Plata se destacaba en las vísperas de la Primera Guerra mundial como nodo sudamericano, estación del comercio atlántico de carnes, pero también del relato humano de quienes lo vivieron desde abajo. Sus personajes arrastran una carga existencial inseparable del movimiento transnacional que los sostiene.
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Quien años mas tarde se convertiría en premio Nobel, trabajó en el depósito de cueros del frigorífico Swift
Desde el punto de vista geopolítico, la presencia del capital estadounidense en la región se va consolidando. Ya estaba presente desde principios de siglo, como prueba la experiencia de O’Neill en las distribuidoras de productos Westinghouse y Singer. Se va a expandir pronto en las empresas como Armour y Morris, que junto con Swift van a transformar la industria cárnica con métodos industriales, mientras Argentina se va a convertir en el mayor exportador de carne congelada del mundo. Esta expansión coincide con la declinación del dominio británico en el comercio mundial de carne, aunque el Reino Unido sigue absorbiendo el grueso de la producción argentina.
En esa geografía de tensiones imperiales, La Plata y Berisso aparecen como nodos del imperio británico para el O´Neill dramaturgo, y como centros de la expansión del capital norteamericano en el sur global, para el O´Neill aventurero. En su propia encrucijada de vida, el dramaturgo capta, aún sin saberlo, y con la sensibilidad del artista, un momento de inflexión histórica. Su tránsito por la Argentina es breve pero decisivo. Vive la marginalidad, la fatiga del trabajo manual, las emanaciones de los frigoríficos, la sensación de extravío. Todo eso resurge en sus personajes, con una crudeza que transforma para siempre la escena teatral estadounidense. Su dramaturgia no se alimenta sólo del sufrimiento personal, sino de una experiencia encarnada en los márgenes del capitalismo global de la Belle Epoque.
Más arriba, en el Atlántico norte, Provincetown, hasta entonces un pueblo pesquero de menos de 5.000 habitantes, se convierte en epicentro de esa renovación teatral. Allí, con los Provincetown Players, O’Neill da forma a una nueva dramaturgia, arraigada en experiencias vividas, lenguajes reales, destinos truncos.
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O´Neill llegó al Río de La Plata escapando de su matrimonio en busca de la "emoción de vivir".
Así, en un giro donde lo biográfico se funde con lo estructural, la ciudad aparece en el centro de dos movimientos. Por un lado, el pasaje vital de O’Neill, de joven errante a maestro dramaturgo. Por otro, el comienzo del pasaje histórico de la Argentina, de enclave casi exclusivamente británico a plataforma de expansión estadounidense. Y en ese cruce —entre niebla, cuero, palabras y barcos—, La Plata y Berisso laten como el eje donde ambas bisagras encajan.
El actor y director teatral Lito Cruz, oriundo de Berisso e inclinado al teatro inspirado en la lectura de los textos de O´Neill, interpretó y dirigió en teatros de Buenos Aires las obras del Nobel norteamericano Hugie y El toque de un poeta.
En el corazón de una noche espesa, un marinero muere evocando el sur. Esa imagen sintetiza el cruce entre experiencia individual y estructuras globales. La Plata y Berisso son más que una referencia. Allí se articulan la biografía de un dramaturgo, el comercio atlántico y la historia del teatro moderno. Un lugar menor en los mapas, pero decisivo en la memoria. Una niebla de puerto, un olor penetrante, estímulos para los sentidos que se vuelven escenas fundacionales.