Desde hace tres años, Letra P, medio que fundé y dirijo al igual que 0221.com.ar, venía advirtiendo sobre el surgimiento de un fenómeno político de rasgos autoritarios que ponía en cuestión los consensos que rigen nuestra convivencia desde 1983.
Este año, el resultado de las elecciones primarias, en las que el líder de esa corriente, Javier Milei, resultó el candidato presidencial más votado, convirtió aquellas advertencias en una certeza: como en otros países de la región y de Europa, la ultraderecha había tomado la forma de una alternativa cierta de poder en nuestro país.
Frente a la convicción de que, justo cuando cumplía 40 años de vigencia ininterrumpida, la democracia argentina se encontraba bajo ataque, tomé una decisión excepcional: fijar una posición editorial explícita en favor de la construcción de un amplio acuerdo democrático que pusiera un dique al avance de una fuerza basada en la violencia, la intolerancia y la discriminación; que niega los crímenes atroces de la dictadura genocida; que promete aplicar un ajuste feroz sobre una población que sufre condiciones históricas de vulnerabilidad y que propone dinamitar el Estado para dejarnos a merced de un mercado libre de toda regulación.
El 27 de agosto pasado publicamos un editorial que titulamos Urge construir un gran acuerdo democrático. Dos meses y medio después, estoy seguro de que fue una decisión acertada. En aquel momento, acaso podía ser evaluada como apresurada. Para nosotros, era urgente.
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En ese artículo, convocamos a la dirigencia política a expresarse al respecto. Hombres y mujeres de las más diversas procedencias partidarias e ideológicas lo hicieron. Referentes de la cultura, el pensamiento, la academia y la prensa tomaron el mismo camino. El candidato presidencial de Unión por la Patria, Sergio Massa, llamó a la construcción de un gobierno de unidad nacional.
La democracia es imperfecta y su gestión ha sido deficitaria. Pero, cuidado: no es con menos democracia como podemos salir de una situación que genera comprensibles estados de frustración. Es con más: con más y mejor convivencia política, con más respeto a las diversidades; con más vocación de escucha y diálogo es como vamos a ser capaces de encontrarnos en los acuerdos y los consensos que nos permitan saldar las deudas y enfrentar los desafíos que tenemos como comunidad.
Por eso, estoy convencido de que el domingo 19 haremos mucho más que elegir un gobierno: con nuestro voto, elegiremos una forma de vida, una manera de relacionarnos; optaremos entre más o menos democracia.
Tan trascendente encrucijada nos obliga a tomar posición y a pronunciarnos sin ambigüedades. Este domingo, yo voto a Massa. Me guían mi historia, mis convicciones, los valores que intento transmitirles a mis hijos y mi deseo de que ellos puedan desarrollar sus proyectos de vida en libertad, en pleno ejercicio de sus derechos individuales y colectivos, al amparo de un Estado solidario que los cuide y los aliente a ser generosos con sus pares, sobre todo con aquellos que sufren y necesitan de nuestra empatía. Porque no hay realización individual sin realización colectiva. En definitiva, de eso se trata.