miércoles 05 de noviembre de 2025

"Nos quedamos sin nada": el duro relato de los vecinos platenses afectados por el temporal

Los frentistas que viven a la orilla de los arroyos fueron los que más sufrieron la inundación. Pobreza, marginalidad y consecuencias incalculables.

En las últimas horas, La Plata registró las lluvias más abundantes para cualquier día de agosto de los últimos 68 años. Durante la tarde del miércoles, comenzó a caer granizo y algunas precipitaciones en el Oeste platense, pero lo más grande llegaría sobre la noche. Cerca de las 21, la tormenta eléctrica trajo decenas de milímetros (mm) de lluvia que, para las 6.30 de este jueves, eran 83,2 en Etcheverry y 70 en Lisandro Olmos; a las 10.30 ya habían caído 105,1 mm y 81,5 mm respectivamente. El agua alimentó las cuencas de los arroyos que tuvieron repercusión tierra abajo. Ese es el caso del Arroyo Regimiento, que fue creciendo hasta desbordar en varias partes de su recorrido. Sin embargo, lo peor sucedió a la altura de 149 y 52.

En esa dirección se pudieron ver decenas de casas y casillas ubicadas a la vera del arroyo que este jueves formaron parte del mismo. Entre 52 y el riachuelo se abren paso distintos pasillos que son la entrada a las viviendas cuyos suelos quedaron completamente tapados por la amarronada agua del Regimiento. Los vecinos más antiguos ya saben lo que significa una fuerte lluvia en ese lugar y pudieron tomaron ciertas precauciones, pero este jueves nada de eso alcanzó.

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La madrugada la atravesaron intentando frenar el agua que se metía por atrás, por el frente, pero sobre todo por abajo. Los pozos ciegos se llenaron y los desagotes de las viviendas comenzaron a circular el líquido en dirección contraria, inundando las habitaciones. Es el caso de Sabrina Medina, una joven que contó a 0221.com.ar lo que le pasaba mientras seguía lloviendo con fuerza, ya pasado el mediodía. "Estuve toda la noche sacando agua, cerré como pude y ahora hasta me duele la mano de querer tapar la rejilla de mi casa", dijo resignada bajo un techo de chapa en la entrada de su vecina. Su casa tiene uno de los pocos frentes con piso de hormigón que hay en todo el barrio.

"A las 2 de la mañana empezó a llover y después me levanté porque caía mucha piedra. Me volví a dormir y a las 3.30 nos despertamos y ya estaba subiendo el agua, rapidísimo", aseguró. La mujer vive con su hija de un año y otro ya adulto que duerme en una habitación ubicada a pocos metros de la casa que es utilizada como comedor comunitario al que van a comer varios chicos de la zona. "Mi hijo duerme ahí porque ya nos robaron dos veces. Damos el almuerzo y la merienda tres veces a la semana. Ahora, bueno... quedó todo bajo el agua. Se mojó la mercadería y por más que no quiera voy a tener que tirar todo", lamentó.

Dentro de la misma habitación tenía ropa que juntaba también para dársela a quienes más lo necesitan. "Nos quedamos sin nada. A la ropa la voy a tener que tirar porque ésta es agua del arroyo, de los pozos, de los baños y ya está todo contaminado". La mujer sufrió otra inundación el año pasado y, luego de eso, pudo elevar su casilla sobre una platea en la que, para esa altura de la entrevista, ya se habían reunido unas seis personas más. "Hay muchos vecinos que la están pasando mal realmente. Acá en la esquina hay una embarazada que no se puede mover y tiene todo lleno de agua", dijo mientras señalaba a la casa de la cuadra del frente que está ubicada al menos 40 centímetros por debajo del nivel de la calle y por supuesto, del agua.

A medida que caminábamos por 52 en dirección a calle 150 nos íbamos cruzando con personas que caminaban apuradas bajo la lluvia y con el agua hasta los tobillos con mascotas, bebés y niños en brazos rumbo al la combi de Defensa Civil que los trasladaría más tarde a un Centro de Evacuados. Los vecinos no querían desprenderse de sus hijos ni tampoco dejar sus hogares por miedo a la inseguridad, por lo que optaron en muchos casos por enviar a un adulto con los niños y que otro se quedara cuidando el resto de lo que los bienes que les quedaban.

Una mujer abrió las puertas de su casa para darle de comer a sus vecinos. Alrededor de una gran olla de aluminio se reunieron más de 20 personas que almorzaron los mismos fideos que había dejado Sabrina sobre una silla minutos antes. "Tenemos el apoyo de algunas agrupaciones y con eso a veces damos de comer", dijo la jefa de la casa mientras servía platos plásticos. Dos comedores en 20  metros de distancia entre sí es un resumen de muchas cosas. Con los platos en las manos, los vecinos se mostraron enojados por la situación. "Hace poco vinieron a tirar conchilla y ahora esa misma conchilla se levantó y se juntó al medio de la calle", dijo un vecino, al tiempo que se sacaba la empapada capucha y pedía algo más que "obras de maquillaje".

Mónica, otra mujer que estaba a pocos metros del comedor, nos invitó a la casa de su suegra para que viéramos lo que pasaba. "Sin fotos, porque nos da vergüenza estar así", dijo la abuela de unos 70 años. Su marido tiene "setenta y algo" y estaba descansando mientras las ondulaciones del agua producidas por nuestros pasos llegaban a tocar el último cajón del modular del living-comedor. Las sillas dadas vueltas sobre la mesa y sobre las mismas, papeles, camperas y algunos otros objetos de valor que cuidaban a la espera de que simplemente dejara de llover. "Prendí la bomba para sacar el agua de mi casa, pero era lo mismo que tratar de sacarle el agua al arroyo. Así que la apagué", dijo la mujer.

Inmediatamente, otro vecino llegó para proponerle romper un bordillo de material que habían construido en la entrada de la casa para evitar justamente el ingreso del agua. "Lo rompemos y barremos el agua a la calle", dijo el hombre; la mujer cerró el tema diciendo "ya está, si es lo mismo".

Todavía es muy pronto para ver los daños o hacer un balance sobre la crecida, en este caso puntual, del Arroyo Regimiento. Las pérdidas materiales para las personas que viven en ese lugar, en esas casillas, son muy elevadas y, en algunos casos, totales. Sin embargo, lo peor de todo es cuando se va el agua. "Después pasan los días y los años y acá nada cambia mucho. Escuchamos un trueno y no podemos dormir en toda la noche, es triste la realidad que vivimos pero es así", dijo la vecina.

La Municipalidad reportó más de 150 evacuados, en su mayoría chicos, que fueron trasladados a los tres Centros de Evacuados oficiales de la Comuna. Los clubes, parroquias y escuelas de las zonas afectadas abrieron sus puertas para alojar a las familias, darles algo caliente y recibir las donaciones de los platenses para asistirlos en el momento más terrible: el de volver a casa y arrancar de nuevo.

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