miércoles 25 de septiembre de 2024

Caso Báez Sosa: ¿qué hacen los clubes de rugby de La Plata para abordar la violencia?

Tras el asesinato del joven de 18 años, por primera vez las autoridades de la UAR y la URBA reconocieron que debían buscar soluciones a un problema creciente.

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Por Andrea D’Emilio y Laura Agostinelli

Con la perspectiva que posibilita el paso del tiempo se sabrá si el asesinato de Fernando Báez Sosa marcó un antes y un después en la historia del rugby argentino. No fue la primera vez que un grupo de rugbiers atacaba a una víctima solitaria, ni el primer ataque en que le quitaban la vida -el asesinato de Ariel Malvino, en Brasil, a manos de tres rugbiers correntinos sigue impune 17 años después-. En cambio, fue la primera vez que las autoridades del mundo del rugby reconocieron que la violencia se había convertido en un problema y que debían implicarse en la búsqueda de soluciones.

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A mediados de 2020, la Unión Argentina de Rugby (UAR), organizadora del deporte a nivel nacional, creó el programa Rugby 2030, hacia una nueva cultura, para “reconocer, responsabilizar y resolver la conflictividad relacionada con el rugby, reduciendo la violencia en todos sus aspectos”. En simultáneo, la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA) presentó la comisión FIMCO, para la Formación Integral y Mejora del Comportamiento, con un programa de largo plazo para el que se designó un referente en los 90 clubes de la provincia que garantizara la ejecución de las acciones. ¿Qué han hecho desde entonces La Plata Rugby Club, Universitario, Los Tilos, San Luis y Albatros para abordar el problema de la violencia?

Universitario: Comisión de Género y trabajo conjunto con la Defensoría y el INADI

En La Plata, la noticia del asesinato de Fernando Báez Sosa, el 18 de enero de 2020,  producto de los golpes que le dieron ocho rugbiers en la puerta de un boliche de Villa Gesell, coincidió con la denuncia pública de una usuaria de Twitter hacia los jugadores de las categorías ‘93 y ‘94 del Club Universitario, a los que acusaba de compartir en grupos de WhatsApp fotos de mujeres desnudas tomadas sin su consentimiento. Tras el tweet -que tuvo más de diez mil likes- varias mujeres comunicaron a la denunciante que habían padecido situaciones similares y también se supo que uno de esos jugadores había sido denunciado por su ex pareja por ejercer violencia física y psicológica.

Poco después, desde el club de Gonnet emitieron un comunicado informando que se había suspendido a los rugbiers implicados y asumiendo el compromiso de realizar jornadas de reflexión y debate sobre violencia de género junto a la Defensoría del Pueblo bonaerense, obligatorias para la dirigencia, entrenadores, coordinadores y deportistas. A tres años del inicio de esas jornadas, María Emilia Sambucetti, integrante del Tribunal de Disciplina y de la Comisión de Género del Club Universitario, informa que actualmente siguen trabajando junto a la Defensoría y el INADI en capacitaciones sobre violencia de género y discriminación.

El club cuenta desde hace cinco años con una Comisión de Género que elaboró un protocolo de actuación y que trabaja junto al Tribunal de Disciplina “aportando una mirada educativa y no sólo punitiva”, aclara Sambucetti. Para este año, se encuentra en curso una campaña de comunicación para prevenir expresiones de violencia en el deporte.  La representante del Club Universitario sostiene que estas acciones forman parte de una política que la institución va a sostener y destaca que “modificar una cultura lleva tiempo, pero la clave está en la formación desde una mirada inclusiva, tolerante, con perspectiva de género, basada en el respeto”. Cuando habla de “una cultura” a modificar, Sambucetti se refiere a que “existe una formación de la masculinidad en el deporte que tiene un sesgo machista y que busca demostrar quién es más fuerte, normalizando situaciones de violencia”.

Nicolás Cabrera, antropólogo del Conicet y de la Universidad de Córdoba, especializado en la investigación sobre identidades violentas y deporte, explica que “tanto en el fútbol como en el rugby, parte de la violencia tiene que ver con la masculinidad, con afirmarse como hombre. En el rugby eso se potencia. Se construye una masculinidad dura, firme, resistente, que soporta golpes y, evidentemente, eso se traduce en personas competentes para la violencia”.

Cabrera señala que no existen datos oficiales para afirmar que el rugby sea un deporte más violento que otros, como se suele concluir. “Necesitamos medirlo más allá de la percepción mediática que hay”, dice y lo compara con el fútbol argentino: “Es el fútbol con más muertos de toda la región. Entonces: no, el rugby no es el deporte más violento pero sí hay bastantes casos, con cierta regularidad tanto en sus protagonistas como en la dinámica: violencia de muchos a pocos, en manada, a víctimas que muchas veces tienen una variable de clase y, en el caso de Fernando Báez Sosa, también racial”.

San Luis: capacitaciones, Ley Micaela y el fin de los bautismos

El mismo día del crimen del joven de 18 años, en Villa Gesell, la UAR emitió un comunicado de repudio y recibió críticas por usar la palabra “fallecimiento” en lugar de “asesinato”. En esa oportunidad también anunció la creación de “un programa específico de concientización que colabore para que estos casos no sucedan nunca más”. En La Plata, el único club que se pronunció fue Los Tilos, dos semanas después del hecho, con una publicación en sus redes sociales titulada: “Si tenés fuerza tenés responsabilidad”, en la que, sin aludir directamente al caso, se comprometía a seguir trabajando en la “concientización y prevención contra todo tipo de violencia”.

Un mes después, el club San Luis comenzó con el ciclo de charlas Que la violencia física y emocional no te sea indiferente, en el que participaron distintos especialistas del ámbito jurídico. Ese año también se realizó la capacitación obligatoria para dirigentes y entrenadores sobre género y violencia de género, promovida por la Ley Micaela. El presidente del Club San Luis, Marcelo “Cacu” Campodónico, informa que, ante casos de ese tipo, la institución cuenta con protocolo que es aplicado por la Subcomisión de Disciplina y, según la gravedad, puede llegar a intervenir la Comisión Directiva.

El presidente del club de Tolosa afirma que desde la creación de la FIMCO se ha puesto un mayor énfasis en erradicar los “bautismos”, como se conoce al ritual de iniciación al que se somete a los jugadores de las camadas más chicas cuando debutan en el plantel superior y que, según cada club, puede ir desde raparlos, vestirlos de mujer, escupirlos, golpearlos y hasta introducirles objetos en el ano.

“Nosotros siempre tratamos de que los bautismos no existieran”, explica Campodónico, “a lo sumo les cortaban el pelo pero siempre se trató de que no sucedieran”. Los bautismos denigrantes, junto con el formato de los terceros tiempos y el comportamiento fuera de la cancha fueron los ejes principales abordados por la FIMCO desde su creación. A principios de este año, su coordinador, Luis Martín y Herrera afirmó en una entrevista: "Hoy los bautismos violentos están erradicados”.

Albatros: entre las evasivas y el silencio

Antes del caso Báez Sosa, cada vez que se conocían episodios de violencia protagonizados por rugbiers, las autoridades del mundo del rugby solían atribuir los motivos al contexto de una sociedad cada vez más violenta, o desvincular ese comportamiento de los valores que enseña el rugby o guardar silencio.

“Posicionar a los clubes como un ‘reflejo de la sociedad’ equivale a decir que simplemente absorben lo que las sociedades generan y los clubes también producen la sociedad, tienen responsabilidad: forman personas”, explica el antropólogo Nicolás Cabrera. “Son un pilar de sociabilización, de aprendizaje emocional y de pertenencia fundamental, como la escuela o las iglesias. No son solamente un reflejo: hacen, producen, construyen la sociedad”, agrega.

Tras el caso Báez Sosa, dentro del mundo del rugby empezaron a emerger otras posturas que reconocían que se había naturalizado la violencia. Su exponente más visible es el ex capitán de los Pumas, Agustín Pichot quien, en mayo de 2021, admitió en una entrevista: “El rugby naturalizó muchas cosas que estaban mal”.

El 5 de febrero de 2020, el entrenador del Club Albatros, Marcelo Boffi, reflexionó sobre el caso Báez Sosa en una nota publicada en El Día y aseguró: “Debemos quintuplicar los esfuerzos para que esto no suceda nunca más”. Además informó que en el club ya se habían conformado grupos interdisciplinarios de consulta para trabajar en la prevención.

En octubre del año siguiente, siete rugbiers de Albatros atacaron a golpes y botellazos a un joven en City Bell hasta dejarlo inconsciente. El ataque fue registrado por un cámara de seguridad de la zona y la noticia llegó a los medios nacionales. Ante las preguntas, el presidente del club de Hernández respondió que el video era poco claro y que, de confirmarse que se trataba de jugadores de Albatros, se tomarían medidas. Luego no se habló más del episodio.

Según se observa en sus redes sociales, el club brindó la capacitación de la Ley Micaela en marzo de 2022. Ante la solicitud de una entrevista para conocer sobre esa y otras acciones, su presidente actual, Marcelo Villanueva, respondió que había que esperar hasta febrero porque el club estaba cerrado por vacaciones. Luego informó a través del encargado de prensa que la URBA había dado “la orden de no dar entrevistas”, información desmentida por las autoridades de esa entidad. Cuando se le comunicó esa respuesta a través de WhatsApp y se volvió a solicitar la entrevista, el presidente de Albatros no respondió más y luego bloqueó el número.

Los Tilos: un trabajo previo al caso Báez Sosa y un presidente de vacaciones

El Club Los Tilos cuenta con un Área Social que organiza talleres y charlas sobre consumos problemáticos, noviazgos violentos, bautismos y violencia de género, entre otros temas, desde 2019. Brindó las capacitaciones de la Ley Micaela y ofició de nexo para que también se hicieran en La Plata Rugby Club. Además, su ex presidente, Martín Carrique, presidió la FIMCO cuando se conformó.

En febrero de 2021, el club del Barrio Obrero se pronunció contra la homofobia por medio de una publicación en sus redes sociales titulada: “No estás solo. La homofobia es violencia”, tras conocerse la noticia del suicidio de un jugador de Ciervos Pampa, un equipo inclusivo que lucha contra la discriminación y la violencia en el rugby. En mayo de 2022, para disuadir la animosidad entre hinchadas en la previa del clásico ante San Luis, el club se refirió al encuentro con una publicación titulada “Clásicos amigos”, en la que resaltaba “la amistad de tantos años que existe entre ambas entidades” y destacaba “el respeto que cada uno tiene por su equipo, su camiseta, el árbitro, el juego, el rival y sus seguidores”.

Estas acciones emprendidas por Los Tilos se conocen a través de sus redes y las noticias locales. A pesar de los intentos, no fue posible entrevistar a un representante del club ya que su presidente actual, Joaquín Cuervo -quien reemplaza a Rafael Silva desde que asumió la presidencia de la URBA-, se encontraba de vacaciones y no respondió a ninguno de los contactos en que se le solicitaba una entrevista o que diera el visto bueno a Mariano Mafia, responsable del Área Social, quien necesitaba su autorización para hablar en nombre del club.

La Plata Rugby Club: la búsqueda del “punto de basta” y charlas con ex jugadores arrepentidos

En un deporte de alto contacto como el rugby, la fuerza y la agresividad son necesarias. “Buena parte de la técnica está basada en la destreza física y, en muchas posiciones del equipo, en la fuerza física”, explica el antropólogo Sebastián Fuentes, autor del libro Cuerpos de Elite. Educación, masculinidad y moral en el rugby argentino: “En los entrenamientos hay toda una disposición de recursos para cultivar esa fuerza, pero no se trata de cultivar una fuerza que se descontrola, sino que se aprende a regularla para que el jugador mida en qué momento desplegarla, en el marco de determinadas formaciones”, agrega.

En ese aspecto, Alberto Justo, psicólogo, ex jugador y coordinador del Comité de Formación de La Plata Rugby Club, distingue: “El rugby hace de la agresión un instrumento de juego. Los jugadores entrenan para tener una agresividad dentro de los márgenes del juego. La violencia es una respuesta individual y está muy sancionada justamente porque el límite es muy fino: cuándo algo es agresividad y cuándo es violencia. La violencia se transforma en agresividad cuando hay reglas. Por eso es tan importante la figura del réferi dentro de la cancha”.

El coordinador del Comité de Formación del club de Gonnet explica que, históricamente, el encuentro entre rivales después del partido conocido como tercer tiempo, sirvió para moderar esa violencia: “Nos juntábamos a tomar una cerveza y a charlar y nadie se iba a ofender si alguien le había pegado un tackle o un golpe fuerte. Era parte del juego: la agresividad regulada”. Sin embargo, en los últimos años, la dinámica de los terceros tiempos cambió y la FIMCO instó a todos los clubes a modificar su formato para que “no sea una previa a una salida posterior donde se inician en consumos dañinos”.

En La Plata Rugby Club decidieron suprimir el alcohol para los entrenadores en los terceros tiempos de Infantiles y Juveniles por el mensaje contradictorio que daban a los chicos a los que les decían que no debían tomar. En los terceros tiempos de los adultos ya no hay canilla libre. Esa fue una de las primeras medidas implementadas desde que se creó el Comité de Formación, a principios de 2020, que se abocó a la búsqueda de herramientas para que, ante la inminencia de una pelea, los jugadores reconozcan cuándo es el momento de parar, “porque una vez que se dispara la violencia, es muy difícil detenerla”, explica Justo. Encontraron que un indicador de que hay que frenar se enciende cuando alguien comienza a grabar: “Las filmaciones, en la actualidad, lejos de detener, disparan las situaciones, las incrementan”.

Otra estrategia en la búsqueda de ese “punto de basta” consistió en identificar en cada grupo a aquellos reacios a la pelea: “El tipo tranquilo, el manso”, explica Justo, “al que en otra época se le decía ‘cagón’. A ese, en grupo, es al que hay que escuchar porque, por sus características, puede quedar afuera de la escena y decir ‘basta’”. Con esa idea, desde el club se le dio la misma entidad a esos jugadores que al capitán. “Tienen mucho valor como líderes. No hay líderes positivos ni negativos: hay líderes para distintas situaciones”, explica Justo.

Desde hace dos años, en cada cierre de temporada, brindan una charla a los más jóvenes a la que asisten ex jugadores del club que participaron de episodios de violencia. Los mellizos que en el verano de 2021 golpearon a un joven en Claromecó y pasaron seis días presos y los jugadores que participaron de una batalla campal en Pinamar ese mismo año, y por eso no fueron convocados al seleccionado nacional, hablan de su arrepentimiento. “Cuentan las consecuencias que un segundo de furia trajo para sus vidas y eso le llega mucho a los jugadores”, explica Alberto Justo: “Escucharlo de primera mano les da herramientas para decir ‘acá tengo que parar’”.

En La Plata Rugby Club observan que esas estrategias han dado buenos resultados ya que hace casi dos años no reciben noticias de peleas. También entienden que se trata de un cambio cultural que deben impulsar y que los más jóvenes son “mucho más sensibles” a ese cambio. Para este año, el club proyecta trabajar junto a Los Tilos en charlas destinadas al rugby infantil. Además prevé abordar, junto a los demás clubes de La Plata, una problemática creciente: el carácter de las hinchadas que: “Han adoptado el folklore del fútbol, con cantitos que no alientan a su propio equipo sino que agreden al rival”. Según Justo, todos coinciden en que es una práctica que deben cambiar.

Si las acciones emprendidas por los clubes platenses para erradicar la violencia tendrán una continuidad, si se profundizarán y darán como fruto el cambio buscado en la cultura del rugby, solo con la perspectiva que posibilita el paso del tiempo se sabrá.

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